Filosofía en español 
Filosofía en español


Santiago Álvarez

Notas críticas sobre la posición de la socialdemocracia

La actitud respecto a las guerras y las agresiones desatadas por el imperialismo, en sus diversas variantes, es una piedra de toque para calibrar en qué medida una fuerza política defiende, realmente, los intereses de la clase obrera y de los pueblos o encubre o defiende los de sus enemigos.

Ello adquiere hoy una mayor importancia dado que una guerra como la que sostiene el imperialismo norteamericano en el Vietnam puede prolongarse, extenderse y degenerar, aunque haya quien afirme lo contrario, en una catástrofe como la que supondría para la Humanidad una guerra nuclear.

Se producen, además, otros bárbaros atentados del imperialismo norteamericano contra los pueblos, cual su brutal intervención en la República Dominicana, acto que, como los cometidos contra Cuba o contra el pueblo del Congo, es un jalón más en la trayectoria de dicho imperialismo en los últimos años.

En Europa tenemos, además, los problemas del Pacto Atlántico, los intentos de creación de la Fuerza Multilateral y de rearmar a los revanchistas germanos. ¿Cuál es, respecto a estas cuestiones, la posición de la socialdemocracia? ¿Cómo aborda ésta los problemas de la necesaria unidad del movimiento obrero y de todas las fuerzas democráticas para hacer frente a la guerra y a la reacción?

En general, en la vida política como en otras facetas de la actividad humana, nada sustituye a la experiencia para contrastar la realización de determinadas previsiones y esperanzas. No en balde la justeza o no de una teoría se comprueba siempre en la práctica. Un examen, aunque no exhaustivo, de la actitud de algunos partidos de la socialdemocracia puede ayudarnos, quizás, a encontrar respuestas a los interrogantes acabados de formular y a fundamentar nuestra crítica a la posición actual de la socialdemocracia.

I

Durante la campaña que precedió a las elecciones y en el llamado «Manifiesto Electoral», Wilson y la dirección del Partido Laborista inglés preconizaban la coexistencia y la colaboración pacífica entre los países del campo socialista y los que integran el bloque capitalista. Wilson prometía trabajar tesoneramente por el desarme mundial y por la prohibición de las armas nucleares; no permitir que Alemania occidental llegase a disponer de armas atómicas, &c., &c. Hablaba, incluso, de una política exterior socialista.

Pero, ¿en qué han quedado esas promesas? Wilson se somete al [46] imperialismo norteamericano apoyando oficialmente la política de agresión y de guerra que dicho imperialismo lleva a cabo en el Vietnam y apoya también agresiones como la cometida contra el pueblo de la República Dominicana.

Un gobierno que habló de aplicar una política exterior socialista presta apoyo moral y político al gobierno de los grandes monopolios norteamericanos y a su bárbara política de agresión. ¿No es ésa una forma muy «sui generis» de interpretar la política de coexistencia pacífica, una política exterior socialista?

Respecto a los problemas de la Fuerza Multilateral y del rearme alemán, Wilson también ha cambiado sustancialmente. A los pocos meses de las elecciones ha presentado ya como «alternativa» a la propuesta de Estados Unidos de Fuerza Nuclear Multilateral, una Fuerza Nuclear Atlántica que, de crearse, pondría en manos de los revanchistas de Bonn el arma nuclear. La necesidad de «desarrollar la interdependencia nuclear en el seno de la Alianza Atlántica, comprendidas las proposiciones inglesas de diciembre de 1964, de una Fuerza Nuclear Atlántica» la ha reiterado Wilson en su reciente viaje a Italia.{1}

Entre las promesas hechas por los laboristas en la oposición sobre política internacional y la que practican en el poder hay, pues, una sustancial diferencia. Y su presupuesto de gastos para la defensa es el más elevado de la historia de Inglaterra.

¿Cuáles son las realizaciones del gobierno laborista en el orden interno?

El punto capital del gobierno laborista, en este orden, es su llamada «Política de rentas». Mas ésta tiende a impedir las alzas de los salarios y sueldos (se trata casi de una congelación), o al menos a asegurar mediante un mecanismo complicado de control, que dichas alzas sean insignificantes, mientras se deja a las grandes empresas monopolistas y, en general, a la patronal, un amplio margen para subir los precios antes de que esa subida sea sometida a control.

En 1960, el 1% de la población adulta de Inglaterra poseía el 42% de las riquezas personales (tierras, inmuebles, participación en las compañías industriales, valores del Estado, cuentas bancarias, &c.), el 5% era dueña del 75% de esta riqueza, y al 10% correspondía el 99% de la misma.{2}

¿Va a modificar esa situación la política laborista de rentas? Con esa política no sólo se producirá una redistribución de los ingresos en beneficio de los capitalistas, sino que la distribución de las acumulaciones del capital se hará aún más desigual.

De ese modo, la pregunta que se hacía en «Le Socialiste» del 29 de octubre: «¿Podrá el Partido Laborista echar los cimientos de esa nueva Gran Bretaña sobre los que asentar la armazón de la sociedad socialista?»,{3} se puede dar ya por contestada.

El Gobierno del Partido Laborista no construirá esa Gran Bretaña socialista, pero continúa la defensa de los intereses de la burguesía imperialista, incluida la política colonial. Esta engloba al petróleo de Arabia y Medio Oriente, el estaño y el caucho de Malasia, que producen millones a las grandes compañías monopolistas. Para eso y para unir sus esfuerzos a los del imperialismo norteamericano contra el movimiento de liberación nacional, en Asia tiene destacados en el sudeste asiático 50.000 soldados, escuadrillas de bombarderos y cazas y abundantes fuerzas navales, a pesar de las dificultades financieras por las que atraviesa el país y de la carga pesadísima que esa representa para el pueblo de Gran Bretaña. [47]

Al final de la segunda guerra mundial, entre los trabajadores y las masas populares alemanas, incluidas las influidas por la socialdemocracia, se deseaba la liquidación del poder de los monopolios y que se lograse una Alemania unida y democrática. La dirección derechista del Partido Socialista Alemán, con su anticomunismo, no permitió la unidad de la clase obrera y, sosteniendo los planes del imperialismo, frustró tal deseo.

Cuando se creó el Estado reaccionario de Bonn y como consecuencia la República Democrática Alemana, los dirigentes socialdemócratas alemanes, no queriendo seguir una línea de unidad de la clase obrera y de relaciones con los comunistas y con la R.D.A., crearon la ilusión de elaborar una tercera vía. Esta se reflejaba en su llamado «Plan del Partido Socialista de Alemania» sobre el problema alemán. En esencia anticomunista, pero a la vez con pretensiones antimonopolistas, dicho plan contemplaba ciertas medidas positivas de distensión y de contactos con la R.D.A. Un año después de la aparición del Plan, los dirigentes del Partido Socialista Alemán{4} anunciaron en el Bundestag que el plan habla perdido su validez y que no existía ninguna alternativa a la política exterior, sobre el problema alemán y a la política militar del gobierno Adenauer.

Willy Brandt, nuevo presidente del P.S.A. y eventual futuro canciller, ha reconocido en determinados momentos que la política de coexistencia pacífica es necesaria. Pero en sus más recientes declaraciones revela estar «perfectamente de acuerdo con el equipo dirigente actual»,{5} equipo que declara todo su apoyo a la política de Estados Unidos tanto en Vietnam como en la República Dominicana.

Las pretensiones germano occidentales al arma nuclear las reitera Willy Brandt al declarar: «Los europeos deben disponer de igualdad de derechos para todo lo que concierne a la preparación de los planes y el poder de decisión».{6}

Aunque en esa «demanda», como en la variante ofrecida por los laboristas a la Fuerza Multilateral de la OTAN, se reflejan las contradicciones interimperialistas, el denominador común parece obvio: armar al revanchismo germano-occidental y darle la posibilidad de decidir la utilización de las armas nucleares.

¿Qué decir en cuanto a la política «interior» de los dirigentes socialdemócratas alemanes?

Estos han retrocedido incluso en lo que respecta a reformas que no se salen del estricto marco burgués. No es extraño, por ello, que el corresponsal del periódico franquista «YA» en Bonn diga que «por haber dejado de ser marxistas ; y con el marxismo haber abandonado algunos de los puntos más extremos de su programa –tales como el de la nacionalización de la industria pesada–, los socialistas han reconciliado con sus fines a no pocas gentes de la clase media y de la burguesía».{7}

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La burguesía belga ha jugado, sobre todo, un papel imperialista respecto al Congo (Leopoldville). Incluso después de que se ha visto obligada a abandonar dicha colonia, envió paracaidistas a Stanleyville contra los patriotas congoleños que luchan contra Tshombe y colabora con el imperialismo norteamericano para aplastar la insurrección popular congoleña.

Pero todo eso se ha realizado estando el Partido Socialista Belga en el gobierno, y con su colaboración; siendo Spaak, la principal figura del Partido Socialista Belga, Ministro de Relaciones Exteriores.

La aportación de la socialdemocracia belga y de su jefe a la construcción [48] de la armazón de alianza agresiva de la OTAN es también evidente.

La gran huelga de 1960-61 contra la ley única resonó en toda Europa. Pero «cuando comenzó la huelga, los líderes de derecha del Partido Socialista Belga y de la Federación General de Trabajadores Belgas, lejos de apoyarla, intentaron oponerse a ella. Dificultaron su desarrollo y rehusaron dirigirla. Dieron a los líderes católicos la posibilidad de llevar a cabo una campaña desmovilizadora y favorecieron las maniobras escisionistas en el gobierno».{8}

Esta actitud de los líderes derechistas del Partido Socialista Belga ha sido constatada por sus correligionarios españoles.{9}

Es evidente que, frente al esfuerzo de los líderes socialistas de izquierda y al Partido Comunista Belga, los líderes derechistas del Partido Socialista han sido un freno a la amplitud del movimiento, al entusiasmo de las masas y han «cercenado las legítimas aspiraciones obreras.»

*

En el conjunto de la socialdemocracia, el Partido Socialista Francés tiene en su haber hechos históricos tan importantes de acción unida con los comunistas como el pacto de unidad de acción firmado en 1934, que fue la base del Frente Popular en Francia, la cooperación durante la resistencia al hitlerismo y en los tiempos inmediatamente posteriores a la liberación en 1945-46.

Un elemento importante de esa unidad y cooperación lo ha sido últimamente, y sigue siéndolo –como es el caso del Partido Socialista Belga y de conocidos dirigentes del laborismo británico y de otros partidos socialdemócratas y socialistas–, el esfuerzo común contra la represión franquista y por las libertades democráticas en España.

La SFIO ha realizado también pasos en los tres últimos años respondiendo al diálogo y a la unidad de acción propuestos por el Partido Comunista Francés para oponerse en común al poder autoritario y personal de De Gaulle y lograr restablecer y desarrollar la democracia.

Pero en días pasados, en su Congreso de Clichy, la SFIO ha dado un viraje radical a la derecha. Se manifiesta éste en la negativa a un frente común de las fuerzas democráticas para la próxima campaña presidencial y la aceptación de la propuesta de Deferre de crear una Federación de sedicentes fuerzas democráticas y socialistas.

Esta decisión se inscribe «en la línea del precedente Congreso de Clichy, que había ratificado la candidatura de Gaston Deferre a la Presidencia de la República, a la vez que éste habla dado, desde un comienzo, una orientación derechista a su candidatura, rechazando toda discusión con el Partido Comunista y buscando la alianza con los del MRP y los «Independientes».{10}

Este nuevo paso de la SFIO nos hace involuntaria, aunque lógicamente, recordar los aspectos más negativos de la actuación de algunos de sus dirigentes y de su historia.

Ello explica también las reticencias y vacilaciones para censurar al imperialismo norteamericano en cuanto a su guerra en el Vietnam y a su brutal intervención en la República Dominicana.

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La encarnación italiana de la socialdemocracia de derecha es el Partido reformista de Saragat. Este ha venido defendiendo, sustancialmente, la política exterior e interior del capital monopolista italiano, representado, sobre todo, por la derecha de la democracia [49] cristiana. Pero hoy lo que deseamos es llamar la atención sobre el deslizamiento hacia el reformismo del Partido Socialista Italiano, cuya figura principal es Pietro Nenni.

Últimamente, en el Partido Socialista de Nenni ha ido cristalizando, tomando cuerpo, eso que los camaradas italianos llaman resultados de las «reelaboraciones y de las revisiones socialistas de estos últimos años». Esas revisiones han mellado, efectivamente, el carácter de partido autónomo de clase, orientado hacia transformaciones socialistas, que tenía el Partido Socialista Italiano; han llevado a éste a retroceder en sus ideas y en su política y a subordinarse a la política conservadora de los dirigentes de la democracia cristiana.

Revisando concepciones anteriores de clase, en general justas, y adoptando posiciones incompatibles con la esencia de clase y revolucionaria de un partido socialista, el Partido Socialista Italiano ha entrado en la vía de lo que puede llamarse la socialdemocratización, en tanto que significa pérdida de la autonomía o del carácter independiente como partido de clase. Este es, evidentemente, un elemento negativo para la clase obrera italiana y para el conjunto de las fuerzas obreras y democráticas, aunque el que resulta más quebrantado, como veremos, es el propio Partido Socialista Italiano.

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Después de la segunda guerra mundial, a partir de 1946-47, la socialdemocracia del occidente de Europa, en general, se ha desplazado a la derecha. Por miedo al comunismo, la dirección de los partidos socialdemócratas ha ido renunciando a la perspectiva socialista e, incluso, en algunos casos, a las tradicionales reivindicaciones socialistas y a lo que podemos llamar cierta autonomía política respecto al imperialismo. Esto coincidió con el auge de la guerra fría. La amenaza que fue precisándose para la democracia por parte de la reacción monopolista (Francia, Italia, la persistencia del gobierno conservador en Inglaterra, &c.), el auge de las luchas obreras y populares promovieron después cierto viraje opuesto al rumbo derechista anterior.

Este viraje empezó a manifestarse en un cierto esfuerzo por restablecer la autonomía, por hacer resurgir un cierto espíritu socialista, por dialogar con los comunistas en torno a la unidad de acción, y en el caso de Francia, incluso, por admitirla, aunque en esfera limitada, en la lucha por objetivos e intereses comunes en el orden reivindicativo y democrático.

A este viraje contribuyó, en gran medida, la política de coexistencia pacífica de los países socialistas y el movimiento comunista y los progresos realizados durante un período por esa política. Así como las justas correcciones de posiciones y errores sectarios cometidos en el movimiento comunista.

Sin embargo, esa tendencia de la socialdemocracia parece estancarse y retroceder, imponiéndose de nuevo –al menos de momento–, un rumbo derechista y reaccionario. Rumbo que incluso afecta, como hemos visto, al Partido Socialista Italiano, que se salía de los marcos de la socialdemocracia.

Esto, naturalmente, no facilita la lucha del movimiento obrero y democrático. Pero los hechos, como veremos, demuestran que es contradictorio, y que para quien será más negativo seguir ese curso será para la propia socialdemocracia como movimiento, ya en profunda crisis.

II

En el desencadenamiento de la segunda conflagración mundial, junto con los círculos imperialistas de la burguesía que la han desatado, corresponde una responsabilidad histórica a los líderes socialdemócratas de derecha y, particularmente, a los de la socialdemocracia alemana. En la base de esa responsabilidad se halla su negativa al frente único de acción con [50] los comunistas y a agrupar a todas las fuerzas demócratas y antifascistas para hacer frente al fascismo y a la guerra.

El peligro de repetir la marcha por ese sendero se cerniría de nuevo sobre el horizonte de no movilizar a las masas para atar las manos de los agresores imperialistas y si conflictos como el de Vietnam agudizasen el peligro de guerra y llegase a estallar un conflicto nuclear.

¿Es que en la nueva situación de hoy la socialdemocracia internacional va a reincidir en los tremendos errores del pasado? ¿Es que la unidad de acción con los comunistas y otras fuerzas amantes de la paz y del progreso social sólo es posible en las cárceles y campos de concentración, ante los pelotones de fusilamiento o en el maquís, como en la segunda guerra mundial?

Esta concepción es muy peligrosa, ya que en el caso de estallar una nueva guerra mundial, nuclear, sería tan destructiva y aniquiladora que apenas habría opción para que dicha concepción fuese reconsiderada.

La experiencia dice que la política antiunitaria, anticomunista, antipopular y, por ello, reaccionaria, conduce a resultados nefastos no sólo para la clase obrera y los pueblos, sino también para la socialdemocracia y para cada uno de los partidos que la integran. Incluso sin que estalle la guerra.

Después de la segunda guerra mundial, los laboristas han estado en el poder desde 1945 a 1951. Contrariamente a sus muchas promesas, su política de conciliación con el gran capital llevó a dicho Partido a la derrota en las elecciones de 1951. Derrota que se repitió en 1955 y 1959. Trece años de alejamiento del poder les costó a los laboristas la política realizada desde el gobierno.

Aunque con bastantes menos votos que en 1945, los laboristas han vuelto al poder en 1964. La práctica ha demostrado ya, en meses, para lo que utilizan el poder. Pero también los electores han demostrado ya lo que piensan de ellos. En las elecciones parciales tenidas en Leyton y Nuneaton los laboristas, como todo el mundo sabe, han sido derrotados. En Leyton han perdido el 7,9% de los votos con relación a 1964 y en Nuneaton, el 4,9%. Y no es que han pagado los errores políticos de los conservadores, como pretende «Le Socialiste»{11}; no. Han pagado sus propios errores. Lo reconoce Rita Hinder en su artículo «Los cien días de acción dinámica de Harold Wilson»,{12} al decir que «los pensionistas se sintieron traicionados...», «que el gobierno está perdiendo popularidad» que «ha fracasado gravemente en el campo de las relaciones públicas», &c., &c. No sólo eso. El descontento en el seno del Partido Laborista cunde. La resolución presentada a la Cámara por 101 diputados laboristas en relación con el Vietnam es prueba de ello. Y mientras los conservadores empujan a Wilson y a su equipo cada vez más a la derecha,{13} preparan de nuevo su relevo.

Incluso en el Partido Socialista de Alemania la política de la dirección socialdemócrata de abandono, con la reforma de su programa, de los principios marxistas, así como su apoyo a los planes del capital monopolista alemán, despierta inquietudes y encuentra resistencias, sobre todo entre la juventud y en el movimiento sindical, y acentúa las contradicciones internas en el Partido Socialista de Alemania.{14} [51]

De otra parte, ¿adónde conduce ya esa política de los socialdemócratas de derecha de «intereses comunes»? Conduce a que los monopolistas intenten dictar leyes de excepción que representarían una gruesa cadena atada al cuello del pueblo de Alemania occidental para, tirando de ella, en un momento dado, avanzar sin ningún estorbo hacia la dictadura abierta y la guerra.

En su Congreso de noviembre último, el P.S. de A. decidió apoyar dichas leyes, pero la sorpresa y la indignación en los medios obreros y en las filas de los socialdemócratas fueron tan grandes que el P.S. de A. se vio obligado a reconsiderar su actitud.

Pero, ¿es que creen los socialdemócratas que aprobadas esas leyes no serán luego aplicadas contra ellos? La política anticomunista, de división del movimiento obrero, conduce, inevitablemente, a la reacción y puede conducir de nuevo a la guerra. Pero aunque los comunistas sean sus primeras víctimas, no son, ni mucho menos, las únicas.

¿Qué beneficio ha obtenido el Partido Socialista Belga de la actitud derechista de sus principales líderes de apoyo a la política colonialista de su burguesía, a la alianza agresiva de la OTAN, de los intentos de imponer al movimiento obrero belga una política de conciliación de clases, de oponerse a las justas reivindicaciones del Movimiento Popular Valón? Una seria división en su seno, un retroceso enorme en la votación obtenida en las elecciones de mayo (con la pérdida de 20 diputados); por contra, un aumento considerable de la votación y del número de diputados del P.L.P., el partido más reaccionario de la burguesía belga. Y, con todo ello, el peligro de que sea revisada la Constitución en sentido antipopular y reaccionario.

Es cierto que el resultado de las elecciones belgas tienen un hecho positivo: el aumento de votación del Partido Comunista Belga. Pero, ¿no hubiera sido más positivo si, a la vez, el Partido Socialista Belga no hubiese facilitado, con su política, el avance de la reacción? Cuando Spaak declara que, en una cierta medida, se trata de una victoria conservadora,{15} le falta reconocer que la responsabilidad por ello recae esencialmente en la dirección derechista del Partido Socialista Belga.

¿Qué suerte cabrá al Partido Socialista Francés SFIO con el viraje dado ahora a la derecha? Las derrotas políticas del movimiento obrero francés y de la propia SFIO y, en cierta medida, las desgracias nacionales de Francia, están ligadas a los virajes de la SFIO a la derecha, a la práctica de una política anticomunista y antipopular: abandono y ruptura del Frente Popular en 1938; política de no intervención en la guerra de España; Munich, que llevó a la segunda guerra mundial y a la derrota de Francia. En esa línea se inscribe también el establecimiento del poder personal.

Actualmente, la orientación a la derecha de la SFIO, no sólo facilitará la continuidad del poder personal, sino que transformará a la SFIO en prisionera de las fuerzas de derecha.

La creación de esa Federación de sedicentes fuerzas socialistas profundizaría mucho más la división que existe en el seno de la SFIO y que se ha puesto de manifiesto en el Congreso de Clichy. Pero, ¿no significaría en sí misma una amenaza a la propia existencia del Partido como entidad autónoma, a su presencia en la vida política francesa?...

En el plano internacional, ¿no es evidente que la posición de Deferre representa un intento de sumisión incondicional de Francia a la política del imperialismo norteamericano y, por tanto, negativa a los intereses nacionales de Francia?...

Los efectos producidos en el Partido Socialista Italiano desde que éste ha comenzado el viraje a la derecha son conocidos: Desgajamiento de una importante ala izquierda, con la creación del Partido Socialista Italiano de Izquierda Proletaria, aparición de una Nueva Izquierda y del grupo de Lombardi, profundización de la crisis [52] interna abierta al comienzo de su retroceso. Como lógica consecuencia, su debilitamiento extremo y, de seguir ese rumbo, su transformación en un simple apéndice del ala derecha de la Democracia Cristiana.

III

Lo consustancial en los dirigentes socialdemócratas de derecha, aun actuando en diferentes países y condiciones, ha sido siempre la conciliación de clases, la colaboración con su burguesía, su oportunismo, el saber cumplir «eficazmente» con su papel de gerentes leales del capitalismo, como dijera Leon Blum. Ese es también el denominador común en la actualidad. Todo parece indicar que ante el peso que en su seno ejerce la derecha, expresión más neta y palpable del impacto ideológico del imperialismo, especialmente norteamericano, la socialdemocracia dobla hoy más aún su cerviz, y contribuye a acentuar la marcha por un camino contrario a las fuerzas de la paz, la democracia y el socialismo.

¿Existe ligazón entre esta actitud de la socialdemocracia y cierta bonanza, en el orden económico, en los principales países capitalistas? Los clásicos del marxismo han establecido más de una vez la relación existente entre esa bonanza, o los períodos de cierta estabilidad del capitalismo, y la difusión o predominio del reformismo en el movimiento obrero. Pero esa misma relación aplicada al momento actual, en que vivimos la tercera etapa de la crisis general del capitalismo, revela la precariedad de esa base objetiva.

Habría que relacionar también esta posición con una mayor agresividad de los círculos del imperialismo norteamericano, lo cual, en el fondo, no es prueba de fortaleza del imperialismo, sino de debilidad.

Efectivamente, los dirigentes derechistas de la socialdemocracia –aun con sus diferencias– coinciden en inclinarse en favor de la política internacional del imperialismo de Estados Unidos, hoy por hoy, el más agresivo. Los acuerdos de los dirigentes socialistas de la Europa de los «Seis», tomados en la reunión de Bruselas a fines de mayo son, a este respecto, significativos,{16} abriendo la vía, además, al revanchismo germano-occidental.

Uno de los fenómenos constantes, más bien diríamos ley, de la socialdemocracia, es su contradicción entre las promesas en la oposición y los hechos en el gobierno, entre lo que dicen los dirigentes derechistas y lo que hacen.

El difunto líder laborista Aneurin Bevan habló de que «o la pobreza usará la democracia para ganar la batalla contra la propiedad, o la propiedad, por temor a la pobreza, destruirá la democracia».{17} Pero, como hemos visto, parece que los líderes laboristas lo que se proponen es lo segundo en lugar de lo primero.

En 1946, la socialdemocracia alemana proclamaba: «no sólo habrán de ser cambiadas las relaciones del poder político, sino también su base económica». «Solamente una total transformación dará posibilidad al pueblo alemán para la vida económica y social y garantizará la libertad y la paz».{18} ¿Qué Pasos atrás no ha dado a este respecto la socialdemocracia alemana?... [53]

Guy Mollet apenas hace meses hablaba aún de la necesidad de la democracia política y de la democracia económica. Pero se pliega a las posiciones de Deferre, que no abren, en modo alguno, el horizonte hacia esa democracia.

No recordamos esto con ánimos de herir la susceptibilidad de los militantes o dirigentes socialdemócratas, y menos de los socialistas españoles, pero se trata de evidencias imposibles de ocultar o de soslayar.

Tampoco debemos silenciar el hecho de que en la última década el movimiento comunista ha realizado un examen crítico de ciertos errores del pasado, tanto en sentido general como respecto a la socialdemocracia.

El movimiento comunista, que aplicó en esto, como en todo, un criterio leninista y revolucionario, no tiene por qué lamentar ese examen. Ha sido justo y necesario. Ha influido positivamente en el movimiento comunista y en todo el desarrollo contemporáneo, incluyendo a las masas orientadas por la socialdemocracia.

Pero, ¿qué ha hecho a este respecto la socialdemocracia? Esta no ha manifestado nunca el menor deseo de examinar sus tremendos errores, de sincerarse ante los trabajadores por la responsabilidad histórica que le incumbe, por las tragedias a que el imperialismo –con su apoyo o inhibición–, ha arrastrado a los pueblos. Y, sobre todo, no ha manifestado disposición a corregir esos errores.

La crisis de la socialdemocracia es muy profunda. Está relacionada con la crisis general del sistema capitalista, los triunfos de la Revolución Socialista y la ampliación de la esfera del campo socialista así como del movimiento de liberación nacional de los países antes oprimidos por el imperialismo, en los cuales la socialdemocracia y su «socialismo democrático» lógicamente no han podido penetrar. Dicha crisis está relacionada también con el hecho de que una serie de movimientos católicos, reformistas, más o menos progresivos, aparecen hoy a los trabajadores más avanzados que la socialdemocracia.

¿Es que la socialdemocracia piensa paliar esa crisis por el camino del apoyo al imperialismo y a la reacción...? La única vía para ello sería adoptar un rumbo hacia la lucha antiimperialista, por la paz y la democracia. No apoyar al imperialismo, sino contribuir a agravar sus contradicciones y esforzarse por su desaparición; no cerrarse, en fin, la perspectiva socialista, cuya realidad es inevitable.

Quizás es útil recordar que todos los Partidos Comunistas de Europa, corrigiendo o modificando actitudes del pasado, tienen una actitud positiva respecto a las posiciones de la socialdemocracia que estando en el gobierno o en la oposición respondan, aunque sea mínimamente, a los intereses populares.

Mientras los tories ingleses impelen a los laboristas más y más hacia la derecha para desprestigiarlos y arrojarlos de nuevo del gobierno, el Partido Comunista de Gran Bretaña apoya al gobierno –aun con lo modesto que pueda ser este apoyo–, en todo lo que pueda hacer de positivo en el orden interno e internacional.

Mientras la burguesía germano-occidental ha empujado a la socialdemocracia a dejar de ser marxista y a realizar una política de derecha, el Partido Comunista Alemán se esfuerza en convencer a los militantes del Partido Socialista de Alemania de la necesidad de derrotar a la Unión Demócrata Cristiana y su programa revanchista en las próximas elecciones al Bundestag.

El Partido Comunista Italiano, a pesar del retroceso ideológico y político del Partido Socialista, se manifiesta dispuesto a llegar a una confrontación de ideas, acuerdos y entendimientos con él y logrando las más grandes confluencias democráticas, teniendo el socialismo como objetivo. Y ha votado para Presidente de la República a Saragat.

Aun después del Congreso de Clichy de la SFIO, Waldeck Rochet, secretario general del Partido Comunista Francés, ha reiterado una orientación unitaria: «debemos prever –dijo– hacer [54] todo lo posible por que la alianza entre los dirigentes socialistas y la derecha reaccionaria termine lo antes posible e ir a un acuerdo leal entre socialistas, comunistas, entre todos los republicanos y demócratas que quieren una verdadera política de paz».{19}

El Partido Comunista de Bélgica se esfuerza por que su política de frente único con los socialistas alcance el máximo de fuerza en el seno y dirección de dicho Partido.

El Partido Comunista de Austria, en su reciente Congreso, ha preconizado un acercamiento con los socialistas con la perspectiva de llegar a una unidad de acción.

Algo similar podríamos decir de los Partidos Comunistas de Suecia, Dinamarca. Noruega, Finlandia...

La línea política y la conducta de nuestro Partido, del Partido Comunista de España, en este orden, como en todo su esfuerzo unitario, son ampliamente conocidos en nuestro país y en el movimiento obrero internacional. Nuestro deseo y nuestra práctica de colaboración con los socialistas son una constante.

Las posiciones de lo más avanzado y democrático de la socialdemocracia internacional, cuya aportación al esfuerzo de nuestro pueblo por liberarse de la dictadura franquista en los últimos años, somos los primeros en valorar, han tenido siempre en nuestro Partido plena comprensión.

En el marco del ensanchamiento del campo socialista y su desarrollo, al adoptar posiciones como las acabadas de señalar; al estimar la lucha por ciertas reformas democráticas de estructura como positivas y un terreno de confluencia entre comunistas y socialistas; al plantearse la perspectiva de la posibilidad del paso al socialismo por vía pacífica y la existencia de la pluralidad de partidos en el socialismo, los Partidos Comunistas han abierto para la socialdemocracia, como fuerza política, horizontes que hace una década no se vislumbraban con tanta claridad. Pero, naturalmente, esos horizontes se relacionan con la defensa, de hecho, de la transformación social. Y a ese objetivo, en la práctica, no ha respondido aún la socialdemocracia.

El viraje a la derecha de la socialdemocracia ¿cierra todo horizonte de colaboración?

La crítica razonada, constructiva, política, ideológica, es una forma de colaboración y de promover dicha colaboración. Este es el sentido principal de estas notas.

Pero, naturalmente, esta colaboración tiene un objetivo. La lucha por las reivindicaciones diarias de la clase obrera y las masas explotadas, por evitar la guerra nuclear, por la paz, por ofrecer una alternativa constructiva a cada problema nacional e internacional frente a los planes del capital monopolista y del imperialismo, por la democracia y el socialismo.

No es nuestro objeto hoy analizar el impacto o las incidencias que la posición actual de la socialdemocracia internacional provocarán en España y en las filas del Partido Socialista Obrero Español o en los distintos grupos socialistas. Pero nuestra actitud a este respecto es clara. Nuestro esfuerzo tenderá siempre a destacar todo lo que nos une y a tratar de eliminar o superar lo que nos separa. Mas sobre la base de nuestra actitud crítica y de la fidelidad de principios al marxismo revolucionario, al leninismo, que interpreta los intereses de la clase obrera y de las más amplias masas y satisface sus profundas aspiraciones.

Este criterio creemos que puede ser válido en sentido general. Continuar e intensificar el esfuerzo por la unidad de acción, independientemente de las diferencias ideológicas, por que en el seno de la socialdemocracia triunfen las corrientes antiimperialistas, orientadas hacia la paz y la transformación socialista, es una tarea primordial.

En esa lucha contaremos con muchos aliados. El principal es la fuerza que ya adquirió el campo socialista, la tendencia hacia el socialismo irreversible en la presente etapa. Ello a pesar de las dificultades internas existentes en [55] el campo socialista y en el movimiento comunista, de las diferencias ideológicas o tácticas que no pueden ser sino transitorias. Esa irreversibilidad hacia la sociedad socialista no será atenuada, sino, por lo contrario, acelerada por la revolución científico-técnica, con la que Wilson pretende vanamente sustituir a dicha sociedad.

Uno de los importantes pilares del movimiento comunista y democrático internacional es la impopularidad que despiertan las agresiones del imperialismo norteamericano y su aislamiento moral y político internacional a causa de su agresión en el Vietnam y su brutal intromisión en la República Dominicana, contra cuyos actos es preciso desarrollar más la acción de las masas.

Otro importantísimo aliado es el papel cada vez más importante de los países del tercer mundo, que se liberan del yugo colonial y no se orientan hacia el capitalismo, mermando así las reservas del imperialismo, gracias a las cuales ha podido éste corromper durante un período a los líderes del movimiento obrero y hacer surgir el reformismo.

Contamos también con las corrientes unitarias en el movimiento obrero, sindical y popular, que a pesar de la actitud de la socialdemocracia de derecha, son muy fuertes y, al parecer, irreversibles. Esas corrientes tienen una base objetiva –la explotación cada vez más grande, aunque refinada, que de la clase obrera y otros sectores sociales realiza el capital monopolista–, y adquieren cada vez más profundas raíces. Tiene un gran valor, asimismo, el hecho de que gracias al peso de las corrientes mencionadas y a la fuerza del socialismo, existan en todos los partidos de la socialdemocracia importantes sectores de izquierda, sin excluir al Partido Laborista e incluso al Partido Socialista de Alemania. En esos sectores se apoyarán los comunistas para desarrollar la unidad de acción y las luchas unidas de las masas. Del desarrollo de estas luchas dependerá en medida decisiva el curso ulterior de los acontecimientos y la actitud misma de la socialdemocracia.

Los comunistas recordarán los hechos indiscutibles y comprensibles para las grandes multitudes de que desde la época del Frente Popular, pasando por la guerra de España, la resistencia al nazismo, hasta la elección como Presidente de la República del socialdemócrata Saragat, siempre que comunistas y socialistas han luchado en común o unido sus votos, su lucha unida ha dado resultados positivos. Incluso cuando la unidad de comunistas y socialistas no obtiene una victoria decisiva, como es el caso reciente de Chile, esa unidad fuerza a otras fuerzas políticas a realizar importantes concesiones al pueblo.

Para el movimiento comunista será esencial destacar con espíritu critico constructivo todo lo que puede llevar a la unidad de acción con los socialistas, así como con la corriente católica o cristiana en el movimiento obrero y popular por la base, en la lucha por las reivindicaciones de las masas, contra la política agresiva del imperialismo por la democracia y por la paz.

Junio 1965

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{1} «Le Figaro» de París, 30 de abril de 1965, Crónica de Roma, de Raymond Millet.

{2} Véase «La Política de Rentas del Gobierno Laborista», J.R. Campbell, Revista Internacional (Problemas de la Paz y del Socialismo), nº 5-V-1965, pág. 48.

{3} Roderick Sevilla, «Le Socialiste», 29 de octubre de 1964.

{4} «La Socialdemocracia Germano Occidental y los Comunistas», E. Gluckauf, Revista Internacional (Problemas de la Paz y del Socialismo), nº 4-IV-1964, pág. 26.

{5} Véase «Le Monde», 2 de junio de 1965, París.

{6} Véase «L'Humanité», 4 de junio de 1965, París.

{7} Véase «YA», artículo de Augusto Assía, 23 de marzo de 1965.

{8} Artículo de Burnelle, Secretario General del Partido Comunista Belga, Revista Internacional, núm. 7, 1961.

{9} «Le Socialiste», 29 de abril de 1964. Artículo «El Problema del Partido Socialista Belga. Escisión o cálculo.»

{10} Véase artículo Editorial, de René Andrieu en «L'Humanité», 7-VI-65: «Las razones de una capitulación».

{11} Véase «Le Socialiste» 28 Enero 1965.

{12} «Le Socialiste», 4 Marzo 1965.

{13} Véase «Le Monde», del 6-7 de junio de 1965.

{14} Es un hecho que la Unión de Estudiantes Socialistas rechazó el nuevo programa del Partido Socialista de Alemania; «ha atacado sus principios y sus autores». La respuesta del P.S. de A. a tales ataques ha sido la expulsión de la Unión de Estudiantes Socialistas y la formación de lo que se llama la Unión Socialdemócrata de Estudiantes Universitarios. Pero ¿qué ocurrió a los pocos meses? Que en un Congreso de dichos estudiantes universitarios, celebrado en Marburgo, éstos no sólo abuchearon a los dirigentes socialdemócratas Woler y Wehner, sino que han tomado la defensa del presidente de la Unión de Estudiantes Socialistas expulsada y la pureza socialista de su programa, a la vez que, criticando el oportunismo y electoralismo del P.S. de A. y de su nuevo programa, manifestaron sus deseos de contactos con la R.D.A.

{15} Véase «Le Monde», 25 de mayo de 1965.

{16} Nos referimos a la reunión de la Oficina de contactos de los partidos socialistas del Mercado Común, en la que se acordó: Reforzar las instituciones europeas actuales, que la Integración económica sea completada por una política exterior común y el reforzamiento del Pacto del Atlántico; necesidad de la presencia efectiva en Europa y la ayuda de las fuerzas militares de Estados Unidos para asegurar «la protección contra la potencia militar soviética»; sistema atlántico sólidamente integrado... «Le Monde», París 27-V-65.

{17} «Le Socialiste» Goizalde «Engels a los 70 años».

{18} Artículo citado, Revista Internacional, nº 4-IV-1964, pág. 25.

{19} «L'Humanité», 14-VI-1965.