Filosofía en español 
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¿Euzkadi libre?


La Nación (Madrid), 13 de noviembre de 1933, p. 1-2a

 
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Después del plebiscito

¿Euzkadi libre?

Por José Antonio Primo de Rivera

Acaso siglos antes de que Colón tropezara con las costas de América pescaron gentes vascas en los bancos de Terranova. Pero los nombres de aquellos precursores posibles se esfumaron en la niebla del tiempo. Cuando empiezan a resonar por los vientos del mundo las eles y las zetas de los nombres vascos es cuando los hombres que las llevan salen a bordo de las naves imperiales de España. En la ruta de España se encuentran los vascos a sí mismos. Aquella raza espléndida, de bellas musculaturas sin empleo y remotos descubrimientos sin gloria, halla su auténtico destino al bautizar con nombres castellanos las tierras que alumbra y transportar barcos en hombros, de mar a mar, sobre espinazos de cordilleras.

Nadie es «uno» sino cuando pueden existir «otros». No es nuestra interna armadura física lo que nos hace ser «personas», sino la existencia de otros de los que el ser personas nos diferencia. Esto pasa a los pueblos, a las naciones. La nación no es una realidad geográfica, ni étnica, ni lingüística; es sencillamente una unidad «histórica». Un agregado de hombres sobre un trozo de tierra sólo es nación si lo es en función de universalidad, si cumple un destino propio en la Historia; un destino que no es «el de los demás». Siempre «los demás» son quienes nos dicen que somos «uno». En la convivencia de los hombres, soy el que no es ninguno de los otros. En la convivencia universal, es cada nación lo que no son las otras. Por eso las naciones se determinan desde fuera; se las conoce desde los contornos en que cumplen un propio, diferente, universal destino.

Así es nación España. Se dijera que su destino universal, el que iba a darle el toque mágico de nación, aguardaba el instante de verla unida. Las tres últimas décadas del quince asisten atónitas a los dos logros, que bastarían, por su tamaño, para llenar un siglo cada uno: apenas se cierra la desunión de los pueblos de España, se abren para España –allá van los almirantes vascos en naves de Castilla– todos los caminos del mundo.

Hoy parece que quiere desandarse la Historia. Euzkadi ha votado su Estatutob. Tal vez lo tenga pronto. Euzkadi va por el camino de su libertad. ¿De su libertad? Piensen los vascos en que la vara de la universal predestinación no les tocó en la frente sino cuando fueron unos con los demás pueblos de España. Ni antes ni después, con llevar siglos y siglos hablando lengua propia y midiendo tantos grados de ángulo facial. Fueron nación (es decir, unidad de historia diferente de las demás) cuando España fue su nación. Ahora quieren escindirla en pedazos. Verán cómo les castiga el Dios de las batallas y de las navegaciones, a quien ofenden, como el suicidio, la destrucción de las fuertes y bellas unidades. Los castigará a servidumbre, porque quisieron desordenadamente una falsa libertad. No serán nación (una en lo universal); serán pueblo sin destino en la Historia, condenado a labrar el terruño corto de horizontes y acaso a atar las redes en otras tierras nuevas, sin darse cuenta de que descubren mundos.

José Antonio Primo de Rivera


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a  Reproducido en F. E. (Madrid) 1, 7 de diciembre de 1933, p. 9.

b  El 5 de noviembre de 1933, el 84 por ciento de los votantes aprobó en plebiscito popular el proyecto de Estatuto de Autonomía elaborado por las Comisiones Gestoras de las Diputaciones y que había sido previamente aprobado por los Ayuntamientos de las tres provincias vascongadas en el mes de agosto. La complicada red de relaciones de los autonomistas en las Cortes, y los debates quedaron suspendidos cuando los parlamentarios del PNV abandonaron sus escaños en junio de 1934.