Filosofía en español 
Filosofía en español


Discurso en Bilbao


5 de octubre de 1930a
La Nación (Madrid), 6 de octubre de 1930

 
[ 88a ]
 

El gran mitin de ayer, en Bilbao

[…]

Si estos aplausos fueran dirigidos a mí, yo os podría dar las gracias con el desembarazo que dejan los honores inmerecidos; pero sé que no son para mí; son para el recuerdo que en mí veis y que yo llevo enraizado en lo más hondo de mi espíritu. Bajo ese recuerdo, ¿con qué palabras podía daros las gracias, si todas las palabras se ahogan antes de llegar a la garganta cuando suben del corazón? (Aplausos.)

Gracias a todos con toda mi alma. A los que estáis aquí despreciando las amenazas que os han dirigido desde fuera (Muy bien); a los que han organizado este acto, el más importante de los que se están celebrando en España; a las mujeres que también habéis venido para honrar y embellecer nuestra solemnidad; a vosotras, mujeres vascas, que sabéis llenarnos la vida con vuestra belleza, con vuestra suavidad, con vuestra serenidad, y sabéis ser fuertes y firmes para la lealtad y para el deber; a vosotros, los que tal vez no estuvisteis con la Dictadura, pero seguís a estos hombres porque van por el camino de la verdad; y a los leales –últimos en la enumeración, pero no en el afecto– que estáis aquí y que sois todos. Porque, ¿qué nos importa que no estén con nosotros los que se unieron a la Dictadura para adularla al barrunto de las prebendas y huyeron cobardemente en cuanto se les pidió el menor sacrificio? (Muy bien. Muy bien. Aplausos.)

 
La Dictadura y la ciudadanía

Yo quisiera que os mirasen con los ojos de la verdad los que probablemente mañana, desde ciertos periódicos, ocultarán hasta la realidad de que estamos celebrando este acto. ¿Cuándo un partido perseguido, calumniado, en oposición hasta sangrienta, ha logrado reunir en torno suyo tan magnífica manifestación de ciudadanía? Después de esto, ¿se atreverán a seguir diciendo que la Dictadura ahogó el espíritu ciudadano? Lo dicen porque suspendió la celebración de elecciones. Pero precisamente así, con el corte de aquel simulacro, logró que la verdadera ciudadanía se robusteciera. Casi todos, muchos por lo menos, sois más viejos que yo y recordáis lo que eran las elecciones; muchos ya no acudíais siquiera a ellas porque teníais metido en el alma el desaliento. Notabais que, por grande que fuera vuestro entusiasmo, siempre, por no se sabe qué artes misteriosas, resultaban triunfantes los mismos hombres; los que perdieron las Antillas; los que fracasaron en Marruecos; los que arruinaron nuestra Hacienda; los que conocéis de siempre. Y después, para colmo de vilipendios, os decían que erais… el pueblo soberano y ellos vuestros servidores. (Gran ovación.) Claro que la Dictadura acabó con eso. Pero en cambio sacó de sus casas y movilizó el más copioso y selecto contingente de ciudadanos que ha movilizado Gobierno alguno. ¿Quien no recuerda la labor benemérita de esos hombres en las Diputaciones, en los Ayuntamientos, en tantas Juntas de base social, descentralizadoras de servicios, como creó la Dictadura? Y sobre todo renació la ciudadanía, porque renació en todos la fe en España. La Dictadura nos curó del más terrible mal, que era el desaliento. La Dictadura nos hizo ver que España podía ser grande, fuerte, rica, vencedora y respetada. Y así los que, vueltos de cara a la pared, esperaban de un momento a otro una muerte miserable, acudieron a los puestos del deber para servir a España en el ejercicio de la ciudadanía.

Ya veis cómo ha bastado ese espíritu de ciudadanía, difuso, pero fuerte, para manifestar, sin necesidad de Cortes, ni casi de Prensa, la más viva repulsa contra los conciliábulos de unos cuantos viejos políticos que de nuevo pretendían repartirse a España.

 
No hay más que dos caminos

Pero esta ciudadanía, formada ya, tiene que conocer su camino. Y no hay más que dos, porque ha pasado la época de distraernos en gestionar que nos pongan ese alcalde o nos quiten aquel juez municipal. No hay más que dos caminos en estos momentos trascendentales: o la revolución o la contrarrevolución. O nuestro orden tradicional o el triunfo de Moscú, que ha abolido la religión, la familia, el pudor y el amor a la Patria. (Aplausos.) Porque sabed que la tercera Internacional ha gastado en Europa, durante uno solo de los últimos meses, 36 millones de dólares en propaganda. Sabed que sostiene en España tres periódicos comunistas, y no menos de doscientos propagandistas del comunismo. Y Moscú será lo que triunfe, si triunfa la revolución. No será una revolución contra la Monarquía, sino la subversión completa del orden social. La República conservadora no es más que un paso; los republicanos románticos, y por lo mismo respetables, de finales del siglo XIX no tienen masa; necesitan de la que se les preste, y esa fuerza prestada, ¿creéis que se conformará con la substitución del general Berenguer por el Sr. Alcalá Zamora? Después de triunfar echarán a un lado a los románticos del republicanismo y no se conformarán sino con el logro completo, con Rusia.

Contra eso ha de organizarse a toda costa la unión de las derechas. Pero, ¡ay de las derechas si persisten en su vieja política! ¡Pobres de ellas si frente a Moscú se entretienen en sus antiguas habilidades electorales! Así ni servirán de nada ni lograrán que nadie las siga. Tampoco pueden ser las derechas blandas y escurridizas de antes. No. Ha de ser una derecha fuerte, resuelta, intransigentemente derecha.

 
La derecha y los obreros

Quiero explicar esto de «intransigentemente». Estoy muy lejos de pensar que las derechas deban oponerse a los legítimos avances de la clase trabajadora. Al contrario, nunca ningún Gobierno pensó tanto en los trabajadores como la Dictadura. No los adulaba para obtener votos, y, sin embargo, ¿cuándo tuvieron los trabajadores más respeto y más bienestar? Por eso muchos obreros que hoy, por temor o por mal entendido compañerismo, se ven arrastrados a protestas contra lo que cayó, en la sinceridad de su familia, donde se sienten padres, añoran –ya con nostalgia– los días pacíficos y fecundos de la Dictadura. (Grandes aplausos) Lo que se dé merecidamente a la clase obrera no es transigir, no es ceder en un regateo; es hacer justicia. Por consecuencia, debe hacerse de una vez todo lo necesario para llevar una vida armoniosab, en la que no falte el pan ni la seguridad del ocio a los hijos durante la infancia, para que puedan educarse, ni el descanso y la alegría, que los pobres tienen tanto derecho como los ricos a concederse una copa de vino o una diversión; todo eso ha de darse a los obreros, y todo de una vezc. (Grandes aplausos.)

 
Fe en la propia doctrina

La intransigencia ha de mostrarse en la doctrina. Los antiguos conservadores tenían a gala ser más liberales que los liberales. Sería como si un propagandista de la abstinencia alcohólica tuviera a gala emborracharse mejor que nadie. Aquellos conservadores parecían descubrir la interior convicción de no estar en lo firme. Era como si dijeran: «Ya sabemos que no tenemos razón; pero, mientras nos sostenemos con concesiones y transacciones, veremos lo que dura esto». ¡Lejos ese espíritu de la nueva derecha! Hemos de tener fe resuelta en que de nuestra parte está la verdad, e iluminados, con la verdad, en la que no se cede, batir resueltamente al enemigo.

El enemigo está en las Universidades. En nuestras Universidades no intervenidas, sino monopolizadas por el Gobierno, y en las cuales, no obstante, tienen su nido los adversarios más activos y peligrosos de cuanto es fundamental para el Estadod. Vosotros sois padres; si queréis que vuestros hijos sigan una profesión facultativa tendréis forzosamente que entregárselos al Estado por las puertas de la Universidad. Con ello debierais descansar seguros. ¿Quién parece que pueda tener mayor interés que el Estado en formar ciudadanos que lo sostengan? Pues no; vuestros hijos encontrarán, sí, maestros sabios y venerables –yo soy discípulo de una Universidad y me honro en tributarles desde aquí mi respeto–; pero pasarán también por las manos de una serie de extravagantes que les enseñarán a perderos el respeto a vosotros, a la religión, a la Patria, al Ejército, al honor… Y cuando el Estado os devuelva a vuestro hijo, si Dios no le ha protegido mucho, os lo devolverá descreído, irreverente, descastado, cobarde, enemigo de todo lo que vosotros más respetáis, y quién sabe si incluso –porque hasta de eso habrá oído hablar con benévola simpatía– entregado a los vicios más abominables y vergonzosos. (Gran ovación.)

También está el enemigo en la Prensa; en esa Prensa que sirve cada día a sus lectores, por una perra gorda, la cotidiana racióne de embustes, calumnias y venenof.

 
El pecado de estupidez

Si la futura derecha no va contra todo eso, será, más que mala, imbécil. (Aplausos.) Porque, como nos dijo hace unos días D. Ramiro de Maeztu, todo Estado que aspira a perpetuarse forma a sus generaciones en los principios mismos que lo sustentan: así el Soviet forma comunistas, y el Fascio, fascistas; sólo nosotros cometemos la incomparable estupidez de abrir por nuestras propias manos la puerta de la casa a quienes sólo quieren entrar para arrojarnos de ella con sangre y vilipendio. (Ovación.)

Así, pues, hay que decidirse: o con la revolución o contra la revolución, en una fuerte unión de derechas. Es esto tan importante, que la Unión Monárquica Nacional, para la que el único interés es que España sea bien gobernada, cedería cuanto fuera preciso. ¿Quién puede entretenerse en regateos en estos instantes? Pero oídlo todos y decidlo a todos los que están fuera: nadie puede excusarse de acudir a su puesto. No sirve decir: «A mí no me interesa la política»; lo mismo que ante el incendio del propio hogar no cabe cruzarse de brazos con el pretexto de que a uno no le interesan las llamas. Si triunfa la revolución, los arrastrará a todos: a los que lucharon y a los que no lucharon. Pero mientras los primeros caerán cara a cara, con el goce del que cumple con su deber, los tibios, los tímidos, llevarán, heridos en la espalda, el estigma de los cobardes. (Ovación.)

[…]

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Unión Patriótica (Madrid) 98, 15 de octubre de 1930

 
[ 88b ]
 

Propagandas de la UMN

Un mitin en el Euskaduna, de Bilbao

[…]

Empieza diciendo que podía dar las gracias si esos aplausos fueran para él; pero que son un recuerdo para ago que está en lo hondo de su corazón, y que todas las palabras que podría decir se habrían de ahogar en su garganta.

Gracias a todos y con toda mi alma: a los que estáis aquí despreciando viles amenazas; a los que han organizado este acto, el más importante de esta campaña política que se está realizando en España; a estas admirables mujeres vascas, y a los que tal vez no estuvísteis con la Dictadura, pero que ahora seguís a los hombres de la Dictadura.

 
La Dictadura avivó la ciudadanía

No importa que no estén aquí los que se acercaron a la Dictadura para adularla y luego se apartaron cobardemente de ella. Habéis venido a demostrar que la Dictadura española no mató el espíritu de la ciudadanía. Siendo la Unión Monárquica Nacional un partido poerseguido, calumniado, y en una oposición sangrienta, ha logrado congregar en torno suyo a esta magnífica multitud de ciudadanos.

Porque la Dictadura española no celebró elecciones, parece que con ello impidió que se manifestara el espíritu público: pero es lo cierto, y este acto lo demuestra, que estimuló al espíritu ciudadano.

Muchos de vosotros mo íbais a las urnas porque encontrábais estéril vuestro esfuerzo. De ellas salíam trunfantes los hombres que perdieron las Antillas, que no sabían vencer en Marruecos, que arruinaron nuestra Hacienda, y para colmo de vilipendio, os decían que érais el pueblo soberano y que ellos no eran más que vuestros servidores.

La Dictadura acabó con eso y movilizó los más selectos y copiosos contingentes de ciudadanos que jamás ha movilizado ningún Gobierno.

La Dictadura, con la compañía de esos hombres, que eran los mejores, consiguió sacar a España del desaliento. Los españoles, como musulmanes desesperanzados, estaban vueltos de espaldas al porvenir, esperando de un momento a otro que llegase la muerte miserable.

Si queremos que la obra de la Dictadura no se frustre, es menester que este florecimiento de la ciudadanía sepa adónde se encamina.

Fijaos ya con qué unánime repulsa España ha rechazado las componendas de aquellos antiguos políticos. Unos cuantos señores ya celebraban conciliábulos en unos sitios o en otros para repartirse a España otra vez; pero eso no puede ser.

 
Con Moscú o contra Moscú

Tenéis, de una parte, los revolucionarios abiertos, los que no se conforman con derribar a la Monarquía, sino que quieren arrancar de cuajo y volver del revés todos los fundamentos de lo que ahora existe; y del otro, los contrarrevolucionarios, los que están dispuestos a impedir que venga una revolución como la rusa, que ha empezado por abolir la Religión, la familia, el pudor y el amor a la patria.

(La ovación le impide continuar.)

No hay, pues, más que esas dos cosas. En estos tiempos, en que estamos cara a cara a Moscú, no podemos entretenernos en que se quite este juez municipal o aquel alcalde.

Yo tengo datos de la propaganda comunista por Europa. No los voy a leer todos. La Tercera Internacional, en estos últimos meses, ha gastado en propaganda treinta y seis millones de dólares, sostiene en España tres periódicos comunistas y cuenta con no menos de doscientos propagandistas del comunismo.

Toda esa historia de la República conservadora no es más que un deseo de los republicanos románticos que quedan del siglo XIX, y que son muy pocos, y como no tienen masas, se las piden a los revolucionarios, que no se conforman con aceptar las fantasías de Alcalá Zamora, sino que quieren transformar a España en una Rusia, dividirla como a Rusia en pedazos y destrozarla en lo más íntimo de sus instituciones más hondas.

En España los partidos conservadores tenía a gala ser liberales. Si estaban convencidos de que el liberalismo era un mal, ¿a qué la jactancia de decir que eran más liberales que los otros?

 
Una derecha intransigente y resuelta

La agrupación de las verdaderas derechas españolas hay que formarla y habrá de empezar por ser resueltamente, violentamente, intransigente, una acción de derecha.

Ese unión nunca se opondrá a los avances legítimos de la clase obrea. Para gobernar no es meneter adular al pueblo. La Dictadura, que no pidió los votos de los obreros, se desvivió cada mañana por la existencia de ellos. Y eso no es transigir. Eso es darlo todo de una vez y sin regateos. Todo lo que sea hacer la vida de los pobre armónica, alegre y desahogada; todo eso hay que darlo de una sola vez, porque eso no es transacción.

Hay que formar la verdadera unión de las derechas y saber dónde están los enemigos de hoy. Están en la Universidad.

Tenemos una Universidad no intervenida, sino monopolizada por el Estado. En ninguna parte como en España es más fuerte la intervención del Estado en las Universidades. Parece que un centro del Estado no puede ser hostil a aquello que es fundamento y sustentación de aquél.

 
Defendamos a la juventud

La realidad es que vuestros hijos acaso pasen por las manos de algunos profesores sabios y respetables; pero también pasarán por las manos de una serie de ciudadanos erstridentes que empezarán por hacerles perder el respeto a sus padres, a su patria, al honor, al Ejército, la austeridad sexual y os los devolverán ecenagados en los más atroces y abominables de los vicios.

(Gran ovación.)

Tendréis, como ahora tenéis, una Prensa que irá poco a poco emponzoñando las almas.

Estamos sosteniendo con nuestro propio dinero y nuestra propia organización a aquellos que quieren derribarnos y echar por tierra a nuestra patria.

(Grandes aplausos.)

Así es, señores, que no hay nada más que estas dos posturas. O con la revolución o contra la revolución; y para estar contra la revolución es necesario que todos estemos unidos, y entonces yo os aseguro, porque se lo he oído decir muchas veces al jefe de la Unión Monárquica Nacional, que iremos a todas las alianzas; no entraremos en contubernios para falsificar elecciones; pero en el momento de la derrota o del triunfo la Unión Monárquica Nacional, que no quiere, siquiera, gobernar, no rehuirá el sacrificio de su personalidad y hasta de su nombre.

 
La abstención es ilícita

En estos momentos supremos no puede uno decir: «Yo no soy político», «a mí no me interesa la política». Cuando la casa está en ruinas o en fuego, su dueño no puede decir que no le interesa ni el fuego ni la ruina. Tenéis que salir todos a luchar, porque si en definitiva la ola revolucionaria viene, a todos nios arrastrará y nos hundirá, y entonces, mientras los valientes caerán cara a cara, los tímidos, los tibios, los listos, caerán heridos por la espalda y con el estigma de los cobardes.

[…]

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Wenceslao Piqueras, «José Antonio estuvo cuatro veces en Bilbao», Dolor y memoria de España en el segundo aniversario de la muerte de José Antonio. Barcelona : Jerarquía, 1939, p. 273-277g

 
[ 88c ]
 

[…]

«España –decía entonces– tiene bien marcado el camino a seguir: o con los revolucionarios o contra ellos, pero bien entendido que una revolución ahora no se limitará a derribar la Monarquía, sino que arrancará de raíz los fundamentos de la sociedad. Será una revolución al estilo de Moscú, que suprimirá la familia, la religión, el patriotismo y sumirá a los hombres en la abyección materialista, al mismo tiempo que emprobecería a todos y les privaría de todos los derechos.»

[…]

Más adelante señaló: «La Tercera Internacional ha gastado en los últimos meses treinta y seis millones de dólares en propaganda en Europa y sostiene en España tres periódicos y 200 propagandistas.

«Los republicanos románticos sueñan y piensan en una revolución burguesa al estilo de las del siglo pasado. No tienen masas. Las masas las tendrían que proporcionar las organizaciones obreras, y hay que suponer que éstas no se conformarían con sustituir a Berenguer por Alcalá Zamora, sino que querrían hacer de España otra Rusia, dividiéndola en pedazos y arrancando de su base las instituciones fundamentales.

«Hay que tener valor para sostener las convicciones y mantener enérgicamente los principios sin claudicar, pues cualquier claudicación será abrir un portillo a los manejos revolucionarios.

«El dilema es: o con la revolución social o frente a ella.»

Terminó su discurso diciendo que habían acudido al cumplimiento del deber sin dejarse atemorizar por amenazas. «Estamos y seguiremos en nuestros puestos, y si la ola de la revolución gana terreno y vence, caeremos dando la cara como los valientes. Pero los que egoístamente regían el puesto que les corresponde en la lucha, no lograrán salvarse, sino que caerán heridos por la espalda, con el estigma de los cobardes.»

[…]


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a  Mitin de la Unión Monárquica Nacional celebrado en el Frontón Euskalduna en el que –ante unas seis mil personas– intervineron además Ramiro de Maeztu –que reemplazaba a José María Pemán–, Esteban Bilbao y el conde de Guadalhorce.

b  Añadió el anterior recopilador: «alegre y desahogada».

c  El anterior recopilador remató la frase: «y todo hay que darlo de una sola vez, sin que pueda interpretarse como una transacción».

d  Añadió el anterior recopilador en este punto: «En ninguna parte como en España es más fuerte la intervención del Estado en las Universidades. Parece que un Centro del Estado no puede ser hostil a aquello que es fundamento y sustentación de aquél. Defendamos a la juventud.»

e  Una errata en la fuente transforma esta palabra: «reción».

f  El anterior recopilador añadió: «Estamos manteniendo con nuestro propio dinero y nuestra propia organización a aquellos que quieren derribarnos y echar por tierra nuestra Patria.»

g  Reproduce el artículo publicado en El Correo Español (Bilbao), 8 de noviembre de 1938.