Filosofía en español 
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mancheta
Revista de Tropas Coloniales - Propagadora de Estudios Hispano-Africanos - Declarada de utilidad por Real Orden - Director: Francisco Franco Bahamonde - Ceuta, junio 1926 - Época II, año II, número 6.




Francisco Franco

Mirando a Francia


Los últimos episodios de la guerra marroquí, la ofensiva rifeña contra las posiciones de las líneas francesas y sus poblados sometidos y la inevitable y progresiva infiltración de sus partidas en el interior de aquella zona, han conmovido la nación vecina y son tema obligado en las conversaciones internacionales del occidente europeo.

La situación actual del imperio mogrebino es la forzada consecuencia de las pasadas intrigas marroquíes, de la xenofobia colonial, de las especulaciones bancarias, de los nacionalismos encubiertos de vecinas colonias, de los pingües negocios de un contrabando criminal…

Es la resultante de los manejos internacionales que ante la ambición imperialista de un futuro aprovechable no vacilaron en fomentar la rebelión, en dar armas y municiones a los cabecillas rebeldes y en encumbrarlos a los ojos de Europa, creyendo que el devastador incendio de la guerra podía pararse ante los sentimientos de determinada nacionalidad.

Los debates de la Cámara francesa fueron un rayo de luz en la política marroquí, que viene a confirmar nuestros convencimientos de siempre, silenciados en parte por el respeto a nuestros vecinos y por la propia estimación de nuestra caballerosidad legendaria.

Pero rotos los diques de las pasiones políticas, descubiertas a la faz de Europa las ocultas protecciones a la rebelión rifeña por entidades bancarias y sectores comunistas, sólo nos queda desear que la colaboración anunciada y la común inteligencia entre las dos naciones llamadas a intervenir en la civilización de Marruecos no se reduzca únicamente a los presentes momentos en que nuestra cooperación es de capital interés para nuestros vecinos, y que las débiles palabras de los gobernantes franceses ante la oposición comunista de que sin los ataques rifeños les hubieran permitido el avituallamiento queden para siempre borradas, sin que el abolengo democrático de la vecina República sacrifique mañana la colaboración de hoy en aras del sentimiento comunista de no privar de medios de vida a nuestros enemigos comunes.

Que el Mediterráneo se cierre al contrabando de armas, que Tánger deje de ser motivo de preocupación en nuestra zona y que en Gibraltar y demás puertos mediterráneos se suprima el tráfico y contrabando con las zonas rebeldes, y sólo entonces se habrá dado un verdadero paso en la pacificación de Marruecos, y recogeremos los frutos de la soñada colaboración.

Que nuestras palabras de hoy al mirar a la vecina zona sean aliento y entusiasmo por el triunfo de aquel Ejército y admiración y respeto para nuestros camaradas franceses que en estos momentos de sacrificios y heroísmos escriben una brillante página en defensa de la civilización y de la gloria de Francia.

Francisco FRANCO





Dionisio Pérez

Un consejo de Bismarck utilizado por Francia


Al regresar de cada uno de sus viajes, mi andariego amigo, camarada de la niñez, viene en mi busca y me trae, como regalo, con sus noticias y sus observaciones, temas para hacer artículos; datos y hechos con que documentarlos; visiones españolas de ambientes extraños que no podía yo encontrar leyendo libros, revistas y diarios extranjeros… Estos pasados días, se encontraba mi amigo en París cuando se hicieron públicas las primeras nuevas del desbordamiento rifeño por las tierras ribereñas del Uergha. Luego recorrió varios departamentos del Mediodía, capitales populosas como Burdeos, ciudades extranjerizadas como Arcachon y Biarritz o regionalizadas como Tolosa y Nimes, burgos agrarios, en fin, donde la invasión de obreros portugueses, polacos, italianos y españoles no ha influido aún en el carácter, en el modo de ser de los campesinos franceses.

–En todas partes, –me decía mi amigo,– ¡qué asombro, qué estupefacción ante la aventura rifeña! Los que se creían bien informados hablaban de errores cometidos; de ligerezas que se habían trocado en provocaciones, de desdenes interpretados como agravios… La instalación de unos puestos militares en la ribera norte del Uergha, el armamento dado a los cabileños de Beni-Zerual creyéndoles leales, el renunciamiento a tratar con Abd-el-Krim sobre la linde natural del Rif, que no tuvo en cuenta la Conferencia de Algeciras, señalando una frontera técnica, habrán sido, según estos comentaristas franceses, los móviles, los impulsos inmediatos, pero coinciden con la opinión general en toda Francia… «un caso de locura». Este juicio nace de la convicción que todo francés tiene del perfeccionamiento del outillage colonial, de la sabiduría de los métodos colonizadores; nace de la fe firme, obcecada, ciega, en una imperiosidad que no pueden menos de acatar los pueblos inferiores protegidos, lo mismo en Caledonia que en Tonkín, en Madagascar que en Marruecos. Así, fortalecidos en esta creencia, los franceses estiman toda rebelión colonial un intento de bandidaje o un acto de demencia… y el caso es, que esta seguridad en la superioridad, la engendra verdaderamente; que esta fe da fuerzas y crea serenidad y difunde confianza y se impone a los extraños y sugestiona a los mismos sometidos que quieren rebelarse…

Se ha creado este espíritu colonizador, ha arraigado en el alma francesa esta fe en su misión civilizadora, en su función de tutela providencial del mundo musulmán, porque Francia hizo caso de aquel consejo de Bismarck: «¡Contad con el maestro de escuela!…» Es en las escuelas, desde Jules Ferry y el Duque de Aumale hasta los radicales y socialistas actuales…

–¿Actuales…? –interrumpo.

–De estos días mismos… Apenas llegados al Ministerio de instrucción pública Mr. de Monzie y al Ministerio de Colonias, André Hesse, en el Gabinete Painlevé, quisieron continuar con una iniciativa personal, la labor de sus antecesores, y reunidos acordaron crear un concurso anual de temas coloniales, con premios en metálico, al que concurran todos los alumnos de la enseñanza de segundo grado. Entre ambos ministerios existía ya una relación íntima; la Escuela de estudios coloniales y la de funcionarios coloniales que existen en París reciben emolumentos de ambos presupuestos; la enseñanza de geografía colonial que se da a los maestros de escuela, en el transcurso de su carrera, tiene el concurso técnico del Ministerio de Colonias, que aporta un abundante material pedagógico, constantemente renovado y reeditado. Era preciso extender esta cooperación activa a los liceos, a las escuelas superiores a los institutos técnicos, a las escuelas de comercio, a los cursos donde se preparan los ingenieros… En todos estos centros existe una enseñanza colonial; se estudia, en general, la geografía y la historia de los territorios lejanos donde Francia ha logrado crear una ciudadanía para sus hijos, alzar el símbolo de su bandera, pero en cada escuela de estas se sistematiza, se especializa la enseñanza de un modo distinto, según la utilización práctica que cada grupo de alumnos puede hacer luego, en el transcurso de la vida, de los conocimientos que aprende. Se prepara así a los que han de descubrir las riquezas del subsuelo, a los que han de poner en producción la tierra, a los que han de lucrarse con el tráfico comercial, a los que han de implantar industrias, a los que, misioneros de fe o de cultura, han de ir a civilizar a los indígenas, pero sobre estas especializaciones se enseña a todos los franceses a conocer las colonias y a estimar el portento de sus riquezas naturales… A conocer y a amar, porque esta cultura general, es conjunto de noticias geográficas e históricas de extraños países, que parecen evocados del fondo de fanáticas leyendas es como un amor que nos incita a utilizar nuestra superioridad, a desdoblarla creando nuevas patrias, nuevas civilizaciones, no interrumpiendo las gestas heroicas, la aventuras osadas, las empresas gloriosas que constituyen la historia de los viejos países de Europa…

Quedó suspenso mi amigo en su relato. Un mismo pensamiento detenía las palabras en nuestros labios. Interrumpí yo el silencio.

–Es verdad; no hay en España una enseñanza colonial; no la hubo antaño cuando poseíamos los restos del Imperio. Así, nuestro pueblo se siente ajeno a los compromisos diplomáticos contraídos por el Estado. En las Escuelas normales no se dice a nuestros futuros maestros, cómo el mostrar a los niños horizontes más amplios que el del territorio nacional; horizontes abiertos en las lejanías del Orbe y posibilidades de días venideros más gloriosos, es un árbitro pedagógico que enardece las voluntades infantiles y templa los caracteres e infunde en el alma de la raza esta fe en sí misma, esta costumbre de superioridad, esta dignidad de la misión advenida por designios providenciales, este deber de presencia a nuestro pueblo en la historia humana… Así se ha hecho Inglaterra, así se sustenta Francia, contra todas las adversidades… Así, estos radicales socialistas, Andrés Hesse y de Monzie, al verse trocados de doctrinarios amadores de ideales en Ministros de un Estado que tiene tierras propias o protegidas en todos los continentes e islas feraces en todos los mares, han recordado el consejo de Bismarck y pedido una nueva cooperación al maestro de escuela.

Dionisio PÉREZ





[ Rodolfo Gil Torres ]

El Islam español en Berbería


En una de las obras más exquisitas que sobre Marruecos se han escrito (el Rabat de los hermanos Morand) definen estos autores las notas características del alma marroquí en las viejas ciudades de la costa. Y con una sutil delicadeza y un alto espíritu de observación nos muestran las tres cosas fundamentales de Rabat. Y una de ellas es la llave andaluza, la llave símbolo de un pasado glorioso y acusación muda contra nosotros que no hemos querido ver lo que se oculta tras esos pobres hierros que a querer España, podrían ser el vínculo más firme que nos uniera a esta tierra de Berbería, empapada en sudor y sangre iberas.

Esas llaves cordobesas, sevillanas, valencianas, granadinas, toledanas, aragonesas, tratadas hasta ahora como simple motivo literario, son un lazo de hierro que mantiene unidas espiritualmente a nuestro suelo a centenares de familias, generalmente puras de mezcla con las muchedumbres que las rodean, y siendo aún hijos del Jalifato cordobés, gracias al recuerdo de su noble origen español perpetuado en la llave y que les hace diferentes de las adiciones que componen los aluviones humanos que pueblan las ciudades de la costa.

Las hondas convulsiones religiosas, que les lanzaron de su patria hipócrita, no han borrado en sus almas el vivo recuerdo de la tierra perdida y el espíritu del Islam andaluz, que fue viva lumbrera cuyos rayos aún nos iluminan.

¿Dejará España perder este tesoro de afectos, este vínculo sagrado que la une a los primeros hijos de su carne y de su sangre que partieron hacia Berbería, imprimiendo el sello español de un modo indeleble en todo el país que va del Atlántico a Libia? ¿Los confundirá con los demás moros en vez de recogerlos en su seno, hoy que se abre ante nosotros una nueva era plena de promesas para el porvenir?

Nosotros no lo creemos así. Sólo por distracción ha podido España olvidar la poderosa guerra que representa en África la tradición andaluza, única fuente de cultura durante varios siglos. Este hecho está atestiguado por varios autores extranjeros (Prosper Ricard, André Lorin, Garnier, los mismos Morand, L. Vaillant, &c.).

Esta influencia no se ha concretado a la permanencia de las tradiciones españolas entre nuestros compatriotas expulsados, sino que ha actuado persistentemente sobre todas las poblaciones de las llanuras y de la costa, árabes, bereberes o mestizos. Poderosa en la música y las artes industriales, todo poderosa en arquitectura y notable también en los aspectos económico y social, culmina sobre todo en el religioso, pues, contrariamente a lo que generalmente se piensa, el arraigo definitivo del Islam entre la gente berberisca, procede de España y en el valle del Guadalquivir nacieron sus más ilustres propagandistas.

En efecto, la conquista árabe, iniciada directamente en Egipto, al infiltrarse por los riscos bereberes va islamizando las poblaciones, pero esta islamización resulta imperfecta, pues por regla general los neófitos africanos se afiliaban a mil herejías surgidas en el seno del mahometanismo por el prurito de diferenciarse de los invasores. Además en los desiertos del Sur y los altos riscos del Sahara se mantenía íntegro el paganismo primitivo salpicado de focos hebraizantes.

Solamente con la constitución del Estado cordobés independiente y la introducción en España de la escuela teológica y jurídica del gran filósofo árabe Malik-Ben-Suas, realizada por su discípulo favorito Yahia y facilitada por la protección decidida y constante del majzen andaluz, empezó la ortodoxia musulmana a tomar carta de naturaleza en el Mogreb.

La unificación del país español bajo Abderramán III, consolidada más tarde por Almanzor y la conquista parcial del Mogreb (consecuencia lógica de la creación de una España grande) van extendiendo como mancha de aceite la influencia andaluza que lleva consigo al triunfo del malekismo a pesar de los esfuerzos que para impedirlo hacen los jatiníes de Keruan y otros grupos disidentes. Y no sólo no derriban el imperio hispano-musulmán en África sino que la conquista de Egipto llevada a cabo por los jatiníes consolida allí el malekismo, gracias a la frecuente comunicación entre aquel país y Túnez, sede del nuevo imperio.

Y desde este momento quedaba el rito malekí incorporado de hecho a toda la vida islámica en el África del Norte, no alterándose durante la época de fermentación religiosa que lleva el periodo comprendido entre la caída del Jalifato y la creación del gran imperio almohade que culmina en Yacub Almanzur.

Ya en el siglo XIII surge el reino de Granada de precaria vida política y social, pero con una civilización intensa y refinada, que sintetiza en un todo pleno de armonía, los más exquisitos valores espirituales de la época. Comienza entonces la maravillosa expansión del XIV al XVI, que lleva los productos y las ideas andaluzas hasta los rincones más apartados del continente misterioso.

Esta expansión sublime y poco estudiada, crea en el orden artístico las maravillosas medarsas de Fez, las mezquitas de Tremecén, y mil y mil monumentos maravillosos que llenan el periodo meriní y saadiano, y cuyos procedimientos se perpetúan en las construcciones modernas que hoy se levantan en Rabat, Salé, Fez, Marraquex &c. Expansión que llega al Sudán en 1325 con el arquitecto y poeta Ibrahim-Es-Saheli-El-Garmati, que protegido por el emperador negro Gongo-Musa o Kankau-Musa, crea en las riberas del Níger un arte originalísimo (el sahariano) lleno de reminiscencias egipcio caldeas pero que no obstante es puramente local.

Paralela a esta influencia artística va la religiosa no menos profunda, que ya se manifiesta con el mismo Es-Saheli, cuya obra consiste principalmente en la construcción de mezquitas (Gao, Tumbuctu, Yenne). El ejemplo de Ibrahim atrae al Sudán a muchos compatriotas suyos, que se fijan allí fundando centros de estudios islámicos que llevan a aquellas tierras negras las flores más preciosas del saber oriental y español, formando una tradición andaluza que persiste hasta la llegada de otra oleada española, los aorma que conquistan el país en 1590. Ellos mantienen vivo el Islam español en el África central hasta 1660, fecha de su decadencia.

Entre tanto las dinastías xerifianas de Marruecos, lanzaban a este país en un caos horroroso en el cual desaparecían todos los valores, todos los vestigios de civilización. En esta confusión el Islam andaluz perdió su unión y su fuerza, muchos de sus individuos, ricos y cultos perecieron víctimas de los repetidos saqueos kabileños y si a pesar de todo no se extinguieron debióse quizás a las oleadas sucesivas que nuestras guerras de religión arrojaban a sus playas (granadinos, mudéjares, moriscos).

En el nuestro se ha perdido la cohesión que hacía de las colonias andaluzas masas compactas e independientes. La tradición se mantiene en algunos grupos aislados y el poder político y religioso ha pasado a otras manos. Los andaluces han dejado de ser un elemento importante en la política africana.

Mas no por eso se ha perdido todo. Los barrios andaluces de Fez, Xauen, Bicerta y tantas otras ciudades berberiscas; las colonias andaluzas de Tetuán, Rabat, Tánger &c. y la profusión de Bargas, Ruiz, Torres, Salas, García Requena, Aragón, Alcalá y otros apellidos ostentados por lo más selecto de la sociedad marroquí, son indicios de lo mucho que queda por hacer para la incorporación a nuestra patria de todos nuestros hijos. Esto no sólo sería una labor de justicia, sino además un medio de dar a nuestro Protectorado un intermediario precioso para las relaciones con las kábilas permitiéndonos presentarnos ante el Oriente islámico (que está en un periodo de franco renacimiento) con un prestigio que ninguna Potencia podría igualar.

Dejando para otra ocasión el influjo artístico y social, recordaremos sólo la poderosa labor de atracción del Islam andaluz, nacionalizado Islam español, desde el punto de vista religioso.

En tres sentidos puede obrar la tradición islámica española: Creación de medarsas en las que se dé una enseñanza puramente española a los musulmanes andaluces vueltos a la Madre Patria, y no sólo a los residentes en nuestros dominios y protectorados, sino a todos los de origen español, cualquiera que sea el país islámico en que residan, pues en él serían excelentes representantes de nuestro prestigio. Estos centros pueden servir para educar en ellos a los marroquíes, cuyos padres hayan servido fielmente a España, y desde luego debe atraerse a ellos toda la población escolar del Sahara español, prolongación de Canarias, y territorio de legítimo abolengo hispánico.

Con el conocimiento perfecto de las lenguas castellana y árabe literal; el estudio constante de los clásicos hispano-musulmanes y de los descendientes de hispano-musulmanes como el ilustre polígrafo Iber-Saldun; con la resurrección del arte musulmán que influyó sobre el románico y el plateresco y que tan exquisitas obras ha dejado en Granada, Sevilla, Córdoba y Toledo, (resurrección que podía hacerse construyendo en este estilo todos los edificios oficiales de la zona y los de algunas ciudades españolas como Córdoba y Granada, evitando el hecho de que los franceses lo hagan en su zona mientras nosotros fomentamos el mal gusto arquitectónico); con la preparación de nuestros musulmanes para la administración del Protectorado, se habría logrado el primer objeto, el cultural.

En cuanto a la influencia religiosa sobre las clases musulmanas incultas, hay que tener en cuenta la importancia que los bereberes dan a los santones, y si se piensa que son legión las «cubbas» de origen español en África, y que la furia fanática y mística que les dio vida, comienza con la expansión emigratoria andaluza del siglo XV, aumentará nuestro interés hacia ellos y tendremos que pensar en la conveniencia de proceder a un catálogo minucioso de todos nuestros compatriotas considerados como santones en Berbería.

Unos cuantos nombres escogidos nos darán idea de la necesidad de proceder a esta labor de inventario. En nuestra zona, y en una sola ciudad del Garb o Yebala, se reúnen tres cubbas muy veneradas: Sidi-Bu-Galeb, Sidi-Rais de Guadix y una mujer: Lella-Fatmo-l'Andaluciya. En Fez otra cubba del mismo Sidi-Bu-Galeb muy venerada. En Argelia las de Abu-Abdallah-Ivvudi conocido por Sidi-El-Halni, antiguo cadí de Sevilla y la de Xaaib-Ben-Hasin-El-Andalusi, también sevillano, gran viajero conocido por el nombre de Sidi-Bu-Medin, ambas en Tremecén. En Argel la Sidi-Farruch y Sidi-Ruko, andaluz el primero, valenciano o murciano el segundo y ambas en Sidi-Bu-Ferruch. En Túnez el de Suk-Es-Sekayin, antiguo caballero de las órdenes militares convertido al Islam, que fue enterrado allí con su caballo.

Y por último el más grande de todos, el Merili o Merhili que consolida el Islam Malekí en el Sahara, conquistando y convirtiendo al Islam los oasis del Tuat, al frente de una expedición hispano-marroquí que lleva la lengua árabe y la cultura andaluza a aquellos zenetes hebraizantes o paganos. El Merili, tras de destruir Tamentit, capital de los oasis, se dirige hacia el Sudán donde prosigue su labor de proselitismo religioso.

La fundación de zauias en torno a aquellos sepulcros enclavados en nuestras zonas, y una labor asidua para favorecer la creación de cofradías religiosas (tarikas) puramente hispano-musulmanas realizaría el segundo punto del programa religioso de la influencia de nuestro Islam en las kábilas, contrarrestando la de algunas sectas que tanto daño nos han hecho en el Riff y en el Garet.

El tercer punto del programa es la creación de un centro hispano-musulmán que centralice estos esfuerzos, situado en la Península y que aparte del marroquismo a nuestros súbditos y ciudadanos musulmanes de Ceuta, Melilla y Tánger. Este Centro (que podía crearse en Granada junto a la Exposición) favorecería la creación de núcleos musulmanes en nuestras ciudades andaluzas y levantinas, en la inteligencia de que la existencia de 100.000 compatriotas musulmanes hará más por nuestra política mediterránea que la escuadra más poderosa.

En cuanto a las moros españoles que quedasen en Marruecos, habría que aislarlos de los indígenas construyéndoles barrios especiales, y donde esto no fuera posible, mezclarlos con sus compatriotas cristianos, para que de esta unión saliese de una vez el españolismo de Marruecos y el afecto de todo el Islam renaciente.

Amor BENOMAR





R. G.

Comentario del mes


La opinión de la prensa francesa ante el tema de la colaboración franco-española

Llega siempre la hora de la verdad, porque el tiempo que es el dominador y el vencedor de las circunstancias y de lo circunstancial acaba al fin por abrirle franco paso. En pocos días la realidad ha sido el mejor apologista de los sacrificios, de los heroísmos y también de los éxitos –por paradójico que ello parezca– de nuestra actuación en Marruecos. Y en pocos días la verdadera compenetración hispano-francesa frente al caos marroquí, se ha puesto en camino de llegar a ser un valor objetivo.

Todo ello ha contribuido a que las postreras manifestaciones del colonismo francés, ambicioso e imperialista, ofrezcan un triste espectáculo de caducidad y marchitez un poco inesperadas para el lector ingenuo. Por ejemplo el último número (mayo) de L'Afrique Française, ha tenido que parecernos por necesidad como el último gesto anacrónico y desencajado de algo que se va. La prensa diaria ha tenido lugar a evolucionar aunque no sin cierta violencia y brusquedad que lo inopinado de las circunstancias han impuesto. Sin embargo, un gran diario, Le Temps, divorciado de la política del cartel en todos sus aspectos, aun no quiere mirar cara a cara la realidad y espera hallar en las negociaciones ya emprendidas entre Francia y España una maniobra en la que Francia obtendrá «las manos libres para abordar operaciones de gran envergadura que se imponen en Marruecos». ¿Significa esta interpretación de las actuales conversaciones una protesta contra una colaboración leal y honrada de las dos naciones mandatarias o es el último y tímido latido de la política sucesionista que el nuevo régimen de nuestra zona ha despertado en el sector imperialista francés? Sea como fuere encontramos de algún tiempo a esta parte –desde el triunfo del cartel acaso– cierto olor de antigüedad en Le Temps que quita importancia a todas sus significaciones y sus insinuaciones.

Pero el caso típico del anacronismo colonista lo hallamos en el número de mayo de L'Afrique Française. Realmente es lastimoso que no arraigue en Francia nuestra fiesta nacional, pues Mr. León Rollin, siguiendo por semejanza invertida el ejemplo de un brillante cronista español, podría ahora dedicarse a escribir de toros…

Porque el espectáculo más sorprendente que la rápida mutación de las circunstancias nos ha proporcionado ha sido la inmediata evaporación –el escamoteo, podría decirse– de todas las esencias hispanofobo-colonistas que tanto parecían influir en la opinión francesa. ¿O es que todos esos cronistas tan agoreros y tan hispanófobos no obstante la persistencia, la insistencia y la agotadora y cansina longitud de sus elucubraciones acerca de nuestra permanencia en Marruecos, no habían conseguido conquistar aún ni el corazón ni la cabeza de un puñado siquiera de ciudadanos franceses? ¿O es que no obstante su facundia y su conspicuidad y sus interminables disertaciones lo más cierto es que viven al margen de la evolución sentimental de su gran país?

Todo ello nos lo ha sugerido el extraño fenómeno de la ausencia total, absoluta y denunciadora de su escuela y su proselitismo en la memorable sesión de la Cámara francesa en que la política de Francia, la pureza de intención de Francia, quedó definida y proclamada, como hasta ahora no lo había sido, respecto de Marruecos y respecto de España en Marruecos.

Hubo en la discusión extremismos casi criminales o francamente criminales del comunismo internacional o soviético. Se clamó por el abandonismo, se vitoreó a Abd-el-Krim y al Rif, se profanó el santo recuerdo de la sangre francesa vertida en Marruecos… pero la augusta serenidad de la soberanía del pueblo francés pasó triunfadora sobre todas estas bajas estridencias que aspirando a ser sacrílegas son simplemente triviales. Algo así como gesto de león mal pintado que siempre tiene un asomo de sonrisa…

Pero lo maravilloso y confortante es que nadie, ni un solo representante legítimo de la opinión francesa habló el conocido lenguaje colonista. Desde el propósito, más o menos seriamente acogido, de «echar al mar a los españoles», o bien el más definido de sucederles abintestato, hasta el más tímido y reciente de extender la ocupación francesa a costa y por consecuencia de lo que los colonistas han dado en llamar nuestro demi-abandon, todos esos matices que sucesivamente se han asomado a las columnas más o menos seculares de la prensa francesa, han permanecido en un humilde silencio, realmente ausentes, allí donde la voluntad y el corazón de Francia iban a hablar. ¿Por qué han guardado silencio ante el pueblo francés en su asamblea nacional todos esos críticos agrios, plañideros hipócritas de la actuación, las dificultades, de las amarguras y los éxitos de España en Marruecos?…

* * *

Pero el resultado del debate es toda una explicación de ese silencio y del que de fijo le sucederá. Reconozcamos en el Gobierno Painlevé el honroso mérito de haber acertado sagaz y honrosamente a encauzar la opinión y la unanimidad francesa hacía una política salvadora del prestigio y de la influencia francesa en Europa como potencia pacificadora.

Francia, ha declarado el Parlamento francés, es «resueltamente opuesta en nombre de la humanidad y del interés nacional a todo imperialismo y espíritu de conquista y aventura». Francia ha reconocido en tan memorable debate el derecho de España a organizar su intervención en Marruecos en la forma que juzgue conveniente dentro de los tratados y convenios internacionales, y finalmente, Francia y el Gobierno francés proclaman la necesidad y la inmediata posibilidad de una colaboración franco española para la solución de los problemas surgidos en la obra mancomunada de Marruecos.

He aquí por qué, ahora que la comisión franco-española actúa ya cordialmente, juzgamos un poco anacrónica, casi fúnebremente anacrónica, la enfantuada y petulante ironía de M. Leon Rollin en el último número de L'Afrique Française comentando un interesante artículo de nuestro ilustre colaborador Don Cándido Lobera, que preconiza acertadamente la colaboración, ya en vías de hecho.

Esa cándida e inoportuna ironía ¿será acaso el postrer gesto del colonismo hispanófobo que nos dice adiós?

R. G.


Este número ha sido revisado por la censura militar.