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Junta del Colegio de Abogados
La sesión se invirtió en hablar de política
[…]
Hecho el silencio, y como el autor del voto vacilaba al hacer la definitiva redacción, se levanta a hablar D. José Antonio Primo de Rivera, quien así logra restablecer el orden:
—Señor decano: me levanto para preguntar si se van a votar separadamente los dos extremos del voto particular, puesto que son alternativos.
El Sr. Ossoriob contestó con toda caballerosidad al Sr. Primo de Rivera, y le dijo que, en efecto, así se hará.
[…]
Puesto a votación es desechado el voto particular, por 151 sufragios contra 81.
Don José Antonio Primo de Rivera impugnó en brillantísima disertación lo que se pide en la ponencia.
Cuando se levantó, muchos abogados le aplaudieron, y se hizo un silencio absoluto en la sala.
Todos le escucharon con gran respeto.
—Quisiera –dice– que todos olviden mi apellido, lo más honroso que tengo en la tierra. Sólo soy un abogado. El Código de 1870, que ahora se llama venerable, ha sido objeto de toda clase de vituperios.
En lanzarlos se ha distinguido el Sr. Jiménez de Asúa, que hoy pide su restablecimiento. En una de sus obras dedica dos páginas a censurarle [sic], y dice que lo hicieron precipitadamente unas Cortes en dos sesiones, con escasos diputados, por el procedimiento de la sorpresa, habitual en nuestro Parlamento.
El Colegio, pidiendo la derogación por estimar ilegítimo el órgano que creó el Código, adopta una postura política, y esto lo desnaturaliza.
El discurso del Sr. Primo de Rivera fue tan interesante, que le hemos pedido reproduzca ante nuestros lectores la tesis que sostuvo, cosa que hará mañana, accediendo amablemente a nuestra invitación.
Don José Antonio Primo de Rivera sostuvo durante sus discursos varios incidentes con el decano y con el Sr. Sánchez Román.
Éste defendió la ponencia en extenso discurso.
El Sr. Primo de Rivera manifestó que no votaría. Y así como él, lo hicieron muchos colegiales. Por fin, y ya muy avanzada la hora, se aprobó la ponencia.
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