Filosofía en español 
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Intervención en la tercera jornada del Congreso de Abogados


2 de junio de 1932
Congreso de Abogados, organizado por la Unión Nacional de Abogados. Madrid : Unión Nacional de Abogados, 1932, p. 190-191a

 
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[…]

El señor Primo de Riverab: Me refiero, más que a la proposición del señor Cabrerac, a rogar que mediten sobre el carácter de este Congreso y lo peligroso de que lleguemos por votación a conclusiones de índole técnica. Éste es un Congreso de aspiraciones profesionales, y acaso nos podamos pronunciar en una cuestión que ahora adquiere un carácter de madurez. Pero noten lo peligroso que es; porque el señor Cabrera dice que en Manchester se aplica el cinematógrafo a la técnica procesal; nosotros no habíamos oído hablar… (Interrumpe el señor Cabrera.) Si nosotros, por este procedimiento de sentarnos y ponernos de pie, acordamos que se traiga el cinematógrafo, como en Manchester, hemos llegado también a una conclusión sobre la prueba documental y testifical, y creo que se sale del carácter del mismo Congreso. Recuerden el caso del Concilio de Aleçond, donde se discutió si las mujeres tenían o no alma, y por votación se acordó que sí. Pues a nosotros nos pasa lo mismo, ya que quizá nos pongamos más en ridículo que si rechazáramos la idea del cinematógrafo de Manchester.

[…]


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a  Fue Luis Filgueira quien proporcionó noticia de las intervenciones de José Antonio en este Congreso al anterior recopilador, quien las reprodujo juntas bajo el común epígrafe “La formación del abogado”.

b  Sesión de la mañana del día 2 de junio de 1932. Se debatía una propuesta sobre el empleo del cine en la formación de los abogados, que fue finalmente rechazada.

c  Miguel Cabrera Rivera.

d  En realidad, José Antonio se refiere al Sínodo de Mâçon, que tuvo lugar en el año 585, en el que se dice que se discutió tal asunto, aunque la realidad fue muy diferente. Según cuenta Gregorio de Tours, en medio de los debates –que, lógicamente, se realizaban en latín–, alguien se extrañó de que el término homo se aplicara también a la mujer, ignorando que mientras vir designa al varón aquel otro término se refiere al hombre en cualquiera de sus dos géneros. Tal confusión lingüística tuvo fortuna y fue recogida en un escrito anónimo holandés del siglo XVI, incorporándose así a la tradición polémica religiosa.