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En la Escuela Superior de Guerra
Consejo de guerra contra los señores Primo de Rivera y Dávila (D. Sancho) por agresión al general Queipo de Llano
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Nobles palabras de don José A. Primo de Rivera
El presidente del Consejo pregunta, como es de rigor, si tienen algo que decir los acusados, y el señor Primo de Rivera (D. José Antonio) pide la venia para pronunciar breves palabras.
«Quiero hacer un ruego –dice– al Consejo. Tiene un carácter sentimental. Se trata para nosotros de una cuestión de honor, pues he oído relatos del suceso verdaderamente ofensivos. Por ello ruego al Consejo que tenga en cuenta que es absolutamente falso, y lo declaro bajo palabra de honor, que hiciéramos una agresión colectiva.
La agresión fue sólo de mi parte –añade– y los que aquí me acompañan, que no conocían mis planes, sólo intervinieron al hacerlo los que estaban con el Sr. Queipo de Llano.
También quiero rogar que no se vea en este hecho ni en nuestra manera de obrar una ofensa a la disciplina, pues aunque no somos militares, nuestra casa tiene dos siglos de tradición militar y conocemos de sobra la severidad y frialdad de las órdenes y el deber y la obediencia. Supimos siempre no faltar al respeto, no ya a un general, sino a un cabo, que nos mereció iguales consideraciones. Pero la carta del general Queipo de Llano no envolvía nada militar; en ella se injuriaba de una manera violenta y descompuesta a un sexagenario y enfermo…, y obramos como debíamos obrar en conciencia, pues el final de la carta era: «Conmigo no se ha atrevido nadie», y debajo: «Vivo en tal sitio». Observen que no es la fórmula social: «su casa, tal», no; es «vivo en tal sitio».
Como sabe el Consejo, el que habla ahora es abogado; pero en presencia de la cuestión de honor que ha dado lugar a su proceso no pensó en utilizar Códigos, sino en proceder como le imponía precisamente su tradición de honra militar. De no haberlo hecho sería cuando hubiese empezado a considerarme indigno de vestir jamás uniforme.»
El presidente da por terminada la vista, y se reúne el Consejo para dictar fallo.
El señor Primo de Rivera (don José Antonio) fue muy felicitado por los asistentes al terminar sus elocuentísimas y nobles palabras, reveladoras de su siempre recto proceder y de su clara visión de la justicia.
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