Filosofía en español 
Filosofía en español


Carta a Ramón Serrano Suñer


¿Septiembre de 1923?
Ignacio Merino, Serrano Suñer, conciencia y poder. Madrid : Algaba, 2004a

 
[ 14 ]
 

Querido Ramón:

A diario recibo cartas de felicitación vehemente e incondicional; las agradezco. Pero agradezco mucho más las que, como la tuya, represetan la adhesión serana y afectuosa de los amigos que, por más honrados e inteligentes, considero mejores. He pasado los momentos de más inquietud de mi vida, temiendo como hijo el peligro extremo que ha arrostrado mi padre y hasta dudando íntimamente como espectador (igual que tú) si con el triunfo vendría el remedio para España. Salvado el primer peligro y rodados ya algunos acontecimientos, me encuentro con más serenidad para presenciar los que vengan. No me ciegan el cariño y la admiración que debo a mi padre, pero me bastan para confiar en que no habrá abusos. Creo que se limitará a realizar la obra de que es capaz cualquier hombre honrado y sensato: purgar la corrupción que ahogaba a nuestra política y hacía imposible toda enmienda. Después, cuado para la futura reconstrucción sea precisa una preparación técnica que los militares no tienen, se buscará un gobierno de hombres aptos y probos que sustituya al directorio militar. ¿Dónde estarán esos hombres? Tengo la esperanza de que los haya en algún sitio: las Universidades, las asociaciones que han sabido, a fuerza de trabajo, hacer prósperas a algunas comarcas (mientras el Parlamento se entretenía en discutir la génesis de cada crisis ministerial), el pueblo, en fin, la parte del pueblo que siente y trabaja, dará nueve hombres capaces de regirlo. Si no los da hay que confesar que España no tiene remedio. La misión del gobierno actual no es más que esa: limpiar el camino a esos hombres, que dentro de la política anterior se hubieran asfixiado estérilmente.

Más que atender al castigo de los culpables de nuestra decadencia, hay que pensar en su inocuización [sic] para lo futuro; confío en que se logrará bastante. Es triste que el pueblo no haya sabido hacer por sí mismo la revolución; por más que si el pueblo fuera culto y cumpliera sus deberes, la revolución hubiera sido innecesaria, porque nunca se hubiera llegado a la corrupción que padecíamos.

Muchas gracias por tus manifestaciones de amistad, a las que correspondo con la sinceridad de siempre, y muchísimas más por tus leales juicios sobre mi padre. Acierte o no acierte (y espero que sí) tengo que admirarlo: por amor a España se lanzó a una empresa en la que lo arriesgaba todo, y se arriesgó noblemente, sin resguardarse con una cautelosa y extensa conjuración. Ahora, después del tiempo, ha echado siobre sí toda la enorme responsabilidad de curar a España, y cuando cumpla su misión se volverá sencillamente a Cataluña, igual que estaba antes, para seguir desempeñando su cargo de funcionario militar. Comprenderás que no te diría esto si no supiera y creyera sinceramente que tal es su propósito; si porque los hechos dispongan otra cosa no puede realizarlo, él y nosotros lo sentiríamos más que nadie.

Una vez más tengo que hacer elogios de este gran pueblo catalán. Creyó ver en el acto de mi padre un propósito honrado, y antes de que triunfase, más aún, cuando se temía que pudiera fracasar, desfiló por esta casa media Brcelona para adherirse, comprometiendo cada uno su propia firma.

Acabo por hoy. Ya hablaremos de todas estas cosas y de muchas más, sobre todo si tengo ocasión de pasar con vosotros unos días. Escríbeme de todas maneras y recibe un abrazo de tu buen amigo que te quiere

José Antonio

[rubricado]


⎯⎯⎯

a  Reproducción facsimilar.