Obras de Aristóteles Metafísica 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 Patricio de Azcárate

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Metafísica · libro séptimo · Ζ · 1028a-1041b

XV
No puede haber definición ni demostración
de la sustancia de los seres sensibles particulares

El conjunto y la forma definida son sustancias diferentes la una de la otra. Entiendo por conjunto la sustancia que se compone mediante la reunión de la forma definida y de la materia; la otra sustancia es pura y simplemente la forma definida. Todo lo que es sustancia en concepto de conjunción está sujeto a la destrucción, porque hay producción de semejante sustancia{319}. Por lo que hace a la forma definida, no está sujeta a destrucción, [233] porque no es producida: es producto, no la forma sustancial de la casa, sino tal casa particular. Las sustancias formales existen o no existen, independientemente de toda producción, de toda destrucción. Hemos demostrado que nadie las produce, que nadie las hace. Y por esta razón no cabe definición, ni demostración de las sustancias sensibles particulares. Estas sustancias tienen una materia, y es tal la naturaleza de la materia, que puede ser o no ser; de donde se sigue, que todas las sustancias sensibles particulares son sustancias perecederas. Ahora bien, la demostración se aplica a lo que es necesario{320}, y la definición pertenece a la ciencia; y así como es imposible que la ciencia sea tan pronto ciencia como ignorancia, y que lo que en este caso es tan sólo una opinión{321}, en igual forma no hay tampoco demostración ni definición, sino una opinión relativa a lo que es susceptible de ser de otra manera de como es. Las sustancias sensibles no deben evidentemente tener definición ni demostración. Los seres perecederos no se manifiestan al conocimiento cuando están fuera del alcance de los sentidos, y por tanto, aunque las nociones sustanciales se conserven en el alma, no puede haber definición ni demostración de estos seres. Así es que los que se sirven de definiciones, deben saber, que siempre se puede suprimir la definición de un ser particular, no habiendo posibilidad de definir verdaderamente estos seres.

No para en esto: ninguna idea es susceptible de definición. La idea, tal como se entiende, es un ser particular, y es independiente. Ahora bien, la definición se compone necesariamente de palabras, y estas palabras no deben ser obra del que define, porque no tendrían significación conocida. Las expresiones de que se sirva, deben ser inteligibles para todos. Sería preciso además, que las que entrasen en la definición de la idea formaran parte de la definición de los demás seres. Si se tratare de definirte a ti, se diría: animal, flaco o blanco, o cualquiera otra palabra, la cual puede convenir a otro ser que a ti. Se pretenderá, sin duda, que nada obsta a que todas las expresiones convengan separadamente a un gran número de seres, y que al mismo tiempo sólo convengan a tal ser determinado. Pero por lo pronto animal bípedo es común a los dos seres, quiero decir, al [234] animal y al bípedo. Esta observación se aplica necesariamente a los seres eternos. Son anteriores a todo, y son parte de lo compuesto. Son además independientes de todo sujeto: el hombre en sí es independiente; porque o ningún ser lo es, o el hombre y el animal lo son ambos. Ahora bien, si ninguno lo fuese, no habría género fuera de las especies; y si el género es independiente, la diferencia lo es igualmente. Por otra parte, ella tiene la anterioridad de ser, y no hay reciprocidad de destrucción entre el género y la diferencia. Diremos, además, que si las ideas se componen de ideas, las más simples son las ideas componentes. Será preciso también, que lo que constituye la idea, que el animal y lo bípedo, por ejemplo, se refieran a un gran número de seres. Sin esto, ¿cómo llegar a conocer? Resultaría una idea particular, que sería imposible aplicar a más de un individuo. Pues bien, en el sistema, por lo contrario, toda idea es susceptible de participación en los seres.

Conforme con lo que hemos dicho, no se ve que hay imposibilidad de definir los seres eternos, y sobre todo los que son únicos, como el sol y la Luna. Es un error añadir caracteres, cuya supresión no impediría que hubiese aún sol, como, por ejemplo, los epítetos: que da vuelta a la tierra, que se oculta durante la noche. Sin esto, si el sol se detuviera o apareciera durante la noche, no habría ya Sol, y sería un absurdo que no lo hubiese, porque el Sol es una sustancia{322}. Además, estos caracteres pueden convertir a otros seres, y si otro ser los posee, este ser será el sol, y habrá comunidad de definición{323}. Pero es cosa admitida, que el sol es un ser particular, como Cleón, como Sócrates. En fin, ¿en qué consiste que ninguno de los que admiten las ideas da una definición de ellas? Si intentasen hacerlo, se vería claramente la verdad de lo que acabamos de decir.

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{319} Véase más adelante.

{320} Véase Aristóteles, Últimos Analíticos, I, 6.

{321} Δóξα.

{322} Es preciso completar la frase y la idea de Aristóteles añadiendo: y éstos no son más que caracteres accidentales y no esenciales de esta sustancia.

{323} Si además de este mundo, hay otros, como creía Demócrito, los soles, en estos otros mundos, darían también la vuelta alrededor de la tierra, se ocultarían como el nuestro durante la noche, y por consiguiente, su noción sería idéntica, dada la hipótesis, a la noción de nuestro Sol. Alej. Schol., pág. 769; Sepúlv., pág. 215.


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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1875, tomo 10, páginas 232-234