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Filosofía inmersa y crítico-sistemática
Comprende aquellas concepciones inmersas o implantadas de la filosofía [12] que, sin embargo, propugnan una sustantividad o sistematicidad “actualista” de la filosofía, cuyo contenido sólo podría ser dialéctico, es decir, aquel que puede constituirse en el enfrentamiento entre las diferentes formas de organización del presente. (Tomamos “crítica” no en el sentido que le dio Kant, sino en el que el término tiene en el español, muy anterior a Kant, tal como aparece por ejemplo en la obra principal de Feijoo, Teatro crítico universal. Entendemos la crítica, considerada en su estructura lógica, como una operación que tiene que ver con la clasificación [225], en tanto incluye la discriminación, la distinción y la comparación). Pero, quien proclama su voluntad “crítica” habla en hueco si no manifiesta los “parámetros” desde los cuales se dispone a ejercitar las operaciones críticas de clasificación. Como “parámetros” de la filosofía crítica consideraremos a ciertas evidencias racionales, concretas, materiales, dadas en el presente, ante las cuales suponemos que es preciso tomar partido y partido positivo, a saber: un conjunto (indeterminado) de evidencias de naturaleza científica positiva y un conjunto (indeterminado) de evidencias de naturaleza moral y ética. Quien no comparta esas evidencias (por fideísmo, por escepticismo o por ignorancia) no tendrá nada que ver con el racionalismo crítico en el sentido en que utilizamos aquí este concepto. La filosofía crítica no parte tanto de la ignorancia o de la duda universal, cuanto de saberes firmes, históricamente alcanzados, por modestos que ellos sean, saberes que tienen que ver con las matemáticas, con muchas partes de la física o de la biología, o con la “moral universal”; evidencias que implican la crítica al relativismo cultural [425] y que piden una validez para todos los hombres y para todas las culturas. Existen normas absolutamente universales, por ejemplo todas las que tienen que ver con la virtud de la generosidad, [468] tal como la definió Espinosa. La filosofía crítica de la que hablamos es, ante todo, crítica de la filosofía exenta; es decir, crítica de la filosofía entendida como filosofía dogmática o como filosofía histórica. Además, consideraremos este modo crítico de entender la filosofía como el núcleo originario de lo que llamamos “filosofía en sentido estricto”. Este es el modo en el que la filosofía se ofrece en los Diálogos de Platón: una filosofía que se ejercita, por su método, en la crítica de otras alternativas o hipótesis disponibles en el presente. Esta es la razón por la cual diremos que la filosofía crítica ha de ser sistemática, puesto que ha de ofrecer, en cada caso, el sistema total de alternativas, reales, no verbales o vacías, entre las cuales pueda “elegirse” apagógicamente. La filosofía crítica aparece como crítica a las construcciones científicas categoriales, que son construcciones cerradas dentro de su categoría.
Conviene constatar, no obstante, que esta concepción de la filosofía no se vuelve de espaldas a la filosofía pretérita; entre otros motivos, porque considerará que el pretérito es parte del presente: las obras de Platón o de Aristóteles figuran en los anaqueles al lado de las obras de Darwin o de Einstein. Pero lo más importante es constatar que no existe consensus omnium, ni siquiera entre quienes estuvieran dispuestos a suscribir la idea de una filosofía crítica, acerca de las líneas doctrinales que habían de serle asignadas. Unas veces se entenderá como filosofía crítica un espiritualismo onto-teológico “racional” (que considerará poseer la crítica no sólo de la mitología correspondiente, sino también del materialismo o del ateísmo, etc.); otras veces la filosofía crítica irá asociada al materialismo (que implica el ateísmo, etc.); otras, se entenderá como filosofía crítica el “humanismo hermenéutico”; y otras, se considerará que el único correlato doctrinal de la filosofía crítica es el agnosticismo o el escepticismo.
El problema fundamental se nos plantea cuando advertimos que estas diversas autodenominadas “filosofías críticas” son incompatibles entre sí y que no es posible tratarlas a todas ellas como alternativas equivalentes de un género común, y cuando reconocemos que es necesario tomar partido por alguna (aun arriesgándose a ser descalificados por “dogmáticos”). Concediendo que la filosofía crítica procede del presente (de un ámbito en el que figurarán no sólo las ciencias positivas, sino también las instituciones políticas, lingüísticas o religiosas) y que debe volver incesantemente al presente, la cuestión es la de qué grado de trituración del presente puede exigírsele a una filosofía para que pueda ser considerada como crítica y no como una mera “ideología de reconciliación” con el presente, o de “condenación (apocalíptica o ética) del presente”. ¿Podrá seguir llamándose crítica a una filosofía que no llega a romper con sus “fuentes reveladas, autorreconocidas como suprarracionales? ¿No cabe exigir, en particular, como cuestión de principio, a una filosofía crítica, que no acepte ningún principio que se automanifieste como una revelación sobrehumana? Por nuestra parte, así lo postulamos.
La principal objeción con la que se enfrenta una filosofía crítica es el relativismo cultural. La respuesta al relativismo cultural sólo puede venir de la consideración misma (partidista) de la materia de la filosofía crítica que se considere inmersa en el presente. Si en la materia de este presente se encuentran contenidos “universales”, es decir, no circunscribibles a una cultura o a una sociedad determinada, sino transcendentales (en sentido positivo) [460] a todas ellas, entonces la filosofía, a la vez que inmersa en una cultura que “toma partido” por tales contenidos, dejará de ser relativa a ella para poder presentarse, desde ella, como transcendental (y, en este sentido, praetercultural). Nos parece posible citar por lo menos dos “materias” sin las cuales la filosofía crítica no podría resistir el empuje del relativismo cultural: las ciencias positivas categoriales y la moral y la ética universales.
A la filosofía crítica no podemos asignarle un contenido doctrinal preciso: en principio podría ser idealista o materialista, aristocrática o democrática. Tendría, eso sí, que mantenerse en contacto con las ciencias positivas del presente. Sobre todo tendría que proponerse, como objetivo inmediato, la trituración de los mitos oscurantistas que acompañan a las otras formas de filosofía. Las funciones catárticas de la filosofía crítica son, desde luego, imprescindibles. Existen varias filosofías que pretenden presentarse como críticas, pero que dejarán de serlo (para convertirse en escolásticas) en el momento en que se ofrezcan como doctrinas absolutas, hipostasiadas. Una filosofía crítica no es una alternativa que se presenta entre otras varias posibles, ofreciéndose en actitud “tolerante” al gusto del público, sino que es una alternativa que se ofrece frente a otras.
{QF2 43-45, 47-49, 70-71}