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En Fontalba, en el Ritz
El homenaje a los hermanos Machado
[…] Fiesta de cordialidad porque, como dijo muy bien José Antonio Primo de Rivera, en un bellísimo discurso, interrumpido innmerables veces con grandes ovaciones, se trataba de un homenaje a dos intelectuales henchidos de emoción humana, receptores y emisiones de la gracia, la alegría y la tristeza populares. Sentado, estilo de intelectuales que contrastó con el intelectual hospitalario y frío, encerrado en su torre de marfil, ajeno, insensible a las vibraciones del verdadero pueblo.
No estaría de más subrayar que el homenaje era a los poetas, sí; pero también a los dramaturgos. Hay que acabar de una vez con esa crítica miope –y tanto o más convencional cuando más libre de prejuicios quiere aparecer–, que cada vez estrenan los Machado sólo deduce el triunfo de los poetas. No. El público que ovaciona a los Machado es público de teatro, y lex rinde el tributo de su admiración porque son los dramaturgos, los constructores dramáticos quienes le emocionan y le encantan. Que son dos grandes poetas, lo sabemos todos hace muchos [años] atrás.
Lo más selecto de ese público les demostró anoche su admiración y su afecto enternecido. Hay escritores a quienes sólo se puede admirar. A otros, como Manuel y Antonio Machado, se les admira y se les ama.
[…]
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