Nuevos progresos de nuestra cultura intelectual
«…No hay más medio racional, eficaz, permanente, sano y seguro de templar y corregir... la violenta rotación en que se agitan los pueblos libres, que la difusión de las luces, la instrucción de los ciudadanos, la comprensión, la estimación, el respeto de los derechos y de los deberes, la elevación del sentido moral, y la cultura del espíritu público. Y la necesidad, la urgencia, la perentoriedad de emplear este precioso instrumento, crecen y suben de punto en aquellas situaciones extremas, en aquellas supremas crisis, donde luchando y reluchando con la confusión y la lobreguez, y el fragor y el rayo de la tempestad, logran de súbito las naciones la plenitud de sus libertades.»
Estas memorables palabras que en la noche del 2 de enero, y al inaugurar las sesiones de la Academia matritense de Jurisprudencia leía con voz conmovida en su Discurso (el más profundo y elocuente quizá que en ocasiones análogas ha escuchado esta corporación) el señor Ríos Rosas, por tercera vez alzado a la presidencia, responden sin duda alguna a la preocupación que agita a todos los ánimos en la época presente, dentro como fuera de España: que no es sólo entre nosotros donde empieza a reconocerse que la primera garantía de las constituciones políticas y de la prosperidad moral y material de los pueblos, garantía que no puede escribirse en las leyes, pero sin la cual estas aprovechan de poco, es la educación y formación del espíritu público, al cual las instituciones representativas encomiendan la última inapelable sentencia sobre todas las funciones y poderes del Estado. Pero si en Francia y en Inglaterra la difusión de esta cultura en todas las clases sociales, en todas las edades, en ambos sexos, suscita tan legítima ansiedad ¿qué será en España, donde la súbita extensión del sufragio llama a la gobernación del país a tantos miles de hombres postrados en la triste servidumbre de la ignorancia?
A esto responden los numerosos ensayos que por todas partes se hacen para fundar entre nosotros la instrucción popular, base de la restante, en la más amplia escala posible. Casi todas nuestras provincias, hasta ahora (las restantes seguirán sin duda tan saludable movimiento), han abierto clases e instituido asociaciones a este fin, esforzándose en noble competencia por rivalizar con la actividad incansable que en Madrid muestran algunos amantes de la educación nacional. Sin contar los proyectos que sobre enseñanza de adultos y otras igualmente interesantes se atribuyen a nuestras corporaciones populares, no menos que a la Asociación recientemente creada para este fin, el respetable profesor de hebreo y decano de la Facultad de Filosofía de Letras de Madrid, señor García Blanco, ha abierto en la Universidad una clase gratuita donde enseña a leer, escribir y contar en veinte lecciones a un corto número de adultos, que una vez instruidos en estos primeros rudimentos, serán reemplazados por otros nuevos discípulos. El rector de la misma institución ha establecido dos cátedras gratuitas también para impresores y encuadernadores, una consagrada al conocimiento de los alfabetos griego, hebreo y árabe, y otra al de la historia y procedimientos del arte de la imprenta y la encuadernación. El señor Ferraz, profesor de la Facultad de Filosofía, y el señor Rada, que lo es de la Escuela de Diplomática, desempeñan con generoso celo estas dos utilísimas clases. A igual género de enseñanza pertenecen las que en el Conservatorio de Artes explican por las noches algunos otros catedráticos para la difusión de las nociones elementales de economía política, mecánica y química industriales, máquinas de vapor, &c.
Los Centros de instrucción popular que están a cargo de los estudiantes desde principios del curso, al cabo se han reanimado de la postración en que, unos por falta de alumnos, otros por escasez de profesores, habían caído momentáneamente, y es de esperar que los resultados que de sus primeras estadísticas se desprenden continuarán en aumento, para bien de tan nobilísima empresa. Los estudiantes españoles, así en esta obra como en la institución del Ateneo escolar, recientemente establecido, y en algunas otras asociaciones, mostrarán sin duda con su ejemplo que no pedían en balde y por mero espíritu político la libertad de la ciencia y de la instrucción; sino para educarse más íntimamente y derramar los frutos de esta educación sobre otras clases menos afortunadas.
Al fin la Universidad de Madrid ha comenzado a publicar su Boletín-Revista, con el éxito que era de esperar, atendiendo al notable mérito de muchos de sus trabajos y a sus interesantes noticias científicas. Y pues que de la Universidad hablamos, recomendamos a la pública gratitud el donativo de más de mil volúmenes que el doctor Keller, rector de la de Tubingen, ha puesto generosamente a su disposición, con cuyo motivo se está ensanchando la Biblioteca, y preparando útiles reformas en su servicio. Especial mención merecen también las cátedras de estudios superiores que, fuera del cuadro de la enseñanza oficial, contribuirán a aclimatar poco a poco en aquel centro la utilísima institución de los Privat-docentem. A más de las lecciones sobre interpretación de los Salmos que el señor García Blanco explica gratuitamente todos los domingos, hay ya concedida autorización a un profesor de filosofía moral y a otro de sánscrito, a los cuales se anuncia acompañarán dentro de poco, otro de Psicología y quizá alguno de conocimientos pertenecientes a las ciencias físicas y naturales. Notemos de camino que, a pesar del extraordinario número de abogados que salen cada año de nuestras facultades de Derecho y del vivo interés que hoy despierta este género de estudios, no hay cátedra alguna de ellas en la Universidad, más que las del Estado.
Las del Ateneo de la calle de la Montera, no se hallan en el presente año tan animadas como otros, ora por la clase de asuntos, ora por la excitación política, ora en fin, por otras diversas razones, pero así y todo, estas conferencias, algunas de Medicina y las que sobre Biología, Derecho natural y Política, tienen lugar en el Colegio internacional, completan el cuadro de la enseñanza superior que existe fuera de la Universidad de Madrid.
El restablecimiento de la Escuela central de Agricultura, trasladada ahora al antiguo real sitio de la Florida, y las importantes reformas sobre validez de estudios y títulos extranjeros, especialmente portugueses (asimilados estos últimos a los nacionales) prueban el celo e ilustración del ministerio de Fomento, casi todas cuyas medidas respecto de la pública instrucción merecen y logran el más unánime aplauso.
No menos sincero lo obtienen de cuantos comprenden la importantísima influencia que ejerce la mujer en la vida social, los esfuerzos que de varias partes se hacen por mejorar su educación, tan descuidada entre nosotros actualmente. A la inauguración del Ateneo de señoras, celebrada el día 2 bajo la presidencia del rector señor Castro, que pronunció un importantísimo discurso sobre la misión del nuevo establecimiento (cuyas clases ya han comenzado), seguirá la de conferencias dominicales que este infatigable y querido maestro de la juventud y de la cultura patria está organizando con análogo fin, aunque por diferentes medios. En estas conferencias, encomendadas a distinguidos profesores y oradores, se abrazará la educación de la mujer en sus diversos elementos y aspectos, el religioso, el moral, el doméstico, el científico, el estético y artístico, etcétera, &c. Si se tiene en cuenta que antes de poder interesar a la mujer española de hoy día en una serie de estudios continuados, es de todo punto necesario que adquiera clara idea y plan de lo que debe ser su educación, se comprenderá la utilidad de las conferencias proyectadas.
Ciertamente que en este país, degradado por la ignorancia y la rutina, no faltan sonrisas burlonas para pensamientos cuyo verdadero sentido no alcanzan los perezosos; pero la civilización es tan pródiga, que aun a estos desgraciados los educará también a su pesar.