Filosofía en español 
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Tomo cuarto Carta XXI

Progresos del Sistema Filosófico de Newton, en que es incluido el Astronómico de Copérnico

1. Muy señor mío: Recibí la de Vmd. estimando, como es justo, su afecto a mi persona, bien expresado en la compasión de las incomodidades, que supone necesariamente consiguientes a mis muchos años, y no pocas tareas literarias. En cuanto al influjo, que han tenido en ellas los años, supone Vmd. muy bien; mas no concederé fácilmente que haya sido parte, por lo menos considerable, en esa mala obra mi estudiosa aplicación. En el Discurso VII del primer Tomo del Teatro Crítico probé, a mi parecer, muy bien, que la Profesión Literaria en ninguna manera acorta la vida a los que la ejercen, si el ejercicio no es inmoderado; lo que no podría dejar de hacer, si produjese alguna, o algunas particulares indisposiciones corporales, sobre aquellas a que está expuesta la nativa complexión de los estudiosos, o si agravase estas mismas. Mi aplicación al estudio siempre fue muy moderada, porque siempre tuve gran cuidado de no incurrir en ella el más leve exceso; de modo, que cuando, leyendo, o estudiando, o escribiendo, empezaba a sentir algún fastidio, o alguna fatiga, por pequeña que fuese, al punto dejaba aquella ocupación.

2. Agradezco, mas no acepto el ofrecimiento que Vmd. me hace del libro Examen de Ingenios del Doctor Huarte: digo que no le acepto, porque ya le tengo en mi Librería, y aun tuve otros tres ejemplares que distribuir, y pudiera tener cerca de veinte, con que me convidaron de varias partes. Monsieur Berteud, a quien en el [295] III Tomo de Cartas, Carta XXVIII, número 14, cité sobre la especie de que en España no es conocido el Doctor Huarte, ni su libro, estaba muy mal informado; y yo estoy muy arrepentido de haberle creido. Son innumerables los ejemplares de este libro, que hay en nuestra península.

3. Tampoco estaba bien informado del mérito del libro Escasio Mayor, y tal cual otro que quisieron elogiarle; porque es poquísimo lo que tiene digno de algún aprecio; y sobre todo, la Física del Autor apenas vale la tinta con que se escribió. Pero voy a lo que más llama mi atención en la Carta de Vmd. con ánimo de detenerme algo en ello, porque lo pide la materia.

4. Díceme Vmd. que, a su parecer, no debí omitir, tratando del Sistema Copernicano, la advertencia de que ésta quimérica opinión (así la apellida) sólo es seguida de algunos Herejes modernos, o por lo menos, de Autores sospechosos en la Fe; y que a aquéllos, o éstos debe su origen: añadiendo, que lo mismo debí, y aun con más razón, advertir del que llamo Sistema Magno.

5. Señor mío, yo en ningún modo me intereso por el Sistema Copernicano. Con sinceridad filosófica expuse en aquella Carta lo que hay a favor suyo, como lo que hay contra él; mostrando, sin embargo, mi propensión a la opinión negativa, por el superior motivo de ser ésta conforme a la letra de la Sagrada Escritura. Mas no por eso debo consentir en que se le suponga la odiosa circunstancia de ser sólo protegida de los Sectarios modernos, o Autores sospechosos; como ni tampoco, que deba su nacimiento a esa infecta prosapia. Nicolao Copérnico, a quien se atribuye la invención del Sistema, que por eso se llama Copernicano, vivió, y murió en la comunión de la Iglesia Romana. Hizo el estudio de las Matemáticas en Bolonia, las enseñó en Roma, y vuelto a su patria, donde el señor Lucas Watzelrod era Obispo de Warmia, éste, que era tío suyo, le dio un Canonicato de aquella Iglesia.

6. Y si se quiere buscar más arriba el origen del [296] Sistema Copernicano, aun se le descubrirá más noble en el insigne Cardenal Nicolao de Cusa, a quien Tritemio llama Príncipe de los Teólogos de su tiempo: Sixto Senense Varón admirable en todos los géneros de literatura; y Belarmino igualmente piadoso que docto. Ni tengo, ni he visto en las Obras de este famoso Cardenal, pero sí leído en varios Autores, que precedió a Copérnico (y la anterioridad fue de más de un siglo) en la opinión de la tierra movible, y el Sol inmóvil. Pero si la circunstancia de la antiguëdad hiciese más ilustres las opiniones como las familias, mucho mayor calificación de la nobleza del Sistema Copernicano hallaríamos en su antiquísimo origen de Aristarco Filósofo, y Matemático de la Isla de Samos, que floreció dos, o tres siglos antes de la Era Cristiana, y a quien hacen primero inventor de él muchos Autores. Mas sin embargo de esta mayor antigüedad del Sistema, justamente es reputado inventor suyo Copérnico; porque en su existencia anterior no era más que un cuerpo informe: Rudis indigestaque moles, a quien él, digámoslo así, organizó ajustándole a todas las apariencias celestes, y fundando la mejor prueba de él en la conformidad que tiene con ellas.

7. Si el Sistema no pierde por la religión de su Inventor, tampoco por la de los que le siguieron; pues aunque algunos de ellos fueron inficionados de las nuevas herejías, otros muchos, y de los más principales, fueron buenos Católicos Romanos. Uno de los primeros, o acaso absolutamente el primero, fue Juan Lanspergio, Monje Cartujano, varón ejemplar, celosísimo Defensor, y Predicante de la Doctrina Católica contra Luteranos, y Calvinistas. Ninguna infamia contrajo tampoco de sus apasionados Descartes, Gasendo, y Galileo, hombres de insigne ingenio, y nada notados en orden a la Religión.

8. Es verdad que en el caso infeliz de Galileo tuvo un gran tropiezo el Sistema, que le suspendió por algunos años el curso, que había empezado a tomar en Francia, y en Italia. Fue delatado este grande hombre [297] a la Inquisición Romana; porque como Copérnico ponía el Sol inmóvil en el centro del Mundo, substituyendo en la tierra los dos movimientos, que el Sistema vulgar Ptolemaico atribuye al Sol, en la forma que he explicado en la citada Carta del Tomo III, y por esta causa fue preso, y detenido en la prisión hasta que se retractó; bien que se observaron después señales nada equívocas, según escriben muchos, de que la retractación no había sido sincera, sino simulada, por evitar la molestia de una dilatada prisión, pues cinco años la padeció, aunque en esto hay mucho que modificar, como se dirá abajo.

9. Como quiera, este caso hizo, en orden a la detención del curso del Sistema, mayor, o menor efecto, según la mayor, o menor veneración que en distintas Naciones obtiene, u obtenía entonces el Tribunal de la Inquisición Romana. En Italia enteramente le cortó: en Francia le retardó: en las Regiones que habían rompido enteramente con la Iglesia Romana no pudo estorbarle el paso: y aun acaso la declaración de Roma contra el Sistema sirvió de espuela para que le acelerase más en aquellos ánimos, en quienes la deserción de la verdadera doctrina representa como odiosas todas las determinaciones de Roma.

10. En España estuvo por demás la declaración del Tribunal Romano contra los Copernicanos; ya porque acá en aquel tiempo nec si Copernicus est audivimus; ya porque en materia de doctrina (aun Filosófica, y Astronómica) es tan inmóvil nuestra Nación, como el Orbe Terráqueo en el Sistema vulgar.

11. La lentitud de paso, en que se había puesto en Francia el Sistema, parece ser que duró hasta los principios de este siglo; pero de esta época sucesivamente fue tomando más, y más vuelo; de modo, que ya há más de veinte años que fuera de las Aulas de los Regulares apenas se encuentran Filósofo, y mucho menos Astrónomo, que siga el de Ptolomeo. He puesto la excepción en las Aulas de los Regulares, no en los Regulares, por tener [298] entendido que muchos de éstos, y aun los más, en su particular, há algunos años que desertaron del Sistema de Ptolomeo hacia el de Copérnico.

12. En la Italia también se fue introduciendo éste al mismo tiempo, aunque poco a poco, y con alguna timidez; pero aunque paulatinamente, fue ganando tanta tierra, que al fin se introdujo descubiertamente adonde, como luego expondré, se formó un honrado establecimiento. Por conclusión, ya há algunos años que está tan extendido por la Europa este Sistema, que los Sabios Autores de las Memorias de Trevoux, en el año de 46, Tomo II, pág. 908 no dudaron escribir, que los Físicos modernos casi todos son Copernicanos.

13. Los grandes progresos, que hizo el Sistema de Copérnico, se debieron en mucha parte a la extensión prodigiosa que logró en casi toda la Europa la doctrina de Newton, de cuyo Sistema Filosófico es parte esencial el Astronómico de Copérnico; de modo, que derribado éste, infaliblemente se desquicia toda la magnífica estructura de aquél.

14. Es muy de notar, que el Sistema Newtoniano halló para introducirse más contradicción en los Filósofos Franceses, que en los Italianos. Pero no se ignora la razón. Los Franceses estaban muy apasionados por su paisano Descartes; cuyos Turbillones se veían batidos en ruina por los argumentos de Newton, como asimismo la Plenitud, que Descartes atribuía al Universo; y se les hacía duro dejar al Jefe paisano por el extranjero. Al contrario, en la Italia no encontraban este obstáculo los Newtonianos, porque nunca tuvo Descartes partido en aquella Región; de modo, que en ella, impertránsito medio, se pasó de Aristóteles a Newton. Caminó, a la verdad, a paso lento por Italia el Newtonianismo; pero al fin, como ya insinué arriba, logró allí un honrado establecimiento; pues de palabra, y por escrito se enseña ya públicamente en el Colegio Romano, famosa Escuela de los Jesuitas en aquella Capital. Cito por fiadores de [299] esta verdad (ningunos más seguros en el asunto) los Autores de las Memorias de Trevoux. En el año de 47 salió a luz un Poema Latino de Iride, & Aurora boreali, su Autor el Padre Carlos Noceti, con Notas, y Comentarios en prosa del Padre Josefo Rogerio Boscovich, Maestro, aquél de Filosofía, y éste de Matemáticas en dicho Colegio; en cuyo Escrito los dos Jesuitas se declaran por Profesores del Newtonianismo en todos sus puntos capitales, la atracción, o pesantez universal, el vacío diseminado, la inmovilidad del Sol, movimiento del la tierra anuo, y diurno, en la forma que los puso Copérnico, &c.

15. El año siguiente pareció otro Impreso del mismo Padre Boscovich, en que trata de la luz: Dissertatio de Lumine, donde explicando el movimiento, o progresión sucesiva de la luz, que descubrió, y demostró el Astrónomo Dinamarqués, y Consejero de Estado de aquella Corona, Olao Roemer, asienta aquella inmensa distancia de las fijas, que pretenden los Copernicanos, según la exigencia de su Sistema, y que sólo en él tiene lugar (véase mi tercer Tomo de Cartas, Carta XX, número 8); y por ser ésta una materia de especial curiosidad, expondré aquí cómo calcula el Padre Boscovich la celeridad del movimiento de la luz, y las distancias de las fijas a la tierra.

16. Supone lo primero, por las Observaciones Astronómicas del Señor Roemer, verificadas después por otros muchos, que la luz del Sol tarda en venir, desde el Astro a nosotros, medio cuarto de hora, poco más, o menos. Supone lo segundo con el común de los Astrónomos; que el Sol dista de la tierra treinta y tres millones de leguas (se entiende de las que se comprehenden veinte en cada grado terrestre), u ochenta millones de millas. Y de estas dos suposiciones concluye, que la luz, en cada minuto segundo, corre el espacio de más de sesenta mil leguas, o más de ciento, y ochenta millas.

17. Los Astrónomos ponen al Planeta Saturno distante [300] de la tierra trescientos y treinta millones de leguas, aunque algunos se contentan con los trescientos, rebajando los treinta restantes. Conque, según la regla establecida, la luz refleja de Saturno gasta en venir del Planeta a nosotros cinco cuartos de hora, poco más, o menos. Ya se ve, que ésta es una rapidez portentosa; pues siendo el sonido tan veloz como acredita la experiencia, viene a ser la luz seiscientas mil veces más veloz que el sonido.

18. Procediendo por estos principios, vamos ya a ver qué espacio de tiempo ha menester la luz para venir de las Estrellas fijas a nosotros. ¡Dilatadísima Provincia! El Padre Boscovich, que sigue el Sistema Copernicano, se ve precisado, conforme a la exigencia del Sistema (véase la citada Carta del tercer Tomo), a colocar las fijas en un tan prodigioso alejamiento de nosotros, que la distancia del Sol a la tierra, supuesta de treinta y tres millones de leguas, sea como un punto indivisible, respecto de la distancia en que están aquéllas de nosotros; de modo, que resulta de su cálculo, que no obstante la portentosa rapidez de la luz, ésta necesita el espacio de tres años para venir del Firmamento a nuestro Globo Terráqueo.

19. Aún no hemos llegado al término. Suponen los Astrónomos, siguiendo una bien fundada conjetura, que no todas las fijas distan igualmente de nuestro Orbe, sino más, o menos, según parecen mayores, o menores a la vista, de modo, que la desigualdad de su tamaño, que comúnmente se divide en seis magnitudes diversas, sea sólo aparente, a proporción de la mayor o menor distancia en que están, siendo regla constante de la Optica, sabida de todo el mundo, que un objeto tanto parece menor, cuanto dista más del que le mira. Así las Estrellas, que llaman de sexta magnitud, se considera que distan tanto más que las de primera magnitud, cuanto aquéllas parecen a la vista menores que éstas; esto se entiende sólo de las que se descubren sin la ayuda del telescopio; pues aquéllas, para cuya inspección se necesita [301] de este auxilio, se infiere que distan muchísimo más, y aun la distancia de éstas es desigualísima, a proporción de los mayores, o menores telescopios, que son necesarios para darles alcance. ¿Y qué será de aquéllas (como es de presumir que las hay) a quienes no alcance algún telescopio de cuantos se han fabricado hasta ahora?

20. Ahora, pues, cuando el citado Autor dice, que tarda la luz de las fijas tres años en llegar a la tierra, habla determinada, y expresamente de las más cercanas a nuestro Orbe; de que se deduce, que para que llegue la luz de las que están a duplicada distancia, serán menester seis años, y treinta para las que están a distancia de culpa, &c.

21. En atención a todo lo dicho, contempla el P. Boscovich, que acaso hay Estrellas en el Cielo criadas con las demás al principio del mundo, cuya luz está desde entonces volando por esos inmensos espacios, sin que hasta ahora haya llegado a nuestros ojos.

22. Si acaso a Vmd. le pareciere, que todo este razonamiento no es más que un alegre sueño, o novela filosófica, semejante a las Fábulas del Alcorán (lo que no es imposible, respecto de las angostas ideas que hay en los más de los hombres, en orden a la estructura del Universo) considere que nada hay en él de mi invención. Todo es del Padre Boscovich, a quien se haría notable injuria, mirándole como Escritorcillo aventurero, y charlatán, que quiere vender sus fantasías por realidades, siendo sujeto a quien una grande Religión constituyó Maestro de Matemáticas en el insigne Colegio Romano: sujeto que escribe, y dicta esta doctrina a vista, y conocimiento de todo lo más ilustre que tiene la Iglesia de Dios: sujeto, en fin, que el grande Pontífice, que hoy reina, prefirió a todos los demás Astrónomos de Italia (como ya dos Gazetas nuestras nos han dicho) para determinar con la mayor precisión la Línea Meridiana en las Ciudades del Estado Eclesiástico, en cuya ocupación está trabajando al tiempo que escribo esto. [302]

23. ¿Y qué tiene de imposible, o inverosímil el cómputo hecho? Nada. Sabemos que la extensión del mundo no es infinita; pero nadie sabe, o puede determinar sus límites, sin que Dios se lo revele; y aunque se supiese de incomparablemente mayor magnitud, que la que representa la cuenta ajustada, tan fácil le sería al Omnipotente sacarle con toda esa agigantada corpulencia del estado de la nada, como producir el más humilde, y despreciable arbusto.

24. Fuera de que en todo lo expuesto nada dice el citado Jesuita, que idénticamente, en cuanto a la substancia, no hayan escrito antes de él otros grandes Astrónomos. Los millares de millones de leguas, que remueve de nuestro Orbe al Firmamento, es aserción de todos los Copernicanos, como inevitable en su Sistema. ¿Y qué número hacen todos los Copernicanos? Los Autores de las Memorias de Trevoux nos dicen, que casi todos los Físicos modernos lo son. ¿Y quién puede negar, que la autoridad de casi todos los Físicos modernos, unidos en orden a un punto puramente filosófico, es de un gravísimo peso?

25. Lo que se añade a esto de la desigualdad aparente de las Estrellas, que esta aparente desigualdad proviene de su desigualdad de distancia a la tierra; y que la desigualdad de distancia es muy grande, así como lo es la de la apariencia de magnitud, en cuya consecuencia es de discurrir, que la distancia de aquellas Estrellas, que sólo se descubren con los mejores telescopios, excede incomparablemente a la de aquellas que ocupan la porción del Firmamento más próximo a nosotros: todo esto, digo, es mera conjetura; pero conjetura tan racional, y conducida con un hilo tan seguido, desde el principio hasta el fin, que constituye una legítima presunción.

26. Pero norabuena que se descarte todo lo que es meramente conjetural. Nada lo he menester para mi intento; el cual sólo es mostrar a Vmd. que el Sistema [303] Copernicano, bien lejos de ser privativamente propio de Herejes, u de Filósofos sospechosos en la Fe, es seguido por innumerables Autores Católicos, y se enseña dentro de la misma Roma, a vista, y ciencia del Papa, del Colegio de Cardenales, de otros muchos ilustres, y doctos Eclesiásticos que hay en aquella Capital del Catolicismo. Pero Vmd. en el errado concepto de ser la doctrina de Copérnico literatura de contrabando, introducida por Autores, o dañados, o sospechosos, no hizo más que seguir el rumbo de muchos ignorantes de nuestra Nación, que al oír, u leer cualquiera especie de erudición filosófica, que no está en los Cartafolios por donde estudiaron, al punto campanean en tono magistral, que aquella noticia viene de los aires infectos del Norte; de suerte, que este fallo infamatorio se hizo ya chorrillo en Críticos de mollera cerrada.

27. Es natural que a Vmd. leyendo esta Carta, le ocurra la duda de ¿cómo habiendo en los tiempos pasados la Inquisición Romana hecho abjurar a Galileo la opinión del Sistema Copernicano, y mandado que nadie le siguiese, hoy se permite su pública enseñanza en Roma a vista del mismo Santo Tribunal? Si se dictase, y escribiese sólo como hipótesis, sería nula la dificultad, pues esto le permitió expresamente aquel Venerable Senado. Pero de las Memorias de Trevoux consta, que se enseña, y escribe en tono asertivo. Vese esto en todo el contexto del art. 87 del año de 50, donde se da exacta razón de la Disertación de Lumine del Padre Boscovich. Asimismo, en el art. 23 del mismo año, dicen aquellos Autores, que los PP. Noceti, y Boscovich hacen profesión del Sistema Newtoniano: y en el art. 17 del año de 49 dejaban dicho, que ya desde el año de 29 estaba puesto el Colegio Romano en el más alto punto de la Física moderna: añadiendo inmediatamente estas palabras: Lo que observamos, para desengañar a aquellos que creen que la Física antigua de las pequeñitas entidades (las accidentales), exigencias, privaciones, domina aún ahora en las Escuelas. [304]

28. Repelida, pues, como mal, fundada esta solución, he pensado en otro modo de evacuar la dificultad. La Inquisición Romana no prohibió absolutamente seguir el Sistema de Copérnico; antes sí con la excepción del caso en que se llegase a hacer evidencia de su verdad; y es cierto, que la prohibición está concebida en estos términos. Llegó ya el caso de hacerse tan dominante este Sistema, que, como dije arriba, fundado en la sentencia decisiva de los Autores de las Memorias de Trevoux, sujetos, que por las circunstancias que concurren en ellos, es imposible que padezcan error en un hecho de esta clase: Casi todos los Físicos modernos son Copérnicos. Ahora pregunto: ¿No es un juicio muy prudente, y muy racional el de cuando tantos doctos Físicos de diferentes intereses, Naciones, y Religiones, de quienes la mayor parte respeta la autoridad de la Escritura, en que está el único tropiezo del Sistema Copernicano, conspiraron unánimes a admitirle, fueron sin duda movidos de tantas, y tan poderosas razones, que su colección, para el efecto de persuadir, se puede reputar por en algún modo equivalente a una perfecta evidencia? Parece que sí. ¿Pues quién quita pensar que los Señores Ministros de aquel venerable Tribunal hicieron ese juicio, y por eso permiten la pública enseñanza de la doctrina de Copérnico? Digo permiten, porque para la simple permisión no es menester una evidencia de la más rigurosa exactitud.

29. Añado, que como no siempre se prohibe la aceptación de una doctrina por su absoluta falsedad, mas también porque de ella, aun siendo verdadera, o probable, por las circunstancias de los tiempos se pueden seguir algunos inconvenientes, que debe precaver el buen gobierno; puede ser que un tiempo tuviese algún inconveniente en seguir a Copérnico, que después haya cesado. Pongo por ejemplo: Puede ser escandalosa en un tiempo, y ofensiva de oídos piadosos aquella doctrina; y hoy, que se sabe que es tan común, no escandalizar a persona. [305]

30. No me parece fuera de propósito advertir aquí, que lo que dicen muchos Autores extranjeros, que la Inquisición ejerció una excesiva severidad con Galileo, infiere, o que no estaban bien informados del caso, o que no hicieron sobre él la debida reflexión. No una sola, como comúnmente se supone, sino dos veces, y en tiempos bastantemente distantes, aunque ambas veces por la misma causa, fue delatado Galileo al Santo Tribunal: la primera el año de 1616, en que no se hizo otra demostración con él, que mandar desistiese de defender el Sistema de Copérnico, lo que él prometió, y en cuya consecuencia el Cardenal Belarmino, para resguardo de su honor, le dio una certificación, de que ni se le había aplicado pena alguna, ni obligado a retractarse, sí sólo intimado dicho mandato; el cual Galileo observó hasta el año de 1632, en que le violó, dando a luz un Diálogo, en que de nuevo se ponía de parte de la vedada doctrina; por lo cual, llamado a Roma segunda vez, fue puesto en prisión, y compelido a retractarse. Dicen, que la prisión duró cinco años, añadiendo algunos, que fue rigurosa. Mas por lo que leo en el Suplemento de Moreri del año de 35 colijo que fue benigna; pues por la mayor parte se redujo al Lugar de Arcetri, y su territorio, dentro del Estado de Florencia, de donde era natural. ¿Qué rigor fue este, respecto de un hombre, que ni había obedecido el precepto como súbdito, ni como hombre de bien cumplido su palabra?

31. Es razón decir ahora algo en orden al Sistema Magno, pues Vmd. le incluye con el Copernicano en la reconvención que me hace. Yo no sigo uno, ni otro, como tampoco uno, ni otro persigo. Pero hallo una notable desigualdad en los dos: la cual consiste en que el Magno envuelve, o trae en su seguimiento algunas cuestiones de difícil, y aun de peligrosa decisión; inconveniente que no descubre el Copernicano. Constituyen los Sectarios de aquél en cada estrella de las fijas un Sol, que es centro, y como alma de otro Orbe igual al nuestro, y [306] a quien circuyen otros Planetas, o grandes Globos, como al nuestro Saturno, Júpiter, Marte, Venus, Mercurio, la Luna, y la Tierra.

32. Pregunto ahora lo primero. ¿Habitan vivientes alguno, o algunos de esos Globos, como habitan otros nuestra tierra? Se inclinan, u declaran los Sectarios del Sistema por la afirmativa, pareciéndoles superfluidad contraria a una Providencia sapientísima criar tantos, y tan grandes cuerpos, sólo para que sean en el Universo unos inútiles, y dilatadísimos páramos.

33. Pregunto lo segundo. ¿Esos habitadores son de nuestra especie, u hombres como nosotros? Esto parece contra la Escritura, que afirma, que todos los hombres proceden de un hombre; esto es, de Adán: Fecitque ex uno omne genus hominum (Act. 17).

34. Y así pregunto lo tercero. ¿Ya que no hombres, son criaturas intelectuales de distinta especie, pero compuestas como nosotros de espíritu, y materia? No veo imposibilidad alguna en que Dios forme, si quiere, tales criaturas. Supongo, que la materia siempre será de la misma especie, como son de la misma la nuestra, y la de los brutos; porque en todo compuesto de materia, y forma es preciso que ésta sea el determinativo de la especie. Pero en cuanto al alma, ¿qué fundamento hay para coartar la Omnipotencia, aun dentro de la línea intelectual, a una sola especie? Dios produjo innumerables almas brutas de diferentes especies: ¿por qué no podrá producir diferentes especies de almas racionales, o intelectuales, que piensen de otro modo, que adquieran especies por otros sentidos específicamente distintos de los nuestros, &c?

35. Pregunto lo cuarto. ¿Estas criaturas intelectuales tienen el mismo destino que nosotros a una gloria sobrenatural, y eterna? ¿Fueles revelada la misma doctrina? ¿Fueron redimidas, o preservadas por los méritos del mismo Mediador? ¿Están fiadas a la custodia de los Ángeles? ¿Y esos Ángeles son de los mismos órdenes, y [307] jerarquías que los nuestros? ¿U de otros órdenes, y jerarquías diversas? Todas estas cuestiones son harto embarazosas. Y así, ¿para qué nos hemos de enredar en ellas con la temeridad de admitir, y explorar nuevos mundos, cuando la mínima parte del que habitamos sobra para dar que hacer a nuestros entendimientos por los siglos de los siglos?

36. Réstame satisfacer a otro cargo, que al fin de su Carta me hacer Vmd. preguntándome a qué fin doy al público estas cuestiones de Sistemas, y otros puntos filosóficos, que no se tratan en nuestras Escuelas, ni podemos sacar de ellas utilidad alguna. Respondo, que por eso mismo de que no se tratan en nuestras Escuelas por eso puntualmente las doy al Público. Interésase el honor literario de nuestra Nación, en que estas cosas por acá no se ignoren. ¿No basta sacar esta utilidad de su publicación? Encuéntranse, como ha sucedido varias veces, un Profesor nuestro con un Extranjero bastantemente instruido en las materias físicas. Tócale éste alguna de aquéllas, que por acá no se tratan. ¡Qué vergüenza para el nuestro, que haya de enmudecer, porque enteramente la ignora, y aun tal vez, ni aun sabe el significado de las voces, en que le habla el Extranjero! Mucho más: Si éste sabe que el Español tiene el título, y ejercicio de Catedrático de Filosofía, ¿qué juicio hará de él, y otros de su clase? ¿Y qué Panegíricos hará de ellos con sus Compatriotas?

37. Lo peor es, que hay algunos de estos Profesores (más de ocho, u diez he visto), que insultan a los que están instruidos de las noticias que ellos ignoran, sin saber, porqué los insultan; que es añadir sobre la ignorancia algo de barbarie. Ya en alguna parte he referido lo que pasó ante mí entre un Regular de cierta Religión, y un Caballero lego, que estaba medianamente impuesto en la Filosofía Cartesiana. Con irrisión trató el Regular al Caballero sobre el título (en su consideración irrisible) de que era Cartesiano; y apurado aquél por éste, se [308] halló, que no sólo ignoraba los fundamentos de Descartes; mas ni aun sabía en qué se oponía la Filosofía Cartesiana a la Aristotélica. Y de un Escolástico, muy buen Artista al modo nuestro, y Agudo Teólogo, sé, que tocándole otro Escolástico, amigo suyo, no sé qué del peso del aire, le dijo muy fruncido, que se dejase de aquellos disparates, porque se haría despreciable con ellos. Nuestro Señor guarde a Vmd. &c.


{Feijoo, Cartas eruditas y curiosas, tomo cuarto (1753). Texto según la edición de Madrid 1774 (en la Imprenta Real de la Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores y Libreros), tomo cuarto (nueva impresión), páginas 294-308.}