Filosofía en español 
Filosofía en español

cubierta del libro

 
Bibliotecas Populares Cervantes
Las cien mejores obras de la literatura española. Vol. 30

Director: Francisco Carrillo Guerrero
Inspector-Jefe de Primera Enseñanza de Madrid

Antonio de Villegas

Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa
y otros cuentos

Prólogo de
Gil Benumeya


 
MADRID
Compañía Ibero-Americana de Publicaciones
Don Ramón de la Cruz, 51


 
Blass, S. A.– Madrid.– Núñez de Balboa, 21.


 
Índice
Prólogo, 5
Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa, 13
Sobremesa y alivio de caminantes, 51
Doce cuentos de Juan Aragonés, 105
La vengada a su pesar, 121

 



cubierta del libro

 
Bibliotecas Populares Cervantes
Las cien mejores obras de la literatura española. Vol. 30

Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa
y otros cuentos

Prólogo de
Gil Benumeya

3.ª edición


 
Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (S. A.)
Puerta del Sol, 15 - Madrid
Florida, 251 - Buenos Aires


 
C.ª General de Artes Gráficas.– Príncipe de Vergara, 42 y 44.– Madrid.


 
Índice
Prólogo, 7
Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa, 17
Sobremesa y alivio de caminantes, por Juan de Timoneda, 57
Doce cuentos, por Juan Aragonés, 113
La vengada a su pesar, por D. Andrés de Prado, 129

 

Ni la primera ni la tercera edición de este libro van fechadas. En archive.org se puede ver y copiar un ejemplar digitalizado de la primera edición con esta anotación manuscrita en la primera página del prólogo: “Mariano Husillos | Villalonga - mayo 1928”; anotación autógrafa realizada, sin duda, por “142. D. Mariano Husillos García - Villalonga Sangenjo (Pontevedra)”, que es como figuraba el dueño del ejemplar, tres años antes, en una relación de “maestros nombrados propietarios provisionalmente…” (Gaceta de Madrid, 23 febrero 1925, pág. 863).

La primera edición (161+2 páginas) titula en cubierta el libro como “Abindarráez y Jarifa”, y en portada “Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa y otros cuentos”. La tercera edición (171 páginas) ofrece en la cubierta el mismo título de portada, aunque prescinde del apellido del autor del primero de los cuatro textos que conforman el tomo. El nombre del director de la colección, Francisco Carrillo Guerrero, impreso en la primera edición con su cargo de “Inspector-Jefe de Primera Enseñanza de Madrid”, ha sido retirado en la tercera.

La página 2 de la primera edición ofrece las relaciones de los 30 tomos publicados en su serie primera y de los 6 tomos publicados en su serie segunda, hasta ese momento, por las “Bibliotecas Populares Cervantes”. Las páginas 2 a 4 de la tercera edición ofrecen actualizadas esas relaciones: 81 tomos publicados de la primera serie y 39 de la segunda: “Las cien mejores obras de la literatura universal”. (La primera edición ofrece al final, en dos hojas sin numerar, la detallada relación de la docena de primates que conformaban entonces el Consejo de Administración de la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, S. A., y noticia de algunas de las ediciones impulsadas por esa sociedad; información de la que se prescinde en la tercera edición.)

El prólogo va atribuido en portada y firmado por el agente alias “Gil Benumeya”, que no desaprovecha la ocasión para seguir adoctrinando sobre la “Reconquista” entendida a su manera filomahometana, campaña en la que ya venía actuando desde años antes, por ejemplo, usando el alias “Amor Benomar”, en “El Islam español y la ‘Reconquista’ desde el Sur”, artículo publicado por la Revista de Tropas Coloniales (Ceuta, septiembre 1925), revista “propagadora de estudios hispano-africanos” que dirigía entonces, por cierto, el coronel Francisco Franco. Ofrecemos a dos columnas tal prólogo como aparece en la primera y en la tercera edición, señalando las dos únicas variantes advertidas:

Primera edición, páginas 5-12

Prólogo

La simpática novelilla fronteriza que hoy ofrecemos es la obra más célebre y perfecta del ingenio castellano Antonio de Villegas. Se ignoran los hechos principales de la biografía de este autor. Supónese que nació en Medina del Campo, ciudad donde residió la mayor parte de su vida. Fue discípulo de Castillejo en la poesía, comenzando como ardiente secuaz de la escuela castellana y acabando como partidario no menos ardiente de la italiana, traduciendo e imitando narraciones y fábulas mitológicas de auténtica influencia clásica. El 1565 imprimió una colección de todas sus obras con el título Inventario de Antonio Villegas, dirigido a la Majestad Real del Rey Don Felipe (Medina del Campo, 1565, y una segunda edición en 1577 aumentada). El nombre de Antonio de Villegas ha sido siempre enaltecido y figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua, publicado por la Real Academia Española. Además de la notable novela del Abencerraje, publicó Villegas la pastoril Ausencia y soledad de amor, en prosa y en verso, muy inferior a la anterior. Se ignora la fecha de su muerte.

* * *

El episodio central de la Historia española es la llamada “Reconquista”, complejísimo fenómeno que generalmente se quiere reducir a una lucha incesante entre moros y cristianos, entendiendo que el moro era siempre un hombre, infiel y perverso, extranjero y bárbaro, y el cristiano era en cambio el indígena noble y desinteresado que defendía su patria contra el invasor. Pero la Historia es muy diferente, casi opuesta. Como este prólogo sólo tiene por objeto preparar al lector no especializado para la compresión de esta novela cuyos tipos y costumbres contrastan de manera tan extraña con los corrientes en la guerra de Marruecos, evitaré la erudición y las complicadas demostraciones, limitándome a esbozar un programa muy conciso que puede resumirse con las siguientes afirmaciones:

Primera. Es absolutamente imposible comprender la geografía de España y Portugal sin conocer la geografía de la península berberisca formada por Marruecos, Argelia y Túnez{1}. Las dos penínsulas se corresponden exactamente y tienen idénticas flora, fauna y población humana, constituida en ambos lados por la raza ibero-libia o berebere, cuya lengua primitiva fue el chelja. Iberia limita al Norte con Francia, al Sur con el Sahara.

Segunda. La raza libio-ibera, que pertenece al grupo camita, como la etíope y la egipcia, y que es pariente de la semita (árabes, fenicios, hebreos) vio rota su unidad por las invasiones de romanos y bárbaros; Roma latinizó las llanuras en España y África, pero no las sierras, que conservaron sus viejos usos y lenguas (hoy se habla ibero en medio Marruecos, y el vasco subsiste). Tras Roma los visigodos, que eran semibárbaros, oprimieron a España, aunque el genio de la iglesia sevillana los contuvo algo. Pero como quisieran completar su dominio de Iberia apoderándose de Marruecos, se encontraron con otra invasión, la árabe musulmana, que los sometió. Extranjeros eran árabes y godos: la primera Reconquista fue unas luchas de unos y otros sobre el pueblo ibero de España y África que algunas veces permaneció neutral, y más generalmente aún tomó partido a favor del árabe, al fin y al cabo pariente próximo, mediterráneo y civilizado. (La misma Iglesia sevillana les abrió la puerta.)

Tercera. La cooperación española fue tan intensa que el Imperio Árabe fue desde los Omeyas un Imperio Español donde musulmanes y cristianos vivían juntos y en buena armonía. Los Omeyas quisieron realizar la unidad nacional a los dos lados del Estrecho de Gibraltar y no pudieron conseguirlo por la oposición de los separatistas de Cataluña, León (muy influido por Francia el primero, muy influido por los godos el segundo), los cabileños del Rif semisalvajes. Andalucía, que considerando a los Omeyas como una dinastía extraña (Siria), se sublevó con Omar Benhafsun. La oposición entre “moros” y “cristianos” empieza bajo la presión de Europa con los cruzados, y de África con los almorávides del Sahara, bárbaros seminegros y fanáticos. Los iberos, que no tenían odios religiosos, pues sus luchas eran fenómenos de autonomía regional, acabaron por ser aplastados entre la doble presión exterior.

* * *

Andalucía musulmana y cristianomozárabe fue la que dio el tono a la cultura del Islam Occidental. Lo que llamamos la conquista árabe fue en realidad la conquista andaluza, un deseo de predominio de la gran región del Sur, que habiendo recibido la mejor cultura del momento quería transmitirla al resto de Iberia. Los andaluces bajo las dinastías sirias y con su nueva religión seguían siendo andaluces, es decir, iberos, hermanos nuestros, no gente exótica. En el seno del Islam andaluz vivían desde Abderramán III infinitos cristianos andaluces que peleaban contentos bajo las banderas jalifianas. El avance árabe puede llamarse “Andalucismo” y fue una guerra ibera como tantas otras. (Conviene advertir que Andalucía era el país al Sur de la Oretana, con el Reino de Murcia-Alicante, Badajoz y Ciudad Real, inclusive.)

Poco a poco fueron penetrando en Andalucía las guerrillas del Norte que traían otro nuevo ideal de importación europea: el Imperio absoluto y centralizado a lo romano-germánico, nuevo ideal que barrió al iberista de los andaluces sobre las dos orillas de Gibraltar. Pero el entusiasmo primitivo de Castilla-León se apagaba, empezó a hacerse la guerra con milicias mercenarias y con tropas auxiliares (“policías indígenas”) de mudéjares y mozárabes andaluces. La pugna interregional de los primeros siglos se convirtió en guerra civil dentro de Andalucía entre dos bandos que servían ideales extraños de imperialismo del reino de Castilla y panislamismo del reino de Granada ya influido por Oriente. Pero la absoluta identidad de ambos bandos transforma la guerra en un torneo, le da un carácter deportivo y noble desconocido en otros pueblos de aquella época, hidalguía caballeresca absolutamente auténtica que da principal encanto a la historia de Abindarráez y Jarifa. La preocupación esencial de los romances y novelas fronterizos es altamente significativa; no se trata de conflictos religiosos, raciales, ni políticos; se trata del amor, de resolver conflictos sentimentales, de saber si una mora granadina o africana debía casarse con un cristiano de la Andalucía castellanizada, si un moro andaluz podía casarse con una cristiana del otro lado de la frontera de Granada. Preocupación única y predominante que llega hasta la moderna literatura africana (Mektub, Cárcel de Seda, &c.) y tiene su gloriosa culminación en dos episodios del Quijote.

* * *

Para terminar, una advertencia. No hay que confundir al moro andaluz y su guerra noble con el rifeño y el pirata berberisco que lucharon contra España siglos después, con el sectario de Barbarroja y Abd-el-Krim. Estos son kabileños, gente de raza ibera también, pero bárbaros que aún no han recibido la cultura suficiente. En Marruecos, protegido por España, coexisten los dos pueblos ibéricos: 1.º el moro andaluz o andaluzado, culto, religioso, amigo de España, respetuoso de sus autoridades indígenas, hablando el árabe y viviendo generalmente en las ciudades, las llanuras y las montañas de la provincia de Yebala (zonas de Tetuán, Larache, Tánger, &c.)

2.º El rifeño, inculto, fanático, antiguo enemigo de España, no por odio, sino por barbarie, rebelde un día contra sus autoridades, hablando bereber y viviendo en las sierras de la provincia del Rif. Nuestra labor civilizadora consiste en andaluzar el rifeño para que se funda con los restantes moros y sea un factor poderoso de paz y tranquilidad dentro de la cultura y la lengua árabes y de la religión musulmana que es monoteísta, piadosa y de fácil cooperación con el cristianismo a cuyas figuras divinas (N. S. Jesucristo y la Santísima Virgen) reverencia. Basta recordar los estudios islámicos publicados por el sabio sacerdote católico y académico, don Miguel Asín, para comprobar la facilidad de convivir ambas religiones.

* * *

A continuación figura en este tomo una obrita de Juan de Timoneda, célebre poeta y escritor valenciano nacido en 1490 y muerto en fecha ignorada, pero posterior a 1597 (edad excesiva, pero que parece ser cierta). Desde el 1555 fue librero en Valencia y tuvo imprenta, acaso regentada por Juan Navarro. Durante cuarenta años de su vida se afanó en la publicación de incontables obras de ingenio, de Historia y de erudición, a cuya publicación esmerada dedicó todo su caudal. Compuso preferentemente poesías populares (romances, trovas castellanas y lemosinas), fue incansable demósofo y coleccionador de cuentos populares, y publicó a su costa las obras completas de su amigo Lope de Rueda. Entre sus obras descuellan El Sarao de Amor, El buen aviso, El sobremesa, Turiana, tres libros místicos, dos memorias históricas, el Dechado de Colores, Enredo de amor, La Rosa Gentil, La Rosa Real, El Truhanesco, &c., &c. Casi todos son recopilaciones de cuentos, romances, canciones y relatos breves originales o simplemente compilados por él.

Gil Benumeya.

——

{1} Véase la “Cartilla del Español en Marruecos”, publicada por esta editorial. 2,50 ptas. Autor, A. Benomar.

Tercera edición, páginas 7-15

Prólogo

La simpática novelilla fronteriza que hoy ofrecemos es la obra más célebre y perfecta que contiene el “Inventario” del ingenio castellano Antonio de Villegas. Se ignoran los hechos principales de la biografía de este autor. Supónese que nació en Medina del Campo, ciudad donde residió la mayor parte de su vida. Fue discípulo de Castillejo en la poesía, comenzando como ardiente secuaz de la escuela castellana y acabando como partidario no menos ardiente de la italiana, traduciendo e imitando narraciones y fábulas mitológicas de auténtica influencia clásica. El 1565 imprimió una colección de todas sus obras con el título Inventario de Antonio Villegas, dirigido a la Majestad Real del Rey Don Felipe (Medina del Campo, 1565, y una segunda edición en 1577, aumentada). El nombre de Antonio de Villegas ha sido siempre enaltecido y figura en el Catálogo de Autoridades de la Lengua, publicado por la Real Academia Española. Además de la notable novela del Abencerraje, publicó Villegas la pastoril Ausencia y soledad de amor, en prosa y en verso, muy inferior a la anterior. Se ignora la fecha de su muerte.

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El episodio central de la Historia española es la llamada “Reconquista”, complejísimo fenómeno que generalmente se quiere reducir a una lucha incesante entre moros y cristianos, entendiendo que el moro era siempre un hombre, infiel y perverso, extranjero y bárbaro, y el cristiano era en cambio el indígena noble y desinteresado que defendía su patria contra el invasor. Pero la Historia es muy diferente, casi opuesta. Como este prólogo sólo tiene por objeto preparar al lector no especializado para la compresión de esta novela cuyos tipos y costumbres contrastan de manera tan extraña con los corrientes en la guerra de Marruecos, evitaré la erudición y las complicadas demostraciones, limitándome a esbozar un programa muy conciso que puede resumirse con las siguientes afirmaciones:

Primera. Es absolutamente imposible comprender la geografía de España y Portugal sin conocer la geografía de la península berberisca formada por Marruecos, Argelia y Túnez{1}. Las dos penínsulas se corresponden exactamente y tienen idénticas flora, fauna y población humana, constituida en ambos lados por la raza ibero-libia o berebere, cuya lengua primitiva fue el chelja. Iberia limita al Norte con Francia, al Sur con el Sahara.

Segunda. La raza libio-ibera, que pertenece al grupo camita, como la etíope y la egipcia, y que es pariente de la semita (árabes, fenicios, hebreos) vio rota su unidad por las invasiones de romanos y bárbaros; Roma latinizó las llanuras en España y África, pero no las sierras, que conservaron sus viejos usos y lenguas (hoy se habla ibero en medio Marruecos, y el vasco subsiste). Tras Roma los visigodos, que eran semibárbaros, oprimieron a España, aunque el genio de la iglesia sevillana los contuvo algo. Pero como quisieran completar su dominio de Iberia apoderándose de Marruecos, se encontraron con otra invasión, la árabe musulmana, que los sometió. Extranjeros eran árabes y godos: la primera Reconquista fue unas luchas de unos y otros sobre el pueblo ibero de España y África que algunas veces permaneció neutral, y más generalmente aún tomó partido a favor del árabe, al fin y al cabo pariente próximo, mediterráneo y civilizado. (La misma Iglesia sevillana les abrió la puerta.)

Tercera. La cooperación española fue tan intensa que el Imperio Árabe fue desde los Omeyas un Imperio Español donde musulmanes y cristianos vivían juntos y en buena armonía. Los Omeyas quisieron realizar la unidad nacional a los dos lados del Estrecho de Gibraltar y no pudieron conseguirlo por la oposición de los separatistas de Cataluña, León (muy influido por Francia el primero, muy influido por los godos el segundo), los cabileños del Rif semisalvajes. Andalucía, que considerando a los Omeyas como una dinastía extraña (Siria), se sublevó con Omar Benhafsun. La oposición entre “moros” y “cristianos” empieza bajo la presión de Europa con los cruzados, y de África con los almorávides del Sahara, bárbaros seminegros y fanáticos. Los iberos, que no tenían odios religiosos, pues sus luchas eran fenómenos de autonomía regional, acabaron por ser aplastados entre la doble presión exterior.

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Andalucía musulmana y cristianomozárabe fue la que dio el tono a la cultura del Islam Occidental. Lo que llamamos la conquista árabe fue en realidad la conquista andaluza, un deseo de predominio de la gran región del Sur, que habiendo recibido la mejor cultura del momento quería transmitirla al resto de Iberia. Los andaluces bajo las dinastías sirias y con su nueva religión seguían siendo andaluces, es decir, iberos, hermanos nuestros, no gente exótica. En el seno del Islam andaluz vivían desde Abderramán III infinitos cristianos andaluces que peleaban contentos bajo las banderas jalifianas. El avance árabe puede llamarse “Andalucismo” y fue una guerra ibera como tantas otras. (Conviene advertir que Andalucía era el país al Sur de la Oretana, con el Reino de Murcia-Alicante, Badajoz y Ciudad Real, inclusive.)

Poco a poco fueron penetrando en Andalucía las guerrillas del Norte que traían otro nuevo ideal de importación europea: el Imperio absoluto y centralizado a lo romano-germánico, nuevo ideal que barrió al iberista de los andaluces sobre las dos orillas de Gibraltar. Pero el entusiasmo primitivo de Castilla-León se apagaba, empezó a hacerse la guerra con milicias mercenarias y con tropas auxiliares (“policías indígenas”) de mudéjares y mozárabes andaluces. La pugna interregional de los primeros siglos se convirtió en guerra civil dentro de Andalucía entre dos bandos que servían ideales extraños de imperialismo del reino de Castilla y panislamismo del reino de Granada ya influido por Oriente. Pero la absoluta identidad de ambos bandos transforma la guerra en un torneo, le da un carácter deportivo y noble desconocido en otros pueblos de aquella época, hidalguía caballeresca absolutamente auténtica que da principal encanto a la historia de Abindarráez y Jarifa. La preocupación esencial de los romances y novelas fronterizos es altamente significativa; no se trata de conflictos religiosos, raciales, ni políticos; se trata del amor, de resolver conflictos sentimentales, de saber si una mora granadina o africana debía casarse con un cristiano de la Andalucía castellanizada, si un moro andaluz podía casarse con una cristiana del otro lado de la frontera de Granada. Preocupación única y predominante que llega hasta la moderna literatura africana (Mektub, Cárcel de Seda, &c.) y halló su gloriosa culminación en dos episodios del Quijote.

* * *

Para terminar, una advertencia. No hay que confundir al moro andaluz y su guerra noble con el rifeño y el pirata berberisco que lucharon contra España siglos después, con el sectario de Barbarroja y Abd-el-Krim. Estos son kabileños, gente de raza ibera también, pero bárbaros que aún no han recibido la cultura suficiente. En Marruecos, protegido por España, coexisten los dos pueblos ibéricos: 1.º el moro andaluz o andaluzado, culto, religioso, amigo de España, respetuoso de sus autoridades indígenas, hablando el árabe y viviendo generalmente en las ciudades, las llanuras y las montañas de la provincia de Yebala (zonas de Tetuán, Larache, Tánger, &c.)

2.º El rifeño, inculto, fanático, antiguo enemigo de España, no por odio, sino por barbarie, rebelde un día contra sus autoridades, hablando bereber y viviendo en las sierras de la provincia del Rif. Nuestra labor civilizadora consiste en andaluzar el rifeño para que se funda con los restantes moros y sea un factor poderoso de paz y tranquilidad dentro de la cultura y la lengua árabes y de la religión musulmana que es monoteísta, piadosa y de fácil cooperación con el cristianismo a cuyas figuras divinas (N. S. Jesucristo y la Santísima Virgen) reverencia. Basta recordar los estudios islámicos publicados por el sabio sacerdote católico y académico, don Miguel Asín, para comprobar la facilidad de convivir ambas religiones.

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A continuación figura en este tomo una obrita de Juan de Timoneda, célebre poeta y escritor valenciano nacido en 1490 y muerto en fecha ignorada, pero posterior a 1597 (edad excesiva, pero que parece ser cierta). Desde el 1555 fue librero en Valencia y tuvo imprenta, acaso regentada por Juan Navarro. Durante cuarenta años de su vida se afanó en la publicación de incontables obras de ingenio, de Historia y de erudición, a cuya publicación esmerada dedicó todo su caudal. Compuso preferentemente poesías populares (romances, trovas castellanas y lemosinas), fue incansable demósofo y coleccionador de cuentos populares, y publicó a su costa las obras completas de su amigo Lope de Rueda. Entre sus obras descuellan El Sarao de Amor, El buen aviso, El sobremesa, Turiana, tres libros místicos, dos memorias históricas, el Dechado de Colores, Enredo de amor, La Rosa Gentil, La Rosa Real, El Truhanesco, &c., &c. Casi todos son recopilaciones de cuentos, romances, canciones y relatos breves originales o simplemente compilados por él.

Gil Benumeya.

——

{1} Véase la “Cartilla del Español en Marruecos”, publicada por esta editorial. 2,50 ptas. Autor, A. Benomar.