Filosofía en español 
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Santiago Velo de Antelo

Iberofonía y paniberismo


Hace tres años y medio, en julio de 2015, la revista Diplomacia Siglo XXI decidió dedicar su número 85 al Paniberismo o Iberofonía, doctrina estudiada e impulsada por el académico español Frigdiano Álvaro Durántez Prados. Esta corriente geopolítica y cooperativa propone la articulación de un espacio multinacional de países de lenguas española y portuguesa, sin excepciones geográficas: un gran ámbito, superador del iberoamericano, integrado por 800 millones de personas y más de 30 países de todos los continentes, que constituye el primer bloque lingüístico del mundo, la 5ª parte de la superficie del planeta y la 10ª en términos demográficos. Nuestros lectores pueden en esta ocasión disponer de un mapa desplegable, incluido en el actual número, que ha sido extractado del reciente libro de Durántez Prados titulado Iberofonía y Paniberismo. Definición y articulación del Mundo Ibérico (2018, editorial Última Línea).

El Espacio de la Iberofonía, integrado por 800 millones de personas y más de 30 países de todos los continentes, constituye el primer bloque lingüístico del mundo, la 5ª parte de la superficie del planeta y la 10ª en términos demográficos.

El caso es que la doctrina propuesta por el doctor Durántez desde hace más de dos décadas se ha convertido en sólo cinco años en una tendencia geopolítica contrastada y verificable, incluso con hitos institucionales concretos, como la participación en bloque de los países lusófonos africanos y asiático, como observadores-colaboradores, en la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) –que es la “UNESCO” iberoamericana–, o la adhesión de países hispanohablantes e iberoamericanos, en calidad de observadores asociados, a la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP). Por no hablar de importantes declaraciones institucionales oficiales, o de diversas iniciativas de la sociedad civil en ese sentido.

El mundo de lenguas española y portuguesa, sin excepciones geográficas, ya ha comenzado a articularse.

Como nos ha señalado Durántez Prados –a quien entrevistamos ampliamente en este número–, pocas veces en la Historia un proceso geopolítico –que suelen ser muy lentos, pues implican a Estados, diplomacias y sociedades–, ha avanzado tan rápido. Precisamente hace muy pocos días, el ministro de Educación de Portugal, Tiago Brandão Rodrigues, enfatizaba el compromiso de su país con la OEI, que ha abierto una sede en Lisboa, poniendo de relieve que “somos mais de 800 milhões de falantes de português e do español”; e, inmediatamente después, la delegación de la Agencia EFE en Lisboa anunciaba la intención del Instituto Camões, dirigido por el diplomático portugués Luís Faro Ramos, de “llevar el portugués a Iberoamérica” (la de lengua española). Por su parte, la misma OEI, dirigida por el español Mariano Jabonero, ha creado una dirección de lengua portuguesa y está promoviendo la enseñanza de este idioma en los países fronterizos castellano-parlantes de Brasil.

Debemos, sin duda, felicitarnos por estos reconocimientos y avances que ponen de relieve que la articulación de este “espacio iberófono ya ha comenzado”. Pero debemos subrayar también la necesidad de respetar e impulsar siempre, en beneficio de todos, las irrenunciables medidas de reciprocidad, porque si se fomenta el portugués en los países hispanohablantes, también debe favorecerse la enseñanza y el conocimiento del español en los países lusófonos africanos y asiático, por no hablar del mismo Brasil que, para incomprensión y disgusto de muchos dentro y fuera del país, derogó hace tiempo la “Ley del Español” que establecía la oferta de este idioma en los centros escolares.

La promoción del idioma portugués en los países hispanohablantes debe ir acompañada, en beneficio de todos, del conocimiento y la enseñanza del español en Brasil y los países lusófonos de África.

Y en esto, seguramente, tendrán mucho que decir –y, sobre todo, que hacer– el Instituto Cervantes, las diplomacias culturales de los países hispanohablantes, y, por supuesto, la propia OEI, organización que no debe restringir su “acción iberófona” al mero espacio iberoamericano sino que ha de abarcar todo el mundo iberohablante, como lo proclama su demostrada vocación panibérica.

Las instituciones deben ser proactivas en este proceso de aproximación natural panibérica, que ha sido impulsado desde la sociedad civil.

El camino no es la promoción de un bilingüismo hispano-lusófono, opción maximalista que quizás no considere suficientemente el hecho de que el español y el portugués tienen la fortuna de ser, en líneas generales, las únicas grandes lenguas internacionales recíprocamente comprensibles. La vía más sencilla es el simple reforzamiento de la intercomprensión recíproca entre hispanohablantes y lusófonos, que se conseguiría con medidas relativamente modestas.

Dada la similitud de ambos idiomas, el camino no es el bilingüismo hispano-lusófono, sino el reforzamiento de la intercompresión recíproca entre hablantes de español y hablantes de portugués.

En el ámbito internacional, parece que la tendencia natural, como se viene demostrando, aproximará cada día más a estos conjuntos de países de lenguas española y portuguesa. Pero es hora de que las instituciones, las cancillerías y los organismos intergubernamentales sean más proactivos en este sentido, so pena de ir a remolque de la realidad de las cosas y de la iniciativa y el impulso de la sociedad civil.