Filosofía en español 
Filosofía en español


Juan XXII

Papa, elegido 7, VIII, 1316; entronizado en 5, IX, 1316; reinante hasta el 4, XII, 1334; llamado Santiago Duèse; nacido en Cahors, en 1249. En 1334 fue profesor de Derecho civil y eclesiástico en Tolosa de Languedoc; en 1300, nombrado obispo de Frejus; en 1308, designado por Carlos II de Francia, canciller del reino; en 1310, promovido a la sede de Aviñón. Dos años después, obtuvo el título de cardenal obispo de Porto, y en 1316 fue elegido Papa, tras dos años de sede vacante. Juan XXII marchó entonces a Aviñón, donde permaneció hasta el fin de su vida. Desde el principio de su pontificado siguió una política favorable a los intereses franceses en Italia, y mostró una severidad inexorable contra Luis de Baviera, príncipe de tendencias antirromanas, en su lucha por conseguir la corona imperial. Juan XVII, no solamente reclamó la aprobación del elegido, sino el Vicariato del reino en Italia; instaló en este puesto a Roberto de Anjou, en 1317; declaró vacante el trono del Imperio (1323), e incoó proceso contra Luis; en 1324 pronunció contra él la excomunión y la deposición, y excomulgó igualmente a sus partidarios. Luis apeló entonces al Concilio general y tachó al Papa de hereje, porque en la cuestión de la pobreza había abandonado la tendencia rígida y procedido contra los Fraticelos (V.).

Algunos franciscanos de esta tendencia subversiva, como Miguel de Cesena, Hubertino de Casale, Guillermo de Occam y Bonagracia de Bérgamo, se convirtieron en los consejeros del versátil emperador, inexperto en teología, y Marsilio de Padua y Juan de Jandún establecieron en el escrito Defensor pacis una teoría imperial de autodominio, que fue condenada por el Papa en 1327. La cuestión dio lugar a una literatura de controversia acerca del origen y las relaciones del poder secular y el espiritual, a raíz de la cual los defensores de Luis representaron el césaropapismo, y los partidarios del Papa, entre quienes cabe citar a Agustín Triunfo y Álvaro Pelazo, éste en De Planeta Ecclesiae, defendieron el poder exclusivo del Papa en las cosas eclesiásticas.

En 1327, el Papa desposeyó a Luis de todos sus feudos reales, incluso de su país de origen bávaro, y entonces el monarca marchó a Roma, donde recibió de manos de Sciarra Colonna la corona de emperador; poco después, acudió al erróneo medio de decretar la deposición de Juan XXII y erigir un antipapa (Nicolás V). En 1328-1329, quedó arruinado el dominio imperial en Italia, y en 1330 el papa de Aviñón perdonó a Luis su acto de rebeldía. Leopoldo de Austria y Juan XXII impulsaron luego conjuntamente la elección del rey de Francia para emperador. No puede demostrarse que el Papa hubiera separado del reino la provincia italiana, ya que la legitimidad de la Bula Ne praeterat, no está firmemente establecida. En cuanto a las cuestiones dogmáticas, Juan XXII condenó los escritos de Pedro Juan de Olivi y las 28 tesis del maestro Eckhart, y a partir de 1331 se afirmó en su opinión privada de que la visión beatífica sólo se alcanza después del juicio universal, opinión que, sin embargo, rectificó poco antes de su muerte y no pasó de ser meramente personal, como él mismo afirmó. Después de la cuestión con los Espirituales acerca de reglas y de la pobreza, publicó sus decretos Quarundam exigit (1317) y Cum inter nonnullos (1333). La reserva de beneficios y la provisión cobraron gran incremento durante su pontificado, por efecto de las constituciones Ex debito y Execrabilis, y el número de asuntos en que hubo de intervenir la Cancillería Apostólica se acrecentó también. El Tribunal de la Rota, por su parte, estableció firmes normas. El Papa dictó también severas disposiciones sobre la “Audientia litterarum contradictarum”, especialmente contra las argucias de los procuradores, y amplió el alcance oficial de la Cámara Apostólica, recurriendo a una mayor dotación financiera. Los impuestos y la hacienda recibieron con Juan XXII una organización y extensión no conocidas hasta entonces; los ingresos se fijaron (1334) en cuatro millones y medio de florines oro; los gastos, en una cantidad aproximadamente igual. La herencia del Papa ascendió a unos 800.000 florines, y no como han afirmado algunos autores, Villain entre ellos, a 25 millones. Se ha acusado de avaricia a Juan XXII, pero el reproche es injusto; es cierto que el Papa acentuó en gran manera el aspecto financiero, pero esencialmente empleó el dinero en las necesidades de la Iglesia y del Estado eclesiástico, en los preparativos de la guerra encaminada a la defensa de Italia, en atenciones para los armenios y para el patriarcado de Jerusalén, y en fines caritativos y limosnas, a los cuales dedicó el 7,16 por ciento del presupuesto. Otro de los actos de Juan XXII fue la erección de la jerarquía eclesiástica mediante el establecimiento y deslinde de las diócesis. Las Clementinas, publicadas en 1314, fueron enviadas por orden suya a las Universidades de Bolonia y París, y veinte de sus decretales fueron luego compiladas como Extravagantes de Juan XXII. Este Sumo Pontífice favoreció también el arte y las ciencias, especialmente la Biblioteca pontificia; impulsó las misiones en Asia y dedicó un esfuerzo extraordinario a la lucha contra los turcos. Juan XXII fue principalmente un espíritu amplio, abierto a las necesidades sociales y a las de la época, intachable y sin pretensiones propias, enérgico hasta la falta de miramientos, y un gran administrador; asimismo se mantuvo firme en el aspecto del Derecho, lo cual constituía el ideal del papado en la Edad Media.

En el quinto año de su pontificado (1321) falleció el Dante. A Juan XXII se debe la canonización de santo Tomás de Aquino (1323).