Filosofía en español 
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Tomo primero Carta vigésimo cuarta

De la transportación mágica del Obispo de Jaén

1. Señor mío: De buen humor estaba Vmd. cuando le ocurrió inquirir mi dictamen sobre la Historieta del Obispo de Jaén, de quien se cuenta, que fue a Roma en una noche, caballero sobre la espalda de un Diablo de alquiler: ¡Triste de mí, si esa curiosidad se hace contagiosa, y dan muchos en seguir el ejemplo de Vmd. consultándome sobre cuentos de niños, y viejas! Parece que le hizo alguna fuerza a Vmd. para no disentir enteramente la circunstancia añadida a la Historia, o completiva de ella, que aún hoy se conserva en Roma el sombrero de aquel Prelado; como si la ficción de este aditamento tuviese más dificultad, que la del cuerpo del cuento. ¿Qué testigos calificados deponen de la existencia del sombrero? Puede ser que en alguna Iglesia, de tantas como hay en Roma, se guarde, como reliquia, el sombrero de algún Obispo Santo y a algunos Españoles simples, otros Españoles dobles [196] les hayan embocado, que es el sombrero del Obispo de Jaén.

2. Supongo, que los que publican la conservación del sombrero, dan por motivo de ella, perpetuar la memoria del prodigio, de que amaneció en Roma cubierto de la nieve, que aquella noche había caído sobre él en el tránsito de los Alpes. ¿Pero cómo se compone esto con el chiste, que hace parte de la Historieta, de que llevándole el Diablo acuestas sobre el Mar, con un ardid quiso hacerle pronunciar el nombre de Jesús, para dejarle caer sobre las hondas; y el Obispo, oliendo la maula, le dijo, como si le batiera con el acicate: Arre diablo; con que lo hizo avivar el paso, y guardar sus engañifas para mejor ocasión? ¿Cómo se compone, digo, ir de Jaén a Roma por los Alpes, y hacer el mismo viaje navegando el Mediterráneo? Sólo de este modo pudo correr el prodigio por Mar, y por Tierra. De cualquiera modo que fuese, discurro, que el Obispo había dejado el Pectoral en casa; porque como la Cruz es tan pesada para el Diablo, no podría, llevándola acuestas, hacer tan largo viaje en tan poco tiempo.

3. ¿Qué espera Vmd. que le escriba, sino chanzonetas, sobre tan ridícula patraña? Según yo la oí, no se determina en la relación, si el uso, que hizo el Obispo del Diablo, fue lícito, o ilícito; esto es, si usó de él como hechicero, por vía de pacto, o por vía de imperio, con comisión del Altisimo. En uno, y otro hay una gran incongruidad. Haila en lo primero, no siendo creíble, que el Demonio voluntariamente sirviese al Obispo, para evitar un grave daño de la Iglesia, que dicen amenazaba, en no sé qué absurda resolución del Papa, pues ese fin señala la Historieta para el viaje. Digo voluntariamente; porque eso de que el pacto obliga al Demonio, de modo, que no pueda resistir a la voluntad de aquel con quien ha transigido, es cosa de Teólogos de Vade a la cinta. Haila en lo segundo, porque siendo el viaje dirigido a un fin santo, es más conforme a razón, que se ejecutase por el ministerio de un Angel bueno, que de un malo; así como por el ministerio de un Angel bueno [197] fue trasladado Habacuc de Judéa a Babilonia, para dar de comer al encarcelado Daniel. Si se me quisiese oponer el ejemplo de Cristo, conducido por el Demonio al Pináculo del Templo, respondo con dos manifiestas disparidades. La primera, que Cristo sólo se hubo passivè, y permissivè, en aquel caso. La segunda, que el Demonio, no para un fin bueno, antes con intención depravadísima condujo a Cristo al Pináculo del Templo.

4. ¿Mas para qué cansarme en argumentos? Mientras en alguna Historia, o Eclesiástica, o profana digna de alguna fe, no se me mostrare escrito el caso, téngolo por indigno de ejercer en él la Crítica. Yo, hasta ahora, no le hallé en Escritor alguno. Si le hallase, examinaría qué fe merecía el Escritor, qué testigos citaba; consideraría la verisimilitud, o inverisimilitud, contradicción, o coherencia de las circunstancias, &c. Mientras, no le miro más que como un cuento, que anda por Cocinas, y Bodegas, le despreciaré como tal, y me reiré a carcajada suelta de cualquiera que lo crea. Dios quiera que no sea Vmd. uno de ellos, y me le guarde muchos años.

Nota

En esta Ciudad de Oviedo hay un pobre Ganapán, llamado Pedro Moreno, de quien se cuenta en substancia casi lo mismo, que del Obispo de Jaén. Refiérese el caso de este modo. Se le habían entregado unas Cartas para que las llevase a Madrid con más que ordinaria diligencia, porque importaba la brevedad. A poca distancia de esta Ciudad encontró un Fraile; (nómbrase la Religión) que se le ofreció por compañero de viaje. Resistióle algo, con el motivo de que iba con mucha prisa, y no podría el Religioso seguir su paso; mas al fin éste le redujo, y al mismo tiempo le entregó un báculo, que llevaba en la mano, para que usase de él. Con esto emprendieron el viaje, y fue tan feliz, que habiendo de aquí a Valladolid cuarenta leguas, fueron en el mismo día a comer algo más allá de aquella ciudad. [198] El resto del viaje se hizo con la misma brevedad. Este cuento estaba esparcido por todo el Pueblo, y creído de todo el Vulgo, (pienso que también de algunos fuera del Vulgo) cuando llegó a mis oídos. El sujeto de la Historia era el testigo que se citaba, el cual la había referido a infinitos. Hícele llamar a mi Celda, para examinarle. Ratificóse en que era verdadero el hecho; pero con preguntas, y repreguntas sobre las circunstancias, le hice caer en muchas contradicciones. Fuera de esto hallé, que a diferentes sujetos había referido el caso con mucha variedad. Lo que saqué en limpio fue, que había oído el caso del Obispo de Jaén, y le pareció se haría hombre famoso, haciendo creer de sí otro semejante. Pienso que después, extendiéndose la noticia de mi pesquisa, se desengañaron muchos. Pero antes de hacer esta averiguación, ¡a cuántas partes llegaría la especie de este viaje prodigioso, adonde no llegará jamás el desengaño! Acaso, si no lo estorba este escrito, será algún día poco menos famoso en España el viaje del Ganapán Pedro Moreno, que el del Obispo de Jaén.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo primero (1742). Texto según la edición de Madrid 1777 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo primero (nueva impresión), páginas 195-198.}