Patricio de Azcárate Corral (1800-1886)
 
Sistemas filosóficos modernos, Madrid 1861

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Parte segunda · Sistema idealista · Capítulo sexto

Panteísmo filosófico. Doctrina
Sistema de Descartes. Exposición. Crítica

Patricio de Azcárate Corral, Exposición histórico crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia, Mellado, Madrid 1861, tomo 2, páginas 89-129.
 

Patricio de Azcárate Corral, Exposición histórico crítica de los sistemas filosóficos modernos, Madrid 1861 Para dar a conocer la filosofía de Descartes y poner en claro la manera sagaz con que este filósofo inauguró su reforma, basta recurrir a su Tratado del Método, que fué el molde donde por primera vez vació todo su pensamiento. Descartes divide su tratado en seis partes. En la primera se encuentran diversas consideraciones sobre las ciencias; en la segunda las principales reglas del método que ha inventado; en la tercera las reglas de moral que ha deducido de su método; la cuarta los fundamentos de su metafísica; la quinta los fundamentos de su física; y en la sexta las cosas que se requieren para caminar adelante en el descubrimiento de la verdad, y las razones que motivaron su obra. Gibbon dice, que el buen sentido es una cualidad no menos rara que el genio, y Descartes no es menos admirable por el buen sentido que por el genio. Podrán haber perdido su mérito las concepciones atrevidas de este filósofo, podrá tenerse por una paradoja su física y por un sueño de la imaginación su metafísica, pero aquel tacto delicado, aquella fuerza de buen sentido que caracteriza su Tratado del Método, para presentarse al mundo como reformista, descubriéndose en el giro que dio a sus ideas un conocimiento profundo del siglo en que escribía, de la calidad de los adversarios con quienes tenía que tropezar, y de la manera sagaz con que debía inaugurar y llevar a cabo su reforma, son dotes que no pueden desaparecer nunca. En efecto, siendo la primera vez que se presentaba al público, se le ve en la primera parte, valiéndose de un lenguaje sencillo, castizo y elegante, y de una modestia inimitable, conmover los fundamentos de todas las creencias filosóficas, hasta entonces recibidas, y replegarse sobre sí mismo, llevado sólo del deseo que devoraba su alma de buscar la verdad por sus solos esfuerzos, y a cuyo objeto consagraba toda su vida; se le ve en la segunda, con rara sagacidad alejar toda alarma y toda idea de proselitismo, suponiendo que sólo trata de reformar sus propias ideas, como el particular que edifica de nuevo su casa porque la ve ruinosa, sin que, por obrar así pueda decirse, que subvierte los fundamentos de la ciudad; y sienta los cuatro preceptos que se impuso como base para descubrir la verdad por sí mismo; y se le ve en la tercera alejar de su persona toda sospecha de innovador en punto a sus creencias religiosas y a la práctica de la moral para conservar así el concepto de prudente y timorato, y a su sombra consumar la revolución que meditaba en las ciencias físicas y metafísicas sin los graves obstáculos que en materias tan delicadas pudieran oponérsele. En la cuarta desenvuelve los principios de su metafísica en esta forma.

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