Juan VIII
Papa (14, XII, 872-16, XII, 882). Durante veinte años arcediano de la Iglesia romana, al cabo de ellos sucedió en el solio pontificio a Adriano II. A pesar de su avanzada edad, conservó una indomable energía, rayana a veces en la violencia. Su pontificado estuvo dominado por cuestiones de política exterior, y así, con objeto de contener el peligro sarraceno, que amenazaba a Italia entera, otorgó (875) la corona de emperador a Carlos el Calvo. La tranquilidad deseada por el Papa duró poco, ya que en el 877 moría el emperador, y después de diversas negociaciones Juan VIII hubo de ceder la corona imperial (881) a Carlos el Gordo. Sin embargo, la incapacidad manifiesta de éste para defender a Italia y al papado, hizo que el Sumo Pontífice volviera sus esperanzas a Oriente y efectuara una alianza con Basilio I, emperador bizantino. Los auxilios de éste fueron bien caramente pagados porque Juan VIII hubo de admitir la reintegración de Focio (V.) a cambio de ellos, y las condiciones propuestas por el Papa al Sínodo de Constantinopla (879-880) no fueron llevadas a efecto y el Pontífice hubo de excomulgar a Focio, así como a los legados que al Sínodo había enviado, que por una parte fueron engañados por Focio y por otra faltaron a la fidelidad (881). En la controversia que san Metodio sostuvo con el episcopado bávaro, el Papa dispuso la liberación y reposición de los prelados en la dignidad archiepiscopal, pero prohibió el uso de la liturgia eslava; sin embargo, esta liturgia fue restablecida en el 880, con limitaciones de escasa importancia, cuando san Metodio pudo justificarse en Roma de las acusaciones de que había sido objeto. Juan VIII tampoco logró llevar a la Iglesia búlgara a la misión patriarcal y, según los anales de Fulda, una conjuración maquinada por los que le rodeaban hizo que fuera envenenado y rematado a golpes.