Filosofía en español 
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Bibliográficas

Guía para el estudio y arma de lucha

M. Rosental y P. Iudin: Diccionario filosófico abreviado, Ediciones Pueblos Unidos, Montevideo 1959, 536 págs., con ilustraciones.

Engels destacaba en su tiempo la importancia de que la lucha de clases se desarrolle “en forma metódica en sus tres direcciones concertadas, relacionadas entre sí: teórica, política y económico-práctica”… Añadía que “en este ataque concéntrico, por decirlo así, reside precisamente la fuerza y la invencibilidad” del movimiento obrero. Lenin, en su “¿Qué hacer?”, subraya la significación de estas observaciones y, lo mismo que Engels para el caso alemán, señala la necesidad del pertrechamiento teórico del proletariado ruso de principios del siglo, en previsión de las “duras pruebas” que la historia le reservaba.

La vida confirmó enteramente la advertencia de ambos maestros revolucionarios. Parecería obvio insistir en la justeza que ellas entrañan; sin embargo, las asperezas de la militancia conspiran a veces contra el necesario equilibrio teórico-práctico, vuelven difícil la hermosa responsabilidad del “ataque concéntrico” en los tres frentes. Esto adquiere singular relieve en nuestros días, que si bien son testigos del triunfo incontrastable del marxismo-leninismo en todos los planos –y ello facilita la tarea, ciertamente–, se suceden a ritmos insospechados con tantos y complejos problemas, que la firmeza y la frescura ideológicas se vuelven condiciones inexcusables, no sólo de una acción fructífera, sino también de cualquier paso verdaderamente revolucionario.

El tránsito del capitalismo al socialismo –rasgo distintivo de la época–, que se viene operando, desde la Revolución de Octubre de 1917, en condiciones de coexistencia de ambos regímenes inconciliables, en distintos países, presenta una serie de problemas originales para los cuales no existía, ni podía existir, una acabada respuesta por anticipado, sino una concepción, un método y una experiencia histórica susceptibles de asimilación y aplicación con espíritu creador. La inevitabilidad del hundimiento del capitalismo, sancionada por la práctica social contemporánea, compele a los desesperados ideólogos burgueses a extremar sus contorsiones en la esfera de la teoría, con el fin de embarazar o contener, por lo menos, la acción humana indispensable para la aplicación, con la mayor economía posible de tiempo y dolores, de las leyes objetivas, inexorables del relevo social. De otra parte, el notable desarrollo multifacético de las ciencias pone a prueba la teoría marxista en nuevos terrenos, incita a la investigación científica al tiempo de ser objeto de maniobra por los ideólogos del imperialismo, todo lo cual justifica que la polémica teórica se expanda a comarcas vírgenes, se renueve, se enriquezca, se intensifique.

Ocurre entonces que el estudio del marxismo, por definición, ajeno y adverso a toda escolástica, imposible sin los nuevos datos de la realidad y sin el cotejo con la práctica, se vuelve una tarea cada vez más delicada. Para el estudio individual, constituyen factores decisivos la selección, ordenación y gradación de los materiales. En todo caso, los elementos instrumentales, los que ayudan a la intimidad con los clásicos del marxismo, los que facilitan el acceso a las fuentes sin sacrificio del rigor científico en beneficio de dudosas simplificaciones, los que permitan una conexión estrecha y viva de las adquisiciones teóricas con la actualidad práctica, que es destino y condición de desarrollo de aquélla, adquieren un valor pedagógico inestimable. Las propias razones de su requerimiento explican las dificultades que deben ser superadas para alcanzar su excelencia. No es raro comprobar que desvíos o tendencias erróneas en la formación ideológica de muchos militantes reconocen su origen en manuales o breviarios que vulgarizan, adulteran, unilateralizan o mutilan el marxismo.

En consecuencia, será difícil sobreestimar la importancia que representa, como clave para la mejor comprensión teórica y como guía para la actividad práctica, un diccionario filosófico elaborado bajo la dirección de dos destacados académicos soviéticos, M. Rosental y P. Iudin, y no sólo ampliado considerablemente sino también sometido a una revisión y en parte a una nueva redacción, con motivo de las importantes discusiones ideológicas realizadas en los últimos años en la Unión Soviética. Este es el libro que ha puesto en circulación Ediciones Pueblos Unidos, tomando por base de la versión española la última edición de la obra, publicada en Moscú por Gospolitizdat (Editorial política del Estado), en 1955, pero incluyendo las correcciones y puntualizaciones determinadas por los acontecimientos y debates aludidos.

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El Diccionario Filosófico Abreviado difiere esencialmente de los vocabularios filosóficos más conocidos en nuestros medios intelectuales y estudiantiles. En este renglón, el presunto carácter imparcial no puede conducir a otra cosa, en el mejor de los casos, que a una mezcolanza ecléctica, cuando no a un intencionado contrabando ideológico. La filosofía refleja los intereses y las luchas de las clases sociales. En este sentido resalta la diferencia entre un diccionario de la lengua, al que se puede y debe exigir objetividad científica independientemente de los intereses de clase (aunque éstos se reflejen en el lenguaje, lo que no significa que sea el lenguaje como tal un instrumento privativo de una clase), y un diccionario de filosofía, donde el reflejo de la pugna constituye una característica específica de la materia en cuestión. De aquí no se sigue que la filosofía no pueda ser tratada como ciencia; pero desde el punto de vista marxista, la filosofía como ciencia coincide con los intereses del proletariado; más aún: representa una poderosa arma en manos de la clase más avanzada de la historia para la transformación revolucionaria del mundo. En otros términos, un diccionario filosófico marxista ha de conjugar el rigor científico con el espíritu de partido. Lejos de ser incompatibles ambos factores, para el caso no vale uno sin el otro. También en este dominio, la franqueza del planteo marxista contrasta con los velos a que recurren los corifeos de diversas corrientes filosóficas para disimular el servicio a las clases dominantes que implican las mismas. Importa este deslinde para que los obreros desechen la noción vulgar que presente la filosofía como algo abstruso e inaccesible a sus posibilidades, como algo despegado de los intereses reales y concretos de las gentes corrientes. El Diccionario de M. Rosental y P. Iudin combina la difícil síntesis de las principales nociones de la filosofía marxista-leninista con una lograda intención de claridad que facilita la lectura por un público amplio, no especializado.

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La filosofía marxista-leninista no constituye una escuela o un sistema, en el sentido habitual de estos términos. Como ideología científica del proletariado, señala una revolución en la historia de la filosofía, un salto que la diferencia cualitativamente de todas las corrientes filosóficas que la precedieron. Esto no significa carencia de filiación histórica; por el contrario, la filosofía del marxismo-leninismo, el materialismo dialéctico, surge como el producto del desarrollo de las ciencias, incluida la filosofía, hasta ese momento. Ciertamente, no se trata de un producto mecánico, sino del resultado de una asimilación y reelaboración críticas de la herencia cultural de la humanidad, en las circunstancias históricas de la fusión de la ciencia con el movimiento obrero. Con el marxismo la filosofía deja de ser objeto de especulación por personas aisladas para convertirse en la ideología de millones de trabajadores, en el arma de lucha de la clase más revolucionaria, el proletariado. Este carácter eminentemente singular de la filosofía marxista se expresa en la magistral tesis de su fundador: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.{1}

Para comprender lo peculiar de la filosofía marxista es indispensable, pues, situarla históricamente. “El objeto de la filosofía como ciencia –enseña el Diccionario–, se ha modificado en el transcurso de la historia” (pág. 191). Antes la filosofía era considerada como la “ciencia de las ciencias”, totalizadora del saber humano. Durante mucho tiempo, el escaso desarrollo de los conocimientos concretos acerca de la naturaleza y la sociedad, justificó tal estado de cosas. El progreso de los conocimientos particulares, la diferenciación progresiva de las ciencias, la posibilidad de sustituir las especulaciones enderezadas a la elaboración de sistemas universales por un saber concreto, de base experimental, apto para descubrir los vínculos reales de los diversos fenómenos, exigen la desaparición de la “ciencia de las ciencias”, cuya última tentativa seria se asocia al nombre de Hegel. Es la hora de Marx y Engels. “A diferencia de los sistemas filosóficos anteriores, la filosofía marxista no constituye una ciencia por encima de las demás ciencias. La filosofía marxista tiene por objeto la demostración de la anterioridad de la materia respecto a la conciencia, el estudio de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento, y constituye el instrumento del conocimiento científico y de la transformación práctica revolucionaria del mundo” (pág. 191).

Ahora bien, el marxismo no vino a hacer tabla rasa con el pasado del pensamiento filosófico: vino, sí, a proveer “el criterio justo y las ideas directrices de una historia científica de la filosofía”: “…pone en descubierto las leyes reales del desarrollo de la filosofía y muestra que la evolución de las ideas y de las teorías filosóficas refleja el devenir social, los cambios del régimen económico de la sociedad” (página 234).

Desde los más remotos tiempos, se cultivaba la filosofía en China y en la India. En los siglos VII y VI antes de nuestra era, aparece en Grecia, donde alcanza altos niveles. Durante la Edad Media, la filosofía forma parte de la teología. Un cambio importante comienza por los siglos XV y XVI: el tránsito de la escolástica a la investigación experimental. Durante los siglos XVII y XVIII se registran rápidos progresos –favorecidos por el desarrollo de las relaciones capitalistas, los grandes descubrimientos y los avances científicos– de las concepciones materialistas del mundo. En todas las épocas, la lucha entre dos grandes tendencias –el materialismo y el idealismo– ha constituido la médula de la historia de la filosofía. Desde el siglo XVII hasta nuestros días, la reacción del idealismo contra las adquisiciones de carácter materialista cobra notable intensidad y destaca varios nombres relevantes. Fue en la quinta década del siglo XIX que se produjo el gran viraje en la historia de la filosofía: la aparición del marxismo. Adquiere especial significado el pensamiento de los demócratas revolucionarlos de mediados del siglo XIX en Rusia, donde se elabora la filosofía materialista más avanzada de la etapa premarxista. Y ya en la época del imperialismo y las revoluciones proletarias, es también en Rusia dónde el marxismo encuentra un nuevo y superior desarrollo: el leninismo.

El Diccionario ayuda a comprender, en líneas generales, todo este proceso histórico de las ideas filosóficas, mediante artículos especiales consagrados a temas de historia de la filosofía, noticias sobre los más importantes filósofos e insistentes referencias que permiten ubicar en el contexto de la época correspondiente cada expresión ideológica tratada.

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Muchos manuales dejan la impresión de que aventurarse por los caminos de la pesquisa filosófica significa internarse en un laberinto para cuya exploración no existen guías valederas y que sólo puede ser acometida por vocacionales predispuestos a divagaciones. Pero el marxismo ofrece un seguro hilo de Ariadna para orientarse en el aparente caos filosófico, para proporcionar debidamente los ingredientes de su problemática y para extraer las conclusiones de orden práctico que deben ser culminación del trabajo teórico.

¿Qué es lo primordial, cuál es la cuestión fundamental de la filosofía? He aquí una pregunta clave. La respuesta marxista ilumina todo el panorama: la cuestión suprema de la filosofía es la relación entre el ser y el pensamiento, la naturaleza y la conciencia. La solución de este problema determina la de todos los asuntos filosóficos. Por eso los filósofos se han inscrito, según anota Engels, en dos grandes campos: el idealismo, que considera como dato primario la conciencia, la idea, el espíritu, y el materialismo, que considera como dato primario la naturaleza, la materia, el ser. La respuesta del marxismo es monista, señala que la materia es primaria y la conciencia el producto de aquella al llegar a un elevado grado de perfección en su desarrollo.

El Diccionario hace girar naturalmente todas sus exposiciones en torno a este eje de la filosofía. La frecuencia y oportunidad de los ejemplos contribuyen a demostrar la justeza de la respuesta marxista. El resultado para el lector es la visión de un cuerpo de doctrina coherente, firmemente apoyado en los hechos, de los que es cabal reflejo. Pero se comprueba asimismo el alcance práctico-social de la filosofía, por cuanto “la lucha del materialismo contra el idealismo refleja la lucha de las clases progresistas contra las clases reaccionarias” (pág. 191).

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La cuestión fundamental de la filosofía presenta un segundo aspecto: ¿es capaz el pensamiento humano de conocer el mundo real, de descubrir la verdad? En oposición al idealismo, que niega la posibilidad de conocer el mundo real y sus leyes, el materialismo filosófico marxista sostiene que el mundo y sus leyes son cognoscibles. Este punto –la teoría del conocimiento– tiene la mayor importancia, pues la filosofía reaccionaria se empeña en difundir el agnosticismo y toda suerte de corrientes igualmente dirigidas al sofocamiento de la esperanza en el conocimiento de la realidad y de sus leyes y en la transformación del mundo por medio de la lucha revolucionaria. Las filosofías idealistas proponen el escepticismo y la pasividad: se especializan sus representantes contemporáneos en gnoseología, como lo indica Lenin, para justificar el misticismo y la superstición. La importancia que concede el Diccionario a este tema y sus variantes –por ejemplo, los conceptos de verdad absoluta y verdad relativa– se explica, en consecuencia, no sólo porque el marxismo ofrece la única teoría del conocimiento realmente científica, sino también por el alcance práctico, inmediato y enorme, de la misma.

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Los orígenes del materialismo filosófico se remontan al antiguo Oriente; luego fue desarrollado en Grecia. No obstante sus progresos en la historia de la filosofía y sus notables victorias en la lucha contra el idealismo, el materialismo premarxista no consiguió desembarazarse definitivamente de las estrecheces del método metafísico ni fue aplicada a la vida social. Sólo con Marx y Engels, ideólogos del proletariado, se dan las condiciones objetivas y subjetivas que permiten sintetizar con espíritu crítico las mejores adquisiciones del pensamiento científico y filosófico precedente y crear la forma superior del materialismo, la única consecuentemente científica, el materialismo dialéctico.

El materialismo filosófico es inseparable de la dialéctica, llamada por Lenin “el alma del marxismo”. Se lee en el Diccionario: “La dialéctica marxista enseña que para estudiar acertadamente los procesos de la naturaleza y de la sociedad, es precio considerarlos en su conexión, su condicionamiento recíproco, su movimiento y su transformación” (págs. 331-2).

La dialéctica marxista se desarrolló a través de la lucha contra los ideólogos burgueses metafísicos, pero también contra las diversas teorías oportunistas de la evolución, que presentaban el devenir como un proceso de cambios sólo cuantitativos, sin supresión de lo viejo ni nacimiento de lo nuevo. La dialéctica marxista lleva a conclusiones inevitablemente revolucionarias y exige un incesante desarrollo creador. De aquí que las teorías reformistas y revisionistas se caractericen en su conjunto por ser antidialécticas. El Diccionario ilustra con diversos ejemplos de las luchas ideológicas del marxismo-leninismo, este aserto.

Constituyen artículos de particular interés los destinados a las diversas categorías de la dialéctica: contenido y forma; contradicciones antagónicas y no antagónicas; discontinuo y continuo; economía y política, esencia y fenómeno; evolución y revolución; infinito y finito; libertad y necesidad; lógica e historicidad; nuevo y viejo; teoría y práctica; &c., &c.

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Antes de Marx y Engels, aun los más audaces avances de la filosofía materialista se detenían ante los dominios de la vida social. En la historia campeaban las concepciones idealistas. Uno de los más grandes méritos de Marx consiste en la extensión de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social, la aplicación de esos principies a los fenómenos de la sociedad, esto es, la creación del materialismo histórico o concepción materialista de la historia, verdadera ciencia de las leyes generales de la evolución social.

El descubrimiento de que la producción material es el fundamento de la vida y del de venir de la sociedad, de que la existencia social determina la conciencia social, de que la historia la forjan los hombree de acuerdo con leyes objetivas, trocó la visión caótica y las opiniones arbitrarias acerca de la historia y la política por una teoría científica, asombrosamente armónica, que no sólo ilumina el pasado, sino que guía la lucha de la clase obrera y las masas revolucionarias en cada etapa y adelanta luz sobre lo porvenir.

Esta extensión de la filosofía marxista a la vida social explica que en el libro de M. Rosental y P. Iudin aparezcan diversas nociones inéditas en vocabularios filosóficos no marxistas. Pero esta circunstancia, lejos de encoger el interés general, destaca algo que es precisamente peculiar del marxismo-leninismo; más aún: algo donde sobresale la fecundidad y el rigor científico del marxismo-leninismo, ya que los principios del materialismo histórico han tenido la confirmación de la Revolución Socialista de Octubre, del triunfo del socialismo en la Unión Soviética, de la creación del sistema socialista de Estados y, en general, de todo el desarrollo de la sociedad contemporánea.

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La relación entre la teoría y la práctica configura una de las cuestiones cardinales del marxismo, en general, y de su teoría del conocimiento, en particular. Por eso es rasgo característico del Diccionario la referencia incesante de las diversas nociones a su aplicación y verificación en la práctica. No se trata sólo ni primordialmente de un recurso didáctico, sino de una consecuencia inexcusable de la concepción materialista y el método dialéctico, orgánicamente unidos en el marxismo-leninismo.

La relación entre la teoría y la práctica es de naturaleza dialéctica, toma en cuenta las contradicciones que surgen entre tesis teóricas caducas y los nuevos datos de la práctica, que deben ser generalizados para reajustar la teoría y volverla a su vez a la práctica. Este criterio historicista, consustancial del marxismo-leninismo, opuesto a toda fijeza dogmática, es aplicable al propio Diccionario, en cuya nueva edición corregida cabe advertir que se han tenido en cuenta importantes nuevos datos de la realidad contemporánea. No parece aventurado suponer que ciertas formulaciones, correspondientes a la generalización teórica aludida, serán aún precisadas y mejoradas ulteriormente.

La unidad de la teoría y la práctica en el marxismo-leninismo se expresa por otro rasgo característico: su intransigente espíritu de partido, su estilo polémico, su combatividad revolucionaria. No se trata de rasgos personales de los maestros del proletariado, sino de elementos definidores de la propia esencia del marxismo-leninismo. Ello se refleja en el Diccionario mediante su metodología crítica y toda su concepción como guía para el estudio y la acción.

El materialismo dialéctico surgió y se desarrolló en medio de la más intenta lucha ideológica, contra los enemigos declarados como contra falsificadores y reformistas. La forma superior del marxismo-leninismo, se forjó y triunfó al calor de las más ardientes pugnas. Esto ha sido inevitable por cuanto toda ideología, y por consiguiente toda filosofía, expresa, de una u otra manera, los intereses de tal o cual clase; por ello el marxismo aborda todos los problemas filosóficos con firme espíritu de partido, desde el punto de vista de los intereses del proletariado. Y esto resulta ahora todavía más importante, si cabe, porque estamos asistiendo al hundimiento del capitalismo, hecho irreversible que implica la desaparición definitiva de las sociedades divididas en clases, la clausura de “la prehistoria social de la humanidad” (Engels), y en su agonía el imperialismo se aferra desesperadamente a los factores en general más conservadores de la vida social: los subjetivos. En un sentido más particular, la lucha por la coexistencia pacífica de los Estados con distinto régimen social ha querido ser utilizada como pretexto en manos de ideólogos del imperialismo y de sus servidores revisionistas, con el fin de confundir la lucha por relaciones interestatales pacificas con la lucha de dos ideologías que son, como las clases cuyos intereses expresan, irreconciliables.

Respecto de lo primero, debe señalarse que si bien la filosofía burguesa contemporánea se caracteriza por su impotencia ante el triunfo del marxismo-leninismo en todos los dominios, sería erróneo, peligroso y torpe desentenderse de un plumazo o con un par de calificativos de diversas corrientes ideológicas burguesas, especialmente de aquellas que procuran asirse de las adquisiciones modernas de las ciencias naturales, buscando una apariencia de apoyatura científica para sus conclusiones reaccionarias, y de otras que intentan disimular su idealismo burgués con aproximaciones formales al propio marxismo y aun con el reconocimiento en éste de ciertos “elementos positivos”.{2} Deben ser tenidas en cuenta, entre otras tendencias, la filosofía semántica, el positivismo lógico y otras variedades del neopositivismo, el pragmatismo, el existencialismo y el neotomismo, sobre las cuales ofrece útiles referencias y anotaciones polémicas el Diccionario.

Respecto de lo segundo, cabe recordar que “en la esfera ideológica no ha habido ni puede haber coexistencia pacífica entre el socialismo y el capitalismo”.{3} Precisamente la lucha por la coexistencia pacífica entre Estados con distinto régimen social, exige la intensificación del combate ideológico como consecuencia de que la lucha de clases –realidad objetiva que aquél expresa– se intensifica al tiempo de adquirir nuevas formas y variantes.

Con el Diccionario Filosófico Abreviado disponemos ahora de un valioso instrumento de estudio y una acerada arma más para la decisiva lucha en el frente ideológico.

Luis Silva Rehermann

{1} Marx: “Tesis sobre Feuerbach”, en Marx/Engels: Obras escogidas, t. II, p. 376, Ed. esp., Moscú, 1952.

{2} Véase en Problemas de la paz y del socialismo: N. Iribadzhakov, “La importancia de la filosofía burguesa contemporánea” (nº 1, 1960); E. Kolman, “Las ciencias naturales modernas confirman las previsiones de Lenin” y E. S., “La filosofía soviética en el cristal deformado de un teólogo” (nº 4, 1960).

{3} L. Ilichov: “Coexistencia pacífica y lucha de dos ideologías” (en Problemas de la paz y del socialismo, nº 11, 1959).