El cardenal Cayetano, que recibió esta denominación de Gaeta, su patria, y cuyo nombre propio es [117] Tomás de Vio, nació en 1469 y murió en 1534. Aunque algunos de sus escritos, y especialmente el que trata De Ente et essentia y el que lleva por epígrafe De Analogia entis, se resienten bastante de cierta sutileza excesiva, debida en parte a la índole sutil y penetrante de su genio, en los escritos restantes, y principalmente en sus Comentarios sobre la Suma de Santo Tomás, la escolástica, tanto filosófica como teológica, se presenta colocada en un terreno más sólido, más sobrio y más científico que lo que era de esperar, atendida la decadencia y postración a que por entonces había llegado.
Y es digno de notarse que este movimiento de restauración, iniciado por este pensador escolástico, puede considerarse como independiente del Renacimiento; porque Cayetano no estudió el griego, el hebreo ni el latín clásico que tanto entusiasmo excitaban en sus días, y sin necesidad de estos auxiliares, y sin que se advierta en sus obras influencia alguna de los humanistas contemporáneos, y sin adoptar su clasicismo latino, los escritos del cardenal Cayetano son muy superiores en todos conceptos a los que produjo la escolástica durante los siglos XIV y XV, pudiendo ser considerados como un reflejo de las producciones científicas de los grandes escolásticos del siglo XIII.
La ontología, la teodicea y la psicología son ciencias que se encuentran tratadas en sus obras con profundidad, con solidez y hasta con originalidad. En su exposición del opúsculo de Santo Tomás que lleva por título De Ente et essentia, pero más todavía en sus grandes comentarios a la Suma teológica del Doctor Angélico, se tropieza a cada paso con ideas tan [118] profundas como luminosas, aunque hoy poco conocidas y menos estudiadas.
Sabido es que en sus Comentarios a la Sagrada Escritura, y con especialidad en los que se refieren a los primeros capítulos del Génesis, Cayetano suele seguir con alguna frecuencia el sentido alegórico en contra del literal, y que en esta materia se aparta bastante de las interpretaciones e ideas ordinarias de los demás exegetas. También suele apuntar y adoptar opiniones singulares en materias filosóficas.{1}
Javelli (Crisóstomo), compatriota del cardenal Cayetano, y dominico como éste, continuó y afirmó el movimiento de regeneración iniciado por aquél, comentando y explicando en latín claro, sencillo y nada bárbaro, gran parte de las obras de Aristóteles, en armonía con la doctrina y las ideas de Santo Tomás.
Nuestros filósofos de hoy, acostumbrados en su mayor parte a estudiar la Filosofía en los volúmenes a dos y medio francos de la Biblioteca contemporánea, retrocederían con espanto ante la idea de leer u hojear siquiera los dos grandes in folios de menuda letra escritos por el Dominico italiano. Pero bueno es que sepan que, al lado de algunas cosas más o menos [119] inútiles hoy en día, y a pesar de su excesiva prolijidad, la obra contiene algunos tratados dignos de seria atención, cuales son, entre otros, los comentarios sobre los libros De Anima y sobre los libros metafísicos de Aristóteles, los que se refieren al libro De causis, atribuido a Proclo, pero principalmente los tratados de moral cristiana y de política, en los cuales el autor revela conocimientos nada vulgares en materias éticas, antropológicas, político-sociales y hasta pedagógicas; pues una parte de su Filosofía moral cristiana es un verdadero tratado de pedagogía. Santo Tomás, Aristóteles y Platón representan los tres elementos principales de la Filosofía de Javelli, pero desenvueltos y perfeccionados por medio de ideas, ya originales y propias, ya tomadas de otras fuentes. Es muy de notar la alta estima en que tiene a Platón, al cual defiende contra las inculpaciones de Aristóteles,{2} cuyos errores en [120] esta y en las demás materias, señala y rebate el filósofo dominico con energía y sin contemplaciones cuando los encuentra en su camino.
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{1} Entre otras varias que pudieran citarse, Cayetano, no sólo opina que Aristóteles no conoció la inmortalidad del alma humana, sino que la razón por sí sola no puede demostrar esta inmortalidad de una manera evidente. No se aporta menos de la opinión generalmente admitida por los escolásticos, cuando admite, al menos como probable, que los demonios y ángeles tienen cuerpo aéreo (crediderim ego daemones esse spiritus aëreos, et id consonare verae philosophiae rationi), por razón del cual son capaces del movimiento local: quod est ponere hujusmodi aëreos spiritus constantes ex intellectivo, et secundum locum motivo.
{2} Los que suelen mirar a los escolásticos sin distinción, como admiradores fanáticos y exclusivistas de Aristóteles y como enemigos sistemáticos de su maestro, pueden leer el tratado escrito por nuestro Javelli con el objeto directo de defender a Platón contra los cargos y acusaciones doctrinales que contra él lanza Aristóteles. He aqui el pequeño prólogo que el Dominico italiano puso al tratado que nos ocupa : «In hoc septimo tractatu, ea praecipue recitanda sunt, in quibus Aristoteles, praeceptorem suum Platonem carpere, atque ut inconsona et irrationabilia in civilibus, reprobare contendit in his libris, qui apud Graecos, politica nuncupantur. Tu igitur, animadverte quod Aristoteles, sexdecim praecipue de Platone recitat ac reprobat, quae Deo optimo annuente, et vero Platonis sensu subministrante, defensare decrevimus. Hunc igitur tractatum in duo capita dividemus; in quorum primo recitabuntur, quae Aristoteles Platoni in Politicis imponit ac reprobat: in secunda, singula defensabimus ex ipsamet Platonis doctrina, ubi et gravitas et veritas ipsius Platonis proculdubio apparebit.»