Revista Cubana de Filosofía La Habana, abril-junio de 1951 |
Vol. II, número 8 páginas 45-51 |
Recuento de actividades filosóficasCuba(1)El día veinticinco de mayo a las nueve de la noche tuvo efecto en los salones del Ateneo de La Habana, lugar de reunión de la Sociedad Cubana de Filosofía, la sesión general convocada al único efecto de elegir la nueva Junta de Gobierno que ha de regir los destinos de la Sociedad durante el bienio de 1951-1953. Resultó electa la única candidatura propuesta a esos efectos, dispuesta del modo siguiente: Presidente: Humberto Piñera Llera; Vicepresidente: Rosaura García Tudurí; Secretario: Pedro V. Aja Jorge; Vicesecretario: Dionisio de Lara Mínguez; Tesorero: Máximo Castro Turbiano; Vicetesorero: Begoña López Aramberri; Bibliotecario: Gustavo Torroella González. Unos días después, el catorce de junio, tuvo lugar el acto de trasmisión de poderes en un banquete celebrado con ese propósito y al cual asistieron casi todos los miembros de la Sociedad. (2)En la tarde del catorce de junio se llevó a cabo el acto de clausura del primer curso académico del Instituto de Filosofía, creado en el mes de octubre del pasado año. Durante ocho meses consecutivos el Instituto ha venido desenvolviendo sus tareas en la docencia filosófica con el siguiente programa: Máximo Castro Turbiano: La trascendencia de Descartes en la filosofía contemporánea; Humberto Piñera Llera: Preliminares para entender la filosofía existencial; Risieri Frondizi: Breve curso sobre el problema del yo; Mercedes García Tudurí: Problemas y métodos de la filosofía; Dionisio de Lara Mínguez: La filosofía norteamericana de la religión; Rosaura García Tudurí: La lógica, el pensamiento y los valores; Humberto Piñera Llera: El problema de la existencia en la filosofía existencial. El Instituto inició sus labores con una matrícula total de cuarenticinco alumnos, de los cuales dieciséis han obtenido el certificado de habilitación correspondiente a los que han cumplido con todas las exigencias del curso. En el acto de clausura se hizo entrega de dichos certificados, tras de haber hecho uso de la palabra los señores Mercedes García Tudurí (como Presidente del Consejo de Dirección del Instituto), Humberto Piñera Llera (como Director del Instituto) y Medardo Vitier, el distinguido pensador cubano, invitado expresamente para este acto por el Consejo de Dirección. Para el próximo curso de 1951-52 el Consejo de Dirección planea nuevas actividades, con el propósito de que este segundo curso resulte mucho más intenso y variado que el primero. Entre los posibles aportes extranjeros figuran los profesores Wolfgang Koehler y José Medina Echevarría. (3)La Escuela de Verano de la Universidad de La Habana anuncia los siguientes cursos de filosofía: Los grandes momentos de la filosofía en Cuba, por el Dr. Roberto Agramonte. Curso colectivo de problemas culminantes de la filosofía moderna a cargo de Mercedes García Tudurí (El método filosófico), Rosaura García Tudurí (Filosofía de los valores), Rafael García Barcena (Ciencia, filosofía y religión), Rosario Rexach (Historia y destino de la razón en Occidente), Máximo Castro (Posibilidad de la metafísica) y Humberto Piñera Llera (La moral en el existencialismo). (4)La Escuela de Verano de la Universidad de Oriente anuncia los siguientes cursos de filosofía: Introducción a la filosofía, por el profesor Enzo Mella; La filosofía griega, por el profesor Aníbal Sánchez Reulet. [46] Argentina(1)La fundación Severo Vaccaro ha concedido por primera vez el premio que cada dos años –y sin repetición– se otorga «al periodista, escritor u hombre de ciencia que se haya destacado por la labor realizada o por nobles actos de bien público o de otro modo honrosos para el país». El premio ha correspondido por unanimidad del jurado al gran pensador argentino don Francisco Romero, la primera cabeza filosófica de toda América en la actualidad. La REVISTA CUBANA DE FILOSOFÍA se asocia al júbilo de todo el continente americano por este merecidísimo homenaje y extiende su cordial mensaje de simpatía y devoción al profesor Romero por este nuevo y señalado momento en su ya singular vida intelectual. (2)Hemos recibido el primer número de la Revista de Historia de las Ideas, publicación de la Universidad Nacional de Tucumán, dirigida por el profesor Roger Labrousse. Este primer número contiene valiosos aportes de Rodolfo Mondolfo, Roger Labrousse, Celina Esther C. de Carilla y Notas y documentos por María Victoria Dappe. MéxicoHa visto la luz (¡al fin!), después de varios años de haber sido anunciada su inminente aparición, la traducción al español de Ser y Tiempo, de Martín Heidegger. Su traductor, el profesor José Gaos, ha hecho preceder la obra de una documentada y muy interesante introducción sobre la traducción como tal, así como de un índice terminológico asaz efectivo para un acceso relativamente inteligible a obra que como Ser y Tiempo resulta difícil hasta en su idioma de origen. Felicitamos al profesor Gaos por esta nueva muestra de su actividad filosófica y a la casa editora que ha hecho posible el acceso para el público hispanoamericano del profundo pensamiento metafísico de Martín Heidegger. Francia(1)Se encuentra en trámites de organización el ya próximo Congreso de Filosofía Francesa que tendrá efecto en agosto de este año en la ciudad de Estrasburgo. En el próximo número daremos a nuestros lectores los detalles más sobresalientes de este importante evento filosófico. (2)La Conferencia Internacional de la UNESCO, en su sesión celebrada en París el cuatro de junio de este año ha tomado el acuerdo de realizar una Encuesta sobre la enseñanza de la filosofía. Ya obra en poder de la Sociedad Cubana de Filosofía un ejemplar de dicha encuesta y dentro de poco serán distribuidos algunos otros entre las personas más distinguidas de nuestro mundo filosófico, a los efectos de cooperar con la UNESCO en este importante empeño de investigar cuanto sea posible la significación y los alcances de la enseñanza de la filosofía como un medio para la consolidación de la libertad. ItaliaHemos recibido el número 2, correspondiente a abril de este año, de la revista Filosofía, que dirige en Turín el profesor Augusto Guzzo. Contiene: Proyecto de una colección (Augusto Guzzo), El interés metafísico (Emilio Arlandi), Dificultad metodológica del concepto de evolución (Augusto Cechi), El concepto del error en la filosofía de Plotino (Adolfo Levi), El dualismo en Bergson (Vittorio Mathieu), Scheler y la intencionalidad de la vida emocional (Guido Pedrioli), Carta de la Rodesia (Vanna Moster Buratti) y diversas reseñas bibliográficas. BibliocríticaSiete modelos de filosofar, por Juan David García Bacca (Universidad Central, Facultad de Filosofía y Letras, Caracas, Venezuela, 1950) . Como se advierte en el prólogo, [47] esta obra es el resultado de una serie de conferencias públicas que el autor dictó en la Universidad de Caracas al fundarse en ésta la Facultad de Filosofía y Letras en 1946. Y por lo mismo que estaban destinadas al gran público, su autor quiso omitir en lo posible el excesivo rigor técnico y la terminología especializada, pues en este caso habrían dejado de llenar su cometido. Sin embargo, es preciso hacer patente que, a pesar de lo dicho, las mencionadas conferencias rezuman una depurada crítica, que pone de manifiesto el dominio que de sus temas posee el profesor García Bacca, así como la habilidad para hacer resaltar en cada ocasión el detalle más importante a los efectos de interesar al oyente en el propósito fundamental perseguido por el expositor. Los temas escogidos por el profesor García Bacca son los siguientes. Platón, modelo del método trascendente simbólico de filosofar. Aristóteles, modelo del método analítico de filosofar. Santo Tomás, modelo del método teológico de filosofar. Descartes, modelo del método inmanente de filosofar. Kant, modelo del método transcendental de filosofar. Husserl, modelo del método fenomenológico de filosofar. Heidegger, modelo del método existencial de filosofar. Es detalle importante el de la conexión orgánica que a través de estos siete modelos de filosofar se advierte sucesivamente de uno a otro. Además, al mostrar esta conexión, se puede ver claramente en qué ha consistido el proceso dialéctico (o el movimiento del espíritu) en que ha consistido la filosofía desde sus comienzos hasta el presente. Y, finalmente, tal cosa posibilita ver claro el estado crítico permanente de ese proceso, cuya superación en cada etapa, primordialmente en las siete señaladas por García Bacca, es la expresión del movimiento del espíritu en su marcha hacia el establecimiento de una clara, precisa convincente relación de él mismo como tal con la realidad exterior, clave esta relación de todos los esfuerzos de la filosofía hasta nuestros días. Les doctrines existentialistes de Kierkegaard a J.-P. Sartre, por Régis Jolivet (Editions de Fontenelle, París, 1948). En sus trescientas setentidós páginas consagradas a una exposición crítica de la filosofía existencial desde Kierkegaard hasta Juan Pablo Sartre, muestra el autor un profundo conocimiento del tema en general –lo cual es ya extraordinario mérito– y además una considerable pulcritud crítica, que en el caso de los comentadores del existencialismo no ha solido ser la tónica predominante. Pues, en la mayoría de los casos, ha habido el deliberado deseo de arremeter sin más contra doctrinas filosóficas a las cuales apenas se les conocía, con el único objeto de «liquidarlas» lo más rápida y efectivamente posible. Pero, por el contrario, Jolivet se muestra come un expositor crítico que, en primer lugar, ha leído detenidamente a los autores que comenta; y luego como el analista dotado de la indispensable serenidad para situar las cosas en el punto donde justamente deben estar colocadas. A este respecto, llama sobre todo la atención el enfoque de las respectivas posiciones filosóficas de Kierkegaard, Heidegger y Jaspers, autores extraños por nacionalidad e idioma al crítico que, en este caso, indaga en sus obras. Es menester destacar también la documentada información que apuntala toda la exposición crítica, pues Jolivet tiene muy buen cuidado de fundamentar sus discrepancias con aquellos pasajes de los distintos pensadores a los cuales hace objeto de su inconformidad en reiteradas ocasiones. Y finalmente debe ser señalado el detalle de que, aun cuando no comparta sino en escasa medida la fundamental doctrina que se desprende de todo el existencialismo, tiene cuidado de no hacer ostensible esta discrepancia en el sentido de que la misma se sobreponga a la exposición, hasta el extremo de desnaturalizarla. Además de la exposición crítica de las respectivas filosofías de Kierkegaard, Heidegger y Sartre, Jaspers y Marcel, la obra aparece completada con un apéndice sobre la fenomenología en el cual su autor exhibe la misma característica de la claridad y precisión que rige toda la obra. [48] El Universo de Kafka, por Mario A. Lancelotti (Argos, Buenos Aires). A principios de este siglo veinte, vivió, o, mejor dicho, fuese muriendo lánguidamente, la fuerza casi fantasmal, por lo irreal y nebulosa de Franz Kafka. Nunca, durante esa lenta agonía que fue su vida, escribió Kafka una obra que no pueda ser considerada como puramente literaria, principalmente tres novelas (América, El Proceso, El Castillo), varios cuentos (el más famoso es «La Metamorfosis»), un «Diario», y algunos relatos cortos. Pero esta breve obra literaria ha influido, no sólo en la literatura, sino también en la filosofía de nuestros tiempos, quizás más que ninguna otra, con excepción de la también sombría figura de Sóren Kierkegaard, con el que muestra sorprendentes afinidades. Mario A. Lancelotti ha dado un primer paso, con este libro, en el estudio del tema que le sirve de título, tan atrayente por sus posibilidades, como temible por su inmensidad. Detrás de la densa literatura kafkiana, se esconde toda una concepción metafísica del Universo. Basta asomarse a ese abismal mundo de detrás, que se presiente lejano y nebuloso al leer las obras del místico de Praga, para sentir el vértigo de la angustia, como si algo resbalara entre los dedos de nuestro entendimiento, negándose a ser poseído, por esa endemoniada proporción que impide a lo infinito caber en lo mortal. Tal vez nada se puede decir en elogio de Franz Kafka que sea superior en brevedad y elocuencia, a una «nota», que Emmanuel Mounier le dedica, tras de intentar una clasificación total de «los existencialismos»: «No clasificamos a Kafka por ser inclasificable. Nadie como él nos deja tan totalmente suspendidos en la angustia del abandono; nadie como él, por otra parte, nos da el sentimiento tan agudo de una trascendencia y de una posible esperanza. Sólo posible...» En este libro a que ahora nos referimos, Lancelotti mezcla, sin previo aviso, lo cual puede confundir a muchos, lo poco que sabemos de la casi inexistente existencia de K., con la de los personajes hijos de su fantasía, porque aparte de que él se hizo protagonista de casi todas sus obras, su vida terrenal carece de ningún interés, pues es tan vulgar y aburrida como suele ser la de cualquier burgués. Lancelotti ha captado magníficamente la actitud kafkiana frente al fatal devenir de los sucesos: «La mirada de Kafka es extática, apta para captar las cosas en instantánea. Su capacidad para detenerse en ellas hasta inmovilizarlas en la atención es tan fuerte que termina por conferirles una mímica. Nada queda «afuera» de esta mirada fotográfica, transida de calmosa expectativa, anclada en el acecho.» Y luego, a propósito de su método, y de su posición respecto a la trascendencia: «Kafka busca lo universal, y lo anima en lo concreto. Su necesidad de objetivar lo más subjetivo no obedece sino a ello. Pues Kafka no niega jamás lo trascendente. Al contrario, lo busca con afán, aunque por una vía original: lo persigue suspendiéndolo... Se limita a decirnos que no nos es accesible. Su ironía es, pues, desesperante. Su forma de expresión es cerrada, vuelta sobre sí misma, ambivalente. Podría contenerse toda en esta sentencia típica: «E1 conocimiento es a la vez etapa que lleva a la vida eterna y obstáculo puesto frente a esa vida.» Esa suspensión (esa eterna posposición, reanudada una y otra vez, y así siempre, hasta el infinito...) resulta una de las notas más persistentes a través de todas sus obras. Recordemos por ejemplo «El Castillo», al que es llamado un agrimensor, que nunca, por una sucesión infinita de insignificantes motivos, logra penetrar en él. Aquí, como en todo el resto de sus creaciones, todo se encuentra bajo un signo. El Castillo representa al Cielo. La eterna posposición de la entrada del agrimensor en el Castillo, significa la incomunicación total del hombre con la Divinidad, desarrollada en distintos planos de existencia, y probable sólo en un tiempo ya irrecuperable. «El fracaso los separa para siempre.» Hemos deslizado hace unos instantes una afirmación fundamental, que es preciso recalcar: Todo en Kafka es simbólico. Para quien no llegue a darse cuenta de esto, sus relatos pueden parecerle productos delirantes de un desequilibrado mental. [49] Precisamente, lo que ha tratado Lancelotti, es darnos un esquema de las claves fundamentales para su interpretación, descubriendo el significado que encierran los ambientes, los personajes, los sucesos y las cosas. Hasta lo más insignificante está cargado magnéticamente de valor representativo: «Todo se carga en Kafka de virtud metafísica.» Uno de los análisis más finos que contiene el estudio de Lancelotti, es el que titula: «Kafka, el tiempo y las cosas». El «tempo» es como en los sueños, algo a un tiempo leve e inerte; una presencia fija e instantánea, un acontecimiento sin duración y, sin embargo, irremisible. El tiempo es minucioso y su fluir casi material, tangible. Los tiempos se confunden, hasta volver legendario el gesto más actual. Lo que es parece haber sido.» Los personajes no viven la vida, son vividos por ella; y los sucesos no se suceden, pues nunca dejan de estar sucediendo. De aquí la fuerte actualidad que adquieren la evocación y el presentimiento. Posee también distintas velocidades, y esa modalidad sorpresiva, ese movimiento imprevisible del tiempo que nos sobresalta, dándonos la impresión evocativa de que algo pasó sin nuestro consentimiento. Los héroes de Kafka viven «apercibiéndose» y en este apercibirse conocen, con un retardo dramático, el paso de «lo otro», de aquello que no es su vida.» «Un tempo circular, eternamente presente, anima la angustiada nostalgia de eternidad de que están hechos estos relatos. Si en cada instante se contiene la eternidad, si el hecho más sencillo posee una trascendencia incalculable, si la menor situación describe un círculo sin salida, es que todo está resuelto, y si en rigor, el fin último resulta inalcanzable, entonces poco importa el epílogo, y lo que nos parece preliminar es justamente lo eterno, lo verdadero, lo único con que contamos.» La muerte no es fin, sino un prolongarse de una infinitud en otra, un continuar de ese eterno e insondable deambular de la vida. Pero, pese a todo, los héroes de Kafka poseen una virtud curiosa: esperan. Esperan siempre, aunque no hay posible esperanza: «Es la espera en la espera. En tal sentido «El Castillo» fijaría, con su optimismo vago, la posición definitiva de Kafka: el hombre sólo sabe que espera». Baudelaire, por Jean-Paul Sartre (Editorial Losada, Buenos Aires). Estamos ante una biografía que no dudamos en calificar de genial. Esta obra significa la culminación de todo un proceso del género biográfico, que ha ido dando cada vez mayor preponderancia a la vida interior sobre la social. Sartre ha abierto el campo infinito de un nuevo género de análisis filosófico de la existencia humana, aplicando el método fenomenológico. Puede ocurrírsenos preguntar hasta qué punto puede aplicarse el método fenomenológico en este filosofar sobre la existencia de un hombre determinado, pues ciertamente aquí se tropiezan con múltiples dificultades para su aplicación práctica, no siendo la menor la imposibilidad de situarse al margen, en un plano puramente objetivo, y la carencia de base para emitir ningún juicio definitivo, desde el momento que se empieza por negar la universal validez de ninguna ley moral. Sartre comienza preguntándose qué hay de cierto en e1 criterio común de que «no tuvo la existencia que se merecía», para llegar a la conclusión de que Baudelaire no se limitó a soportar su vida, que a primera vista resulta tan amarga, sino que la quiso y la eligió así. Pero los demás no pueden admitir que un hombre renuncie a la felicidad en la única forma que ellos son capaces de comprenderla: un ciego procurar el placer y huir del dolor. Baudelaire fue, según lo califica Jean Paul, un eautontimorumenos, término griego en caro a Unamuno, y que significa «el autoatormentado», o el que se atormenta a sí mismo. El poeta de «Las flores del mal», provocaba su propio tormento, aunque en una forma indirecta, buscando estar siempre bajo la mirada acusadora de «otro». Se escogió 'culpable', aunque obrara respecto a sí mismo y se manifestara con motivos falsos. En «El Ser y la Nada», [50] la obra fundamental de Sartre, puede leerse como una anticipación: «Pero su voluntad misma es de mala fe, es decir: huye del reconocimiento de los verdaderos fines escogidos por la conciencia espontánea y construye objetivos psíquicos falsos como móviles.» No se crea frente al caso baudeleriano, que se trata de un masoquista. Si se tratara de ello, hubiera escogido el dolor no por sí mismo, sino por el placer que mediante él se procuraría. El no busca el goce a través del dolor, sino el sufrimiento mismo. Con esto trata Sartre de que la Sociedad renuncie a la compasión, de evitar que busque un refugio compadeciendo al que ella cree malo porque no obró conforme a su ley y a su moral, y atribuyendo los males que padeció al castigo que merecía por haberla desobedecido. No; si él quiso esos males, si él los procuró y los sufrió con alegría, como premio de su actitud rebelde ante sí mismo y ante los demás. Lo que hemos dicho respecto a la compasión, como manifestación de la mala fe, puede decirse con respecto a todas las demás pasiones, que no son en la mayoría de los casos más que modos de cerrarse a la evidencia angustiadora. El hombre es un ser condenado a una vida que está incapacitado para vivir. Hay en la condición originaria del hombre, una soledad fundamental, y éste, por cobardía ante ella, ha degenerado en el hombre de nuestros días, que siente pánico ante la posibilidad de encontrarse a solas consigo mismo, y constantemente busca en la convivencia social un refugio. «Nadie es inocente», dice Jean Paul. Cada hombre es responsable de sí mismo, puesto que él elige y crea libremente su propia esencia: «los actos son el hombre». Lo que se puede estudiar en una existencia, es «la elección», que cada hombre hizo de sí, pero comprendiendo a ese «cada hombre», «como una totalidad y no una colección; que, en consecuencia, se expresa íntegro en la más insignificante y superficial de sus conductas». «Nadie es nada más que su vida.» En este libro pueden encontrarse desarrollados los puntos principales del «Psicoanálisis existencial», y de la tan anunciada «Ética», dos temas que Sartre ha prometido ampliar en sus próximas obras. La conclusión final, puede servir de base a la posterior orientación del criterio sartreano: «La elección libre que el hombre hace de sí mismo, se identifica absolutamente con lo que llamamos su destino.» [51] Libros más recientesAndrés Avelino: Filosofía del conocimiento (Publicaciones de la Universidad de Santo Domingo). |
< | > |
Proyecto Filosofía en español © 2007 www.filosofia.org |
Revista Cubana de Filosofía | 1950-1959 Hemeroteca |