Filosofía en español 
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Parte tercera Edad moderna

Libro II Reinado de Felipe II

Apéndices

I. Carta del secretario Esteban Prats, sobre los medios de que S. M. debería valerse para atajar la rebelión de los Países Bajos II. Segundos advertimientos sobre cosas de Flandes, dados por don Francés de Álava III. Decreto de mano de Felipe II mandando contestar a la carta en que su hermano D. Juan de Austria le noticiaba la célebre batalla de Lepanto IV. Aclaración de la letra del decreto de Felipe II.


I
Copia de una carta original del secretario Esteban Prats, sobre los medios de que S. M. debería valerse para atajar la rebelión de los Países Bajos

(Archivo general de Simancas, Estado, leg. 549, fól. 104.)

S. C. R. M.

Como quizá por otras mis cartas y relaciones que de cuatro meses a esta parte entre otras he embiado, así al Consejero Hoperus como al Secretario Zayas, V. M. habrá podido entender por menudo las ocurrencias y miserable estado de los negocios públicos de este su pobre país, el cual va cada día en mayor ruina y perdición por las causas y razones por mí extensamente deducidas a las dichas relaciones, a las cuales me refiero por haber tocado en ellas a mi parecer todo lo que entonces se ofrecía y podía representar a V. M., así para la inteligencia del dicho estado como para el remedio de la calamidad presente: Todavía por la natural obligación que tengo a su Real Servicio, y por continuar en mi oficio que he hecho desde mi mocedad, señaladamente de lo de acá y Alemania, siguiendo la corte y ejércitos del Emperador nuestro Señor que Santa gloria haya, siendo aun V. M. Príncipe, y habiendo quedado por Gobernador general en esos sus reinos, y esto por la relación que siempre le hizo de mis cartas el Secretario Gonzalo Pérez (que Dios perdone), so humilísima corrección de V. M. diré aquí, que ningún otro remedio veo ni se juzga haber para atajar la rebelión, revueltas e incendio de este su pobre país, sino sola la Real Clemencia de V. M., usando de ella como Príncipe Clementísimo con todo el pueblo generalmente, así por las ofensas y revueltas de los años pasados, como por la última rebelión, o por mejor decir insania de este año, exceptuando empero de la gracia de V. M., como se hizo en el perdón de Nápoles y Gante, todos los autores y principales promotores de las dichas revueltas y rebeliones, y con la clausula expresa que de aquí adelante todos vivan católicamente y en conformidad de los placartes y ordenanzas de V. M. También hay algunos caballeros que firmaron la requesta de los confederados, los cuales se retiraron luego de su compañía, protestando no haberla firmado en perjuicio ni ofensa de la Religión Católica ni de V. M., y se han estado hasta hoy quietamente en Lieja y otras partes católicas fuera de la jurisdicción de V. M. por obediencia, y han sufrido y sufren con mucha paciencia gran pobreza y calamidad con sus mujeres e hijos, teniendo esperanza que un día V. M. por su inmensa clemencia les ha de perdonar; a estos tales por ser personas de cualidad, respeto y servicio, no habiendo tomado jamás las armas ni adherido a los rebeldes, siendo de ello V. M. servido, se podría impartir la dicha gracia con mandarlos restituir las haciendas, y lo mismo a la generalidad desterrada, asegurándome yo que la mayor parte de ellos se quietarían y serían adelante muy buenos y leales vasallos como lo eran antes; y en lo que toca a la religión, si no se conformasen con los placartes, se podrían mandar castigar rigurosamente conforme a ellos; y cuanto a la restitución de las haciendas en general, es cierto que las más de ellas están cargadas o deben lo que valen o poco menos, y hay un mundo de acreedores y sobre ellos los cuales han padescido y padescen, aguardando ser despachados, y con todo esto lo que ahora el fisco goza y se aprovecha es poco o nada, descontados los salarios y otras costas que se hacen con los recibidores.

Pensar que por otra vía se podrá llegar al cabo de quietar y sosegar este pueblo, y principalmente los rebeldes y levantados en tan gran número y poder por mar y por tierra en deservicio de Dios y V. M. y ruina del país, no se ha de creer ni V. M. se lo deje persuadir, así por la mala vecindad que hay de todas partes como por la multitud de navíos armados que tienen los dichos rebeldes, con toda la artillería, municiones, pilotos y marineros de la mar, los cuales faltan para las armadas de V. M. señaladamente para la navegación de estos bancos y riveras.

Y aunque se cobren todos los lugares que al presente ellos tienen ocupados, como lo espero en breve, mediante el ayuda de Dios, no por eso será acabado el negocio, ni estaremos acá en paz, mas siempre quedaremos en sospecha, y de hecho seremos continuamente trabajados y robados por mar y por tierra, mientras vivieren los desesperados y rebeldes, quedando ellos siempre señores y superiores en fuerza por la mar, como lo son hoy, y por tierras no les faltarán medios y favores de bellacos vecinos que los ayudarán como hasta ahora para robarnos el país; otramente V. M. será forzado a mantener muy grandes armadas por la mar y un grueso ejército por tierra, el cual será necesario tener repartido por las fronteras y donde hay bosques, para impedir que no entren los enemigos y evitar los daños y males que hacen aun hoy una infinidad de Siccarios y Vellacos que andan por todo el país, sin haber quien les persiga como conviene y se solía hacer por lo pasado en todas estas provincias.

Por otra parte a causa de la guerra civil no se cobra hoy acá ni por V. M. ni por particular alguno tributo, gabela, censo ni renta, y así no se pueden pagar los salarios a los oficiales, y los unos y los otros en general mueren de hambre; y es aparente, faltando la Real Clemencia de V. M., y no usando de ella como dicho es, la tierra se despoblará sin falta y V. M. será forzado a proveer de dinero de los otros sus reinos y señoríos, no solamente para la paga de los salarios de los dichos oficiales, pero también para el entretenimiento de la armada y ejército que necesaria y perpetuamente han de quedar para la guarda y defensa del país, el cual hasta ahora ha seido comido enteramente por la gente ordinaria de guerra, allende de los robos, contribuciones, agravios, concusiones, extorsiones, violencias, raptos y otras maldades y bellaquerías que han hecho en todas partes, las cuales han dado principal ocasión, y no la herejía, como algunos lo quieren atribuir, a que el pueblo en general y particular haya venido en desesperación.

En los tiempos pasados la gente de guerra solía estar repartida y alojada en las fronteras, y nunca S. M. Cesárea, que está en gloria, ni tampoco la Reyna de Ungría, el Duque de Saboya, ni la Duquesa de Parma la quisieron alojar dentro del País, por no gastarle, ni querer que por razón de los alojamientos se excusasen los estados de pagar los servicios ni ayudas ni se perturbase la negociación y trato en que consistía la bondad de ellos. Y estando así alojada la gente de guerra en las fronteras, pagando lo que comiesen y vistiesen, guardarían la entrada a los enemigos, los cuales otramente podrán entrar en el país y hacer otro tanto como las otras veces. Empero sería necesario, para evitar todas ocasiones de hacer mal ni agravio a nadie, que se proveyese de ordinario para la paga del sueldo de la dicha gente de guerra, a lo menos de tres en tres meses, sin que en ello hubiera falta alguna, y de esta suerte se podrían castigar los malhechores y desordenados, lo cual hasta ahora no se ha podido hacer ni se hará mientras se les debieren tantas pagas.

Estas, muy fácil y seguramente se pudieran sacar de los de Malinas por la pena de la ofensa{1}, sino se saqueara y arruinara por los soldados, como se ha hecho tres o cuatro días arreo, al contrario de Italia y en tierras de enemigos que nunca se saquearon más de veinte y cuatro horas, y acá no se ha tenido miramiento ni respeto a eclesiásticos, seculares ni religiosos, ni a los del gran Consejo, Casa Real, Consistorio, grefía ni Secretarías de S. M., y menos a la casa del Cardenal de Granvela, ni de sus ministros y oficiales, sola la casa de la condesa de Hochstratte fue reservada; en fin, ello pasó igualmente como si fueran todos bárbaros, y que la villa, o por mejor decir ciudad Metropolitana del país, fuera del Turco; tan limpia y asolada la han dejado, que a manera de decir, y no mentiría, no han dejado clavo en pared, y robado todas las aldeas y ganado hasta casi las puertas de este lagar, como si fuera hacienda de los de Malinas, y so tal título y color corrían la campaña, y se lo llevaban todo al campo por otra parte a vender sin contradicción ni impedimento alguno, y aun hoy día dura el saco y rebusca que se hace por algunos Comisarios, y a provecho particular de las granjas y Caserías, que no se deja nada a la pobre gente que las tenían alquiladas de los Malineses; y lo que peor fue de todo, los tormentos que dieron en Malinas a muy muchas pobres mujeres casadas, mozos y mozas, para sacar por aquella vía el dinero, oro y plata que se había escondido, hasta acabarlos de matar, y sobre ello hicieron los soldados otras cien mil crueldades y bellaquerías, que por acatamiento de V. M. no se sufren escribir aquí, mas podíanlo testiguar mejor los que lo vieron, y una infinidad de mujeres casadas y doncellas que no se pudieron salvar de sus manos, cuyos maridos y padres con una multitud de otra buena gente que por miedo se han absentado, y lo mismo de Terramonde, y antes de la villa de Mons, y no menos número se habrá agora retirado de Zutphen y de los otros lugares que se han cobrado en Güeldres, y se absentarán muchos más de los que se cobrarán en Holanda, placiendo a Dios, pues nos da tan buen tiempo para ello, los cuales andarán desesperados, y se juntarán con los otros rebeldes y vagabundos, y procurarán juntamente por todas las vías que podrán mientras viviesen de repatriar y volver a sus casas, y para ello se ayudarán de todas las ocasiones y amistades que se les ofreciese, cuando vieren que V. M. no les quiere perdonar ni usar con ellos de su real clemencia, como dicho es.

Para lo cual se ha de considerar que en Malinas, Mons, Terramonde y en los otros lugares había muy muchos, digo infinitos Católicos y buenos cristianos, y una infinidad de gente eclesiástica, religiosos y beguinas, y los hay también en Holanda y Zelanda, los cuales por la mayor parte de pusilánimes han desamparado y desamparan sus casas, y no osarán volver a ellas de miedo, y lo mismo ha sido en las revueltas pasadas, y a causa de las modernas, si se procediere en ellas como en las otras, y según se haya comenzado muy mucho más gente se absentará, y al último faltando la negociación y comercio, como ya falta, el país se despoblará poco a poco, no solamente de los naturales, que algo podrán, pero ningún extranjero quedará en él, como lo vemos ya claramente por la experiencia.

Los males y daños que han hecho los enemigos cuando vino el malvado de Oranges con su gente para socorrer a Mons, y después a la vuelta, no se pueden creer; tantos y tan execrables fueron; y al último se llevaron más de tres mil carros cargados de los robos sin que nadie lo impidiese, empero no fue nada el respecto de las insolencias, sacrilegios, latrocinios y maldades que han hecho los caballeros del duque Adolf de Holstain, y condado de Xamburg, no solamente a la pobre gente, mas aun han tratado peor a los eclesiásticos e iglesias, no dejando cosa entera en ellas, y despojándolas enteramente de todas cosas, y abusando bestialmente del Santísimo Sacramento del altar, de las fuentes del bautismo y otros ministerios, y a la fin sin haber servido ni un solo día se han llevado un tesoro de su sueldo, y un mundo de carros cargados y ganado robado, y se ha tenido todo por bien con solo haberlos despedido y sacado del país; tan diabólicos y mala gente era. Como quiera que la que queda no es santa, ni deja de hacer todo el mal que puede según la perversa costumbre de los Reitres; quien se pudiese excusar de ellos y aun de la infantería Tudesca haría muy acertadamente, porque los unos y los otros son muy costosos, más que todas las naciones, y sirven de muy poco o nada, como lo he visto en todas las jornadas de mi tiempo, despojando el país del dinero sin gastar en él una tarja, allende de lo que se llevan robado, según su mala costumbre; y V. M. tiene en estos sus estados mucha y muy buena gente de guerra de sus propios vasallos Walones, así de a caballo como infantería, la cual en todo tiempo, señaladamente en esta jornada, se ha señalado y combatido valentísimamente, como V. M. lo puede haber entendido en particular. Otrosí, considerado que ninguno se fía más en lo que se les dice y promete por no guardárseles la palabra, según ellos dicen, y entre otros los de Olesinghes, los cuales quizá se habrían ya rendido, o se rendirían otramente: todavía se podría remediar lo uno y lo otro con la real persona de V. M., si los negocios públicos de la cristiandad y de los otros sus reinos y estados diesen lugar a ello por algún tiempo, o con mandarse resolver brevemente sobre el gobierno se juzga que se podría esperar presto algún buen remedio en todo, por ser esto deseado de todos en general, mayormente si se alzase ya la mano del rigor, habiendo seido hasta agora grande, por haberse justiciado en cinco años y tres meses pasadas de tres mil personas, y desterradas por sentencia otras nueve o diez mil personas. Todo lo cual, por el gran celo y obligación que tengo al real servicio de V. M., me he atrevido a se lo representar por esta, suplicándole muy humildemente sea servido de atribuirlo a mi sana intención, y lo mande tomar a buena parte, haciéndome merced de mandarme perdonar si en algo me hubiese descuidado, alargado o pasado los límites y términos de mi profesión. Nuestro Señor la Real persona de V. M. guarde por muchos años, y en mayores reinos e imperio prospere y creciente con la felicidad que sus humildes criados y vasallos deseamos, y toda la cristiandad ha menester. De Bruselas, último de noviembre de mil quinientos sesenta y dos.– S. C. R. M.– Besa los Reales pies y manos de V. M. su muy humilde criado y vasallo.– Prats.

Postdata. Va aquí junto un librito nuevamente impreso en Amberes con licencia, por el cual se ve un singular ejemplo de clemencia del Emperador Teodosio, que me ha parecido digno que V. M. le mande visitar para el caso presente.



II
Segundos advertimientos sobre cosas de Flandes, dados por don Francés de Álava{2}

(Archivo de Simancas, Estado, leg. 549, fol. 126.)

Por obedecer y hacer lo que V. M. me manda en lo de los advertimientos, con la humildad debida y la puridad y sinceridad con que se debe hablar en materia que tanto importa al servicio de Dios y V. M., diré lo que en ella siento; habiéndome de alargar harto más de lo que yo lo hiciera, paresciéndome atrevimiento si V. M. no me lo mandara. Las cosas de los Países Bajos están algo más apretadas y trabajadas de lo que en la relación que ayer envié a Zayas lo significo, y si yo no me engaño mucho, débenlo estar la hora de ahora mucho más, si han entendido en ellos como se dilata y difiere la pasada del duque de Medina, tan deseada del Duque de Alba y de los dichos estados, entre otras cosas, porque con la llegada del de Medina acabarán entrambos de salir con el deceno, o desengañarse dél; de manera que vinieran a abrazarse con otros expedientes que aquellos estados ofrecen para servir a V. M. con dinero, de suerte que la gente de guerra fuese pagada de lo mucho que se les debe, con alguna orden razonable para lo venidero; el pueblo aliviado de la molestia y daño grande que las viene de mantener la gente de guerra en tanto tiempo sin que les den un ducado, y repararse y proveerse con la brevedad que requieren los presidios, y poner en Amberes una pella de dinero que la viesen los enemigos de Dios y de V. M. que están desvelados en desear, solicitar y procurar por todas vías el inconveniente e impedimento de aquel santo establecimiento, que así lo puede nombrar V. M. La nobleza y pueblo, que extremamente tiene deseado al Duque de Medina por enviársele V. M. y por las buenas cualidades que concurren en su persona, y por el aborrecimiento grande que tienen del Duque de Alba por el yugo que en servicio de Dios y de V. M. les ha puesto con tanta severidad, se alegrará y contentará mucho; los mercaderes que con sus haciendas se han ido a otras provincias desdeñados del deceno, volvieran y asentaran y pusiérase el tráfico en su puesto, que cierto va demasiadamente enflaqueciendo.

Ya que esto no puede ser, acuerdo a V. M. otra vez que el Duque de Alba tiene muy quebrantada la reputación de Lugarteniente de V. M., y como sale de aquellos países, todo el pueblo está en Vaya, Vaya, soplado de particulares como arriba he dicho, que tienen el mismo deseo; y esto y el no tener crédito ninguno de dinero, ya V. M. puede considerar de cuánto trabajo e inconveniente sería, si de apretar demasiado el deceno, naciese alguna desvergüenza en alguna villa de aquellas; y aunque no dudo en parte en lo que el Duque y Don Fadrique me dijeron, de que nacía todo este inconveniente de los particulares financieros de aquella academia vieja, que siempre quisieron que pasase el dinero de V. M. por sus manos, y estos dichos financieros quedaban en seco en lo del dinero para lo venidero, con menos autoridad y utilidad que solía. Todavía he apretado la materia con personas desapasionadas, y ninguna de ellas no da en esto, y todos en que el negocio es dificultoso y peligroso, y que ninguno de los particulares de aquellos países huelga de asistir cabe la persona del Duque a ellos, aun Noirquermes, que está disculpado con la enfermedad que tiene, muestra bien que cuando estuviera libre de ella, aunque el duque se lo pidiera, buscara desvíos de hallarse en Bruselas en esta ocasión…

Hacerlo el duque solo sin estos instrumentos y sin calentar V. M. a los otros, y particularmente a Vilius y Tiznach, téngolo por dificultoso, ni aun sin ellos tomar ningún otro expediente que satisfaciese a V. M. Cierto paresce que convendría que V. M. alegrase y diese calor al Duque, mandando por escripto nuevamente a los dichos financieros y otras personas que pueden ayudar a este servicio de V. M. que le asistan, y aun si V. M. fuese servida enviar después alguna persona de juicio y plática al efecto, llegaría a gran sazón, alegrando aquel pueblo con la nueva del nacimiento de S. A., especialmente que el dicho pueblo tiene esta máxima no buena asentada en todas las historias de Francia y aquellos países, que dicen que han sido siempre enemigos de los Señores, y querido y adorado los príncipes; y habiéndoselo dado Nuestro Señor tal como se lo pueden pedir buenos, quizá podría obrar algo en ellos; y la dicha persona había de ser buen algebrista que concertase la división que hay entre todos los particulares…

Entre los consejeros españoles que allí residen de V. M. entiendo que hay mucha desconformidad; según me dicen no ayuda nada al servicio de V. M., ni aun al descargo de su Real conciencia en el consejo de los troubles que llaman. El Duque Brousvich, como V. M. lo debe tener entendido, está del todo apartado del servicio de V. M. con la liviandad que suele, y con ella solicitando siempre a franceses para que se sirvan dél. El Conde de Mansfelt, de quien yo no he dudado nunca, quejosísimo de que V. M. no manda que se resuelvan con él, y le declaren la merced que V. M. le ha hecho, particularmente descontento del Duque de Alba, y sé que su hijo el Conde Charles, que está ahora en Francia, ha dicho a una dama con quien él allí pretende casarse en gran secreto, que su padre anda justificándose con V. M. y con los príncipes del imperio del agravio que V. M. le hace, para después tomar su partido mejor, y que le desea tomar antes que el Duque de Alba salga de aquellos estados; y aunque yo me espantaría que él hiciese cosa que no debiese, todavía es punto que tiene algo que considerar. Diciendo yo al duque de Alba que si hubiese alguna novedad que de dónde pensaba proveerse de reitres, dijo que acudirían al dinero de V. M. cuantos se quisiesen. Dije que los de Branzvich estaba muy cerca y a la mano, y tenían nombre de buenos soldados: Díjome Don Fadrique el asiento que se había tomado con el Arzobispo de Colonia para siempre que fuese menester acudir con tres mil Reitres al servicio de V. M. Con el debido acatamiento Suplico a V. M. perdone el atrevimiento de extenderme a hablar en las cosas de Inglaterra. El duque de Alba tiene por cierto que se acomodará aquello. Ya V. M. entiende mejor que nadie lo que cumple a la conservación de aquellos estados de Flandes, aunque es público y notorio sin poderse disimular, que han tocado en la autoridad y reputación de V. M. y en su hacienda, y parece que las pláticas que se deben haber traído con los católicos están atrasadas y desbaratadas; y ve claramente la Reyna de Inglaterra, y aun hoy fuera de aquel reino, que V. M. tiene flechado el arco a la dicha Reyna; mientras esto así durare, no solo no menguará la guerra y daño que se hace a los Países Bajos y a los otros vasallos de V. M. por la mar, pero aun las pláticas que trae la dicha Reyna con franceses y otras naciones irán creciendo, de manera que podrían llegar a parar en alguna liga o trama que diese a V. M. mas desasosiego; aflojando V. M. el dicho arco en alguna manera, la que menos perjudicase a la reputación y nombre de V. M., podría ser que viniese a no estar tan deseosa de abrazarse con franceses como ahora lo anda, por el temor que de V. M. tiene, y los piratas de los Países Bajos es cierto que cesarían, los cuales hacen harto daño y podrían con el tiempo venir a hacer alguno mayor…

Tan particularmente cuanto mi juicio ha podido alcanzar, he avisado a V. M. siempre de las cosas de Francia, y el estado en que las dejo: tengo por cierto que franceses sospecharán más que yo he de hablar a V. M. y persuadirle en que les haga V. M. guerra, que no en advertirle del estado en que están las cosas de Flandes, para que las mande concertar y poner en orden; de manera que a ellos se les quite la ocasión de poderlas romper con V. M., particularmente toda la parte católica que tiene puesta toda su esperanza (después de Dios) en V. M., se dará a entender que yo vengo a acordar a V. M. lo que les toca y ellos muestran desear, que es todo tomar V. M. las armas para que ellos las puedan tomar en servicio de Dios, y V. M. contra los heréticos de aquel Reino. Como lo he significado diversas veces a V. M., no hay cosa en el mundo que tanto ofenda a franceses como la reputación y grandeza de V. M., y días y noches están labrando en ello con su rey, poniéndole todos los miedos y temores que pueden de que crece demasiado la monarquía de V. M. para indignarle, encareciéndole lo que crece la dicha monarquía de V. M., y por el consiguiente lo que disminuye la suya del dicho Rey en reputación y fuerza, y que es menester ir a la mano a la de V. M. y creo bien que esta plática y ruin ánimo habrá crecido después que nuestro Señor fue servido dar a V. M. aquella tan gloriosa victoria contra el Turco; y esto y su liviandad y inquietud natural, y tener por remedio de la calamidad en que viven y fuego que tienen en casa hacer la guerra a V. M., me hace temer que abriéndoseles grande ocasión en los Países Bajos, como en efecto se va haciendo si V. M. no lo manda remediar con tiempo, sin más consideración, en hallándola sin acordarse que dejan ardiendo sus casas, no quieran ir a pegar fuego a las ajenas; y aunque están en la necesidad de dinero que he escrito a V. M., todavía aquel reino es tan opulento y substancial, que aunque no creo que se podría al presente sacar dinero para hacer a V. M. guerra fundada, para un golpe así impetuoso que ellos tanto desean, y en que tanto hablan, por remedio de su mal sacarlo hian sin hechar, mas cuenta en los que les podría suceder, y qué sabe hombre si el Turco también podría atizarles a ellos, y aun darles dinero para el efecto… &c.



Decreto de mano de Felipe II mandando contestar a la carta en que su hermano D. Juan de Austria le noticiaba la célebre batalla de Lepanto

Archivo de Simancas, Estado, legajo 1134.

Felipe II



III
Aclaración de la letra del decreto de Felipe II

Esta carta pueden ver ay los tres y paréceme que es bien que se escriban luego con este primero las que aquí dice, y a mi hermano será bien escribir luego que procure se armen las más galeras de las que se han tomado que se pudiera y que avise lo que en ello se hiciere.

También se escriba a don Juan de Zúñiga que lo que se debe encaminar para el verano es que haya muchas galeras y muy buena gente en ellas, que lo de caballería y naves si no son algunas para vituallas, es cosa de aire y ocasión para que no se haga nada conforme a lo que escribe su hermano que dice muy bien en ello y por si él se hallase en Roma se le puede escribir una palabra remitiéndose a lo que se escribe a su hermano y dándole las gracias de todo.




{1} Al margen de este párrafo, dice:

«Muy pocos hombres o ninguno quedó en Malinas; las mujeres por la mayor parte van mendigando.»

{2} Los primeros están en el mismo sentido que los de Estaban Prats: de los segundos tomamos los párrafos que aquí se insertan.