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Corrupciones específicas de la democracia que manan de la Sociedad civil
Dada la involucración entre la “sociedad política” y la “sociedad civil” [767], tendremos que tener en cuenta, obligadamente, algunos lugares de esta sociedad civil donde pueden manar con mayor probabilidad las corrupciones de la sociedad política […]:
a) La región o dominio en el que arraigan las comunidades religiosas.
b) La región o dominio en el que arraigan las comunidades familiares.
c) El dominio o región en el que arraigan las comunidades étnicas (o folklóricas).
d) La región o dominio en el que arraigan las comunidades artísticas, académicas o científicas.
a) Por lo concerniente a las comunidades religiosas, habría que referirse principalmente a las iglesias cristianas, así como a las comunidades judías e islámicas. Sabemos que las iglesias, las comunidades religiosas, se han opuesto muchas veces a la política del Estado y han contribuido otras a la corrupción de sus instituciones (por ejemplo, inspirando la objeción de conciencia al servicio de las armas, que tantos mártires produjo en los primeros siglos del cristianismo, anteriores al edicto de Milán); sin perjuicio de que, tras la cristianización del Imperio, la Iglesia católica se transformase en un aliado eficaz y en una de las fuentes prístinas que fueron tallando, a lo largo de los siglos, los sillares mismos de la democracia, por el desarrollo que el cristianismo llevó a cabo en lo que se refería a la persona y a la conciencia individual. Cabría decir que la educación cristiana de la ciudadanía (la Ciudad de Dios) envolvió a la educación de los ciudadanos de la ciudad terrena. Baste releer el texto de San Agustín De moribus Eclesaie catolicae (I, 30), que hemos citado en otras ocasiones y al cual remitimos (La fe del ateo, págs. 113 y ss.).
También es cierto que del seno de las iglesias cristianas brotaron, en algunas épocas, fuentes que contribuyeron a obstruir, desviar o incluso corromper el camino a la democracia de determinadas sociedades. Baste recordar la condenación del papa Pío VI a la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano [892] de la Asamblea Francesa, las acciones de tantos predicadores o escritores católicos (el padre Cádiz, el padre Vélez, el padre Alvarado) en contra del liberalismo, en la España de las Cortes de Cádiz, el influjo de la Iglesia en el sostenimiento de las guerras Carlistas contra el Estado liberal y, por qué no decirlo, la influencia de la Iglesia católica en la formación de los partidos nacionalistas [740] vascos, gallegos o catalanes que minan la posibilidad de una democracia nacional española, en beneficio de los proyectos democráticos de las naciones fraccionarias [731], incompatibles con la democracia española.
b) En cuanto a las comunidades familiares, es de sobra conocida la oposición entre las familias rurales (las familias de labradores propietarios, sin necesidad de ser latifundistas) y de las familias de terratenientes aristocráticos a la implantación de las sociedades democráticas. La interpretación de la Guerra Civil española (1936-1939) como un conflicto surgido entre familias de terratenientes (plebeyos o aristócratas) y familias de yunteros, jornaleros o desposeídos (aliados con los obreros industriales) ha constituido un instrumento habitual de la historiografía especializada.
Habría que referirse aquí también a la oposición de la familia tradicional al modelo de familia propugnado por algunas democracias modernas que proclamaron muy pronto la ley del divorcio y más tarde la ley de matrimonios homosexuales; es decir, en todo caso, formas de familia incompatibles con el modelo de familia tradicional (que quienes padecen de diarrea democrática [759] suelen considerarla como antidemocrática).
c) Las comunidades étnicas o folklóricas son una de las fuentes principales que, manando de la sociedad civil, con más fuerza se han opuesto a la constitución de una democracia nacional española. El aurresku, la sardana o la muñeira han tejido, a lo largo de los siglos XIX y XX (y lo siguen tejiendo en el siglo XXI) el hilo conductor del espíritu antidemocrático que más profundamente ha corrompido el proyecto de una democracia nacional española [744-745].
d) Por último, no queremos dejar de citar, como posibles fuentes de la corrupción de la ciudad (de la sociedad política), el cultivo de tantos estilos de música o danza cuya orientación “anarquista” (antimilitarista, antipoliciaca, antisistema) podrían interpretarse como una fuente constante de corrupción, no ya solo de la sociedad política autoritaria, sino también de la sociedad democrática (sin perjuicio de que algunos teóricos, como Adorno o Zerzan, hayan insistido en la influencia de la música académica en la formación de la disciplina necesaria para el desarrollo regular de una sociedad política autoritaria). Citemos, una vez más, el célebre texto de Platón (Las Leyes, libro III, 701a (traducción de Pabón y Fernández-Galiano), cuya lectura nos evoca una y otra vez a la teatrocracia libertaria que fluye en tantas sesiones cuasi místicas denominadas “conciertos”:
“Haciendo esta clase de composiciones y poniéndoles letra del mismo estilo, inspiraron a la multitud la transgresión de las leyes relativas a la música y la osadía de creerse capaz de juzgar. De ello se derivó el que los públicos de los teatros, antes silenciosos, se hicieron vocingleros, como si entendiesen lo que está bien o mal en música, y en lugar de la aristocracia, al mando de los mejores, se produjo en ese campo una detestable teatrocracia. Y si hubiera sido solo en la música donde se hubiese producido una cierta democracia de hombres libres, no hubiera sido el hecho tan terrible; pero lo cierto es que a partir de ella empezó para nosotros la opinión de que todo el mundo lo sabía todo y estaba sobre la ley, con lo cual vino la libertad. Quedaron sin miedo como gente entendida, y esta falta de temor engendró la desvergüenza; pues el no temer, por la confianza en sí mismo, la opinión del más calificado es en sustancia la perversa desvergüenza [πονƞρά άναισχυντία], a la que abre el camino una libertad excesivamente osada”.
{FD 181-185 /
→ FD 155-158, 179-188 / → PCDRE: OC2 231-312 / → ZPA 269-306}