Filosofía en español 
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Comentarios críticos al Diccionario soviético de filosofía

Partidismo de la ciencia y de la filosofía

Partidismo de la ciencia y de la filosofía en el Diccionario soviético de filosofía


 

Partidismo de la ciencia y de la filosofía · David Alvargonzález · 10 de noviembre de 2017

La entrada titulada “Partidismo de la ciencia y de la filosofía”, que aparece en las diferentes versiones del Diccionario Soviético de Filosofía, es muy interesante porque nos sirve para medir algunos de los límites y de los problemas de la concepción que el Diamat y el Hismat tienen acerca de la filosofía y acerca de las ciencias. En las versiones de 1965 y de 1984, ya no se incluye la ciencia: se habla solamente del partidismo de la filosofía, pero no del partidismo de la ciencia. Esto es interesante y, a la vez, muestra la confusión de la doctrina, ya que en la entrada de “Filosofía”, en la entrada de “Ciencia”, en la entrada de “Clasificación de las ciencias”, y en otras muchas, podemos apreciar que la filosofía se considera como una ciencia y, de hecho, las llamadas “ciencias filosóficas” son uno de los tres tipos de ciencias, junto con las ciencias naturales y las ciencias sociales (como se puede ver en la entrada dedicada a la “Clasificación de las ciencias”). Al eliminar la ciencia, en las últimas versiones, en el momento de hablar del partidismo, parece como que los autores se dieran cuenta de que este problema del partidismo toma valores diferentes en las ciencias y en la filosofía y que, entonces, la filosofía, por lo menos en este extremo, se diferenciaría de las ciencias.

En todo caso, la idea general es que la filosofía y la ciencia fueron siempre el arma espiritual de la lucha de clases (estoy casi leyendo textualmente) y la no pertenencia a ningún partido no es más que un servilismo miserablemente disimulado respecto al idealismo y al fideísmo ya que la filosofía y la ciencia no pueden ser neutrales. El pluralismo propio de las sociedades capitalistas sería contrario a esta tesis según la cual la filosofía y la ciencia tienen que tomar partido porque son un instrumento de la transformación revolucionaria y en este asunto no cabe neutralidad. Como digo, este tema del espíritu de partido toma diferentes valores en filosofía y en ciencias, sobre todo para los que no consideramos que la filosofía sea una ciencia: el problema del partidismo en la filosofía es un problema diferente del problema del partidismo en las ciencias.

Empezando por las ciencias, el problema del partidismo plantea una cuestión central que es que existe una contradicción radical entre la idea según la cual las ciencias logran construir teoremas que son verdaderos, necesarios, y universales, y la idea de que la ciencia pueda ser partidista ya que, si la ciencia es universal, es decir, “común para todos los pueblos” como diría Abenhazam, por ejemplo, las leyes matemáticas o físicas, entonces esas verdades no son partidistas porque se aplican universalmente. Entonces no se entiende muy bien qué puede significar el decir que las ciencias son partidistas. Yo interpreto que esta es la razón fundamental por la cual se habría dejado de tratar el partidismo de la ciencia en las últimas versiones del Diccionario: los autores se habrían dado cuenta de que, si la ciencia es partidista, si es la ciencia de una determinada clase social, aunque sea la clase trabajadora revolucionaria bolchevique, pues entonces esa ciencia no es universal ya que sería diferente de la ciencia burguesa. En este lugar, cabe recordar la historia, muy conocida, de como la ciencia soviética de Lysenko consideraba que la genética era una ciencia burguesa que era falsa, o como en antropología, las teorías antropológicas que aparecen, por ejemplo, en el manual de Niesturj, El origen del hombre, estaban hechas desde perspectivas lamarkistas ya que se consideraba que el lamarkismo era más revolucionario que el darwinismo que también era considerado ciencia burguesa. Ya sabemos cómo acabaron estos episodios: el neodarwinismo y la genética moderna son ciencias universales de las que no se pueden afirmar que sean “ciencias burguesas”. El concepto de “ciencia burguesa” puede ser un concepto útil para hablar de la génesis de la ciencia, pero no de su estructura ya que su estructura no es ni burguesa, ni proletaria, ni nada; su estructura, o es verdadera o es falsa y, si es verdadera, su verdad es universal, necesaria, apodíctica, científica, y en ese contexto no tiene sentido hablar de “partidismo”. El partidismo de la ciencia existiría en las ciencias que no son propiamente ciencias, por ejemplo, en las pseudociencias: el partidismo de la teoría de la raza. Pero en esas disciplinas hay partidismo precisamente porque no son científicas. En los teoremas científicos, el partidismo no tiene cabida: en última instancia, si hay dos teorías que se enfrentan y hay una toma de partido por una de ellas, pues esas teorías tendrán que batirse en combate y habrá que decidir cuál de ellas es más potente o más sólida. Aquí se aprecia una vez más que la idea de ciencia del Hismat y del Diamat es muy insuficiente porque está contaminada de todas estas cuestiones que son, en principio, externas.

El problema de cómo entender el partidismo en la filosofía es mucho más arduo para nosotros que consideramos que la filosofía no es una ciencia. Si uno considerara que la filosofía es una ciencia pues, entonces, se podría decir de la filosofía lo que acabamos de decir a propósito de las ciencias. Cuando consideramos que la filosofía no es una ciencia, sino que es un saber de segundo grado, y cuando reconocemos que no logra construir esas verdades universales, apodícticas, necesarias, típicas de las ciencias, cuando consideramos que en la filosofía siempre hay una lucha entre teorías que están constantemente disputándose la verdad y destruyéndose unas a otras, entonces sí tiene sentido hablar del partidismo de la filosofía ya que, salvo que uno sea escéptico y tenga el juicio suspendido en todos los asuntos permanentemente y se mantenga en un escepticismo pirrónico, la filosofía tiene que ser partidista, tiene que tomar partido por unas teorías más bien que por otras. Ahora bien, tomar partido por algún tipo de teorías no significa que esas teorías sean reflejos o estén deducidas de las condiciones sociales o del ser social o del ser material del sujeto que las mantiene porque esto no tiene por qué ser así: un sujeto puede mantener unas tesis filosóficas con bastante independencia de su implantación social y de su ser social y de sus condiciones materiales de existencia. Del partidismo de la filosofía no se deduce que la filosofía se automáticamente una ideología de clase, de grupo, una filosofía adjetiva que esté simplemente al servicio de los intereses de un grupo o de una clase o de una institución. Puede haber una filosofía que, siendo partidista, tomando partido, sin embargo, ese partido no se deduzca de las condiciones materiales de los que la defienden. Esto es así, entre otras cosas, porque los que defienden una determinada posición no tienen por qué tener las mismas condiciones materiales de existencia, sino que pueden tener condiciones materiales de existencia muy diversas, y no tienen por qué formar un grupo de intereses o una institución. El partidismo de la filosofía no implica que la filosofía deba entenderse como una mera ideología o como un mero reflejo superestructural de ciertas condiciones materiales, como tampoco implica negar la implantación práctica de la filosofía. La filosofía tiene una implantación práctica porque está produciéndose en un momento histórico concreto, con unas condiciones materiales de existencia concretas que son las que determinan de qué cosas estamos hablando, cuáles son los problemas filosóficos, qué tipo de filosofía se puede y no se puede hacer, qué cosas se conocen y se desconocen, qué cosas se controlan y cuáles no se controlan, etcétera. La filosofía no está hecha desde un lugar ucrónico y utópico, sino que está hecha en un mundo prácticamente implantado en un momento histórico concreto: reconocer esto es en lo que consiste el materialismo. Pero eso no significa que esa filosofía sea una filosofía adjetiva. Nosotros distinguimos la filosofía adjetiva de la filosofía crítica: la primera es adjetiva de una institución, de una clase, de un grupo, de unos intereses concretos que se pretenden defender frente a terceros, mientras que la filosofía crítica es filosofía sistemática. “Sistemático” es lo contrario de “adjetivo”: lo adjetivo es regional, tiene que ver con un grupo concreto, con unos intereses concretos; sistemático quiere decir que tiene que interesarse por cuestiones muy heterogéneas y tiene que coordinarlas unas con otras. Esa sistematicidad es lo que niega la adjetividad y que no sea una mera superestructura de una clase, de un grupo o de una institución. Por supuesto que para que haya filosofía tiene que haber unas condiciones de implantación práctica política: tiene que haber isonomía, tiene que haber isegoría, porque si no la hay no se puede hablar, no se puede discutir, pero eso no significa que las diferentes filosofías que surjan en ese sistema político sean meras superestucturas de grupos o de clases.

David Alvargonzález

 
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Las cuatro versiones soviéticas del Diccionario filosófico de Rosental e Iudin
Diccionario filosófico marxista · Rosental & Iudin · Montevideo 1946
Diccionario de filosofía y sociología marxista · Iudin & Rosental · Buenos Aires 1959
Diccionario filosófico abreviado · Rosental & Iudin · Montevideo 1959
Diccionario filosófico · Rosental & Iudin · Montevideo 1965
Diccionario marxista de filosofía · Blauberg · México 1971
Diccionario de comunismo científico · Rumiántsev · Moscú 1981
Diccionario de filosofía · Frolov · Moscú 1984