Filosofía en español 
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Intervención parlamentaria sobre el Estatuto de autonomía vasco


28 de febrero de 1934a
Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados 43,
28 de febrero de 1934, p. 1263-1264, 1268, 1274-1275 y 1280b

 
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[…]

El Sr. Primo de Rivera: Dios nos libre, señores, de envenenar otro problema nacionalista. En Cataluña hay ya un separatismo rencoroso de muy difícil remedio, y creo que ha sido, en parte, culpable de este separatismo el no haber sabido entender pronto lo que era Cataluña verdaderamente. Cataluña es un pueblo esencialmente sentimental, un pueblo que no entienden ni poco ni mucho los que le atribuyen codicias y miras prácticas en todas sus actitudes; Cataluña es un pueblo impregnado de un sedimento poético, no sólo en sus manifestaciones típicamente artísticas, como son las canciones antiguas y como es la liturgia de las sardanas, sino aun en su vida burguesa más vulgar, hasta en la vida hereditaria de esas familias barcelonesas que transmiten de padres a hijos las pequeñas tiendas de las calles antiguas, en los alrededores de la plaza Real, no sólo viven con un sentido poético esas familias, sino que lo perciben conscientemente y van perpetuando una tradición de poesía gremial, familiar, maravillosamente fina. Esto no se ha entendido a tiempo; a Cataluña no se la supo tratar, y teniendo en cuenta que es así, por eso se ha envenenado el problema, del cual sólo espero una salida si una nueva poesía española sabe suscitar en el alma de Cataluña el interés por una empresa total, de la que desvió a Cataluña un movimiento, también poético, separatista.

Dios nos libre, pues, de envenenar otro problema de características regionales; pero si hablo para anunciar que estoy al lado de este voto particular del Sr. Salmónc y en contra del Estatuto, es porque creo que en este problema del Estatuto vasco hay algo mucho más importante que la cuestión de si el plebiscito ha sido o no falsificado, de si es aplicable el art. 11 o el art. 12 o alguno de esos artículos en que toda mi soberbia no me haría osar seguir, por la intrincada selva de su oratoria, al Sr. Landroved; lo esencial aquí es que el Estatuto vasco tiene, además de un sentido hostil separatista para España, un profundo espíritu antivasco, del que acaso no se dan cuenta sus propios autores.

La vida del pueblo vasco, como la vida de todos los pueblos, es, simplemente, una pugna trágica entre lo espontáneo y lo histórico; una pugna entre lo nativo, entre aquello que somos capaces de percibir aun instintivamente, y lo artificial difícil, lo ingentemente difícil, que es saber cumplir en la Historia un destino universal. Lo que a los pueblos los convierte en naciones no son tales o cuales características de raza, de lengua o de clima; lo que a un pueblo le da jerarquía de nación es haber cumplido una empresa universal; porque así como para ser persona y superar la cualidad nativa de individuo tenemos que ser otros, es decir, tenemos que ser distintos de los otros, tenemos que serlo en relación con los otros, para ser nación tenemos que serlo diferenciados en lo universal. Somos nación en tanto en cuanto acometemos y logramos una empresa que no es la empresa de las demás naciones.

Ahora bien, ¿ha sido unidad en lo universal el pueblo vasco? ¿Ha cumplido destino en lo universal el pueblo vasco? Esto es evidente que sí: el pueblo vasco ha dado al mundo una colección de almirantes que ellos solos son una gala para un pueblo entero; el pueblo vasco ha dado al mundo un genio universal como Ignacio de Loyola. Pero el pueblo vasco dio esos genios al mundo precisamente cuando encontró su signo de nación indestructible unido a Castilla. (El Sr. Picaveae: Cuando tenía más libertad que la que podemos pedir ahora.– El Sr. Aguirref: Exacto; de eso hablaremos más tarde.– Rumores.) Cuando estaba indestructiblemente unido a España, porque precisamente España es nación y es irrevocablemente nación, porque España, que no es Castilla frente a Vasconia, sino que es Vasconia con Castilla y con todos los demás pueblos que integraron España, sí que cumplió un destino en lo universal, y se justificó en un destino con lo universal y halló una Providencia tan diligente para abastecerla de destino universal, que aquel mismo año de 1492 en que logró España acabar la empresa universal de desislamizarse, encontró la empresa universal de descubrir y conquistar un mundo. Así es que el pueblo vasco superó su vida primitiva, su vida de pesca y de caserío, cabalmente cuando fundió sus destinos al destino total de España.

Pues bien; cuando el pueblo vasco, así unido a España, se ha incorporado definitivamente a la Historia, surgen unos tutores del pueblo vasco que deciden hacerle renegar de esa unidad histórica, de ese signo bajo cuyo poder mágico logró entrar en la Historia unido a España, integrando a España, y quieren desglosarlo otra vez de España y devolverlo a lo nativo, a lo espontáneo, al cultivo de su tierra, de sus costumbres y de su música. Y este designio es antivasco, este designio es ponerse otra vez a las puertas de lo nativo, a las puertas de lo espontáneo, contra el logro universal, histórico, ingente y difícil que ha sido la historia del pueblo vasco unido a la historia de España. (Muy bien, muy bien.)

Por eso yo creo que la misión de España en ese trance no es averiguar si ha tenido el Estatuto tales o cuales votos; la misión de España es socorrer al pueblo vasco para liberarlo de ese designio al que le quieren llevar sus peores tutores, porque el pueblo vasco se habrá dejado acaso arrastrar por una propaganda nacionalista, pero todas las mejores cabezas del pueblo vasco, todos los vascos de valor universal, son entrañablemente españoles y sienten entrañablemente el destino unido y universal de España. Y si no, perdóneme el Sr. Aguirre una comparación: de los vascos de dentro de esta Cámara tenemos a D. Ramiro de Maeztu; de los vascos de fuera de la Cámara, tenemos a D. Miguel de Unamuno; con ellos, todas las mejores cabezas vascas son entrañablemente españolas. (El Sr. Aguirre: ¿Me perdona S. S. una pequeña interrupción? Es para hacer las advertencias de que los vascos de peores cabezas, que somos nosotros, somos, precisamente, los que tenemos la adhesión del pueblo. Esos señores como Maeztu y Unamuno, a quienes yo, por otra parte, respeto extraordinariamente, van a nuestro país y nuestro pueblo los repele. ¿Por qué? Porque no han sabido interpretar sus sentimientos. Ya contestaré luego a S. S.– Rumores.) No, Sr. Aguirre. Es que es mucho más difícil entender a Maeztu y a Unamuno que enardecerse en un partido de fútbol, y probablemente los Sres. Maeztu y Unamuno son las mejores cabezas vascas, mientras no pocos predicadores del Estatuto forman un respetabilísimo equipo de futbolistasg. (El Sr. Aguirre: Su señoría es sapientísimo, y contra S. S. no podemos; es verdad. Ya le contestaremos adecuadamente, porque desconoce en absoluto toda nuestra historia –Rumores–, y ya veremos si todos esos señores de la minoría tradicionalista están conformes con las apreciaciones del Sr. Primo de Rivera o con las que nosotros luego hemos de hacer.– El Sr. Domínguez Arévaloh: Con lo que está diciendo hasta ahora, en absoluto; con el sentido universal que está glosando, en absoluto.– El Sr. Aguirre: También de ese sentido universal hablaremos.– El Sr. Toledoi: Ya se hablará de todo, señor Aguirre.– Entre los señores Careagaj, Domínguez Arévalo y Matesanzk se cruzan interrupciones que no se entienden.)

El Sr. Presidente: ¡Orden! Las interrupciones, sobrias y pocas.

El Sr. Primo de Rivera: Éste es, sencillamente, el requerimiento que yo quería hacer a la Cámara, desligándome de esas cuestiones procesales, detallistas, de los artículos de la Constitución y de los futuros artículos del Estatuto: que España está en la situación trágica de defender hoy a Alava y mañana, probablemente, a Vizcaya y a Guipúzcoa, aun contra su propia equivocada voluntad, de este intento de volver a la vida local del caserío, de la labranza y de la pesca a un gran pueblo que dejó escritas, con las «eles» y con las «zetas» de sus grandes nombres, las mejores navegaciones del mundo. (El Sr. Landrovel: Eso, para cuando se reforme la Constitución, está muy bien. Ahora, no; la Constitucion obliga.) Hoy se está discutiendo un voto que dice esto, y yo manifiesto que me uniré a ese votom.

[…]

El Sr. Bilbao y Eguían: […] Pero yo no puedo menos de recoger unas palabras elocuentísimas que esta tarde pronunciaba el Diputado señor Primo de Rivera; y es, señores, que nosotros no podemos prescindir de la Historia de España. Fuimos tierra apartada, pero de la Corona de Castilla, como dicen los documentos de aquella época; y si prescindimos de todo eso, hemos prescindido de la historia del pueblo vasco, porque vasco fue el primero de nuestros grandes cronistas, el canciller López de Ayala; vasco fue el primero de nuestros historiadores, al menos en el orden cronológico, Esteban de Garibay; vasco fue, u oriundo de Vasconia, al menos, el primero de los poetas épicos castellanos, Alonso de Ercillañ; vasco fue uno de los más grandes conquistadores, Legazpio; vasco el más grande de los teólogos españoles, el padre Vitoriap; vasco uno de nuestros más clásicos prosistas, Malón de Echaide; vasco aquel gran jurisconsulto, Azpilicuetaq, vasco también aquel gran genio, al que hacía referencia Primo de Rivera, Ignacio de Loyola, y vasco Francisco Javier, el más grande de todos los misioneros de la cristiandad. (Aplausos.– Un Sr. Diputado: Y Paulino Uzcudunr.– Fuertes y ruidosas protestas.– Varios señores Diputados, puestos en pie, increpan airadamente al interruptor.– El Sr. Primo de Rivera: Para tomar esto a broma, sólo la imbecilidad puede ser disculpa. ¡Mamarracho! ¡Mamarracho!).s

[…]

El Sr. Aguirre: […]

Veo que me hacen signos negativos desde los bancos tradicionalistas y esto es una cosa que me satisface grandemente. Y añado, señores Diputados: ¿os atreveríais hoy a dictar una orden por la cual las Aduanas volviesen al Ebro? (El Sr. Royo Villanova: ¿Por qué? Sí, que vayan las Aduanas al Ebro.– Risas y rumores.) Señor Primo de Rivera (El Sr. Primo de Rivera: Yo no soy separatista., ¿ve S. S. cómo yo tenía razón ayer al decirle que luego tendría que ponerse de acuerdo con los tradicionalistas? […] Y ahora comienzo, Sr. Primo de Rivera; efectivamente, su señoría se refería a tiempos gloriosos de la corona de Castilla, es cierto… (El Sr. Primo de Rivera: De España.) Bien, de España, de las Españas, si quiere S. S., como decía los clásicos. Pues bien, ¿qué sucedía entonces? Que nuestro pueblo gozaba de libertad. ¿Es o no cierto esto? ¡Ah!, entonces, si libre nuestro pueblo se asociaba; si libre también acometía grandes empresas, a ver si sois capaces hoy día de negar, con ese espíritu de universalidad que hablaba el Sr. Primo de Rivera, a estos hombres, los últimos del país, los últimos de esta Cámara, gentes rastreras (El señor Primo de Rivera: Rastreras, no.), que no pertenecemos a la intelectualidad, el derecho de volver al idioma de nuestros padres y de nuestra cuna, por el cual, Sr. Primo de Rivera, tenemos tanta veneracion como pueda tenerla S. S. por el suyo. ¡Ah!, Sr. Primo de Rivera, esto es muy íntimo; S. S. nos ha tocado en la fibra, como en otra ocasión les tocaban a estos hombres, y eso es lo que produce el odio y eso es lo que hace que tengamos que levantarnos contra la opresión, como nos levantamos contra aquella monarquía, que jamás supo comprendernos, sino pisotear nuestros derechos. […] El Sr. Primo de Rivera es consecuente con su pensamiento, pero el Sr. Primo de Rivera nos ha ofendido gravemente. (Varios Sres. Diputados pronuncian palabras que no se entienden.– El Sr. Primo de Rivera: ¿Me permite el Sr. Aguirre?– La Presidencia reclama orden.) Señor Presidente, yo quisiera continuar. (Continúan los rumores.– El Sr. Domínguez Arévalo pronuncia palabras que no se oyen.– El señor Primo de Rivera: ¿Me permite S. S.?) Con mucho gusto. (El Sr. Primo de Rivera: O su señoría no me ha entendido o S. S. empieza a separarse de la buena fe al atribuirme el más mínimo agravio ni a a la lengua ni a la raza vasca.) Me alegro mucho y rectifico. […] Provoquen SS. SS. ese debate y ya contestaré. (El Sr. Primo de Rivera: En cuanto sintáis los destinos de España, nos entenderemos todos.)

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La Nación (Madrid), 1 de marzo de 1934

 
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La labor de las Cortes

El señor Primo de Rivera vota contra el Estatuto vasco, porque es antiespañol y antivasco

Final de la sesión de ayer

Un sentido y elocuente discurso del Sr. Primo de Rivera

[…]

El Sr. Primo de Rivera explica su voto. A su juicio, en el problema catalán ha habido desconocimiento por parte de España, pues se ha tomado por interesado a un pueblo que es esencialmente sentimental y poético. Se envenenó el problema, que solamente tendrá remedio cuando surja una poesía total española, contraria a la poesía separatista que nació en Cataluña.

No envenenemos también el problema vasco. Yo voto contra ese Estatuto, no sólo porque es antiespañol, sino porque es antivasco.

Declara que el concepto de la nación estriba en haber cumplido un fin en lo universal; el pueblo vasco ha creado una colección de almirantes, ha dado el genio de Ignacio de Loyola; pero todo ello, precisamente, cuando formaba parte de la nación junto a Castilla.

El Sr. Picavea: Cuando tuvo más libertad que la que quiere dar el Estatuto.

El Sr. Primo de Rivera: Cuando estuvo unida a Castilla. Vasconia superó su vida de pesca y de campo al unirse a Castilla, integrando a España. Se quiere ahora volver a lo espontáneo, lo nativo, lo bárbaro, frente a lo universal y lo difícil. (Muy bien). Todos los vascos universales son entrañablemente españoles. Las mejores cabezzas vascas, como Maeztu y Unamuno, son españolas.

El Sr. Aguirre: Perdóneme, pero nosotros, los malas cabezas, somos los queridos por el pueblo. Esos señores, tan respetables, son rechazados por la opinión.

El Sr. Primo de Rivera: Es que es más difícil entender a Maeztu y Unamuno que enardecerse en un partido de fútbol. Los defensores del Estatuto no son más que un grupo de futbolistas. (Grandes rumores de aprobación y de protesta. Los tradicionalistas apoyan las palabras del Sr. Primo de Rivera.)

Sigue diciendo éste que España está en la situación trágica de defender contra sí mismo a un gran pueblo que realizó las mejores navegaciones del mundo. (Aplausos.)

[…]


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a  Reproducido en otras ocasiones bajo el epígrafe “Los vascos y España”.

b  Debate sobre el Estatuto vasco de autonomía elaborado por las Comisiones Gestoras de la Diputaciones vascas y navarra, sometido a plebiscito el 5 de noviembre de 1933. Puesto que en Álava los votos favorables no alcanzaron la mayoría del censo –debido a la oposición de los tradiciinalistas–, los ayuntamientos de esta provincia solicitaron en febrero de 1934 que se excluyese Álava del ámbito territorial de aplicación de la autonomía prevista.

c  Federico Salmón Amorín, diputado de la CEDA por Murcia en 1933.

d  Federico Landrove Moiño, diputado socialista por Valladolid entre 1933 y 1934.

e  Rafael Picavea Leguía, diputado por Guipúzcoa, nacionalista vasco.

f  José Antonio Aguirre Lecube, diputado por Guipúzcoa, nacionalista vasco.

g  El propio José Antonio Aguirre había sido jugador del club de fútbol Athletic de Bilbao.

h  Tomás Domínguez Arévalo, diputado tradicionalista por Navarra.

i  Romualdo de Toledo Robleso, diputado tradicionalista.

j  Juan Antonio Careaga, nacionalista vasco diputado por Vizcaya elegido en 1933.

k  Mariano Matesanz de la Torre, diputado albista por Madrid.

l  Federico Landrove Moiño, diputado socialista por Valladolid entre 1933 y 1934.

m  Ésta última interrupción y su respuesta no aparece recogida en ninguna trascripción anterior supuestamente completa.

n  Esteban Bilbao Eguía, diputado tradicionalista.

ñ  En realidad, Alonso de Ercilla nació en Madrid.

o  Miguel López de Legazpi.

p  En realidad, Francisco de Vitoria nació en Burgos.

q  Martín de Azpilicueta.

r  Paulino Uzcudun Eizmendi, boxeador que acabaría militando en las filas falangistas.

s  Ni este incidente, en el que participa José Antonio, ni el resto del texto que trascrito a continuación lo hemos encontrado recogido en ningún otro lugar.