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25 septbre 1931.
Querido Ramón:
¡Qué dirás de mí! Créeme que cien veces mayor que mi retraso en contestarte es mi agradecimiento por tu afectuoso interés en nuestras cosas. Pero perdóname estos silencios: mi vida es tal torbellino de emociones y complicaciones (registros de Policía, comparecencias ante la Comisión de Salvación Pública –salud dicen ellos, traduciendo salud lo mismo que el que entendía «pasa un cura» donde leía en francés «pas encore»c–, pleitos familiares –¡seis!–, etc.) que algunas veces temo romperme, como un reloj al que se le salta la cuerda. Hemos perdido el recurso, y aunque nos vamos a alzar, naturalmente, la ejecución sigue sus pasos, y en la próxima semana nos embargarán fincas, automóviles y muebles. ¡Un encanto! Menos mal que –como habrás visto por la divertida parodia del archivo de mi padre– tengo previsto todo lo previsible. Pero creo que los jabalíes están furiosos porque dicen ¡que pongo dificultades a la República! No faltaba sino que la apoyara, en vista de lo bien que me trata.
En fin, mil gracias y un fuerte abrazo.
José Antonio
[rubricado]
¿Cuándo te casas?