[ 54 ]
Madrid, 7 marzo
Querido hermano Miguel: no tengo para qué decirte cómo me alegró el resultado de tu lance. Llevaba varios días casi sin pensar en otra cosa, y el telegrama en que me dabas cuenta de la terminación fue un verdadero alivio, más que nada porque llegó dos días antes de lo que yo esperaba. Recibe un fuerte abrazo, además del que te mandé por telégrafo.
La preocupación de ahora es la enfermedad de nuestro padre. Como nos habíais ocultado la gravedad estábamos hasta ayer relativamente tranquilos aquí en Madrid. Pero ahora he sabido por Consuelo Loscertales que ha tenido una agravación muy considerable en la diabetes y que habéis pasado un susto. En vista de eso voy a hacer todo lo posible por irme a París el sábado próximo, aunque sea para volver a los dos o tres días. Espero que no se le quite de la cabeza lo de ir a un sanatorio a curarse en serio. Si pudiera dejar mi despacho lo acompañaría continuamente, pero ya que esto no es posible iré a verle cuantas veces pueda, pues creo que también me obligan a permanecer en Madrid otros deberes para con nuestro padre. Mañana, por ejemplo, me reúno en La Nación con Quintanara y Delgado Barreto, para estudiar una forma de que el periódico aproveche esta época de auge. Hay bastante que trabajar en él: varios servicios administrativos están descuidados; además necesita organización interna (archivo, etc.) y colaboración, pues Barreto se escribe tres o cuatro planas diarias y, aparte de que no hay quien resista este trabajo, el periódico entero no puede estar pendiente de que Barreto se ponga malo un día , por ejemplo, y no pueda escribir. Para atender a todo esto es preciso ocuparse de cerca, con actividad, constancia y energía, durante una temporada; y eso es lo que pienso hacer ahora, ya que nuestro padre no puede ni debe hacerlo.
En cuanto a las cosas de la administración familiar, debo decirte que no he recibido la carta tuya de que me has hablado en varias ocasiones, siempre con el encargo de que no dejara de hacer lo que en ella me decías. Temo muchísimo que se haya perdido, y espero que estuviera escrita en forma difícil de entender, pues sospecho que tenemos la correspondencia vigilada. No me mandes por correo ninguna cosa importante; o envía las cartas a mano cuando alguien venga, o sírvete del conducto de que me he valido yo en alguna ocasión ahí en París, encargándole también que no ponga el sobre a mi nombre, sino que lo dirija a alguien de toda confianza en Madrid para que me la entregue. Siguiendo con el asunto te diré, ya que tu carta con instrucciones se ha perdido (si es que no te refieres a la que, escrita por tu mano, me mandó nuestro padre con Gabilánb) que un día de estos recibirá nuestro padre por conducto seguro una carta mía que se refiere a la cuestión, y que entre tanto está tranquilo porque ya lo he puesto todo a buen recaudoc.
Felipe Castillejad me ha dicho que te pongas en comunicación con su hermana Silvia, que vive con su padre (Condes o Marqueses de Castilleja de Guzmáne) en 8 avenue d'Jéna. Dice que te proporcionará ocasiones de divertirte, y aunque de seguro no te faltan será amable que la llames o la veas, pues Felipe ya ha anunciado en su casa que lo harás.
No escribo hoy a nuestro padre para poder alcanzar el correo y, sobre todo, porque no me atrevo a confiar a él las cosas que pienso decirle (mejor dicho, las cosas que quiero hablarle, pues no es que tenga que decirle algo especialmente urgente). Haz el favor, sin embargo, de leerle esta carta como si fuera para él y dile que aquí lo recordamos continuamente, que agradecí mucho su carta enviada por Gabilán y que atenderé a todo lo que me dice en ella. Por de pronto dile que las 50.000 pts. para el Hospital de Jerez fueron para allá hace muchos días.
Te envío unas cartas para nuestro padre que están detenidas aquí hace bastante tiempo. Dáselas con un fuerte abrazo; no le dejes que descuide la diabetes y recibe otros abrazos para las hermanas y para tí de tu hermano que te quiere mucho
José Antonio
[rubricado]