Filosofía en español 
Filosofía en español


Pueblos Hispano-americanos y no Latino-americanos

Aunque la razón de haber escogido el título de “HISPANO-AMERICA” para nuestra publicación es clara y lógica a todas luces, todavía queremos publicar algunos párrafos salientes de una carta que el Sr. Ing. D. Juan C. Cebrián dirigió al Sr. Director de Las Novedades de Nueva York y que este periódico publicó por considerarlas de gran interés. Merecen estas líneas ser leídas con la mayor atención:

Pueblos hispano-americanos, y no latino-americanos.
(Una brillante carta del señor don J. C. Cebrián, de San Francisco, California.)

No podemos resistir a la tentación de publicar los párrafos más salientes de una carta que acabamos de recibir del caballero Español, insigne por tantos motivos, señor don J. C. Cebrián, de San Francisco de California. Estas líneas merecen la más profunda gratitud nuestra.

Al recorrer las páginas de “Las Novedades” noto con placer el espíritu de españolismo que las anima; y esto me inspira confianza para someter a la consideración de usted una cuestión vitalísima para nuestra España, y es el nuevo nombre, o apodo, que están usando ahora con nuestros pueblos hermanos, con las repúblicas hispanoamericanas, que ahora con nuestros pueblos hermanos, con las repúblicas hispano-americanas, que ahora quieren bautizar “la América Latina”. ¿Y con qué razón? Con ninguna: porque América Latina significa un producto o derivado latino; y latino hoy día significa lo francés, italiano, español y portugués. Ahora bien, esos países son hijos legítimos de España, sin intervención de Francia ni de Italia: España, sola, derramó su sangre, perdió sus hijos e hijas, gastó sus caudales e inteligencia, empleó sus métodos propios (y a menudo vituperados, sin razón sea dicho), para conquistar, civilizar, y crear esos países: España, sola, los amamantó, los crió, los guió maternalmente, sin ayuda de Francia ni de Italia (más bien censurada por estas dos latinas), y los protegió contra otras naciones envidiosas: España, sola, los dotó con su idioma, sus leyes, usos y costumbres, vicios y virtudes; España transplantó a esos países su civilización propia, completa, sin ayuda alguna. Una vez criados, y habiendo llegado a su mayoría, esos países hispanos siguieron el ejemplo de los Estados Unidos, y se separaron de Su Madre España, pero conservando naturalmente su idioma, sus leyes, usos y costumbres, como antes; imitando en esto también a los Estados Unidos que conservaron su idioma patrio inglés, su “Common Law”, sus leyes, usos y costumbres ingleses, a pesar de la diversidad y gran número de inmigrantes que han estado admitiendo. Así vemos que después de haber sido colonias españolas, todo el mundo ha continuado llamando aquellos países por su propio apellido, que es: español; y hasta hace cinco años han sido conocidos como países hispanoamericanos, repúblicas hispano-americanas, América española o hispana; “Spanish America” han dicho siempre los yanquis; y cuando un hispano-americano de cualquier zona anda por los Estados Unidos todo el mundo, doctos e indoctos, grandes o chicos los han llamado y llaman Spanish; jamás se les ocurre decir: he or she is Latin. Véanse los escritos e impresos de los Estados Unidos anteriores a 1910, y siempre se hallarán los apelativos Spanish, Spanish American, Spanish America, the Spanish Republics: y lo mismo en Francia, antes de 1910, en todos los periódicos y libros han impreso les pays hispanoaméricains, les hispano-américains, l’Amérique espagnole.

Además de las 18 repúblicas españolas, tenemos el Brasil, creado por Portugal, en donde se habla portugués, y se rige por leyes, usos y costumbres portugueses. Pero hay que notar que ese país es también hispano, porque HISPANIA, como IBERIA, comprendía Portugal y España, y nada más. De suerte que el apelativo hispano-americano comprende todo lo que proviene de Portugal y de España. Y ahí va un ejemplo; los yanquis que tienen fama de inteligentes, lógicos, justicieros, fundaron en Nueva York una Sociedad para el estudio de la Historia Americana relacionada con España y Portugal, y escogieron por nombre THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA; no eligieron el título LATIN SOCIETY OF AMERICA, porque hubiera sido un equívoco, una falsedad, un error craso, como lo es querer aplicar el apelativo “latino” a nuestras naciones hispánicas, hispanas o españolas (que no descienden ni de Francia ni de Italia.) El poderío de Francia en América nunca tuvo lugar en los países hispanos; se ejerció solamente en terrenos que hoy pertenecen a los Estados Unidos o al Canadá: que trate de introducir el apelativo latino en esas regiones.

Examinemos francamente la cuestión: hasta hace poco los países hispano-americanos eran el hazme reír de Europa: el teatro francés del siglo XIX está lleno de chascarrillos desagradables contra les hispano-américains: entonces encontraban natural llamarlos por su apellido verdadero: español. Pero últimamente se ha notado que esos países han crecido, se han enriquecido, han cobrado fuerzas, y prometen ser factores importantes en la historia futura; y en estas circunstancias ya les duele llamarlos españoles; y para evitar o borrar ese nombre apelan al adjetivo latino. Cada vez que se dice o se imprime América Española, o hispano-americano, o Spanish American, o Spanish America, &c., &c., se anuncia el nombre de España; y nótese que es un anuncio legítimo, justo, verdadero. Cada vez que se dice o se imprime América Latina, Latin America, &c., se deja de anunciar el nombre de España, y en cambio se anuncia el nombre LATINO, que equivale a Francia, Italia, &c.; de modo que se anuncia dos nombres –Francia e Italia– ilegítima, errónea e injustamente, puesto que ni Francia, ni Italia han producido aquellas naciones; y al mismo tiempo se mata el anuncio legítimo de España.

España es el país menos comercial de Europa, y siempre ha desconocido el valor y el método del anuncio: las naciones comerciales conocen su valor inmenso, y no lo desaprecian; y también saben cuánto importa opacar o matar el anuncio de sus competidores.

Otro punto todavía: si quieren llamar latinas a las naciones españolas, latinas debieran llamar a las colonias de Francia y de Italia: Argelia, el Congo francés, Senegal, Madagascar, Tonkin, &c. debieran llamarse colonias latinas: a lo que Francia se opondría con justa razón. Y si llamamos latinas a estas naciones por su abolengo lingüístico, tendremos que llamar teutónicos a los Estados Unidos y al Canadá, por su origen lingüístico y por estar poblados por gente de raza teutónica. De suerte que tendremos dos Américas: la LATINA y la TEUTÓNICA. Pero no; lo justo, lo lógico es la denominación universal hasta ahora: “América inglesa” y “América hispánica” (o hispana), y no hay más; porque las manchitas francesas, holandesas y dinamarquesas en el mapa de América son matemáticamente despreciables.

Preciso es poner punto, sin terminar asunto tan importante. Dispense usted, señor España, mi pesadez; sírvame de disculpa lo patriótico del asunto, que aun tratado trivialmente se hace interesante para todo el que ama a nuestra querida España. Confío en que usted estará convencido de la importancia de esta cuestión; y que conviene usar medios suaves, pero constantes, tenaces, para atajar este mal ahora que empieza: el periodismo puede hacer mucho rehusando imprimir el apelativo latino-americano y sus derivados, aun cuando se copien escritos que los lleven. (Un semanario español, con una sección que llevaba el título de América Latina, le ha puesto el de Crónica Iberoamericana). Parece que el “Tourismo Hispano-Americano” debiera prestarse para una propaganda eficaz en el asunto.

JUAN C. CEBRIÁN