Noticia relacionada con la inauguración de la “Fundación Ateneo de la Juventud”
Entre los actos solemnes realizados en ocasión del gran Congreso Eucarístico Internacional, se contó la inauguración del edificio de la Fundación “Ateneo de la Juventud” que alcanzó caracteres verdaderamente extraordinarios. El Eminentísimo Legado de Su Santidad Cardenal Pacelli había aceptado la invitación de prestigiar la inauguración con su presencia. Entendía mostrar con ese acto su afectuosa y paternal benevolencia por la juventud católica que se agrupa alrededor de este Instituto. Y la juventud supo corresponder digna y entusiastamente al honor que le dispensaba el eminente Purpurado. La concurrencia que ocupó, en efecto, totalmente el amplísimo edificio, alcanzó proporciones insospechadas.
El local, especialmente decorado, formaba un digno marco para la ceremonia. En el fondo del salón tapizado de rojo, se destacaba un busto del Pontífice, gloriosamente reinante, y en todos los contornos de los paramentos se veían banderas pontificias y argentinas, unidas por el escudo del Congreso Eucarístico. Las luces de los reflectores, el impaciente rumor de la muchedumbre, los aplausos que resonaban a la entrada de cada uno de los altos dignatarios de la iglesia, que acudían a presencial el acto, formaban un marco realmente singular y extraordinario.
Cuando al llegar el eminentísimo Cardenal Legado, que fue recibido en la entrada por una comisión de caballeros, presidida por el doctor Dell’Oro Maini, ya le esperaban el Excmo. Señor Presidente de la República, General Agustín P. Justo, que también había querido realzar la ceremonia con su asistencia; el Arzobispo de Buenos Aires; el Ministro de Relaciones Exteriores y Culto, doctor Carlos Saavedra Lamas; el intendente Municipal, doctor Mariano de Vedia y Mitre; el doctor Tomás R. Cullen; el Patriarca de Lisboa, Cardenal Manuel Gonçalves de Cerejeira; Monseñor Daniel Figueroa; el Nuncio Apostólico, Monseñor Felipe Cortesi; el Ministro del Interior, doctor Leopoldo Melo; el Vicario General de la Arquidiócesis, Monseñor Fortunato J. Devoto; el Ministro de Justicia e Instrucción Pública, doctor Manuel M. de Yriondo; el Obispo de Temnos, Monseñor Miguel de Andrea; Monseñor José A. Orzali, Obispo de Cuyo. También ocuparon su sitio en el escenario los componentes del séquito cardenalicio; el Arzobispo de Córdoba, Monseñor Fermín Lafitte, el Arzobispo de Arka, Monseñor Abdallah Khouri; el Primado de Servia, Monseñor Dobrecich; el Obispo Preconizado de la Rioja, Monseñor B. Ferreyra; el Rector de la Universidad de Buenos Aires, doctor Vicente Gallo; el Presidente del Consejo Nacional de Educación, ingeniero Octavio S. Pico; el Director de la Biblioteca Nacional, doctor Gustavo Martínez Zuviría; el Obispo de Camagüey, Monseñor Enrique Pérez Serantes; el Arzobispo de Asunción del Paraguay, Monseñor Juan S. Bogarín; Monseñor Gustavo J. Franceschi y otros Prelados, además de numerosos miembros del clero argentino y extranjero, entre el que se encontraba el R. P. Sosa, Director del Ateneo y el Director de “Civiltá Católica”, de Roma y otras personas.
Al terminar el acto, Su Eminencia el Cardenal Pacelli tuvo algunas palabras elocuentes de encomio y aprobación para la obra, e impartió a toda la concurrencia la bendición papal.
Discurso del doctor Atilio Dell’Oro Maini en el acto inaugural del Ateneo de la Juventud,
pronunciado el 15 de Octubre de 1934
Dr. Atilio Dell’Oro Maini
Presidente del Ateneo
“Una muchedumbre de corazones viriles congrégase en estos instantes, bajo el signo de la fe, y al impulso de un sentimiento vivo y vigoroso de adhesión y gratitud a la eminente persona del Cardenal Legado de Su Santidad que, en un gesto de bondad paternal, ha querido asociar el prestigio de su alta investidura y su predilección por el alma de los jóvenes, a nuestra alegría y a nuestros propósitos en el acto, solemne e inolvidable, con que inauguramos este hogar común de la juventud católica argentina.”
“Habéis conquistado, Eminentísimo y Reverendísimo Señor, el amor del pueblo argentino. Con vuestra presencia honrasteis ante el mundo nuestro suelo; con vuestra encendida palabra de sacerdote inflamasteis la caridad de los fieles; con vuestra bendición alentáis la esperanza y estimuláis sus empresas y, en todas partes, vuestra severa y noble silueta ha enaltecido el ambiente de la vida espiritual.- Sois en estas tierras el autorizado testigo del renacimiento recóndito de la sociedad en el reino de Cristo, acontecimiento magno que abre una nueva época en la vida de la Nación. Por eso os consideramos indisolublemente unido a lo mejor de nuestra existencia: sois ya de nuestra historia, y, cuando entráis en esta casa de la juventud, los corazones conmovidos descubren, en la mano fina y señorial que bendice, el gesto amable del Padre Común que, desde lejos, nos guía y nos conforta. Conocemos bien el valor de vuestra visita, no solamente por el honor que discierne sino por el hondo significado que alcanza en relación a los ideales de las nuevas generaciones argentinas.”
“En los espíritus todos, resuena el clamor del pueblo creyente postrado ante Jesús Sacramentado, y nos exalta, como ayer, el júbilo que no se apagará hasta el sepulcro, en los corazones mortales que contemplaron su fervor. Pero sabemos que en las empresas del Señor, el júbilo no es inactivo y que, para nuestra patria, la espléndida realización del Congreso Eucarístico Internacional no es una cumbre en que las suaves brisas de la altura descansan de fatigada marcha el paso del hombre, sino abierto campo de conquista, llanura inmensa que abre el surco a la labor paciente y silenciosa del apostolado y de la santidad. Movida por esta convicción, la juventud, y con ella toda la acción católica argentina, reanuda ya la interrumpida marcha bajo el signo sacrosanto de vuestra bendición, para que el brillo de las fiestas eucarísticas sea continuado esplendor de la verdad en las inteligencias y en la conducta.”
“La obra del Ateneo nació, Eminentísimo Señor, en los fervores del primer Congreso Eucarístico Nacional, realizado en 1916, por la acción de un grupo de hombres jóvenes, entonces casi adolescentes, que hoy os rodea con el pecho henchido de una emoción muy honda y verdadera. Toda su juventud emplearon en edificarla, si no con gloria con amor, ofreciendo a Dios cada pequeño progreso, y hoy tiene la dicha de entregarla a las nuevas generaciones que le suceden cuando el Congreso Eucarístico Internacional acaba de transfigurar la vida entera de la Nación. Vuestra ilustre presencia, Excelentísimo Señor, colma esa alegría nuestra: no podíamos esperar para ya nuestro largo afán, más feliz coronamiento.”
“Este movimiento juvenil restaura el primado de la inteligencia en el acatamiento vivo y actual de la doctrina de la Iglesia, y aspira, a pesar de sus flaquezas y caídas, a modelar su conducta privada y pública en el cumplimiento estricto de sus preceptos. Sabe que no hay vida fecunda fuera de la integridad de la doctrina y que no hay apostolado sino sobre la oración, la penitencia y la caridad. Los que iniciaron la obra moviéronse por rebeldía al mundo y a su apostasía. Probaron el duro desamparo de su formación insuficiente y llena de vanas transacciones. El absurdo enciclopedismo de la enseñanza quitaba tiempo y sabor al cultivo de las disciplinas fundamentales, a la formación religiosa de la inteligencia; y conocieron la amargura de la orfandad espiritual. Es horrible y nefasto el laicismo que deja a las almas en la indiferencia y que constituye --como dijo S. S. Pío XI recientemente,-- una mancha que hay que borrar de los pueblos cristianos. No hemos querido, no queremos para los hermanos que nos siguen el mismo dolor. De la necesidad de un criterio firme, de la formación religiosa han nacido los Cursos de Cultura Católica, parte integrante y esencial del Ateneo, de cuyos frutos somos los primeros beneficiarios.”
“Desde el punto de vista temporal, y vinculadas al que acabo de referirme, la vida juvenil tiene también otras exigencias dignas de ser atendidas de una manera sistemática, orgánica y permanente. Quiero referirme al problema de su vocación.”
“La vocación constituye la preocupación constante de los jóvenes que sienten el impero de los deberes de su estado; involucra el empleo definitivo de sus aptitudes y les despeja desde los primeros pasos la grande incógnita del porvenir. Es la inspiración primordial e interior que orienta su vida en un sentido determinado, preferente o exclusivo, y de la manera como se cumplen los secretos dictados de su voz, depende siempre y es definitiva, la felicidad de una existencia. Y no solamente desde un punto de vista individual tiene importancia este problema. Para una sociedad es de gran trascendencia porque cuanto más ricas y variadas son las vocaciones, más alta es la calidad de los esfuerzos con que los componentes concurren a su progreso y bienestar.”
“Las sociedades prósperas buscan siempre la mejor manera de producir, conservar y cimentar esa fuerza vital de las vocaciones juveniles. Las energías de una colectividad no resultan de la mera suma cuantitativa de sus elementos, sino de la amalgama y síntesis de las cualidades distribuidas entre sus miembros, cultivadas con tesón y hondura. De ahí la necesidad de concentrar en un centro de acción todos aquellos factores que contribuyen a despertarlas.”
“Indudablemente la familia es el primer laboratorio y el colaborador constante de esta actividad: nunca se manifiesta mejor la vocación ni sus voces son más claras e ineludibles que cuando el alma, en la clara intimidad del hogar, se impacienta tempranamente por todo lo grande y hermoso que la vida promete. Pero hace falta siempre el concurso del maestro que modela las conciencias, de la amistad que procura los nobles estímulos, de la sociedad que acoge y alienta, del Estado que ejerce su función supletoria, de los diversos centros que se preocupan por la salud moral, intelectual y física de la juventud.”
“En general, puede afirmarse que la sociedad diluye en su indiferencia y en su olvido, los estímulos que merece la vocación de sus jóvenes generaciones.”
“Múltiples son las formas de su acción negativa, desde la hostilidad que ahoga toda naciente inspiración, hasta el interés que tuerce el rumbo libremente elegido; desde las pasiones que deforman todo impulso noble hasta la indiferencia que apaga todos los entusiasmos en la senda emprendida. En las sociedades nuevas, en las que no existen aún los mil estímulos de una cultura básica ni las orientaciones de una larga tradición, los espíritus corren riesgo de perderse en la incertidumbre de una vocación vaga e incierta, abandonada a la indolencia o a una falsa universalidad. ¡Cuántas aptitudes no dejara estériles la pesada atmósfera de la mediocridad, el desamparo de la ignorancia y de la miseria, y qué amargo ha de ser en la madurez contemplar vacío aquel momento de la vida en que todo se decide, y que no vuelve!”
“En la antigua organización de la sociedad, los jóvenes sabían desde muy temprano el camino del porvenir que se les había destinado. La dirección de sus pasos se hallaba fuera de su arbitrio y su misión se reducía a cumplir con los deberes inherentes al oficio impuesto. Unos eran destinados a los heroísmos de la espada; otros, por la humildad de su cuna, se incorporaban a las tierras de cultivo. Cada cual quedaba clasificado en un oficio determinado, dentro de cuyos cuadros prosperaba de acuerdo a normas invariables. Aún en las profesiones más humildes, la organización gremial se cuidaba del progreso personal de sus componentes promoviéndolos, según la observancia de rígidos estatutos, desde la ínfima categoría de “aprendices” hasta la codiciada dignidad de “maestros”.
“De ahí la necesidad de educar la iniciativa individual, el valor personal, de crear estos organismos de estímulo y orientación que cumplen la doble finalidad de fomentar las vocaciones incipientes o en plena labor de aprendizaje y de estimular los heroicos afanes de quienes elevan a alto grado de perfección su oficio social o su personal vocación. Por eso el Ateneo se preocupa de la formación esencial como del estímulo vocacional, y quiere ofrecer a los jóvenes los medios de cultura integral, de su educación física y los estímulos constantes para la plenitud de su vocación.”
“La obra que hoy se inaugura es el fruto de una solidaridad de esfuerzos muy grandes. Por una providencia de Dios --que siempre se hizo sentir suavemente sobre todo en los quebrantos y contrariedades—múltiples factores se han concertado con éxito para llevarla a cabo y enderezarla hacia su definitiva y total ejecución.
“Contó siempre con el estímulo y la benevolencia de nuestros amados Pastores, tan solícitos con la juventud, y, particularmente, con el apoyo constante y decidido del Excelentísimo Señor Nuncio de S. S. a quien tanto y tantas obras deben los católicos argentinos. La generosidad de las familias pudientes y humildes, ha permitido levantar este majestuoso edificio. Que para todos ellos sea el galardón de Dios. No es fácil que despierten la generosidad iniciativas de este carácter cuyas finalidades no se traducen en realidad inmediata y concreta. Por eso es doblemente significativo este esfuerzo que debe completarse para dar cabida en terrenos adyacentes y ya adquiridos, al edificio del Instituto Superior de Estudios, del que ya funcional los Cursos de Cultura Católica, fundados hace doce años y que hace poco inauguraron la nueva sede, espléndida donación de una dama argentina. La caridad para con las almas indigentes de luz, para las obras de la juventud que aseguran el porvenir de las familias y las naciones, es reclamo urgente e impostergable. Confiemos en el Señor, autor de toda dádiva y de todo triunfo.”
“De este modo queremos trabajar constante y silenciosamente por el engrandecimiento de la Patria. En este momento no la consideramos en la invocación entusiasta de la muchedumbre sino en la devoción interna de las conciencias, en el movimiento de amor que nace de adentro, en la predisposición humilde pero heroica, si cabe, de servirla con incansable afán.
“Y en este pensamiento que dedicamos a la Patria, en ocasión tan solemne para nosotros como la presente, permitidme, Eminentísimo señor Cardenal, que, en nombre de las nuevas generaciones, diga al primer magistrado de la Nación, que también nos honra generosamente con su presencia, una palabra de gratitud y de clara correspondencia con motivo de su oración ante el altar, en la jornada maravillosa de ayer.”
“No puede haber nada más grande para un ciudadano que interpretar con su voz el sentir de un pueblo entero y la vida misma de su historia. Cualesquiera que sean las circunstancias contingentes por las que se organiza el poder de un Estado, toda autoridad proviene de Dios, en virtud de un derecho divino de orden natural, revelado por la razón que descubre en la necesidad de la vida social, la intención auténtica y soberana del Señor. Quien ejerce el poder es depositario y representante de Dios, ministro del Omnipotente, que procura el bien temporal de la sociedad política. Es legítimo y es noble y es necesario, en los momentos solemnes del gobierno, sea para dirigir con mano firme y acertada los destinos de la Nación, sea para exteriorizar y precisar ante el pueblo reunido su propio rumbo, levantar el corazón a Dios, Señor de los Ejércitos y las Naciones, para ofrecerle nuestra adoración e impetrar su ayuda.”
“Excmo. señor Presidente: de la tumba sagrada de los héroes de la Patria, habéis recogido la oración que no muere, y las juventudes que hoy se incorporan a su vida, pujante y floreciente, recaban vuestras palabras como un juramento propio de su fidelidad a los grandes ideales de nuestra historia.”
“Eminentísimo señor: dentro de unas horas, que serán breves para la cariñosa hospitalidad con que el país desearía reteneros, abandonaréis las playas argentinas. Os escolta hasta el Trono del Padre Común de los fieles, la simpatía humana, la admiración sincera, el fervor religioso y la gratitud conmovida de este nuestro pueblo cristiano. Dignaos ser ahora --y perdonadme la osadía-- el mensajero de su devoción ante el Vicario de Cristo.”
“Tenemos la certera, además, de que nos incorporáis vivamente a vuestro paternal recuerdo y, por eso, os pedimos, confiadamente, que vuestra santa plegaria se eleve, allá, al Altísimo porque esta juventud que os aclama, cada día más numerosa, adiestrada y entusiasta, sea la vanguardia invencible de las grandes conquistas morales, para que el reinado de Cristo se extienda y consolide en nuestra Patria, y porque cumpla ella, con honor y provecho eterno, los grandes destinos providenciales de su historia.”
Al dar fin a su discurso, el Dr. Dell'Oro Maini, fue larga y entusiastamente aplaudido por la tan selecta como numerosa concurrencia.
Su Eminencia el Cardenal Pacelli expresó luego, en términos elogiosos, el concepto que le merecía la obra y la labor que está llamada a desarrollar, aprobándola ampliamente y felicitando a sus iniciadores y propulsores.
Finalmente impartió la bendición papal a todos los presentes.