Ricardo Becerro de Bengoa
Por ambos mundos ❦ Narraciones cosmopolitas
Asuntos hispano-americanos.– El problema del idioma nacional en América, obra del doctor D. Ernesto Quesada.– Trascendental importancia de ésta en España.– Solución del problema
Del Sud-América, República Argentina, ha llegado a España, hace muy pocos días, un vivo y enérgico voto y esfuerzo en pro de la anhelada concordia que, de hecho, ansiamos establecer con nuestras naciones hermanas, dentro de las necesarias y urgentes relaciones hispano-americanas. La cooperación aportada a tan nobilísimo pensamiento consiste en un trabajo serio, culto, hondamente pensado, concienzudo y escrito con magistral galanura, y constituye un extenso folleto, que bien puede llamarse un libro, cuyo título es El problema del idioma nacional, debido a la pluma de uno de los jóvenes más entendidos y brillantes de aquel mundo, el Sr. D. Ernesto Quesada, presidente del Ateneo de Buenos Aires y correspondiente de la Real Academia Española. Bien cimentado estaba su crédito de publicista de primer orden por los muchos y notables libros que ha compuesto, y que son justamente apreciados en América y Europa; pero por la publicación de éste nuestra patria deberá inmensa gratitud al autor de La época de Rosas, de La política americana y las tendencias yankees, de Las finanzas municipales, de Dos novelas sociológicas, de Reseñas y Críticas, de La política chilena en el Plata, de La política argentina respecto de Chile, de Los privilegios parlamentarios y la libertad de la prensa, de los Estudios sobre quiebras, de los Trabajos críticos sobre Goethe, Disraeli y Bismarck, y de tantas otras obras de alto vuelo, al director de la Nueva Revista de Buenos Aires, y al digno colaborador de los doctores A. Mitre y N. Massa.
Empeñados como estamos hoy en España en la tarea de celebrar un Congreso social y económico hispano-americano, todos cuantos trabajos útiles, de positivo valer y de inmediatas consecuencias prácticas vengan a arraigar y fortificar los propósitos del Congreso, le darán extraordinario realce y trascendental importancia, y serán los firmes cimientos en que tan patrióticos fines internacionales queden basados. El doctor Quesada no ha escrito su libro para el Congreso hispano americano, ni en sus páginas hace alusión ni referencia alguna a semejante asamblea, porque con ella el problema que estudia es siempre oportuno, siempre urgente, más necesitado de solución definitiva a medida que el tiempo pasa, capitalísimo para la unión e inteligencia espiritual de ambos mundos hispanos, conveniente de toda conveniencia para cuantas repúblicas hablan en castellano, y tan trascendental para España, al conceder a su Academia la autoridad única e indiscutible en cuanto al idioma se refiera, que no puede haber ni habrá modo más elocuente y positivo de que quede en ello reconocida su patria potestad.
He aquí, pues, cómo no siendo el hermoso trabajo de D. Ernesto Quesada hecho para el próximo Congreso, viene a contribuir a sus fines con un empuje tal, que no habrá de seguro congresista alguno que con elemento más valioso y trascendente contribuya. Bien merece la obra El problema del idioma nacional que nuestros hombres distinguidos la estudien, y aprendan en ella cómo se sostienen las buenas causas, en cuanto a nuestras aspiraciones de cordial y útil inteligencia con aquellas Repúblicas se refiera.
* * *
El problema estudiado a que nos referimos es éste: «¿Debe propenderse en Hispano-América a conservar la unidad de la lengua castellana, o es acaso preferible favorecer la formación de dialectos o idiomas nacionales en cada república?» El Dr. Quesada, partidario acérrimo de la unidad de la lengua, responde categóricamente afirmando la necesidad y conveniencia de aquella conservación, y combatiendo el que se favorezca la formación de estos dialectos. Pero con la misma franqueza y con abundante caudal de razones demuestra al mismo tiempo: que es preciso someter los vocabularios parciales de provincialismos nacionales a una cuidadosa revisión, pasando por el crisol de una crítica razonada las voces legítimas, cimentándolas en copiosas y sanas autoridades, para dar a la estampa el verdadero y anhelado Diccionario de americanismos. Cree necesaria para ello, como trabajo preliminar, la celebración de un Congreso del lenguaje, «que convocado por el Gobierno español, con la ayuda de la Academia, reuniera a los individuos correspondientes de ésta y a un número dado de delegados por país, que cada gobierno designaría, trazando de antemano un programa bien meditado, y estableciendo que las resoluciones de dicho Congreso serían solamente obligatorias ad referendum, y después de un plazo dado, a fin de que la pública opinión de los países de habla castellana se pronunciara ampliamente al respecto.»
Para llegar lógicamente desde el enunciado del problema a estas conclusiones, desarróllase en el libro una verdadera exposición de doctrinas, datos, opiniones de los filólogos más eminentes de América y de España en la lengua patria, y citas de gran número de autores y obras que constituyen un verdadero tesoro de sana y utilísima erudición. Contiene asimismo la obra una crítica severa de las opiniones a todas luces erróneas y exageradas de algunos americanos y de bastantes extranjeros, que, en su antipatía a todo cuanto se refiere a España, defienden la pretensión de formar dialectos nuevos o idiomas nacionales.
El concienzudo trabajo del Dr. D. Ernesto Quesada, con cuyas doctrinas y hasta con cuyas censuras a ciertas lamentables ligerezas estamos conformes, comprende los siguientes capítulos: Proemio.– Importancia de la cuestión.–La Academia Española y el Diccionario de la Lengua.– La confraternidad hispano-americana y la Antología de poetas.– La unidad de la Lengua y el Congreso literario de 1892.– Los regionalismos americanos y el idioma nacional.– El Diccionario de americanismos y el Congreso del lenguaje.
* * *
Dentro de esa serie de capítulos, la tarea ofrece el atractivo de contener una detallada exposición del estado actual de la lengua castellana en aquellas repúblicas, y de la suma de facilidades y de obstáculos que podrán presentarse al realizar el propósito de establecer la unidad del idioma, siquiera se aumente y enriquezca éste con la admisión y empleo de las palabras de uso más general y aceptado en América que logren la autorizada sanción de las corporaciones sabias de aquella tierra, después de haber logrado el exequátur de la sociedad culta y el derecho a figurar entre las más aceptables del vocabulario o Diccionario de americanismos. Al proclamar la unidad del lenguaje dedica hermosos párrafos el Sr. Quesada a las excelencias del idioma castellano y a la vieja tierra, madre común de ellos y de nosotros. Estas alabanzas no pueden ni deben tomarse como signo de adulación en un pensador tan íntegro y recto como él, que, fiel cumplidor de los deberes de crítico, jamás reserva sus censuras a España cuando cree que debe ser censurada. Estamos seguros de que, con la misma complacencia con que hemos saboreado nosotros aquellos párrafos, los gustarán los lectores, por lo que a continuación trascribimos algunos, tomados de los distintos capítulos de la obra:
«Conceptúo un error gravísimo propender a que se corrompa la espléndida lengua castellana que nos legaron nuestros padres, y que no sólo por razón de atavismo, sino aun de orgullo nacional, debemos tratar de conservar limpia para entregarla a nuestros hijos ampliada, si se quiere, pero pura de toda escoria. Respeto profunda mente la opinión contraria, pero considero que debe ser vigorosamente combatida.»
«En América se reconoce que si, durante el siglo que fenece, España se hubiera dado cuenta de que es necesario transigir con lo irremediable, y se hubiera dedicado a cultivar y estrechar sus relaciones de madre amorosa con sus hijos emancipados, sería hoy una nación poderosísima por la riqueza que habría desarrollado este inmenso mercado americano y los mutuos intercambios, y porque comunión tan estrecha de intereses, avivada por el rescoldo aún encendido del viejo amor filial, habría conducido a formar algo como una alianza ibero-americana que hubiera hecho invencible a nuestra raza.»
«España será para nosotros siempre el alma mater cariñosa, en el recuerdo de cuyas pasadas y heroicas glorias hemos de retemplar nuestro vigor, para afrontar las dificultades del presente y las asperezas del porvenir.»
«Tengo fe profunda en el porvenir de nuestra raza, pero creo que necesitamos establecer una estrecha solidaridad entre los diversos pueblos que la forman. Me parece tarea fácil, porque en España y en Hispano-América se ha comprendido que, por más independientes que sean entre sí las naciones del habla de Castilla, es necesario, es conveniente y es factible constituir un panhispanismo que puede hacer invencible a nuestra raza, realizando el lema histórico: la unión hace la fuerza.»
«Hay que amalgamar esas masas (se refiere a la inmigración), que vienen a incorporarse al seno de estas naciones juveniles; y para ello, el primero de los vínculos es imponerles la lengua nacional, sabia y hermosa.»
«De hoy en adelante es preciso prestar mayor atención a esta cuestión, porque no se trata de una mera tendencia literaria, sino de un problema sociológico; de mantener la unidad suprema de la raza en países inundados por inmigración de todas procedencias, que principia por corromper y concluirá por modificar el idioma nacional y, por ende, el alma misma de la patria.»
«Bregar por ahondar las divergencias, precipitar voluntariamente la corrupción del idioma, forzar la formación de dialectos, es tarea antipatriótica que sólo males puede producir, sobre todo cuando se corre el peligro de quebrar así el molde lingüístico más precioso, pues el idioma español es un modelo por su perfección y riqueza. Es preciso ser vigilantes para conservar este tesoro: demasiados factores concurren a amenazarlo, y no son pocos ya los que pretenden asistir a la segunda edición de dialectos nuevos sacados del tronco común, repitiendo el fenómeno de las lenguas romanas, derivadas del latín romano.»
En este sentido tan patriótico para toda la raza está escrita la obra de D. Ernesto Quesada, que es positivo lazo de concordia de las inteligencias hispano-americanas y españolas, y será leído con tanto interés como gratitud en España entre el mundo culto. Llega la obra al dominio del público con toda oportunidad, como modelo de aspiraciones y de táctica de combate, cuando se van a abrir las puertas del Congreso social y económico hispano-americano.