Filosofía en español 
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Buenas Letras

Filósofos españoles

Juan Huarte

«Non gorgonas harpiasque invenies,
hominem solum pagina nostra sapit»
Marcial.

Si hay alguna obra digna de pasar a la posteridad, si alguna existe que reasuma en sí el voto de los sabios, el sufragio de los eruditos y la sanción del mundo filosófico, es sin disputa El Examen de Ingenios del ilustre médico español Juan de Dios Huarte.

Nada hay más grande, nada más sublime que remontarse a cuestiones difíciles e importantes para el porvenir de la sociedad humana; nada más útil y necesario que conocer ese arcano de la creación, ese ser complicado a quien se llama hombre, y cuya sola consideración reúne en sí lo más bello y elevado de las meditaciones del mismo; pues solo a este es dado contemplar el universo y referirlo todo a su propia existencia. No es extraño, pues, que Popo haya dicho con tanta verdad como elocuencia, «que el estudio más propio de la naturaleza humana, era el hombre mismo.»

Si el estudio de este ente maravilloso es tan difícil, considerándole en su estado físico como la criatura más perfecta, ¿cuánto más intrincado y confuso debe aparecer al contemplarle en lo que forma su carácter específico, en las producciones de su ingenio y en las facultades creatrices de este mismo talento? ¡Qué erudición tan vasta es necesaria para fallar con buen juicio y fino criterio del mérito de una obra, toda ella dedicada a los problemas más arduos y difíciles del inmenso estudio del hombre, qué de pruebas y datos se han menester para poder decir en qué punto está la verdad y en cuál el error; y finalmente, qué precisión de ingenio para apreciar en su justo valor una producción, que apenas leída, seduce y arrastra hacia sí la admiración del lector!

Hace ya algunos años que publiqué una edición, la más completa hasta el día, del Examen de Ingenios, y aunque había agotado todos mis recursos para que saliese completísima y exacta, la fina amistad de mi ya difunto y desgraciado amigo don Bartolomé José Gallardo, me hizo ver que me faltaban algunos interesantes y necesarios pormenores, para que llenase aquel, para mí, indispensable requisito.

Deseando mi digno amigo proporcionarme los medios de llenar esta laguna, usó conmigo la generosidad de enseñarme (para que me los apropiase) sus estudios sobre Huarte, y la colección de ediciones que poseía, como en efecto así lo hizo con la mayor franqueza y desprendimiento, dando luz completa a un cuadro oscuro y poco detallado.

Comenzaré, pues, por el autor, y terminaré por la obra, rectificando los errores comunes y corrigiendo los propios, a fin de sentar sólidamente lo que tengo averiguado, así del uno como de la otra.

Juan Huarte (navarro, esto es, era natural de San Juan del pié del Puerto), debió de estudiar los primeros años en su pueblo natural, y después pasó a hacer sus estudios a Huesca, en cuya universidad se licenció, sin que hasta hoy se sepa la data de su nacimiento, ni su matrícula en Huesca, pues es difícil averiguar lo uno y lo otro, por los trastornos de los archivos, así de su pueblo (que hoy es del dominio francés), como de la universidad de Huesca (que hoy no existe), y por lo tanto, conjetural cuanto sobre esto se ha escrito.

No es menos conjetural el que viajase por España, y es suposición gratuita el que hubiese compuesto su libro a su vuelta a Huesca, porque no está averiguado, y tenernos fundados motivos para creer lo contrario. En efecto, apenas concluida su carrera, la practicó sin duda en Huesca; pero está averiguado que en 1566 estaba en Granada ejerciendo la medicina, lo cual consta por motivo de una peste que se padeció en Baeza en dicho año, y D. Juan Huarte, médico en Granada, ofreció al rey cortar la dicha peste como en efecto lo logró: por cuya razón, el ayuntamiento de Baeza agradecido a este singular servicio, representó a S. M. pidiendo le autorizase para señalar al Dr. Huarte una renta anual de doscientas fanegas de trigo sobre el pósito de Baeza, a fin de que permaneciese en dicha ciudad, pues la plaza titular estaba servida y provista.

El rey concedió esta gracia; Huarte admitió la propuesta, y residió en Baeza muchos años, sin que se haya podido averiguar si llegó a ser médico titular, ni si murió aquí, aunque es lo probable, porque su hijo D. Luis dio en Baeza una edición de la obra de su padre, en 1594, siendo ya este difunto.

El memorial que el ayuntamiento hizo al rey, deberá contener noticias interesantes, y si alguno le sacase a luz, haría un servicio a la literatura médica española.

El Dr. Huarte, fue casado y tuvo (que se sepa) un hijo legítimo de nombre Luis, como consta de la aprobación de la edición de Baeza de 1594: murió pobre tan esclarecido ingenio, pues de aquella misma aprobación consta que los únicos bienes que había dejado a su hijo, fueron la propiedad de su obra.

Leyendo este ingenioso autor el libro de Galeno, De la relación que tienen los temperamentos y las costumbres, se excitó su curiosidad, y esto dio ocasión a que él escribiese su preciosa obra del Examen de Ingenios, la cual concluyó no se sabe cuándo, pues, aunque el señor Chinchilla dice que fue en 1557 por estar aprobada en 11 de Agosto de dicho por el Dr. Heredia, esta es una solemnísima equivocación, porque dicha aprobación lo es del 11 de Agosto de 1574, y por lo mismo la obra no estuvo sin publicar ni 36 años como dice Chinchilla, ni 23 como yo dije en mi edición, sino que se publicó al año siguiente de 1575 en Baeza. Estas equivocaciones han nacido, de que Chinchilla consideró como primitiva la de 1580 de Bilbao, que no lo es, como probaremos superabundantemente en este artículo.

En efecto, la primera edición es la de Baeza de 1575, que según tradición, fue costeada por el señor conde Garcés, por carecer de fondos el autor Juan Huarte.

Apenas se publicó la obra, llovieron muchas impugnaciones, motivo por el cual se prohibió y se expurgó (a pesar de estar aprobada por Fray Lorenzo de Villavicencio en 25 de abril de 1574) cosa notable, pues este fraile era tan reputado en aquella época, que parece mentira se atreviesen contra una obra cuya doctrina toda es católico y sana en sentir de dicho fraile; pero cuya autoridad y celo, y sus servicios como espía de Felipe II en Alemania para rozarse con los protestantes españoles y averiguar sus planes, no sirvieron, ni él tampoco, de escudo a la obra del Dr. Juan Huarte, pues pudo más la intolerancia que las cualidades del autor y del aprobante.

Entre los impugnadores de Juan Huarte, se encuentra un joven de raro mérito, que dirigió al autor una obra manuscrita (escrita en Córdoba en el mes de Febrero de 1578) y de su edad a los veinte y un años, en el curso 4.º de teología, de nombre Diego Álvarez, y cuyo manuscrito he visto original, y tengo extractado de la biblioteca del difunto D. B. J. Gallardo.

Todos estos hechos motivaron disgustos a Huarte, y todos prueban, a la vez, las mutilaciones, las supresiones, las sustituciones que ha sufrido la obra de tan insigne español, motivo por el cual voy a poner de manifiesto algunas cosas interesantes a ella, ya que de la personalidad de Huarte no he podido averiguar más, ni tampoco D. Bartolomé José Gallardo, ni el diputado D. Ramón Novoa, ya difunto, a quien aquel había encomendado tan difícil tarea.

Examen de la obra. Ya llevamos manifestado que la primitiva edición, es la de Baeza de 1575, y solo nos resta presentar las pruebas fehacientes, ya que nuestra buena estrella nos ha deparado el ver las más selectas ediciones en la biblioteca del señor Gallardo: hélas aquí.

«Examen de Ingenios para las scienzias. Donde se muestra la diferencia de habilidades que hay en los hombres, y el género de letras que a cada uno responde en particular. Es obra donde el que leyere con atención hallará la manera de su ingenio, y sabrá escoger la ciencia en que más ha de aprovechar; y si por ventura la hubiere ya profesado, entenderá si atinó a la que pedía su habilidad natural. Compuesta por el doctor Juan Huarte de San Juan, natural de San Juan del pié del Puerto. Va dirigida a la magestad del rey N. S., cuyo ingenio se declara, exemplificando las reglas y preceptos de esta doctrina. Con privilegio real de Castilla y Aragón. Con licencia impreso en Baeza en casa de Juan Bautista 1575.»

Laudetur Christus in aeternum.

«A loor y gloria de nuestro Señor Jesucristo, y de su bendita madre la virgen Santa María, señora y abogada nuestra. Hace fin el presente libro, intitulado Examen de Ingenios, para las scienzias. Acabóse a veinte y tres días del mes de Febrero, año del nacimiento de nuestro señor Jesu-Cristo de mil y quinientos y setenta y cinco años. Fue impreso en la muy noble y muy leal y antigua ciudad de Baeza. En casa de Juan Baptista de Montoya, impresor de libros.»

Esta es la portada, y pos-portada final, de la primitiva edición de Baeza. Como todo cuanto se diga de esta ave fénix de nuestra literatura es poco, añadiré algunas otras noticias.

En primer lugar, hay un escudo de armas con una guirnalda de flores y una cruz en medio, con este lema. = «O crux ave spes única» y alrededor en la cenefa este otro. = «✠ Nos autem gloriari oportet in cruce domini nostri Jesu-Cristi ✠» con estas crucecitas en los cuatro ángulos. Existe primero el privilegio.

En esta edición primitiva hay la aprobación de fray Lorenzo de Villavicencio fecha en Madrid a 25 días del me de Abril de 1574. – Por mandado de S. M., Antonio de Eraso.

«He visto este libro, y su doctrina toda es católica y sana, sin que sea contraria a nuestra madre la santa Iglesia de Roma. Sin esto es doctrina de grande y nuevo ingenio, fundada y sacada de la mejor filosofía que puede enseñarse. Toca algunos lugares de la sagrada Escritura muy grave y eruditamente declarados. Su principal argumento es tan necesario de considerar de todos los padres de familia, que si siguiesen lo que en este libro se advierte, la Iglesia, la república y las familias, tendrían singulares ministros y sujetos importantísimos. Esto me parece, salvo el mejor juicio.»

Sigue a esta aprobación, la del consejo de Aragón que dice así: «He visto y examinado el libro intitulado Examen de Ingenios compuesto por el doctor Juan Huarte (navarro) natural de San Juan del pié del Puerto, parésceme obra católica en que el autor muestra singular ingenio inventivo, y ejercitado en subtil filosofía natural. Su argumento es exquisito entre todos los que yo he visto y oído en su género. Y si se probase sería (sin dubda) de importante utilidad a la república. Tengo por provechoso el haberlo reducido a tales términos que los ingenios puedan ejercitarse, y descubrir algunos naturales de los que el autor ofrecee.»

«Parésceme que se le debe dar licencia para imprimirlo. Esto me paresce debajo de otro mejor juicio a que me remito. En Madrid Agosto once de 1574. El doctor Heredia.» – Por este trozo original, se ve la equivocación y anacronismo de fecha que ha cometido el señor Chinchilla, poniendo la aprobación en 1557, siendo como se ve en 1574.

A esta licencia y aprobación del Dr. Heredia, sigue la del rey para Aragón. – «Fecha en Madrid a 15 de Agosto de 1574. V. D. Bernar. Vicecan. V. Comes. g. V. Campi R. V. Plá R. Dominus Rex mandavit mihi Petro Frapnesa visa per D. Bernardum vice-cancel, comitem gene. Thesaurarum sentís Campi Terza et Plá. Regentes. Cano. et Talayero pro conservatore generali in diver. fir. X.clXIX. V. Talayer per comisi. genera. V. Sentís R. V. Terza. R.»

Tal es la edición de Baeza, la primitiva, tan rara que jamás he llegado a verla, hasta que me la enseñó don Bartolomé José Gallardo, y por este relato minucioso, se ve el valor inmenso que tiene; de la cual datan las siguientes con las modificaciones que voy a anotar.

«Examen de Ingenios &c. Bilbao, imprenta de Marés.» Es como la primera, pero no tiene las aprobaciones en lo que se diferencia de la de Baeza de 1575. Es la impresión más clara y el tamaño más elegante que la primitiva, y a esta tuvo por tal D. Anastasio Chinchilla, pero queda probada la equivocación.

Dice el señor Chinchilla en una nota de su Historia de la medicina Española que en el ejemplar que él posee de esta edición so nota: «que entre la licencia para imprimirla y la revisión, se lee en letra de mano: ✠ F. Ludovicus de Olmedo, Com. legat. – ✠ Ex m. R. C. Apost. F. Hieronimus a Sancta Maria ex ord. Praedicat. – Joannes Huarte Navarro

«Examen de Ingenios… al rey don Felipe II, en Valencia, en casa de Pedro de Huete 1580.» En esta edición hay de notable que está hecha imprimir por Gabriel Rivas, mercader de libros, delante de la diputación: hay esta aprobación: «Por mandado de los señores regentes y oidores del consejo real de este reino de Navarra, vi este libro intitulado Examen de Ingenios compuesto por el Dr. Juan Huarte de San Juan, natural de san Juan del pié del Puerto. Y no hallé en él cosa alguna que contradiga nuestra Santa fé Cathólica, ni las determinaciones de la santa madre la Iglesia, sino una filosofía natural y muy subida, con pasos de escriptura muy bien traídos, todo digno de ser leido y sabido. Y que si se pudiese reducir ad pracsim vería grande utilidad y provecho a la república. Fecho en San Francisco de Pamplona a 26 de Abril de 1518. – Fray Gabriel de Alva.»

Esta edición valenciana, se diferencia de la primitiva en que al fin del segundo prohemio se añade: «¡O quan bueno y felice seria para la buena administración de la república, el acertar a unir la scienzia con el ingenio y talento de cada uno! Sed pauci, quos aequus amabit…» y que no he visto en ninguna otra.

Examen de Ingenios… Al rey don Felipe II. En Huesca en casa de Juan Perez de Valdivieso (año de 1581). Esta edición es en 8.º, de 406 páginas más dos de tabla al fin. La licencia está dada por el vicario de Huesca el Dr. don Pablo Lozano, en Huesca 16 de Agosto de 1581. Sigue a esta la aprobación de Fray Lorenzo de Villavicencio, la del Dr. Heredia, y últimamente la de Fray Gabriel de Alva en 1578. Es igual a la de Valencia en todo, con solo la diferencia de estar impresa un año después.

Además de estas ediciones que he tenido a la vista, cita el señor Morejón una de Logroño de 1580, y otra de Pamplona de 1578, cuyas ediciones no he llegado a ver, y que sin duda datan todas de la edición príncipe de Baeza, esto es, no están expurgadas, porque las que lo están datan de la edición de Baeza de 1594 hecha ya por el hijo de Juan de Huarte como pasamos a probarlo, pues si es rara la edición príncipe, no lo es menos la segunda de Baeza, que también he tenido la fortuna de ver, y de quien voy a dar cuenta en esta forma.

«Examen de Ingenios… dirigido a la Cathólica real magestad del rey don Felipe N. S. cuyo ingenio se declara exemplificando las reglas y preceptos de esta doctrina. – Con privilegio, impreso en Baeza en casa de J. Bautista Montoya, año de 1594. Agora nuevamente enmendado por el mismo A., y añadidas muchas cosas curiosas y provechosas… A honra y gloria de Jesucristo N. S. y de su santísima madre Santa María, señora y abogada nuestra. Hace fin el presente libro, intitulado Examen de Ingénios para las scienzias. En cinco días del mes de Enero de mil quinientos noventa y cuatro años. Impreso en Baeza, en casa de Juan Baptista de Montoya impresor de libros.»

En esta edición se pone la misma aprobación de Fray Lorenzo de Villavicencio, y unas armas distintas de las de la edición príncipe, a la vuelta de la aprobación. Se le añadió una tabla de capítulos, y se reformó la doctrina. El privilegio es notabilísimo, héle aquí: «Por cuanto por parte de vos Luis Huarte de San Juan, hijo legitimo del Dr. Juan Huarte de San Juan natural de la villa de San Juan del pié del Puerto (ya difunto), nos ha sido fecha relacion: que el dicho Dr. vuestro padre había compuesto un libro intitulado, Examen de Ingénios, el cual había sido impreso una vez{1} y visto por el santo oficio y con algunas enmiendas que habia fecho, avia mandado que anduviese, y al presente no se halla ninguno y era pedido de mucha gente… mandásemos dar licencia para le poder imprimir atento el mucho trabajo que el dicho vuestro padre avia pasado en enmendallo y ponello en la perfeccion que ahora le presentávades y que de las enmiendas que estaban hechas eran conforme al mandato del catálogo último que los del consejo de la Ynquisicion habian publicado: y porque no teniades otra cosa ni bienes que os obiesen quedado del dicho vuestro padre… podais imprimir y vender el dicho libro intitulado Examen de Ingénios con todas los enmiendas que en el hay fechas que de suso se hace mencion… fecha en Valladolid a seis dias del mes de Julio de mil y quinientos y noventa y dos. Por mandado del rey N. S., D. Luis de Salazar.»

Esta edición del hijo, es la base de que parten todas las expurgadas y a esta supresión y enmienda contribuyó Diego Álvarez, más que otro alguno, como probaremos en otro artículo. Baste decir que las ediciones de Medina de 1603, de Barcelona de 1607, de Alcalá de 1640, de Madrid de 1668, de Granada de 1768, por Nicolás Moreno, todas ellas datan y son en su contexto iguales a la de Baeza de 1594.

Sirva esto para manifestar que existen sin expurgar cinco ediciones españolas de Huarte, cuya rareza las recomienda altamente, y que hay seis ediciones españolas expurgadas, a contar desde 1594, y una que contiene lo expurgado hecha por mí en 1846.

Las ediciones extranjeras, la Plantiniana de 1603, la de Amsterdam de Juan Ravenstein de 1662 son iguales a las no expurgadas, y pueden consultarse con provecho, porque no son tan raras como las españolas.

Además se han hecho, que yo sepa, las siguientes ediciones:

Venecia, en italiano, por Camilo Camilli, en 4º1582
Id. por Salustius Gratis, id.1603
Roma, Id.1540
Id., id.1619
Strasburgo, en latín, por Astosgonio id.1612
Anhalt, por Escasio Mayor, id.1621
Londres, por Juan Maire, id.1652
Gena, por Samuel Krebl, íd.1661
León (Francia) id. en su idioma. por Gabriel Chapuis, id.1580
París, id.1605
Id., id.1675
Colonia, por Claudio Capellet y Gimnicum, en, en 8.º y 12º1610

Creo que no me tacharán de prolijo, los que sepan cuán difícil es aclarar hechos literarios, ni de pedante, los poco aficionados a literatura; porque las anteriores líneas, si bien tienen en sí la noticia solo de portadas, que tan agrio y en contraposición tan fácil, creen más de cuatro sutiles y almidonados, aclara sin embargo una multitud de puntos importantes para la historia de la literatura, y para el conocimiento del hombre más profundamente sabio y pensador que hasta el día ha producido España.

Creo haber hablado del Examen de Ingenios lo bastante para que se pueda formar idea cabal de las vicisitudes bibliográficas, enmiendas y supresiones que ha padecido este magnífico libro. Paso ahora a analizarle, pareciéndome oportuno presentar antes a mis lectores el juicio que de él han formado varios literatos célebres.

«Aunque del libro del Dr. Huarte, dice el padee Feijoo en su carta 28, no pueda esperarse la gran reforma que él pretende, podrá ser muy útil para otros efectos; porque siendo el autor de un ingenio supremamente sutil y perspicaz, como consta del elogio que de él hace Escasio Mayor, se debe creer que da unas reglas de especialísima delicadeza para discernir los genios, talentos e inclinaciones de los sujetos.» Adviértase que el famoso benedictino solo conocía a Huarte de oídas, cosa extraña en persona tan erudita, como en la misma carta lo da a entender.

«Me ha parecido (son palabras de Escasio Mayor, su traductor) el más sutil entre los hombres doctos de nuestro siglo, a quien el público debe tributar supremas estimaciones, y que entre los escritores más excelentes, cuanto yo conozco, tiene un gran derecho para ser copiado de todos. Reprodujo en nuestros días aquella fugitiva sutileza y libertad de opinar de los sabios antiguos, que los conducía directamente a su fin, como se ve por el título de su certamen, para analizar lo más intimo de la naturaleza de tal modo y tan felizmente, que toda la posteridad que le siga se penetrará de su »gran mérito.»

«La obra de Huarte, según Bordeu, está llena de reflexiones singulares y de un gusto delicado; se lee muy poco a mi parecer, y merecía aun largo comentario.» Concisión y verdad, he aquí la belleza de este juicio crítico, nada sospechoso por cierto, en razón a ser dictado por uno de los más profundos pensadores de la ilustrada Francia.

Mr. Lavater, este escritor sublime y elocuente, este sabio, amigo y digno compañero de Zimmermaun, en su obra sobre la fisiognomía no se olvida de citar entre los que le precedieron a nuestro Juan Huarte, especialmente cuando se ocupa de la relación de las facultades intelectuales y las pasiones con los temperamentos; y su juicio relativamente a nuestro autor, es más favorable que el de los demás autores a quienes critica.

Otro escritor moderno se expresa en estos términos: «Fue Huarte una de las especialidades del siglo XVI; uno de esos hombres atrevidos, curiosos e investigadores; uno de esos libres meditadores que por la fuerza de su superior ingenio descubren altas verdades… al leer su libro se admira con frecuencia la profundidad y penetración de su autor, y las inducciones filosóficas a que le llevan sus principios: por todas partes se encuentra la sana observación, la reflexión atenta, y aquella especie de virilidad científica, que no cediendo nada a las sutilezas de la metafísica, ni a las veleidades del orgullo, marcha derecha a su fin; no juzga sino por los hechos; no se apoya sino en la experiencia, y constituye la filosofía de la sensatez, elevada a la más alta potencia.»

El señor Morejón en su Historia bibliográfica de la medicina española, dice, entre otras cosas, de la obra de Huarte: «que la llevó tan a cabo, que no contento con haber dado las reglas para discernir en los hombres el ingenio más propio para cada arte o ciencia, se entretuvo al fin de su escrito en declarar las señales de las mujeres aptas para concebir; los hombres con quienes habían de casar; las diligencias para que salieran varones y no hembras, y para que los hijos fuesen ingeniosos y conservarles el ingenio después de nacidos, y mantenerles la salud, y ocho condiciones con que se han de criar para que tengan la salud y el ingenio que requieren las letras, cuyos pensamientos han copiado los autores de la célebre Megalantropogenesia… Escribió con arrogancia y valentía en un lenguaje puro y selecto, y su libro será siempre una de nuestras bellezas literarias. Sin apartarse Huarte de las doctrinas humorales que dominaban en las escuelas de su tiempo, y siguiendo el autor de la filosofía peripatética, y al profundo Galeno, sienta principios enteramente nuevos, y deduce consecuencias que, si bien no estuvieron exentas de crítica, son al menos tan ingeniosas como sabias.»

Aun a pesar de todos estos juicios de personas ilustradas, me parece oportuno añadir algunas palabras más sobre esta obra cuyo merito literario me hizo no resistir a la noble tentación de publicarla, y a hacer una edición lo más completa y correcta posible, sin desmayar por mis cortos conocimientos y mi, entonces, temprana edad, en entrar en un análisis más detenido, y cuando ciertamente fui favorecido por algunos de mis amigos con ediciones no expurgadas por el tribunal de la Inquisición; que desgraciadamente intervino en asuntos de que no debieran ocuparse los ministros del santuario, ni los discípulos de la mejor y más sublime de las religiones, la que se diferencia de todas por los principios de fraternidad y tolerancia desconocidos a las demás falsas sectas por lo mismo que no pudieran resistir los ataques de un severo y filosófico examen. No es ciertamente la religión cristiana quien puede temer la discusión de principios que puedan más o menos lastimarla, no en verdad; que ella sale siempre vencedora de las sugestiones de una falsa y mal entendida filosofía, y sabe remontar su vuelo majestuoso a las regiones más sublimes, a do no pueden llegar los tiros de la impiedad y del libertinaje, por lo mismo que estos jamás pueden salir del fango en que han sido engendrados.

Duéleme en el alma tener que lamentar esta falta de aquellos de nuestros mayores, que por un falso celo, o mejor dicho, que guiados del fanatismo e intolerancia reprobados por los sublimes principios del hombre Dios, han producido (acaso sin pensarlo) un mal grave y de trascendencia a su patria, despojándola de los monumentos de gloria más acrisolada, que pudieran inmortalizarla en la memoria de las futuras generaciones; pero desgraciadamente para España, solo nos quedan lágrimas que verter sobre la pérdida de manuscritos y obras sepultadas para siempre en el olvido, o consumidas por las voraces llamas del Santo Oficio. Los que a cada paso nos motejan de atrasados e ignorantes, entren siquiera una vez en razón, y dígannos al menos con sinceridad, si la nación que durante más de trescientos años ha estado bajo la dominación de semejante tribunal, no ha producido demasiadas obras, y confiesen sin rubor cuánto más hubiera adelantado España bajo gobiernos menos fanáticos y más tolerantes. ¿Habrán olvidado nuestros detractores la historia de nuestra patria, para no ser justos jamás con los generosos españoles? No creemos que así suceda, pues de algún tiempo a esta parte se nota alguna más justicia cuando se ocupan de España y de sus asuntos; decimos esto y sentamos estas premisas, porque para hacer nuestro juicio tenemos que remontarnos a la época en que escribió el autor, y comparar su obra con las circunstancias que le rodeaban. Las inteligencias privilegiadas cuya acción influye poderosamente en el desarrollo progresivo de la humanidad, desde este alto punto de vista deben de ser consideradas.

Escribía este sublime ingenio bajo el reinado del Sr. D. Felipe II, rey a quien no ha juzgado aun la historia contemporánea, ya por temor, ya por falta de datos, ya, en fin, porque es un verdadero proteo a quien unos dirigen severos cargos, y a quien otros patrocinan todas sus artes; pero de todos resulta evidentemente que su genio fuerte, su carácter enérgico y su gobierno despótico y firme era suficiente para enervar las fuerzas del más atrevido escritor, especialmente si se ocupaba de asuntos que pudieran atañer más o menos directamente al gobierno de los pueblos, y atacar las creencias recibidas de ser el rey dueño de vidas y haciendas, sin más cortapisa a sus caprichos que su propia voluntad, expresada por una turba de aduladores cortesanos siempre dispuestos a ejecutarla servilmente.

En tan desgraciada época y cuando el poder inquisitorial estaba más en fuerza, es cuando Huarte se lanza a escribir un Examen de Ingenios y a dedicar un artículo exclusivamente para representar las cualidades de que debiera estar dotado un Rey, sin dejar de manifestar las muchas condiciones que exigían los jurisperitos, los sacerdotes, los médicos y todas las clases sociales, atacando preocupaciones arraigadas, tachando abusos y penetrando una senda aun desconocida hasta él, teniendo que compaginar por el esfuerzo de su ingenio muchas cosas que si hubiera escrito en época más bonancible no se hubiera curado ni aun de justificarlas. Pues bien, en esa época un hombre solo e ignorado desafía las creencias de su siglo y establece un sistema el más ingenioso inventado hasta hoy, por los que se han ocupado en sondear el arcano del hombre intelectual y moral. ¿Qué importa que mezcle algunas paradojas que jamás se demostrarán, según dice el Sr. Morejón, o que es lástima que a ellas hubiere dado asenso el autor del Examen de Ingenios como pretende Chinchilla? Nada absolutamente, nada; pues no es necesario esforzarse mucho para probar que si no son verdades, también es cierto que en el terreno de lo posible acaso no haya uno que pueda resolverlas más atinadamente; además, Huarte era hombre, y sabido es que nuestra flaca inteligencia, para una verdad que encuentre, cae en mil errores; querer que Huarte hubiese acertado en todo, sería pretender un imposible, porque lo es evidentemente pensar que hay hombre infalible y mucho menos en ciencias naturales, en que la infalibilidad nunca se alcanza.

La obra de este sabio compatricio es tal, que formó época, no solo en la literatura patria, sino en la europea, y los hombres sabios de todas las naciones aprecian el mérito de este español insigne, cuya obra, escrita con fluidez y lógica profunda, llena de máximas atrevidas y pensamientos grandes, debe considerarse en tanta mayor altura cuanto que Huarte no podía aun expresar sus ideas de filosofía natural (como con muchos rodeos y no sin gracia refiere él mismo), respecto de ciertas cuestiones teológicas, teniendo que acudir siempre al velo misterioso de la fe para sancionar verdades que muy fácil le hubiese sido demostrar a tener en su arbitrio cambiar las vallas que se lo impedían; más sin embargo de esto, él será siempre respetado por los que amantes de la humanidad le consulten, y por el filósofo pensador que le analice y juzgue, remontándose a la época en que escribió, y mirándole como un oráculo de elocuencia, de medicina y filosofía, dechado de modestia y sencillez, y modelo de las virtudes de nuestros antepasados.

Como entre los impugnadores de Huarte, se ha distinguido un francés sabio y erudito, a saber Jourdan Guibelet, médico de Evreux, en su Examen del Examen de Ingenios dado a luz en 1631, es decir, cincuenta y seis años después de Huarte, me parece que, para completar el cuadro, sentará mejor la impugnación española de Diego Álvarez, hecha en 1578, tres años después de publicada la edición príncipe en Baeza: pues la francesa es bien conocida. Este precioso manuscrito –que existe en la biblioteca de mi difunto amigo Gallardo– es de sumo valor, pero su extracto es difuso y me parece mejor suspenderlo por hoy, dando en otro artículo noticia circunstanciada de tan precioso documento, con lo cual quedará muy esclarecida y fundada la reputación de Huarte y Álvarez como competidores, pues entrar en lid con un sabio a los veinte y cinco años de edad, el intentarlo solo es glorioso; pero si se consigue corregir al contrario, como lo logró Álvarez, es hasta heroico y motivo bastante para pasar a la posteridad.

Ildefonso Martínez.

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{1} Es muy notable que el hijo y el rey no conociesen las ediciones de Logroño, Pamplona, Valencia, Bilbao y Huesca, pues la expresión impreso una vez así nos lo indica; por lo que el hijo de Huarte no conocía las cinco ediciones citadas, creyendo que la suya era la segunda en vez de la sexta que era en realidad.