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¿Qué tienes en el cráneo, oh gran Benito?
¿Cuál será la materia que se esconda
bajo tu calva olímpica y redonda?
¿Corcho? ¿Tal vez serrín? ¿Tal vez granito?
Miñana, que domina lo infinito
con su imaginación potente y honda,
dice que hay algo en la intrincada fronda
de tu cráneo desnudo y monolito,
pero ni Dante, que intuyó lo eterno
imaginando el cielo y el infierno,
ni Calderón, ni Bergamín ni Prida,
cuando contemplan tus craneanos huesos
se atreven a jurar que hay dulces sesos
en su triste oquedad desconocida.