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Habló de la seriedad de estos candidatos, enemigos de los vicios de la vieja política electorera; censuró estos últimos tiempos de política desastrosa, especialmente la burla que supone haber utilizado al obrero como escalón para alcanzar los escaños de diputados y los magníficos autos oficiales; el desastre de la reforma agraria y tantos otros proyectos que han venido a desacreditar a los profesionales de una política que lleva a España a la ruina.
Expone sus teorías sobre el parlamentarismo y los propósitos que le animan. Y al hablar de sus esperanzas para el porvenir de una España grande, el público no le deja terminar el párrafo, interrumpiéndolo con aplausos y vivas a España y a Primo de Rivera.