φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:5960616263646566676869Imprima esta página

§ 60. Crítica

El panteísmo en Filosofía y el racionalismo naturalista en religión y en política, con todas sus lógicas y naturales consecuencias, constituyen los dos caracteres fundamentales de la doctrina de Spinoza. En uno y otro concepto, Spinoza procede de Descartes; pues, como dijo Leibnitz, Spinoza no hizo más que cultivar ciertas semillas de la Filosofía cartesiana. Ritter observa y afirma igualmente que las doctrinas de Spinoza proceden esencialmente de la escuela cartesiana, cuyos principios racionalistas son los mismos que adopta Spinoza, bien que desenvolviéndolos y aplicándolos en mayor escala. Lo mismo puede decirse de su concepción panteísta, la cual se refiere y enlaza «directamente, dice Ritter, con ciertos hilos de la doctrina cartesiana». En su método, en sus principios y tendencias, en sus ideas y hasta en sus expresiones técnicas, Spinoza procede de Descartes, y se mueve casi [274] siempre dentro del círculo de las ideas cartesianas, sin perjuicio de hacer de ellas aplicaciones más extensas y lógicas, y, sobretodo, sin perjuicio de sacar sus consecuencias remotas, pero legítimas.

Porque, en efecto, Spinoza no se detiene a medio camino, como Descartes, sino que marcha con franqueza y con lógica e inflexibilidad hasta las últimas consecuencias. En el terreno panteísta y en el terreno racionalista sigue impasible su camino, sin detenerse ante las deducciones y aplicaciones más opuestas a la verdad, al sentido común y al sentido cristiano. De aquí es que, una vez sentada la noción inexacta de la substancia y la base hipotética del panteísmo, le vemos marchar en derechura a la negación de las substancias finitas, a la identidad de Dios con el mundo o naturaleza, a la negación de la creación ex nihilo y de la libertad divina en la producción de los seres, a la afirmación del fatalismo cósmico y del determinismo humano, a la negación de la inmortalidad personal, etc., etc.

En el terreno racionalista marcha con no menor resolución, y llega igualmente hasta las últimas consecuencias, lo mismo en el orden religioso y teológico que en el orden político. La religión judía y la cristiana no son más que elementos morales; las profecías, los milagros, los libros inspirados, etc., sólo tienen importancia moral, y deben interpretarse y concebirse en sentido puramente natural y racional: la revelación y lo sobrenatural son hipótesis antifilosóficas.

En el orden político, la teoría de Spinoza es la teoría del liberalismo radical de nuestros días, teoría que se resume, por una parle, en despotismo cesarista y [275] omnipotente por parte del Estado hasta en las materias religiosas (jus in sacra), y, por otra, en libertad absoluta del individuo para pensar, decir, enseñar cuanto en mientes le venga: unicuique, et sentire quae velit, et quae sentiat dicere, licere.

Y es de notar que, a pesar de estos alardes de liberalismo radical, la verdad es que, penetrando en el fondo de las cosas, el liberalismo spinozista se convierte en una concepción determinista y hasta mecánica, toda vez que la libertad es un nombre sin sentido real y verdadero en la teoría de Spinoza. Así es que, según la acertada observación de Kuno Fischer, Spinoza sustituyó la concepción político-mecánica a la concepción político-mundana o secular de Maquiavelo, y a la concepción político-naturalista o física de Hobbes. Por otro lado, esta concepción o teoría política del filósofo holandés no es más que una consecuencia lógica de su teoría metafísica, según la cual, el ser, o, si se quiere, la realidad, la naturaleza y la causalidad mecánica, vienen a ser una misma cosa: Er begreift, escribe Fischer, Wirklicheit als Natur, und die Natur als mechanische Causalität.

En resumen: Spinoza es el primer representante explícito, genuino y completo del racionalismo moderno en sus tres fases fundamentales, que son el panteísmo en la ciencia, el naturalismo en la religión, y el liberalismo en la política. Y para serlo, le bastó cultivar ciertas semillas de la Filosofía cartesiana, como decía Leibnitz; le bastó desenvolver sus tendencias; le bastó deducir y poner de manifiesto las consecuencias que entrañaban los principios de aquella Filosofía. En vista, pues, de la perniciosa influencia que la Filosofía [276] cartesiana venía ejerciendo en los extravíos de Malebranche, en el sensualismo iniciado por Locke, y sobre todo en el racionalismo y panteísmo de Spinoza, no es de extrañar que Bossuet dijera que, bajo el nombre y a la sombra de la Filosofía cartesiana, veía prepararse un gran combate y formarse un gran partido contra la Iglesia de Cristo.

Séanos permitido hacer aquí una observación. En nuestra opinión, la doctrina de Spinoza es un método más bien que un sistema filosófico. Porque lo que hay verdaderamente original en su doctrina, no es el panteísmo, ni siquiera el racionalismo, que bajo una forma u otra habían aparecido antes y aparecieron después en el campo de la Filosofía, sino la aplicación del método geométrico a la metafísica, Eu realidad, Spinoza fue llevado al panteísmo con y por la aplicación del método geométrico a ciertas ideas cartesianas. Descartes había dicho que la esencia del cuerpo es la extensión, y que con ésta se identifica el espacio, lo cual sirvió de punto de partida a Spinoza para decir: así como el espacio infinito contiene en potencia todas las propiedades o determinaciones geométricas, así la substancia infinita o Dios contiene en potencia todas las determinaciones substanciales del ser. Porque esté y no otro es el pensamiento que palpita en el fondo de la doctrina de Spinoza y que sintetiza su concepción en lo que tiene de original.

Aparte del método geométrico, o sea de su aplicación a la metafísica, si hay algo relativamente original en la doctrina de Spinoza, es lo que se refiere al orden político-social. En este orden de ideas, es a la vez demócrata, radical y partidario del más opresor [277] despotismo. Concede al hombre libertad absoluta para tener y enseñar las ideas más subversivas, las negaciones más radicales en religión, en moral, en Filosofía, en política, en todo; pero concede al poder civil, no sólo la facultad de reprimir con la sangre todo hecho externo, siquiera sea la aplicación práctica de aquellas ideas, sino el derecho de prohibir toda acción, todo ejercicio y uso de los legítimos derechos del hombre, siempre que al soberano se le antojen contrarios al bien del Estado, o, lo que es lo mismo, siempre que aquel uso de legítimos y naturales derechos no le parezca conveniente al jefe del Estado.

En este concepto, Spinoza merece ser apellidado padre y precursor de esos políticos modernos que, después de autorizar la enseñanza del ateísmo y del socialismo, y después de permitir la apología de la insurrección, del asesinato político y de la rebelión, ahogan en torrentes de sangre las aplicaciones de semejantes doctrinas, y, lo que es peor aún, mientras que permiten en nombre de la libertad la enseñanza y propaganda de semejantes doctrinas, reprimen y prohíben, en nombre de la misma libertad, la enseñanza de las buenas ideas y de las instituciones en que se encarnan.

Pocos nombres aparecen en la historia de la Filosofía que hayan atravesado por vicisitudes y juicios tan diferentes como el nombre de Spinoza, vicisitudes que se explican perfectamente por la naturaleza y caracteres de su doctrina. Para sus contemporáneos y sucesores, por mucho tiempo, o pasa desapercibido, o es considerado como un ateo vulgar, o es objeto de calificativos más o menos duros. Leibnitz le apellidaba [278] autor «de una doctrina detestable». Para Malebranche la doctrina de Spinoza era una quimera ridícula. Bayle le llamaba ateo de sistema, y generalmente era considerado como un representante del ateísmo, con sobrada razón por cierto, puesto que el Dios de Spinoza, no sólo carece de inteligencia, de voluntad y de personalidad, sino que es la misma naturaleza o totalidad de los seres del mundo: natura naturata.

Muy otra fue la suerte del nombre de Spinoza a contar desde el último tercio del pasado siglo; porque, en efecto, a contar desde la época clásica del racionalismo teológico, del panteísmo filosófico y del liberalismo político, el nombre del filósofo de ímsterdam viene siendo objeto de encomios y alabanzas de todo género, no ya sólo por parte de los Schelling, Hegel y demás representantes del panteísmo, sino también por parte de literatos y poetas, como Lessing y Goethe, y de teólogos como Novalis y Schleiermacher. Hasta puede decirse que el nombre de Spinoza se ha convertido en ocasión y centro de toda una literatura, especialmente en Alemania, donde se ha escrito y disputado mucho sobre su vida, sobre la verdad o error de su doctrina, y principalmente sobre su sentido verdadero. Mientras que Auerbach escribía hasta un poema histórico y semi-épico preconizando las glorias y excelencias de Spinoza y su doctrina, Herder y otros escribían tratados para vindicarle de la nota, no solamente de ateísmo, sino también de panteísmo, contra las aseveraciones de Jacobi y de otros escritores, que ponían de relieve la identidad del spinozismo con el panteísmo y el ateísmo. Como la obra capital de Spinoza, o sea la Ethica more geometrico demonstrata, no vio [279] la luz pública hasta después de su muerte, las impugnaciones y refutaciones que se hicieron contra su doctrina en vida del filósofo holandés, se refieren casi todas a su Tractatus theologico-politicus, que es el más importante y original después de la Ethica.{1}

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{1} Entre los libros que se escribieron contra aquel tratado, merecen citarse los dos siguientes: Vindiciae miraculorum per quae divina religionis et fidei christianae veritas olim confirmata fuit, adversus profanum auctorem Tractatus theol.polit. B. Spinozam. Su autor fue el predicador protestante Jacob Vateler. Francisco Cuper fue el autor del segundo, cuyo título es: Arcana atheismi revelata, philosophice et parodoxice refutata, examine tractatus theol. Polit. Rotterodami, 1676.