Filosofía en español 
Filosofía en español

“América latina” “Latinoamérica”

El veterano editor Francisco de Paula Mellado venía publicando en Madrid desde 1851 su famosa Enciclopedia Moderna, inspirada en la francesa de Didot, que supuso un hito en la renovación editorial española al quedar completada en 1855 en 34 volúmenes (aparte los de grabados y mapas). Desde 1853 tenía abierto Mellado además establecimiento en París, y decidió entonces comenzar la publicación en Madrid de una revista que siguiera el modelo de “la más acreditada revista europea”, de la que copió hasta el nombre, Revista española de ambos mundos, como no tiene inconveniente en reconocer en la presentación del primer número, que apareció en noviembre de 1853. Tiene interés advertir que la revista tenía voluntad de devolver al rótulo “ambos mundos” un significado hispánico:

«La Revista española de ambos mundos aspira a ser en España y en América con el tiempo, lo que es hoy la francesa en Europa. Será por lo tanto, un libro y un periódico a la vez. [...] Destinada a España y América pondremos particular esmero en estrechar sus relaciones. La Providencia no une a los pueblos con los lazos de un mismo origen, religión, costumbres e idioma para que se miren con desvío y se vuelvan las espaldas así en la próspera como en la adversa fortuna. Felizmente han desaparecido las causas que nos llevaron a la arena del combate, y hoy el pueblo americano y el ibero no son ni deben ser mas que miembros de una misma familia, la gran familia española, que Dios arrojó del otro lado del Océano para que con la sangre de sus venas, con su valor e inteligencia conquistase a la civilización un nuevo mundo. Los nietos de los conquistadores nacidos en España, pueden y deben ayudar a sus hermanos nacidos en América a llevar a cabo la grande obra que iniciaron sus gloriosos ascendientes, al clavar la cruz y el victorioso estandarte de Castilla en las vírgenes playas del continente indiano. La Revista consagrará artículos especiales al examen y solución de varias cuestiones en que están empeñados el porvenir y los mas caros intereses de España y América.» (Revista española de ambos mundos, nº 1, págs. v-viii.)

Pero el primer número de esa revista se abre, tras el prospecto de rigor, con un artículo de Michel Chevalier, “Sobre el progreso y porvenir de la civilización”. Figura “traducido del francés por J. P. C.” (sin duda Joaquín Pérez Comoto, del equipo de colaboradores habituales de Mellado: su nombre figura en el prospecto de la Enciclopedia moderna, en 1851, como encargado de Historia y geografía universal). No puede decirse que se tratase de una novedad o de un inédito desconocido, pues llevaba ya diecisiete años publicado en francés, como introducción al famoso libro Lettres sur l’Amerique du Nord (París 1836, tomo primero, págs. iii-xi). ¿Por qué abrir la nueva revista con un texto bien conocido del antiguo dirigente de la secta sansimoniana, encarcelado tras la revolución de julio de 1830, pero a quien el ministro Adolfo Thiers supo reconvertir como agente de la grandeur, al enviarle en 1835 a Estados Unidos y México para informar sobre el estado económico de América? En efecto, Michel Chevalier (1806-1879) había de convertirse en uno de los principales ideólogos de la penetración latina de los franceses en hispanoamérica, y particularmente en México, donde había de apoyar en 1863, por supuesto, su invasión por Francia. En ese texto, aparecido en francés en 1836 y adoptado en 1853 para inaugurar la nueva revista, Chevalier expone con toda claridad el dualismo romano-latino-católico / germánico-anglosajón-protestante referido a Europa y América:

«Nuestra civilización europea procede de dos orígenes; de los romanos y de las poblaciones germánicas. Haciendo por un momento abstracción de la Rusia, que es recién venida, y que sin embargo, iguala ya a los mas poderosos de los pueblos antiguos, se subdivide en dos familias, cada una de las cuales se distingue por su semejanza especial con una de las dos naciones madres que han concurrido a engendrar una y otra. Así hay Europa latina y Europa teutónica; la primera comprende los pueblos del Mediodía y la segunda los pueblos continentales del Norte y la Inglaterra. Esta es protestante, la otra católica; la una se sirve de idiomas en que domina el latín, y la otra habla lenguas germanas. Las dos ramas, latina y germana, se han reproducido en el Nuevo Mundo. La América del Sur es como la Europa Meridional católica y latina, y la del Norte pertenece a una población protestante y anglosajona.»

¿Ingenuo afrancesamiento de Mellado o de Magariños, precisamente cuando Carlos Luis ya llevaba un año como Napoleón III emperador de los franceses? ¿Fondos de reptiles antiespañoles y pro imperialismo latino francés desde los mismos inicios de la versión madrileña de la revista parisina? Ya unos años antes, en 1847, al comenzar a publicar Francisco de Paula Mellado en su Biblioteca Popular la traducción que Antonio Ferrer del Río dispuso de la Historia Universal de Cesar Cantú, una nota añadida a pie de página llamaba la atención sobre ese texto de Chevalier: «Es notabilísimo el trabajo de Mr. Chevalier al frente de las Cartas sobre América» (Cantú, Madrid 1847, tomo 1, pág. 42).

Hemos detectado, comparando distintas reproducciones facsimilares digitales de esa revista, que se publicaron dos versiones, con paginación diferente, de la Revista española de ambos mundos: la destinada a Madrid –para el consumo interior de España, que hemos denominado versión Cebrián, pues ya desde el siglo XIX se guarda en la Universidad de California un ejemplar “Gift of J. C. Cebrián”, digitalizado en 2007 por Google– y la destinada a París –para el consumo exterior de España, que hemos denominado versión Auza, pues el uruguayo Néstor Tomás Auza publicó en 2002 unos índices de la revista sobre una colección de las impresas en Madrid para ser puestas a la venta, siete días después, en París–.

Ya había dejado de publicarse la Revista española de ambos mundos cuando el espíritu latino que la inspiraba se encarna en Francisco Bilbao Barquín, nacido en 1823 en Santiago de Chile y estudiante desde febrero de 1845 en París, bien instalado en el que se conocerá como barrio latino, filósofo revolucionario americano, ideólogo espiritualista cristiano, socialista y republicano, activista antimonárquico y anticlerical, en particular antijesuita, masón y propagador de la leyenda negra antiespañola, fue quizá el primero en introducir el rótulo preciso “América latina” («la raza Latino-Americana», «pero la América vive, la América latina, sajona e indígena protesta», «tenemos que perpetuar nuestra raza Americana y Latina») en su alegato “Iniciativa de la América”, pronunciado en París el 22 de junio de 1856. En efecto, muerto Francisco Bilbao en Buenos Aires el 19 de febrero de 1865, su hermano Manuel Bilbao publica al año siguiente dos gruesos volúmenes con sus Obras completas (Buenos Aires 1866). El primer volumen incorpora el texto “Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas. Palabras leídas en París el 22 de junio de 1856”, donde, si nada se retocó en la edición de 1866 respecto de lo escrito diez años antes, Francisco Bilbao habría leído en París el 22 de junio de 1856 estos tres fragmentos:

1856 «He ahí un peligro. El que no lo vea, renuncie al porvenir. ¿Habrá tan poca conciencia de nosotros mismos, tan poca fe de los destinos de la raza Latino-Americana, que esperemos a la voluntad ajena y a un genio diferente para que organice y disponga de nuestra suerte?» «Pero la América vive, la América latina, sajona e indígena protesta, y se encarga de representar la causa del hombre…» «Permitid que insista. Tenemos que desarrollar la independencia, que conservar las fronteras naturales y morales de nuestra patria, tenemos que perpetuar nuestra raza Americana y Latina, que desarrollar la República, desvanecer las pequeñeces nacionales para elevar la gran nación Americana, la Confederación del Sur.» (Francisco Bilbao, “Iniciativa de la América” –París, 22 de junio de 1856–, Obras Completas, Buenos Aires 1866, tomo 1, págs. 285-304.)

Conviene resaltar cómo Francisco Bilbao diferencia ahí tres Américas, que hace corresponder con tres razas contradistintas: la latina [→ “Raza latina”], la sajona y la indígena. Distinción que mantiene, en noviembre de 1857, al final de su anticlerical y anglófilo comentario “Registros parroquiales” (en La Revista del Nuevo Mundo): “Si se mira esto con indiferencia, la raza latina merece ser reemplazada y dominada por el Sajón y por el Indio.”

En 1986 el chileno Miguel Rojas Mix (1934-2022) en su artículo “Bilbao y el hallazo de América latina: Unión continental, socialista y libertaria…” (Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, Toulouse 1986, 46:35-47), incorporado luego a su libro Los cien nombres de América, eso que descubrió Colón (Universidad de Costa Rica 1991), impugna los pareceres de otros autores que retrasaban a 1861 y 1864 la irrupción del rótulo “América latina”, y ofrece la sucesión temporal Francisco Bilbao y José María Torres Caicedo:

«Hasta donde he podido seguir su pista, los primeros en emplear el apelativo [“América latina”] fueron Bilbao y Torres Caicedo, y ambos antes de 1861. Bilbao habla de América latina en una conferencia dada en París el 24 [sic] de junio de 1856 y que se conoce con el título de “Iniciativa de la América”; utiliza también el gentilicio “latinoamericano”; y, en otros escritos, habla de “raza latinoamericana“. El mismo año, José María Torres Caicedo, que también se encontraba en París, escribe Las Dos Américas.» (Miguel Rojas Mix, 1986:36.)

«Hasta donde he podido seguir su pista, el primero en emplear el apelativo [“América latina”] fue el chileno Bilbao, le siguió el colombiano Torres Caicedo, y ambos antes de 1861. Bilbao habla de América latina en una conferencia dada en París el 24 [sic] de junio de 1856, que se conoce con el título de “Iniciativa de la América” utiliza allí el gentilicio “latinoamericano” y, en otros escritos, habla de “raza latinoamericana“. Tres meses después, el 26 de septiembre, José María Torres Caicedo, también en París, escribe Las Dos Américas.» (Miguel Rojas Mix, 1991:343-344.)

No merece la pena, como es natural, recordar los ensayos pretéritos que buscaron fijar el inicio de la utilización efectiva del rótulo “América latina” en años posteriores a los mencionados, pero convendrá recoger, como aviso de navegantes, un ejemplo de basura académica reciente –previa a ChatGPT–, convenientemente evaluada y publicada como investigación científica en nuestro presente:

«Junto a estos dos autores franceses aparecen otros autores de origen americano que tratarán igualmente la idea de América Latina. Nos referimos al dominicano Francisco Muñoz del Monte y al colombiano José María Torres Caicedo, este último además considerado como el primer hispanoamericano con conciencia histórica del pensamiento latino. Lo anterior porque dicho autor emplea el término “América Latina” en 1856. Hasta 1855 Torres Caicedo había empleado los términos de “América Española” o simplemente “América”. En esa misma trayectoria se inscribe el muy documentado chileno Francisco Bilbao que siguiendo a Torres Caicedo publica en el mismo año de 1856 un poema intitulado Las dos Américas, donde realiza la diferenciación de manera clara y sin titubeos. Para Bilbao se trata de dos Américas cohabitando bajo un mismo continente, una sajona y otra Latina. Es importante reconocer en este autor la influencia de otro francés l’abbé Felicités de Lamennais, quien también había ya reflexionado sobre la idea del panlatinismo pero desde Europa y bajo otras circunstancias y otra lógica.» (Rubén Torres Martínez, “Sobre el concepto de América Latina. ¿Invención francesa?”, Cahiers d'études romanes, CAER, Aix Marseille Université, 2016, 32:89-98.)

José María Torres Caicedo (1830-1889), activo colaborador del parisino El Correo de Ultramar (donde mantenía entonces la interesante sección semanal de semblanzas de “Hombres ilustres de la América española”) firma en Venecia, con fecha 26 de setiembre de 1856, su largo poema “Las dos Américas” (que publica su periódico en París en febrero, y Francisco Bilbao reproduce en Buenos Aires en diciembre de 1857), donde queda impreso que “La raza de la América latina, / Al frente tiene la sajona raza, / Enemiga mortal que ya amenaza / Su libertad destruir y su pendón.” Torres Caicedo también escribe ahí: “El yankee odiando la española raza, / Altivo trata al pueblo sojuzgado…”, se pregunta: “¿Dónde, do están los pechos varoniles / De la española raza tan marcial?” y cinco veces se refiere a la “América del Sur”, dos a la “América central”, una a la “América española”, &c.

1857 «La raza de la América latina, / Al frente tiene la sajona raza, / Enemiga mortal que ya amenaza / Su libertad destruir y su pendón.» (J. M. Torres Caicedo, “Las dos Américas”, El Correo de Ultramar, París, 15 febrero 1857.)

«[Edgar Quinet] después de tanto trabajo y virtud, bajo el peso de la mayor desgracia, rodeado de desgraciados compatriotas, (lo mejor que posee la Francia), su alma, sumergida en el estudio y en la meditación, despide los rayos de una enseñanza universal, volviendo constantemente los ojos a la América Sajona y Latina, como al mundo de la Esperanza.» (Francisco Bilbao, “Bibliografía. Edición de las Obras Completas del señor Edgar Quinet”, La Revista del Nuevo Mundo, Buenos Aires, 30 agosto 1857, entrega 4, números 7-8, pág. 104.)

«La raza de la América latina, / Al frente tiene la sajona raza, / Enemiga mortal que ya amenaza / Su libertad destruir y su pendón.» (J. M. Torres Caicedo, “Las dos Américas”, La Revista del Nuevo Mundo, Buenos Aires, 30 diciembre 1857, entrega 12, números 23-24, pág. 372.)

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El ingeniero Juan Cebrián Cervera (Madrid 1848-Madrid 1935), miembro desde 1888 de la madrileña Sociedad de Bibliófilos Españoles [→ J. C. Cebrián], radicado en California desde 1869 («Otro liberal patrono de nuestras letras, el benemérito español D. Juan C. Cebrián, se propone fundar una institución por el estilo de la Hispánica en el Estado de California, donde desde hace medio siglo reside», Miguel Romera, “La Sociedad Hispánica de América”, en El hispanismo en Norte-América, 1917) –el donante antes mencionado de la versión Cebrián de la Revista española de ambos mundos a la Universidad de California– envía en la primavera de 1916 una carta al periódico Las Novedades, de Nueva York, que aparece publicada en su edición del 2 de mayo de 1916 y había de convertirse en punto de inflexión para muchos que fueron perdiendo su ingenuidad geolingüística: “Pueblos Hispano-americanos y no Latino-americanos. (Una brillante carta del señor don J. C. Cebrián, de San Francisco, California)”. No hemos visto aún la edición de Las Novedades del día 2 de mayo de 1916, pero sí la copia que de esa carta publicó, once meses después, la primera entrega del semanario dominical Hispano América (San Francisco, 15 de abril de 1917), sucesor de La Crónica, pues por los mismos días en los que Lenin presentaba en Petrogrado sus tesis de abril, tres hijos de España radicados en California –Juan C. Cebrián, Eusebio J. Molera, y José Costa– compraban ese periódico para fomentar “el hispanismo en los Estados Unidos de América”, trocando La Crónica en Hispano América.

Solo ocho días después de publicada la carta de J. C. Cebrián en el neoyorquino Las Novedades encontramos su reflejo, no como reproducción sin más, sino como refrito, en el madrileño El Mundo. Un confuso Ramón Menéndez Pidal tardó año y medio en reaccionar.

1916 «Un millonario español (rara avis), residente en San Francisco de California, D. J. C. Cebrián, ha escrito un vibrante artículo en Las Novedades, de Nueva York, para rechazar con indignación el moderno calificativo de “América latina”, con que ahora se quiere sustituir al antiguo y más verdadero nombre de “América española”.» (Francisco Martínez Yagües, “Palabras de un mundano. América española” [refrito de Juan Cebrián], El Mundo, Madrid, miércoles 10 de mayo de 1916.)

1917 «Aunque la razón de haber escogido el título de “HISPANO-AMERICA.” para nuestra publicación es clara y lógica a todas luces, todavía queremos publicar algunos párrafos salientes de una carta que el Sr. Ing. D. Juan C. Cebrián dirigió al Sr. Director de Las Novedades de Nueva York y que este periódico publicó por considerarlas de gran interés. Merecen estas líneas ser leídas con la mayor atención:» (Juan Cebrián, “Pueblos Hispano-americanos y no Latino-americanos”, Hispano América, San Francisco de California, 15 de abril de 1917.)

1918 «Hace tiempo veo que el neologismo extranjero América latina va cundiendo entre nosotros; al fin, todo lo que procede de países de más cultura es siempre pegadizo, sea bueno o malo: pero ahora el hallar ese nombre lanzado diariamente a la circulación en un periódico como EL SOL, me mueve a oponerle algún reparo, reparo que dirijo a usted, rogándole haga suyo mi interés si lo cree razonable.» (Ramón Menéndez Pidal, «Nuestro título “América latina” discutido por el Sr. Menéndez Pidal», El Sol, Madrid, 4 de enero de 1918.)

«Más de dos años há y en más de una ocasión clamó el que esto escribe, desde una anterior tribuna periodística, contra la denominación de «América latina» que han inventado ciertos publicistas y políticos extranjeros para cercenar a España –ya que arrebatárselos del todo es imposible– los títulos históricos y geográficos que la corresponden en el Nuevo Mundo.» (Mariano de Cavia, «Ibero-América. Otro voto de calidad [José Enrique Rodó]», El Sol, Madrid, 5 de enero de 1918.)

«During the last ten years writers from France, the United States and Spanish America, and, although rarely, also in other countries, have begun to use the terms Latin America, Latin American, for the old and proper terms Spanish America, Spanish American. A third term, Ibero America, Ibero American, is also used by recent writers. Which are the proper terms? Which should we use? In the following article I beg to discuss this matter briefly.» (Aurelio M. Espinosa, «The term Latin America», Hispania, Stanford, septiembre 1918.)

Y fue precisamente J. C. Cebrián quien auspició la traducción de este artículo de Espinosa y su edición en forma de opúsculo, repartido gratis en Madrid el día 12 de octubre de 1919 (“Fiesta de la Raza” en España por Ley sancionada por Alfonso XIII el 15 de junio de 1918).

1919 Aurelio Macedonio Espinosa, América Española o Hispano América. El término “América Latina” es erróneo, Madrid, 12 de octubre de 1919.

Juan C. Cebrián Cervera, “Apéndice” a América Española o Hispano América. El término “América Latina” es erróneo, Madrid 1919.

1923 «3.º Hispanoamericanismo. Denominase de este modo la tendencia y aspiración a una íntima unión entre España y las Repúblicas hispanoamericanas, unidas ya por la comunidad de orígenes, religión, lengua, tradiciones y costumbres, y consistente en una especie de confederación-alianza, en pie de igualdad, pero con la supremacía de honor para España, como madre común, que trascienda al orden social, jurídico y económico. Las denominaciones de América española o Hispano-América y de Hispanoamericanismo son preferibles, por más exactas, a las de América (Central, del Sur, &c.), América latina e Iberoamericanismo, pues, como han demostrado Juan C. Cebrián (uno de los españoles, residentes en San Francisco de California, a quien más debe la tendencia que nos ocupa), Menéndez Pidal, Mariano de Cavia y Adolfo Bonilla, ya que: 1.º el adjetivo español indica todo lo que procede de España (raza, lengua, costumbres, etcétera); 2.º el apelativo latino se refiere en sentido estricto a un antiguo pueblo de Italia, y la acepción amplia y moderna comprende a Francia e Italia, que nada han tenido que ver con el descubrimiento, civilización y fundación de las Repúblicas hispanoamericanas, y 3.º el calificativo ibero, si bien tiene remota antigüedad y es admisible en el orden literario, no lo es en el caso que nos ocupa, pues ni los iberos ocuparon toda España, ni la raza que descubrió y civilizó la América tenía de ibera sino una mínima parte (ya que después vinieron los celtas, los romanos, los visigodos y los árabes, prescindiendo de otras menores influencias étnicas). Los escritores citados, y con ellos el uruguayo José Enrique Rodó, el español Vázquez de Mella y la generalidad de los autores, incluyen en la tendencia y en el calificativo de hispanoamericano al Brasil, no por expansión dominadora, sino porque el calificativo español y el nombre de Hispania convienen a todos los habitantes y a todo el territorio de la Península.» (“España: Hispanoamericanismo”, Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Hijos de J. Espasa, Barcelona 1923, tomo 21, pág. 732.)

gbs