Filosofía en español 
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Últimas palabras ante el Consejo de Guerra por la agresión a Gonzalo Queipo de Llano


18 de marzo de 1932a
La Nación (Madrid), 18 de marzo de 1932

 
[ 128 ]
 

En la Escuela Superior de Guerra

Consejo de guerra contra los señores Primo de Rivera y Dávila (D. Sancho) por agresión al general Queipo de Llano

[…]

 
Nobles palabras de don José A. Primo de Rivera

El presidente del Consejo pregunta, como es de rigor, si tienen algo que decir los acusados, y el señor Primo de Rivera (D. José Antonio) pide la venia para pronunciar breves palabras.

«Quiero hacer un ruego –dice– al Consejo. Tiene un carácter sentimental. Se trata para nosotros de una cuestión de honor, pues he oído relatos del suceso verdaderamente ofensivos. Por ello ruego al Consejo que tenga en cuenta que es absolutamente falso, y lo declaro bajo palabra de honor, que hiciéramos una agresión colectiva.

La agresión fue sólo de mi parte –añade– y los que aquí me acompañan, que no conocían mis planes, sólo intervinieron al hacerlo los que estaban con el Sr. Queipo de Llano.

También quiero rogar que no se vea en este hecho ni en nuestra manera de obrar una ofensa a la disciplina, pues aunque no somos militares, nuestra casa tiene dos siglos de tradición militar y conocemos de sobra la severidad y frialdad de las órdenes y el deber y la obediencia. Supimos siempre no faltar al respeto, no ya a un general, sino a un cabo, que nos mereció iguales consideraciones. Pero la carta del general Queipo de Llano no envolvía nada militar; en ella se injuriaba de una manera violenta y descompuesta a un sexagenario y enfermo…, y obramos como debíamos obrar en conciencia, pues el final de la carta era: «Conmigo no se ha atrevido nadie», y debajo: «Vivo en tal sitio». Observen que no es la fórmula social: «su casa, tal», no; es «vivo en tal sitio».

Como sabe el Consejo, el que habla ahora es abogado; pero en presencia de la cuestión de honor que ha dado lugar a su proceso no pensó en utilizar Códigos, sino en proceder como le imponía precisamente su tradición de honra militar. De no haberlo hecho sería cuando hubiese empezado a considerarme indigno de vestir jamás uniforme.»

El presidente da por terminada la vista, y se reúne el Consejo para dictar fallo.

El señor Primo de Rivera (don José Antonio) fue muy felicitado por los asistentes al terminar sus elocuentísimas y nobles palabras, reveladoras de su siempre recto proceder y de su clara visión de la justicia.

[…]b


⎯⎯⎯

a  Según obraba en el sumario –conforme el artículo que aquí se trascribe parcialmente–, el general Gonzalo Queipo de Llano retó por carta al hermano del Dictador, José Primo de Rivera y Orbaneja, de quien se contaba que había dicho que aquél había sido relevado del mando de las fuerzas militares de Ceuta en 1924 «por chulo». Conocedor del escrito, José Antonio acudió en busca de Queipo de Llano, a quien finalmente hallará en el café Lyon d’Or. Tras inquirirle sobre la autoría de la carta, José Antonio propinó una bofetada al general, en defensa del cual se alzaron quienes le acompañaban, interviniendo también en la riña Miguel Primo de Rivera y Sáenz de Heredia y su primo Sancho Dávila y Fernández de Celis.

b  En “Documento interesante. – La sentencia del Consejo de guerra en la cuestión Primo de Rivera-Queipo de Llano”, La Nación (Madrid), 29 de marzo de 1932: «La parte dispositiva de la sentencia dice: “Que debemos condenar y condenamos al procesado D. José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia como autor de un delito consumado de insulto de obra a superior, fuera de actos de servicio, y sin armas ni instrumentos ofensivos de ninguna clase, previsto y penado en el artículo doscietos sesenta y uno, párrafo primero, del Código de Justicia Militar, en el que concurre la circunstancia agravante de premeditación, y las atenuantes de arrebato y obcecacion y vindicación próxima de una ofensa grave, de escasa perversidad del delincuente, todas muy calificadas, a la pérdida de empleo y efectos legales correspondientes; no siéndole de exigir responsabilidad civil alguna. Y que absolvamos a los procesados D. Miguel Primo de Rivera y Sáenz de Heredia y D. Sancho Dávila y Fernández [de Celis] por faltas de pruebas de que hubieran ejecutado el hecho perseguido.[…].”» De la lectura apresurada del libro de Enrique Pavón Pereyra, De la vida de José Antonio, Madrid : Gráficas El Fénix, 1947, p. 33, deduce erróneamente Ian Gibson, En busca de José Antonio, Barcelona : Planeta, 1980, p. 195, que González Ruano entrevistó a José Antonio después del consejo de guerra. Si hubiese prestado más atención, el autor irlandés se habría percatado de que el texto presentado por Pavón está pergeñado a partir de fragmentos de esta intervención ante el Tribunal y de la entrevista que, efectivamente, tuvo lugar el 11 de marzo de 1930.