Filosofía en español 
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Parte segunda Edad media

Libro III

Apéndice [ V ]
 

El Paso Honroso de Suero de Quiñones
(Fragmentos sacados del libro escrito por Pero Rodríguez Delena y abreviado por Fr. Juan de Pineda.)


Petición de Suero de Quiñones al Rey.

«Estando el nuestro muy alto e muy poderoso Rey de Castilla e de León don Juan el II, con la muy ilustre e muy esclarescida, virtuosa e discreta señora doña María su mujer, e con el excelente Príncipe su fijo e heredero don Enrique, e con el magnífico e famoso señor don Álvaro de Luna su criado, Maestre de Santiago e Condestable de Castilla, e con assaz de muchos otros omes ilustres, Prelados e Caballeros de su magnífica corte en la noble villa de Medina del Campo, viernes primero día de enero, del año de mil e quatrocientos e treinta e cuatro, del Nascimiento de nuestro Redentor a la prima hora de la noche poco más o menos: estando en su sala en grandes fiestas e gasajado, el honorable caballero Suero de Quiñones con los otros nueve Caballeros e Gentiles-omes... armados todos en blanco, muy discretamente e con muy humilde reverencia llegó adonde el señor Rey sentado estaba e besándole pies e manos, con un faraute, que descían Avanguarda, le presentó una petición fecha en la siguiente guisa.

»Deseo justo e razonable es, los que en prisiones, o fuera de su libre poder son, desear libertad; e como yo vasallo e natural vuestro sea en prisión de una señora de gran tiempo acá, en señal de la cual todos los jueves traigo a mi cuello este fierro, segund notorio sea en vuestra magnífica corte, e reynos e fuera dellos los farautes, que la semejante prisión con mis armas han llevado. Agora pues, poderoso señor, en nombre del Apóstol Sanctiago yo he concertado mi rescate, el cual es trecientas lanzas rompidas por el asta, con fierros de Milán, de mi e destos caballeros, que aquí son en estos arneses, segund mas complidamente en estos capítulos se contiene rompiendo con cada Caballero o Gentil-ome, que alli verna, tres, contando la que fisciere sangre, por rompida en este año, del qual hoy es el primero día. Conviene saber, quince días antes del Apóstol Sanctiago, abogado e guiador de vuestros súbditos, e quince días después, salvo si antes deste plazo mi rescate fuere complido. Esto será en el derecho camino por donde las mas gentes suelen pasar para la cibdad donde su sancta sepultura está, certificando a todos los Caballeros e Gentiles-omes extranjeros que allí se fallarán, que allí fallarán arneses, e caballos, e armas e lanzas tales, que cualquier caballero ose dar con ellas, sin temor de las quebrar con pequeño golpe. E notorio sea a todas las señoras de honor, que cualquiera que fuere por aquel lugar do yo seré, que sin non llevare Caballero o Gentil-ome, que faga armas por ella, que perderá el guante de la mano derecha. Mas lo dicho se entienda salvando dos cosas: que vuestra Majestad Real non ha de entrar en estas pruebas, ni el muy magnifico señor Condestable don Álvaro de Luna.

»La cual petición ansi leída por el nombrado Avanguarda, el rey entró en consejo con sus altos omes, e fallando, que la debía conceder e otorgar, la concedió e otorgó, como en ella se contiene; para que así el virtuoso Suero de Quiñones se pudiesse deliberar de su prisión. Luego el faraute Avanguarda, hizo una grida dentro en la sala dó el rey estaba, disciendo en alta voz las palabras siguientes. «Sepan todos los Caballeros e Gentiles-omes del muy alto Rey nuestro Señor, como él da licencia a este Caballero para esta empresa, guardadas las condiciones, que nin el Rey y nuestro señor, nin su condestable entre en ella.» Dada la grida luego el honrado Suero de Quiñones se llegó a un Caballero de los que danzaban en la sala, pidiéndole el almete le quitase: e luego subió por las gradas del Estrado donde el Rey e Reyna e el Príncipe sentados estaban, e dijo lo siguiente: «Muy poderoso señor, yo tengo ea mucha merced a vuestra gran alta señoría, otorgarme esta licencia, que yo dispuesto fuí a vos demandar; pues tanto necesaria a mi honor era: e yo espero en el Señor Dios, que yo lo serviré a Vuestra Real Majestad, segund que han servido aquellos donde yo vengo los a poderosos Príncipes de que vuestra esclarescida Majestad desciende.» Luego fizo su reverencia al Rey, e Reina e Príncipe, e se volvió con sus compañeros honorables a se desarmar; e desarmados vistieron sus ropas segund que convenía e tornaron a la sala a danzar. E Suero de Quiñones (como se acabaron las danzas) fizo leer los capítulos desta empresa por el siguiente tenor.

«En el nombre de Dios e de la bienaventurada Virgen nuestra Señora e del Apóstol Sanctiago, yo Suero de Quiñones, Caballero e natural vasallo del muy alto Rey de Castilla, e de la casa del magnífico señor su Condestable notifico e fago saber las condiciones de una mi empresa, la qual yo notifiqué día primero del año ante el muy poderoso Rey ya nombrado: las cuales son las que por su orden parecen en los capítulos de yuso escriptos.

I.

El primero es, que a todos los Caballeros e Gentiles-omes, a cuya noticia verná el presente fecho en armas, les sea manifiesto que yo seré con nueve caballeros que conmigo serán en la deliberación de la dicha mi prisión, e empresa en el Passo cerca de la puente de Órbigo, arredrado algún tanto del camino, quince días antes de la fiesta de Sanctiago, fasta quince días después, si antes deste tiempo mi rescate non fuere complido. El qual es trecientas lanzas rompidas por el asta con fierros fuertes en arneses de guerra, sin escudo, ni tarja, nin mas de una dobladura sobre cada pieza.

II.

El segundo es, que allí fallarán todos los caballeros extranjeros, arneses, caballos e lanzas sin ninguna ventaja nin mejoría de mi, nin de los Caballeros, que comigo serán. E quien sus armas quisiere traer, podralo fascer.

III.

El tercero es, que correrán con cada uno de los Caballeros o Gentiles-omes que ay vinieren tres lanzas rompidas por el asta; contando por rompida la que derribare caballero; o fisciere sangre.

IV.

El quarto es, que qualquiera Señora de honor, que por alli passare o a media legua dende, que si non llevare Caballero, que por ella faga las armas ya devisadas pierda el guante de la mano derecha.

V.

El quinto es, que si dos Caballeros o mas vinieren, por salvar el guante de alguna Señora, será rescebido el primero.

VI.

El sexto es, que porque algunos non aman verdaderamente, e querrían salvar el guante demás de una Señora; que non lo puedan fascer, después que se ovieren rompido con él las tres lanzas.

VII.

El séptimo es, que por mi serán nombradas tres Señoras deste Reyno a los farautes, que allí comigo serán para dar fé de lo que passare: e asseguro, que non será nombrada la Señora, cuyo yo soy, salvo por sus grandes virtudes: e al primero Caballero que viniere a salvar por armas el guante de cualquier dellas contra mí le daré un diamante.

VIII.

El octavo es, que porque tantos podrían pedir las armas de uno de nos, o de dos que guardamos el Passo, que sus personas non bastarían a tanto trabajo, o que si bastassen non quedaría lugar a los otros compañeros, para fascer armas; sepan todos que ninguno ha de pedir a ninguno, nin ha de saber con quien justa, fasta las armas complidas; mas al tanto estarán ciertos que se fallarán con Caballero o Gentil-ome de todas armas sin reproche.

IX.

El nono es, que si alguno (non empeciente lo dicho) después de las tres lanzas rompidas quisiere requerir a algunos de los del Passo señaladamente, envielo a descir, que si el tiempo lo sufriere, romperá con él otra lanza.

X.

El deceno es, que si algún Caballero o Gentil-ome de los que a justar vinieren, quisiere quitar alguna pieza del arnés de las que por mí son nombradas, para correr las dichas lanzas, o alguna dellas, enviénmelo a descir, e serle ha respondido de gracia, si la razón e el tiempo lo sufriere.

XI.

El onceno es, que con ningún Caballero, que ay viniere serán fechas armas, si primero non disce quien es, e de donde.

XII.

El doceno es, que si algún Caballero, fasciendo las dichas armas, incurriere en algún daño de su persona o salud (como suele acontecer en los juegos de armas) yo le daré allí recabdo para ser curado, también como para mí persona, por todo el tiempo necessario o por mas.

XIII.

El treceno es, que si alguno de los Caballeros, que comigos se probaren o con mis compañeros, nos ficieren ventaja, yo les asseguro a fé de Caballero, que nunca les será demandado por nosotros, nin por nuestros parientes o amigos.

XIV.

El catorceno es, que cualquiera Caballero o Gentil-ome, que fuere camino derecho de la sancta romería, non acostándose al dicho lugar del Passo por mi defendido, se podrá ir sin contraste alguno de mi nin de mis compañeros, a cumplir su viaje.

XV.

El quinceno es, que cualquiera caballero que, dexado el camino derecho, viniere al Passo defendido e por mi guardado, non se podrá de ay partir sin fascer las armas dichas, o dejar una arma de las que llevare, o la espuela derecha, so fe de jamás traer aquella arma o espuela fasta que se vea en fecho de armas tan peligroso, o más que este, en que la dexa.

XVI.

El sexto décimo es, que si qualquier Caballero o Gentil-ome de los que comigo estarán, matare caballo a qualquiera que allí viniere a fascer armas, que yo se le pagaré: e si ellos mataren caballo a qualquiera de nos, bástales la fealdad del encuentro por paga.

XVII.

El decisieteno es, que si cualquier Caballero o Gentil-ome de los que armas fiscieren, encontrare a caballo, si el que corriere con él le encontrare poco o mucho en el arnés, que se cuente la lanza deste por rompida, por la fealdad del encuentro del que al caballo encontrare.

XVIII.

El deciocheno es, que si algún Caballero o Gentil-ome de los que a facer armas vinieren, después de la una lanza o las dos rompidas, por su voluntad, non quisiere fascer mas armas, que pierda la arma o la espuela derecha, como si non quisiesse fascer ninguna.

XIX.

El décimo nono es, que allí se darán lanzas e fierros sin ventaja a todos los del reyno, que llevaren armas, e caballo para fascer las dichas armas: e non las podrán fascer con las suyas, en caso que las lleven, por quitar la ventaja.

XX.

El veinteno es, que si algún Caballero en la prueba fuere ferido en la primera lanza, o en la segunda, tal non pueda armas fascer por aquel día, que después non seamos tenudos a fascer armas con él, aunque las demande otro día.

XXI.

El veinte e uno es, que porque ningún Caballero o Gentil-ome dexe de venir a la prueva del Passo con recato de que non se le guardará justicia conforme a su valor, allí estarán presentes dos Caballeros antiguos, e probados en armas e dignos de fe, e dos farautes, que farán a los caballeros que a la prueba vernan, que juramento Apostólico e homenage les fagan de estar a todo lo que ellos les mandaren acerca de las dichas armas. E los sobredichos dos Caballeros Jueces e farautes igual juramento les farán de los guardar de engaño, e que juzgarán verdad, segund razon e derecho de armas. E si alguna dubda de nuevo (allende lo que yo en estos mis capítulos escribo) acaesciere, quede a discreción de aquellos juzgar sobre ello; porque non sea escondido el bien, o ventaja que en las armas alguno ficiere. E los farautes, que allí estarán, darán signado a cualquiera que lo demandare, lo que con verdad cerca dello fallaren aver sido fecho.

XXII.

El veintidoseno capítulo de mi deliberación es, que sea notorio a todos los Señores del Mundo, e a los Caballeros e Gentilesomes, que los capítulos susodichos oirán, que si la Señora cuyo yo soy, passare por aquel lugar, que podrá ir segura su mano derecha de perder el guante; e que ningún Gentil-ome fará por ella armas, si non yo; pues que en el Mundo non ha quien tan verdaderamente las pueda fascer como yo.

»Leidos en la Real sala estos capítulos, el noble Caballero Suero de Quiñones por mas su fecho aclarar e certificar, dio una letra suya a León, Rey de armas del poderoso señor Rey de Castilla: cuyo tenor era como se sigue: «León, Rey de armas, vos direis a todos los Reyes, Duques, Príncipes e Señores, a cuyas señorías vos llegaredes, que como yo haya seido en prisión de una Señora de mucho tiempo acá, e como yo haya concertado mi rescate en trecientas lanzas rompidas por el asta, e como sin ayuda de Caballeros, que comigo e con mis ayudadores justen non pueda llegar a efecto mi rescate, vos les ofreceis mis ruegos, pidiéndoles por gentileza e por amor de sus Señoras, les plega venir en mi socorro. E a los dichos Reyes, Duques, e Principes e Señores con la reverencia a sus personas debida, suplicareis, que a contemplación mia plega a sus Señoras dar graciosas e otorgar licencia a sus Caballeros e Gentiles-omes, para venir a la dicha mi deliberacion. E porque los Reyes, Duques e Príncipes, que en amistad son con el muy alto Rey de Castilla mi Señor, non hayan a enojo la dicha mi empresa ser traída en sus Reynos; vos faredes ciertas a sus Señorías, como el Rey mi Señor, viendo el dicho rescate mío non poder ser complido de ligero sin compañía de muchos Caballeros e Gentiles-omes, a mi contemplación dio licencia a todos sus naturales, entre los cuales muchos son a mí muy cercanos en debdo. E si allende desto fueredes preguntado por algunos Señores Caballeros e Gentiles-omes, assi cerca de mi empresa, como de la persona, vos, Rey de armas, los podréis fascer ciertos de mi licencia e de todas las demás cosas, que yo en mis capítulos mando publicar, las cuales por evitar enojo de prolijidad, aquí non escribo.»


La liza.

»La qual letra rescibida por el Rey de armas León de la mano del virtuoso Caballero Suero de Quiñones firmada de su nombre e sellada con sus armas, e rescebido lo necessario para las expensas de tan largas jornadas, prometió de la llevar por las Cortes de los Reyes, e fascerla leer públicamente, segund que para llegar a efecto fuese mas complidero. Prometió también, que con otros farautes, que para ello escojido avia, faria la mesma publicación por otras partes. E avia dende el dia en que la licencia se otorgó seis meses fasta el tiempo de la guarda del Passo e algo más: en el cual tiempo se fizo la divulgación por toda la christiandad, que andar se podía. E también el dicho Suero de Quiñones se dio por este tiempo a buscar armas e caballos, e las demás cosas necesarias para tan importante empresa. En quanto él estuvo tratando desto en la villa de Valladolid, envió a cortar mucha madera, para fascer cadahalsos, liza e sala: e los maestros fueron a la cortar a los montes de los Concejos de Luna e de Ordas e Valdellamas, lugares del señorío del famoso e generoso Caballero Diego Fernández de Quiñones, padre del dicho Suero de Quiñones, que son a cinco leguas lo más cercano de la puente de Órbigo. E anduvieron muchos maestros e trabajadores en la dicha lavor con trecientos carros de bueyes, segund la cuenta de Pero Vivas de Laguna, Escribano señalado para lo rescebir en el lugar del Passo. Junto al camino Francés estaba una grandiosa floresta, por medio de la cual armaron los maestros una gran liza de madera que tenía ciento e quarenta e seis passos en largo, e en altura fasta una lanza de armas; e por medio de la liza estaba fecho un rincle de maderos fincados en tierra de un estado en alto, e por encima de ellos otro rincle de maderos a manera de verjas, como se facen los corredores, e estaba a lo luengo de la tela, por donde iban los caballeros. En derredor de la liza fiscieron siete cadahalsos: e el uno estaba en el un cabo cerca de la puerta de la liza, por donde entraba Suero de Quiñones e sus compañeros, para que dende él mirassen las justas, quando ellos non justaban. Adelante estaban otros dos cadahalsos uno enfrente de otro, e la liza en medio dende los quales mirassen los caballeros extranjeros, que viniessen a fascer armas, assi antes de las fascer, como después de fechas. Otros dos cadahalsos estaban en medio de la liza uno en frente de otro: e el uno era para los Jueces, e para el Rey de armas, e farautes, e trompetas e Escribanos; y el otro para los generosos, famosos, honrados Caballeros, que viniesen a honrar el Passo. Los otros dos cadahalsos estaban mas adelante para otras gentes y para los trompetas e oficiales de los Caballeros e Gentilesomes que al Passo viniesen. A cada punta de la liza avia una puerta; e por la una entraban los defensores del Passo; e allí estaban las armas o escudo de los Quiñones, puesto en su vandera levantada en alto; e por la otra entraban los aventureros que venían a se probar de armas: e también allí estaba enarvolada otra vandera con las armas de Suero de Quiñones.

»Allende lo dicho se fizo un faraute de mármol, obra de Nicolao Francés, maestre de las obras de Sancta María de Regla de León: e le assentaron sobre un mármol bien aderezado de vestidos e de sombrero, puesta la mano siniestra en el costado, e tendida la mano derecha facia do iba el camino Francés: en la qual estaban unas letras que descian: Por ay van al Passo. Fue puesto este faraute de piedra allende la puente, que dicen de Sanct Marcos de la cibdad de León, en el camino Francés, arredrado quanto sesenta pasos de la puente: e fue acabado de poner allí con assaz de costa sábado a diez de julio; que fue el primero día de las justas. En el mesmo sábado fueron armadas veinte e dos tiendas en aquel campo junto al Passo: de las cuales las dos eran grandes e estaban plantadas cabe la puerta de la liza por donde entraban los aventureros; porque se armassen en ellas: e en las demás posassen así los aventureros, como los mantenedores e los demás que a ver las justas viniessen: con todos los oficiales necessarios, como Reyes de armas, farautes, trompetas e otros menestriles, escribanos, armeros, ferreros, cirujanos, médicos, carpinteros, e lanceros que enastassen las lanzas, sastres e bordadores e otros de otras facciones. Otrosi, en medio de las tiendas, fiscieron una sala de madera bien ordenada, fecha de verjas de treinta passos en largo e diez de ancho, toda colgada de ricos paños Franceses, e en ella pusieron dos mesas: la una para Suero de Quiñones e para los caballeros que venían a justar: e la otra para los demás principales caballeros, que concurrieran a honrar e ver las justas: e en la frontera de la sala estaba un grande e rico aparador: e cabe la sala corría uno de los ríos que la floresta cercaban. Muchos grandes señores concurrieron a estas fiestas por las honrar, e a todos aposentó Suero de Quiñones honradamente en algunos lugares cercanos al Passo, que eran de su padre. E sin los nobles fue mucha la gente comun, que concurrió, a gozar de tan señaladas caballerías.

»En el mesmo sábado sobredicho quince días antes de Sanctiago, notificaron el rey de armas Portugal e el faraute Monreal al virtuoso Suero de Quiñones a la puerta de la liza, estando presentes Pero Barba e Gómez Arias de Quiñones, Jueces diputados, como en el lugar de la puente de Orbigo, estaban tres Caballeros que venían a las pruebas del Passo Honroso... Suero de Quiñones folgó mucho con la venida de aquellos Caballeros, e mas oyendo que parescían de grand fecho de armas: e les envió sus ruegos con el faraute e Rey de armas, de que se viniessen a possar a sus tiendas, e ellos lo fiscieron; a los quales él recibió muy de respeto a la puerta de la liza delante de los dos Jueces sobredichos. Ellos le notificaron como en virtud de sus carteles enviados por toda la christiandad se venían a probar con él, e que pues aquel era el primero día de los señalados para las justas, que comenzassen luego, antes que otros viniessen... luego los Jueces Pero Barba e Gómez Arias requirieron al faraute e al Rey de armas, que conforme a las condiciones publicadas acerca de la guarda del Passo Honroso, quitassen las espuelas derechas a los tres Caballeros, porque avían passado cincuenta passos dentro de la liza; fasta que oviessen de comenzar las justas, quando se las avían de restituir a todos. Las espuelas les fueron quitadas e colgadas con acto solemne sobre un paño Francés, que estaba en el cadahalso de los Jueces; e los tres Caballeros ficieron homenaje a los jueces de estar allí fasta probar él aventura, si les guardassen las condiciones de los carteles.


Entrada en el campo.

»Otro día domingo a once de julio al amanescer, comenzaron a resonar las trompetas e otros menestriles altos, a mover e azorar los corazones de los guerreros, para las armas jugar. E Suero de Quiñones e sus nueve compañeros se levantaron, e juntos oyeron Missa en la Iglesia de Sanct Juan en el hospital, que allí está de la orden de Sanct Juan; e tornados a su alvergue salieron poco después, para rescibir su campo e liza en la manera siguiente. Suero de Quiñones salió en un caballo fuerte con paramentos azules bordados e la divisa de fierro de su famosa empresa: e encima de cada devisa estaban bordadas unas letras que descian: Il faut delibérer. E él llevaba vestido un falsopeto de azeituni vellud vellotado verde brocado, con una uza de brocado azeituni vellud vellotado azul. Sus calzas eran de grana Italianas, e una caperuza alta de grana, con espuelas de rodete Italianas ricas doradas: en la mano una espada de armas desnuda dorada: llevaba en el brazo derecho cerca de los morcillos, su empresa de oro ricamente obrada tan ancha como dos dedos; con letras azules alrededor, que decían:

Si a vous ne plait de avoyr mesure
Certes ie dis
Que ie suis
Sans venture.

»E tenía también de oro unos botoncillos redondos al derredor de la mesma empresa. Llevaba también sus arneses de piernas e brazales con muy fermosa continencia. Empos del qual iban tres pajes en muy fermosos caballos, sus falsopetos e galatos azules trepados de la famosa devisa, todos vestidos a la manera de suso aclarada. El primero page llevaba los paramentos del caballo de damasco colorado con cortapisa de martas cebellinas e todos bordados de muy gruesos rollos de argenterías a manera de chapertas de zelada: e llevaba puesto en la cabeza un almete, encima del qual iba figurado un árbol grande dorado con fojas verdes e manzanas doradas: i del pie del salia revuelta una sierpe verde a semejanza del árbol, en que pintan aver pecado de Adan, e enmedio del árbol iba una espada desnuda con letras que decían: Le vray ami: e este page llevaba su lanza en la mano. El segundo page llevaba vestido de falsopelo e calzas de grana por la manera que el primero, su lanza en la mano e los paramentos de azeituni vellud vellotado brocado azul. El tercero page iba vestido de la mesma manera que los dos dichos, e los paramentos do su caballo de carmesí vellotado, con trepas e otras galanterías ricas que le fermoseaban mucho.

»Delante de Suero de Quiñones iban sus nueve compañeros de su empresa; uno en pos de otro a caballo vestidos de sus falsopetos e calzas de grana, e sus uzas azules bordadas de las fermosas devisas e fierro de su capitán Suero, con sus arneses de piernas e brazales graciosamente parescientes. Los paramentos de sus caballos eran azules bordados de la mesma devisa, e encima de cada devisa letras bordadas que descian: Il faut delibèrer: Delante destos nueve caballeros llevaban dos grandes e fermosos caballos que tiraban un carro lleno de lanzas con sus fuertes fierros de Milán: las quales eran de tres maneras, unas muy gruesas e otras medianas e otras delgadas, empero suficientes para mediano golpe. Encima de las lanzas iban unos paramentos azules e verdes bordados de adelfas con sus flores, e en cada árbol una figura de papagayo, e encima de todo un enano que guiaba el carro. Delante todo esto iban las trompetas del rey e los de los caballeros, con atabales e axabebas moriscas traídas por el juez Pero Barba. E cerca del capitán iban muchos caballeros a pie, algunos de los cuales le llevaban su caballo de rienda por honra e por auctoridad: e estos eran don Enrique hermano del almirante, e don Juan de Pimentel, fijo del conde de Benavente, e don Pedro de Acuña, fijo del conde de Valencia, e don Enrique su hermano, e otros generosos caballeros. Con tal orden entró Suero de Quiñones en la liza, e dióla dos vueltas e a la segunda vuelta fizo su parada con sus nueve compañeros delante del cadahalso de los dos jueces e allí los requerió; que sin respeto a amistanza o enemistanza juzgasen de lo que allí passase; igualando las armas entre todos, e dando a cada uno la honra e prez que mereciesse por su valentía e destreza: e que diessen favor a los extranjeros, si por dar alguna ferida a alguno de los defendedores del Honrado Passo, fuessen acometidos de otros, fuera el que con él justasse. E los dos jueces lo aceptaron, e aun añadieron algunas cosas a los capítulos, que el mesmo Suero tenía publicados. Tras esto se levantó don Juan Pimentel, fijo mayor de don Rodrigo Alfonso de Pimentel, conde de Benavente y de Mayorga, e rogó a Suero de Quiñones que si algo le sucediesse por do non pudiesse concluir con su empresa, le substituyesse dende luego a él para la concluir con los otros nueve mantenedores, pues era muy su pariente e amigo. Luego salió don Enrique, hermano del almirante don Fadrique, disciendo debérsele a él la tal substitucion, por se la tener prometida donde antes de aquel día. E en contra de ambos salió don Pedro de Acuña, fijo del conde de Valencia, diciendo tenérsela prometida a él primero que a ninguno, e que le rogaba se le compliese. A estas respuestas satisfizo Suero de Quiñones disciendo, que si por alguna desgracia él faltasse de cumplir con su demanda, entrase en su lugar don Enrique; e que si este también faltasse, don Juan de Benavente lo sucediesse; e que si nin aun este lo llegase al cabo, don Pedro de Acuña fuese tercero substituto: e rogó a los jueces lo aprobassen. Don Juan, como bien comedido pariente dijo, que don Pedro de Acuña era su tío, e que él le traspassaba el su lugar segundo como a pariente mayor, e él se quería quedar para el tercero. Sin responder los jueces partieron todos de la liza para sus possadas con varios estruendos de muchas músicas que alegraban las gentes; e así se fueron a comer, e passaron aquella tarde en algunas conferencias.


Primer día de combate.

»Como al lunes siguiente quiso amanescer, las músicas comenzaron su alvorada, moviendo los humores de los peleadores para les poner mayor brío e esfuerzo en sus corazones. E los dos jueces subieron a su cadahalso, e con ellos el rey de armas, e el faraute, e Vanda e Sintra Persevantes; e también los trompetas e los escribanos, para dar testimonio de lo que los justadores fisciessen. Muy contentos los nueve mantenedores se fueron a la gran tienda, donde Suero de Quiñones tenía su capilla e altar con preciosas reliquias e ricos ornamentos. El cual con ellos, e con el Almirante don Fadrique e otros principales caballeros oyeron missa de algunos religiosos de la orden de los Predicadores, que allí tenía Suero de Quiñones e les decían cada día tres missas, una al amanescer, e otra a hora de prima e la tercera a hora de tercia. Salidos desta tienda se fueron a otra donde sus armas tenían, para se armar: e Suero mandó venir los jueces allí, para que viessen de qué armas se vestía. E vistas estas, los envió a la tienda en que se armaba el caballero Alemán (al cual llamamos Micer Arnaldo de la Floresta bermeja), e llegados allí, les fue dicho, que se sentía mal de una mano: mas él, teniendo en poco aquel inconveniente, dixo, que antes querría a la muerte, que dexar de fascer aquellas armas: e mostró sus armas e caballo, que se aprobaron por los jueces, sin embargo que el caballo era mejor que el de Suero. Los jueces proveyeron de gente de armas, que assegurasse igualmente el campo a todos: e fueron treinta buenos escuderos con assaz de ballesteros e de piqueros: cuyos capitanes fueron Fernán Diego González de Aller e Pero Sánchez de la Carrera. Los jueces subidos a su cadahalso mandaron poner a par de sí pieza de lanzas mayores, medianas e menores con fuertes fierros de que cada uno podiesse escoger la que más le atalantasse. Los dichos jueces mandaron, (e mucho contra voluntad de Suero de Quiñones) que las lanzas se corriessen, arrancando los caballos con ellas puestas en ristre, e non sobre el musso: en lo qual consintió fácilmente Micer Arnaldo Alemán.

Suero de Quiñones vino a la liza muy acompañado e con mucha música, e poco después entró el Alemán acompañado de los dos hermanos Fablas Valencianos e de otros caballeros que les quisieron honrar, e con buena música. E al punto los dos jueces mandaron al rey de armas e al faraute dar una grida o pregón, que ninguno fuesse osado, por cosa que sucediesse a ningún caballero, dar voces o aviso, o menear mano nin fascer seña, so pena de que por hablar le cortarían la lengua, e por fascer seña le cortarían la mano. Pregonóse más, que todos los justadores fuesen seguros; que por ninguna ferida que diesen, nin muerte que fisciessen a sus contrarios procediendo conforme a las condiciones de la justa, les seria fecho agravio nin fuerza, nin jamás les sería puesto en demanda: de lo qual se ofreció fiador don Fadrique, Almirante de Castilla, que presente estaba; e assi también otros muchos caballeros. Mandaron también los jueces, que con ningún justador entrasen en la liza más de dos criados, el uno a caballo e el otro a pie, para le servir de lo que le fuesse menester: e al caballero Alemán le tornaron la espuela, que le habían quitado el sábado antes. Aquí mandaron los jueces sonar toda la música con grandes estruendos, e en tono rasgado de romper en batalla: e mandaron luego al rey de armas e al faraute dar otra grida o viva la gala, en esta manera: Legeres allér, legeres allér, e fair son deber. Los Caballeros arrancaron al punto sus lanzas en los ristres, e Suero encontró al Alemán en el arandela, e salió della, e tocóle en el guardabrazo derecho, e desguarnecióselo, e rompió su lanza en él por medio. El Alemán le encontró a él en el guardabrazo izquierdo, e desguarnecióselo, e llevóle un pedazo del borde sin romper la lanza. E tomó el Alemán un común revés, assi por el encuentro que dio, como por el que rescibio, segund vista de los jueces, e del rey de armas e del faraute. Tenía Suero de Quiñones entonces veinte e cinco años de edad; como el Alemán veinte e siete. En la segunda carrera encontró Suero al Alemán en el cabo del piastron, e non le falsó e salióle la lanza por só del sobaco, con que todos pensaron quedar ferido: por quanto el Alemán dixo, en rescibiendo el escuentro, olas, e desguarneció el guardabrazo derecho sin romper lanza. El Alemán le encontró en la bavera del almete, rompiendo allí su lanza dos palmos del fierro: e ambos a dos pasaron con muy buen continente sin muestra de revés. A la carrera tercera encontró Suero al Alemán en la guarda de la manopla izquierda e falsogela, e apuntóle el fierro con la copa della, e desguarneciósela sin romper lanza, e sin revés en alguno dellos, e el Alemán faltó del encuentro. En la cuarta carrera encontró Suero al Alemán en el guardabrazo izquierdo, e non prendió nin rompió lanza, e el Alemán non encontró. En la quinta carrera faltaron ambos de se encontrar, mas en la sexta Suero encontró al Alemán en la mitad de la falda del guardabrazo izquierdo en derecho del corazón: e entró el fierro de la lanza en el guardabrazo e colóle fasta la mitad, mas non le falsó del todo, e rompió su lanza por medio, e el Alemán non encontró. Luego subieron al cadahalso donde los jueces dieron sus justas por cumplidas; pues avían rompido tres lanzas entre ambos, e les mandaron salir de la liza, e Suero convidó a cenar al Alemán. E ambos fueron llevados muy acompañados e con mucha música a sus possadas, e Suero se desarmó en público.»

Sigue la descripción minuciosa de todos los combates diarios que tuvieron lugar hasta el día nueve de agosto, y que se diferencian poco del que dejamos copiado.


Sentencia de los jueces.

«Este fue el remate de las armas que se ficieron en la defensa del afamado Passo Honroso, a que se ofresció el muy ardid e generoso caballero Suero de Quiñones. E este fue el último de los treinta días, que él con grandes costas, e con grandes trabajos e peligros suyos e de sus nueve compañeros e con muy mayores honras allí conqueridas mantuvo. Porque aquellos días comenzaron a diez de julio, y se concluyeron en lunes, vigilia de Sanct Lorenzo a nueve de agosto. Lo qual assi entendido de los del Honroso Passo, mandaron tocar por alegría todos los menestriles que allí se fallaron: e encendiéronse muchas luminarias, e antorchas, que alumbraban el campo e liza, para más solemnizar el alegría de haber conseguido el fin deseado en tan honrosa empresa. Luego los jueces Pero Barba e Gómez Arias de Quiñones con el rey de armas e faraute requirieron las espuelas, que en el paño Francés remanescieron de los caballeros presentados, que non pudieron fascer armas por falta de tiempo; e fallaron tres, la una de García de la Vega, e otra de Juan Arnalte, e otra de Alfon de Luna, e este era de la compañía de don Juan de la Vega, como Arnalte e García de la Vega de la compañía de don Juan de Portugal. Estos Gentiles-omes fueron llamados al cadahalso de los jueces, e allí los jueces les dieron las gracias del buen zelo de su honra, con que se habían ofrescido al peligro de las armas: e dieron por sentencia que por non aver fecho armas non habían menoscabado en su honor; pues non quedó por ellos, sinon por falta de tiempo: e ellos les rindieron gracias por sus buenas razones e cobraron sus espuelas.

»Luego llegó al cadahalso de los jueces el valeroso capitán e guarda principal del Passo Honroso Suero de Quiñones con sus ocho compañeros que le ayudaron en aquella empresa... e non fue con ellos el llamado López de Aller, por estar mal ferido en la cama. Todos entraron a caballo en el campo con la gran orden e solemnidad con que el día primero entraron, yendo sonando delante de ellos todos los linajes de menestriles altos que se fallaron en el Passo, que regocijaban la gran gente que allí se falló. Los caballeros calaron la liza muy en orden e apuestos de puerta a puerta, e tornando por la otra parte de la tela dentro de la liza, facia la puerta, por donde entraron (que es lo que se llama pasear el campo, los que de los desafíos salen victoriosos). En como emparejaron con el cadahalso de los jueces e Rey de armas, e farautes en presencia de la mucha gente que allí estaba Suero de Quiñones fabló así. «Señores de gran honor, ya es notorio a vosotros, como yo fui presentado aquí hoy ha treinta días con los caballeros Gentiles-omes que presentes son: e mi venida es, para complir lo restante de mi prisión, que fue fecha por una muy virtuosa señora de quien yo era fasta aquí: en señal de la qual prisión yo he traido este fierro al cuello todos los jueves continuamente. E porque la razón porque me concerte, fue (como sabedes) de trecientas lanzas rompidas por el asta, o estar en guarda de este Passo treinta días continuos, esperando Caballeros e Gentiles-omes que me librasen de tal rescate, quebrando las dichas lanzas comigo, e con los Caballeros Gentiles-omes con quien emprendí esta empresa, e porque yo, Señores, pienso aver complido todos lo que debía segund el tenor de mis capítulos, yo pido a vuestra virtud me querades mandar quitar este fierro en testimonio de libertad; pues mi rescate ya es complido. E si yo en algo he fallescido, que lo notifiqueis porque yo luego de presente pueda de mi dar razon: o si algo o me queda que fascer deba, que yo lo compla e satisfaga, para lo qual me fallo dispuesto e aparejado. E porque assimesmo, Señoyres en el día primero que rescibi este campo, propuse que todos los Caballeros e Gentiles-omes que han seido en esta empresa y comigo, puedan traer por devisa este fierro, que fasta agora era prisión mía, con condición, que cada e quando que por mi les fuesse mandado expresamente que la dexasen, fuessen tenidos a la mas non poder traer: empero honrossos Señores, la tal condición non fue nin es mi voluntad, que se entienda de mi primo Lope de Estuñiga, nin de Diego Bazán que presentes están: antes digo que la puedan traer como e quando su voluntad fuere, sin que a mí me quede poder de se lo contrariar en ningún tiempo.» Los Jueces respondieron brevemente disciendo. «Virtuoso Caballero e Señor; como hayamos oído vuestra proposición e arenga, e nos parezca justa, descimos, segund que de la justicia refoir non podemos, que damos vuestras armas por complidas e vuestro rescate por bien pagado. E notificamos assi a vos, como a los demás presentes, que de todas las trecientas lanzas en vuestra razón limitadas quedan bien pocas por romper: e que aun esas non quedaran, si non fuera por aquellos dias en que non fecistes armas por falta de caballeros conquistadores. E acerca de vos mandar quitar el fierro, descimos e mandamos luego al rey de armas y al faraute que vos le quiten; porque nosotros vos damos de aqui por libre de vuestra empresa e rescate.» Luego el Rey de armas e el faraute baxaron del cadahalso, e delante de los Escribanos con toda solemnidad le quitaron el argolla de su cuello compliendo el mandamiento de los Jueces.»


Defensores o mantenedores.

1 Suero de Quiñones.

2 Lope de Estúñiga.

3 Diego de Bazán.

4 Pedro de Nava.

5 Álvaro o Suero, hijo de Alvar Gómez.

6 Sancho de Ravanal.

7 Lope de Aller.

8 Diego de Benavides.

9 Pedro de los Ríos.

10 Gómez de Villacorta.


Conquistadores o aventureros.

1 Micer Arnaldo de la Floresta Bermejo, Alemán, corrió 6 carreras, e quebró 2 lanzas.

2 Mosen Juan Fabla, Valenciano, corrió 19, quebró 3.

3 Mosen Pero Fabla, Valenciano, corrió 5, rompió 3.

4 Rodrigo de Zayas, Aragonés. Corrió 23, rompió 8.

5 Antón de Funes, Aragonés, corrió 15, rompió 3.

6 Sancho Zapata, Aragonés, corrió 19, rompió 3.

7 Fernando de Liñan, Aragonés, corrió 14, rompió 1.

8 Francisco Muñoz, Aragonés, corrió 16, rompió 2.

9 Mosen Gonzalo de Leori, Aragonés, corrió 18, rompió 4.

10 Juan de Estamari, Aragonés, corrió 8, rompió 3.

11 Jofre Jardin, Aragonés, corrió 3, rompió 3.

12 Francisco de Faces, Aragonés, corrió 27, rompió 3.

13 Mosen Per Davio, Aragonés, corrió 23, rompió 2.

14 Mosen Francés Davio, Aragonés, corrió 23, rompió 3.

15 Vasco de Barrionuevo, corrió 7, rompió 3.

16 Juan de Soto, corrió 24, rompió 3.

17 Diego de Mancilla, corrió 1, rompió 1.

18 Rodrigo de Olloa, corrió 7, rompió 3.

19 Juan Freyre de Andrada, corrió 3, rompió 3.

20 Lope de Mendoza, corrió 6, rompió 3.

21 Juan de Camoz, Catalán, corrió 9, rompió 3.

22 Mosen Bernal de Requesenes, Catalán, corrió 8, rompió 3.

23 Pedro de Vesga, corrió 21, rompió 3.

24 Juan de Villalobos; corrió 8, rompió 3.

25 Gonzalo de Castañeda, corrió 5, rompió 2.

26 Alonso Quijada, corrió 12, rompió 3.

27 Bueso de Solís, corrió 11, rompió 3.

28 Juan de Castellanos, corrió 5, rompió 3.

29 Gutierre Quijada, corrió 4, rompió 3.

30 Rodrigo de Quijada, corrió 2, rompió 2.

31 García Osorio, corrió 8, rompió 3.

32 Diego Zapata, corrió 20, rompió 3.

33 Alfonso de Cavedo, corrió 19, rompió 3.

34 Arnao de Novalles, Aragonés, corrió 20, rompió 3.

35 Ordoño de Valencia, corrió 10.

36 Rodrigo de Xuara, corrió 17, rompió 2.

37 Juan de Merlo, corrió 3, rompió 2.

38 Alfonso Deza, corrió 13, rompió 6.

39 Galaor Mosquera, corrió 4, rompió 3.

40 Pero Vazquez de Castilblanco, corrió 22, rompió 3.

41 Lope de la Torre, corrió 6, rompió 4.

42 Martín de Almeyda, corrió 14, rompió 3.

43 Gonzalo de León, corrió 18, rompió 2.

44 Juan de Soto, corrió 14, rompió 3.

45 Juan Vázquez de Olivera, corrió 19, rompió 3.

46 Pedro de Linares, corrió 16, rompió 1.

47 Anton Deza, corrió 5, rompió 3.

48 Juan de Carvallo, corrió 20, rompió 2.

49 Pedro Carnero, corrió 8, rompió 3.

50 Pedro de Torrecilla, corrió 4.

51 Diego de San Román, corrió 9, rompió 2.

52 Pedro de Negrete, corrió 5, rompió 3.

53 Álvaro Cuvel, corrió 5, rompió 3.

54 Pedro de Silva, corrió 12, rompió 3.

55 Juan de Quintanilla, corrió 4, rompió 3.

56 Gonzalo de Barros, corrió 4, rompió 2.

57 Martín de Guzmán, corrió 15, rompió 3.

58 Mosen Riembao de Cervera, Catalán, corrió 1, rompió 1.

59 Mosen Franci de Valle, Catalán, corrió 1, rompió 1.

60 Esberte de Claramonte, Aragonés, desdichado, corrió 12, rompió 1.

61 Micer Luis de Aversa, Italiano, corrió 5, rompió 1.

62 Pero Gil de Abreo, Portugués, corrió 4, rompió 1.

63 Arnao Bojué, Bretón, corrió 2, rompió 2.

64 Sancho de Ferrera, corrió 2, rompió 2.

65 Lope de Ferrera, corrió 6, rompió 1.

66 Mosen Francés Perobaste, corrió 12.

67 Don Juan de Portugal, corrió 2, rompió 1.

68 Fernando de Carrión, corrió 15, rompió 3.


Solos estos e por esta orden conquistaron al Honroso Passo, combatiendo peligrosamente con los diez mantenedores. E llegan las carreras que corrieron a setecientas e veinte e siete: mas las lanzas que se rompieron non son mas de ciento e sesenta e seis. De manera, que faltaron para las trecientas, que se avían de romper si oviera tiempo e conquistadores, ciento e treinta e quatro.