Filosofía en español 
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Carta a Juan Ignacio Luca de Tena, marqués de Luca de Tena


22 de marzo de 1933a
La Nación (Madrid), 22 de marzo de 1933b

 
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Cartas, discursos, verdades y mentiras

Las discusiones entabladas en torno al fascismo español

[…]

A Juan Ignacio Luca de Tena

Gracias cordiales por tu hospitalidad y por tus elogios. Pero, a pesar de ellos, me quedo descorazonado. Por lo visto mi carta no ha conseguido su aspiración a la claridad. Lo digo porque sigues moviéndote, por lo que toca al fascismo, en el mismo plano de antes. Para ti, según dices, toda violencia es mala; por eso repruebas que los socialistas impidan la difusión de El Fascio. Ello revela que sigues pensando en lo instrumental, no en lo profundo. Yo, por el contrario, no me indigno porque se coarte la divulgación de las ideas fascistas; me indigno porque se la coarta en acatamiento a un principio «de clase», «de grupo». El socialismo, por definición, no es un partido nacional ni aspira a serlo. Es un partido de lucha, clase contra clase. Ser oprimido por los triunfadores en una guerra civil, me humilla; pero ser limitado en la facultad de campar por mis respetos en homenaje a un principio nacional totalitario integrador, me enorgullece. Sólo se alcanza dignidad humana cuando se sirve. Sólo es grande quien se sujeta a llenar un sitio en el cumplimiento de una empresa grande. Y este punto esencial, la grandeza del fin a que se aspira, es lo que no quieres considerar. Liberal puro, liberal que «no elige», que no cree que haya un destino histórico «bueno» y otro «malo». Liberal refractario a toda violencia, tan enemigo, sin duda, del mal golpe por la espalda que nos propina cualquier matón nocturno, como del justiciero estacazo con que un padre castiga al corruptor que penetra en su casa. Liberal, repito, que juzga por el «instrumento», no por el «impulso». Liberal, en fin, a quien acaso no pueda nunca convencer, pero a quien reitero con estos renglones (para los que ya no pido acogida en ABC porque fuera abuso) mi más sincero afecto.

José Antonio Primo de Rivera.»


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a  Responde esta carta a la abierta que le remitió Luca de Tena como contestación a la anterior, insertada inmediatamente a continuación en las páginas de ABC, de la que entresacamos lo que sigue: «Si estuviéramos o conformes con la teoría ‘que no reconoce al ciudadano del Estado fascista ningún derecho sino en razón del servicio que presta desde su sitio’, no hubiera podido ABC exteriorizar su enérgica protesta por el que considera escandaloso atropello de recoger la edición del periódico El Fascio sin mandamiento judicial y sin razón legal alguna que lo justifique, ni calificar de intolerables las amenazas y las coacciones de los socialistas contra la lícita propaganda de los partidarios del fascio. – Para empezar a comprender el fascio que asoma en España tendremos que atenernos, no sólo a la antedicha definición de la carta que contesto, que lo asemeja a la teoría marxista –la anulación total del individuo por la colectividad–, sino a sus precisos antecedentes europeos, de los que no es posible prescindir. Si el fascismo consiste en la anulación del pensamiento individual, en las suspensiones gubernativas de periódicos, atropellando todas las leyes, en deportar o desterrar a ciudadanos considerados inocentes por la Justicia, en las confiscaciones de bienes, en los desmanes cometidos por masas sediciosas y afines en la ideología con los gobernantes, en las detenciones gubernativas, &c., declaramos, desde luego, que no prestaremos nuestra conformidad a esos procedimientos. Se me puede decir que no son tampoco los que propugna el fascio que ahora nace en España. Se me puede decir; pero en tu carta, admirable por muchos conceptos, no se dice. […]. – Repudiamos toda violencia, venga de donde viniere. “El fascismo, dices, no es una táctica –la violencia–; es una idea –la unidad–.” Yo entiendo, por el contrario, que lo que caracteriza al fascismo y a todos los regímenes antiliberales es, precisamente, su táctica. Los principios –el contenido ideológico de un partido fascista– pueden compartirlos muchos que no lo sean. La discrepancia estriba en la táctica. […] . – […] ¿Qué es eso de que el Estado liberal no cree en nada, ni siquiera en sí propio, y que para él nada es verdad? […] En un Estado liberal, si el Gobierno no abdica de su indiscutible autoridad y de sus primordiales deberes, no puede predicarse la inmoralidad, el antipatriotismo ni la rebelión. […] En un Estado verdaderamente liberal puede predicarse, en cambio, la Monarquía en régimen republicano, y la República en tiempos monárquicos, y hasta el fascismo y el socialismo, que niegan toda libertad, pero cuyas ideologías son, a mi juicio, tan respetables como cualquier otra. […]. – Permíteme que antes de terminar reproduzca las últimas palabras de tu calurosa apología fascista: “Si algo merece llamarse de veras un Estado de trabajadores, es el Estado fascista. Por eso en el Estado fascista los Sindicatos de trabajadores se elevan a la directa dignidad de órganos del Estado.” Con sólo poner “socialista” donde dice “fascista”, podrían suscribir un concepto muy parecido los partidarios del marxismo. También me parece una idea muy respetable, pero yo no la comparto. […]»

b  Se publica tras reproducir la carta anterior y la contestación de Luca de Tena. Reproducida, y respondida por el destinatario, en ABC (Madrid), 23 de marzo de 1933.