Obras de Aristóteles Moral a Nicómaco 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Patricio de Azcárate

[ Aristóteles· Moral a Nicómaco· libro sexto· I· II· III· IV· V· VI· VII· VIII· IX· X· XI ]

Moral a Nicómaco · libro sexto, capítulo VI

Relaciones de la prudencia con la ciencia política

En el fondo, la ciencia política y la prudencia son una sola y misma disposición moral; sólo que su manera de ser no es la misma. Así, en la ciencia, que gobierna al Estado, debe distinguirse aquella prudencia reguladora de todo lo demás y arquitectónica, que es la que hace las leyes; y esta otra prudencia que, aplicándose a los hechos particulares, ha recibido el nombre común que tienen ambas, y se llama política. La ciencia política es a la vez práctica y deliberativa; porque el decreto prescribe el acto que el ciudadano debe ejecutar, y este es el último término de la ciencia. Así que sólo los que dictan decretos pasan a los ojos del vulgo por hombres de Estado, porque son los únicos que obran, a la manera que los artistas inferiores trabajan por sí mismos. Otra distinción es que la prudencia se aplica principalmente al individuo mismo y a uno sólo. entonces recibe el nombre general de prudencia; pero según a lo que se aplica es o la economía, es decir, el gobierno de la familia, o la legislación, o, en fin, la política, en la cual pueden reconocerse también dos partes distintas: la que delibera sobre los negocios públicos y la que administra justicia. Así, pues, saber tener en cuenta el propio interés personal, es una especie de conocimiento, que por otra parte se diferencia mucho de la ciencia política. El que sabe bien lo ve le conviene y se ocupa sin cesar de ello, pasa por hombre prudente, mientras que los políticos, los hombres de Estado, tienen que cuidar de los intereses más diversos; lo cual ha obligado a Eurípides a decir en una de sus piezas{122}:

«Era yo prudente, yo que pude vivir tan bien
Y gozar como un sabio, oscurecido entre las últimas clases,
De estos bienes no menos grandes, que el cielo me hubiera dado?
Pero a los ambiciosos que se toman tantos cuidados
Júpiter los condena...»

Aquellos a quienes se llama prudentes sólo buscan su provecho personal, y se cree que obrando así cumplen su deber. De esta opinión nace su reputación de prudentes. Sin embargo, se [163] puede sostener, que el individuo no puede tener garantidos sus propios intereses sin la familia y sin el Estado. Pero añado, que saber dirigir convenientemente sus propios negocios, es una cosa muy oscura y que reclama mucha atención. La prueba de esto es, que los jóvenes pueden muy bien hacerse geómetras, matemáticos, y hasta muy hábiles en este género de ciencias; pero no hay uno al parecer que sea prudente. La razón es muy sencilla: es que la prudencia sólo se aplica a los hechos particulares, y sólo la experiencia nos los da a conocer; y el joven carece de esta experiencia, porque esta sólo la da el tiempo. Con este motivo también podría preguntarse en qué consiste, que un joven puede hacerse matemático, mientras que no puede ser sabio, ni estar versado en el conocimiento de las leyes de la naturaleza. ¿No podría decirse que esto nace de que las matemáticas son una ciencia abstracta, mientras que la ciencia de la sabiduría y la de la naturaleza toman sus principios de la observación y de la experiencia? ¿No podría añadirse, que en estas últimas los jóvenes no pueden tener opiniones personales, y que no hacen más que repetir lo que se les enseña, mientras que en las matemáticas la realidad no se les presenta con oscuridad alguna? Además puede decirse, que el error en las cosas sobre que se delibera, puede recaer ya sobre el principio general que se busca, ya sobre el caso particular de que nos ocupamos. Así, por ejemplo, puede uno equivocarse, creyendo que todas las aguas gruesas y pesadas son malas para beber, o creyendo que el agua misma de que se sirve es gruesa y mala.

Luego evidentemente la prudencia no es la ciencia; porque, lo repito, la prudencia sólo afecta al término inferior y último de la escala; y este término es el acto particular que se debe ejecutar. La prudencia no es menos opuesta al entendimiento; porque el entendimiento se aplica a los extremos, a los límites, donde ya no puede tener lugar el razonamiento, mientras que la prudencia se aplica al término inferior en el que no tiene ya cabida la ciencia, y sí sólo la sensación. Cuando digo sensación no entiendo la de las cosas puramente individuales; sino que entiendo esta especie de sensación que nos hace ver, por ejemplo, en las matemáticas que el último elemento de las figuras planas es el triángulo en el cual es preciso detenerse. A este género de sensación es al que se refiere más la prudencia, si bien constituye una especie diferente de la misma.

———

{122} En el Filoctetes, que no ha llegado hasta nosotros.

<< >>

www.filosofia.org Proyecto Filosofía en español
© 2005 www.filosofia.org
  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 1, páginas 162-163