Panorama de la Filosofía cubana a b c d e f g h i j Humberto Piñera Llera

Humberto Piñera · Panorama de la Filosofía cubana

Montoro y el hegelianismo

Contemporáneo de Varona, pero con menor resonancia filosófica, es Rafael Montoro, nacido en 1852 y muerto en 1934. A diferencia de Varona, cuya vida transcurrió casi toda en Cuba, Montoro pasó su adolescencia y buena parte de su juventud en Europa, consagrado a los estudios humanísticos en diferentes lugares de Inglaterra, Francia y Alemania. Luego, a partir de 1873, se estableció en Madrid, donde muy pronto llegó a formar parte del Ateneo y fue altamente estimado por su talento y su rigurosa formación cultural. En 1883 regresó a Cuba y se afilió al Partido Autonomista, que propugnaba una gradual conquista de la independencia, por lo que se manifestaba opuesto a la revolución. Concluida la contienda libertadora de 1895, no vaciló Montoro en prestar su ayuda a la naciente república, como consejero en materias de enseñanza, diplomático, parlamentario y miembro del Gobierno. Además de sus extraordinarias dotes de pensador y escritor, fue uno de nuestros mejores oradores.

Por temperamento y por cierta formación alemana en la filosofía, especialmente la de Hegel, que conocía perfectamente, la actitud de Montoro fue contraria a la positivista de Varona. Es probable que la actitud política de Montoro haya dependido de la doctrina «evolutiva» de la dialéctica hegeliana; en especial, su preferencia por los métodos evolutivos y pacíficos en vez de la violencia revolucionaria. Aunque la historia se encargó de demostrar que, en este aspecto, los cubanos estuvieron acertados al confiar a la razón de la fuerza lo que, sin justicia alguna, se negaba a conceder la fuerza de la razón, es decir, un cambio radical en la pésima situación que el régimen español mantenía en Cuba.

Montoro se inicia en la filosofía con su participación en un debate en el Ateneo de Madrid, en 1875, sobre «El realismo en el arte». [93] Entendía que el problema del realismo en el teatro no tiene una importancia pura y simplemente literaria. Y, a este respecto, dice:

La trabazón y enlace que guardan todos los elementos de la civilización nos persuade, desde luego, a considerar en el realismo, que tan vigorosamente se apodera del teatro en algunos países, una manifestación del momento histórico en que vivimos. La crisis religiosa y la filosofía, los peligros y las tendencias que se advierten en el orden moral y dicen relación a la organización de las sociedades, la inestabilidad de las instituciones y la inquietud de los espíritus, han formado, sin duda, el medio social en que nace el poeta realista y la obra de éste, hija de tal tiempo, acúselo o no gravemente, nos sirve de todas suertes para caracterizarla.{112}

El arte y la filosofía se expresan de diferentes maneras; así, mientras «el precepto filosófico habla con noble y severo lenguaje, que a las veces exige esfuerzos muy costosos... el arte obra siempre en nosotros como esas personas muy queridas a cuyos deseos nos rendimos fácilmente, porque disponen de una gran fascinación y un poderosísimo encanto». Montoro no creía que el fin del arte consistiera en la exacta expresión de la realidad sensible, pues su misión es la de ofrecer la contemplación de lo infinito bajo formas sensibles, o sea que es la imagen de la armonía en que consiste la unidad de los principios de la existencia, la ley de los seres y su manifestación, la esencia y la forma.

Otro de sus trabajos filosóficos importantes es el que titula «La polémica sobre el panenteísmo» y tiene por objeto el análisis de la significación filosófica y moral de la doctrina de Krause{113}, motivo de enorme escándalo en España en la segunda mitad del siglo pasado. Montoro examinó esta doctrina para distinguir los dos aspectos fundamentales que ocasionaron la polémica sobre el panenteísmo: el metafísico y el moral. Según él, entre panteísmo y dualismo se encuentra precisamente el panenteísmo, que sostiene que todo es en Dios, bajo Dios y mediante Dios. Montoro se pregunta qué es el [95] panteísmo y si ha existido alguna vez verdaderamente. Y concluye que la pretensión krausista sería: no panteísta, si se refiere a la esencia; y panteísta, si se refiere a la sustancia o a la existencia como determinación universal del pensamiento y de las cosas. Y pese a toda argumentación en contrario, para salvar el racionalismo armónico de Krause de la sospecha de panteísmo, ésta reside precisamente en la distinción que lleva a cabo el propio Krause entre esencia de una parte y sustancia y existencia de la otra:

Por eso no es una razón la que consiste en decir que se habla de esencia y no de sustancia ni de existencia, y que por eso es inaceptable o inoportuna la acusación de panteísmo. Pero hay más: yo no sé hasta qué punto podría sostener el krausismo, sin perder su significación en la historia de la filosofía (como teoría monística) y sin contradecir sus proposiciones fundamentales, que la sustancia, la existencia, el ser, como categorías, como principios supremos, no residen en lo absoluto: que pueden concebirse en las cosas finitas fuera de Dios.{114}

Montoro sabía perfectamente que la polémica sobre el panenteísmo escondía otra más pugnaz y enconada: la de los tradicionalistas frente a los liberales antitradicionalistas. Y de aquí su posición ante el problema.

El de Krause no es –la crítica europea lo dice en voz alta– uno de esos sistemas que atraen la atención general y quo se presentan con los caracteres de una solución de importancia universal reconocida. Y este es un grave mal de la propaganda krausista entre nosotros. Nos aislaría, si lograra prevalecer por completo, en una dirección secundaria del pensamiento moderno. Porque yo no temo herir ninguna susceptibilidad diciendo lo que sabe todo el mundo en Europa: que, sin menoscabo de sus méritos y de sus generosas intenciones, el krausismo es un mero incidente en la historia de la filosofía.{115}

El tercero de los temas importantes en la filosofía de Montoro es el que lleva por título «Kant, el neokantismo y los [96] neokantianos españoles», que tuvo como antecedente otro trabajo de Montoro titulado «Un debate filosófico», publicado en el número del 15 de febrero de 1876 de la Revista Europea. Este artículo reseña el debate efectuado en el Ateneo de Madrid sobre las respectivas posiciones filosóficas del positivismo y el neokantismo, y en el cual tomaron parte principalísima don José Moreno Nieto –a favor del neokantismo– y don Manuel de la Revilla, que defendió el positivismo. El trabajo de Montoro consta de cinco partes: 1) consideraciones generales sobre la crisis actual [la del positivismo y el neokantismo]; 2) exposición de los antecedentes del kantismo por medio de un rápido resumen de la historia de la filosofía moderna; 3) exposición y crítica sumarias del actual sistema de Kant y de los principales de que consta la filosofía postkantiana; 4) resumen de la critica filosófica al aparecer el neokantismo y noticias de esta filosofía, según fue concebida y explicada por sus fundadores; 5) referencia al neokantismo en España. En esta obra resaltan de manera brillante estas dos cuestiones: la radical inconciliabilidad de ciencia y filosofía, y la esencial historicidad de la filosofía.

Digamos, para concluir, que entre los restantes trabajos filosóficos de Montoro –que no podemos examinar ahora en detalle–, se cuentan los siguientes: «El movimiento intelectual en Alemania» (en el cual enjuicia un libro del mismo título escrito por otro cubano, José del Perojo), «Un místico alemán: Juan Jorge Haman», «Análisis de la conciencia religiosa» (examen del libro del vizconde Amberley), un ensayo de filosofía de la historia al hilo de El antiguo régimen de Taine, y «La música ante la filosofía del arte».

José del Perojo

Otra figura de indiscutibles méritos filosóficos, pero poco vinculada a la vida cubana, es José del Perojo, nacido en la ciudad de Santiago de Cuba en 1852 y muerto en Madrid en 1908. [97] Sin embargo, a pesar de sus dilatadas ausencias del suelo de origen, Perojo fue un hombre constantemente preocupado por la situación de Cuba, hasta el punto de proclamar en las Cortes españolas que «el pueblo cubano es eminentemente culto, que se halla en un estado de civilización igual, si no superior, al pueblo de la Península». Además, fue un persistente defensor de la independencia de las colonias, pues entendía que la independencia de éstas no constituía argumento en contra de la capacidad civilizadora de la metrópoli, aunque lo cierto es que la tesis de Perojo, si bien tendía a favorecer generosamente a su patria, resultaba insostenible.

Vivió en Cuba casi toda la contienda de la Guerra de los Diez Años y luego marchó a Alemania, para estudiar filosofía en Heidelberg con Kuno Fischer, quien le animó a traducir al español la Crítica de la razón pura,{116} que Perojo editó en 1883 y a la cual le añadió la Vida de Kant compuesta por Fischer. De Alemania pasó a establecerse en Madrid, en 1875, donde publicó la Revista Contemporánea y el libro titulado Ensayos sobre el movimiento intelectual en Alemania, colaboró en la Revista Europea y participó en los debates filosóficos del Ateneo de Madrid. Entre sus trabajos más interesantes, de los que aparecieron en las revistas mencionadas, se cuentan: «Haeckel visto por Hartmann» y «La ciencia española» (respuesta en tono polémico a don Marcelino Menéndez y Pelayo).

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{111} Ibid., 11ª conferencia, p. 132.

{112} R. Montoro: Obras, t. II, volumen I, Conferencias y ensayos filosófico-literarios. La Habana, «Cultural, S. A.», 1930, p. 4.

{113} Recuérdese lo que hemos dicho sobre esta cuestión al hablar de Varona y cómo coincide con Montoro en la negativa apreciación del krausismo.

{114} Op. cit., p. 19.

{115} Ibid., p. 27.

{116} Incompleta en su última parte. Desde 1938 ha sido reeditada varias veces, con prólogo de Francisco Romero, por la Editorial Losada de Buenos Aires.

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Humberto Piñera Llera Panorama de la Filosofía cubana
Washington DC, 1960 págs. 93-97