Obras de Aristóteles La gran moral 1 2 Patricio de Azcárate

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La gran moral · libro primero, capítulo VI

De la influencia del placer y del dolor sobre la virtud

El exceso y el defecto no son por otra parte los únicos límites que se pueden poner a la virtud, porque también se la puede limitar y determinar por el dolor y el placer. Muchas veces el placer es el que nos arrastra al mal, como el dolor nos impide otras hacer el bien; en una palabra, en ningún caso se encuentran la virtud o el vicio sin que al mismo tiempo aparezcan la pena o el placer. Y así la virtud se refiere a los placeres y a los dolores; y he aquí de donde toma la virtud moral el nombre con que se la designa, si es posible en la letra misma de una palabra descubrir la verdad y encontrar en ella la realidad, medio que quizá es tan aceptable como cualquier otro. Lo moral, que en la lengua griega se llama ethos con e larga, tiene también la denominación del hábito, que también se dice ethos con e breve; y la moral, ethike, se llama así en griego, porque resulta de los hábitos y de las costumbres, ethidzesthai. Esto debe probarnos claramente, que ninguna de las virtudes de la parte irracional del alma nos es innata por la sola acción de la naturaleza. No hay cosa que sea de tal naturaleza que pueda por el hábito hacerse distinta que lo que es. Por ejemplo, la piedra y en general todos los cuerpos pesados, todos los cuerpos graves, se dirigen naturalmente hacia abajo; podrá arrojarse una piedra al aire y acostumbrarla en cierta manera a subir; pero jamás irá de suyo hacia arriba, sino que irá siempre hacia abajo. Lo mismo sucede en todos los demás casos de esta clase.

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  Patricio de Azcárate · Obras de Aristóteles
Madrid 1873, tomo 2, página 20