Filosofía en español 
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Democracia como Institución: Nematología y Tecnología

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Democracia como Institución: Momento Tecnológico / Momento Nematológico

La distinción que vamos a exponer implica una perspectiva antropológica [872], por cuanto considera a la democracia, ante todo, como una “institución compleja”.

El término “institución” se toma aquí en el sentido generalísimo expuesto en el “Ensayo de una teoría antropológica de las instituciones”, El Basilisco, núm. 37, págs. 3-52, 2005).

[En efecto], la distinción entre un momento tecnológico y un momento nematológico afecta a cualquiera de las instituciones positivas, en tanto asumen la función de sustratos de predicados muy diversos que constituyen los contenidos efectivos de ese “todo complejo” al que llamamos, desde Tylor, “cultura humana” [406]. Lo que quiere decir que la distinción no es aplicable a sustratos no institucionales, como puedan serlo los sustratos naturales (un planeta); ni siquiera en un organismo dotado de conducta raciomorfa (un castor, una rata o el perro de San Basilio) cabe distinguir una capa tecnológica y una capa nematológica.

Utilizamos el término “momento” no ya en el sentido de unidad de tiempo (instante …), sino en el sentido genérico de “importancia de algo” o en el sentido específico de la importancia de una fuerza por el desarrollo que su intensidad alcanza respecto de un punto). Por analogía, el momento nematológico (doctrinal, a veces, ideológico, a saber: cuando este momento asume una orientación polémica frente a otras instituciones) de una institución política (o de cualquier otro tipo) desborda los límites de su estricto contenido doctrinal, ideológico, mítico o filosófico, y subraya su capacidad de influencia a lo largo de una línea que envuelve determinados componentes ideológicos de las instituciones; mutatis mutandis, significamos lo mismo con la expresión “momento tecnológico”.

La distinción entre democracia técnica (institucionalizada) y democracia nematológica (también más o menos institucionalizada en su “ámbito doctrinal”) es, por tanto, una aplicación, a las sociedad políticas democráticas, de la distinción general entre la realidad de una institución compleja, delimitable en el campo antropológico (como pueda serlo el complejo de instituciones constituido en torno a las drogas estupefacientes, a los rituales de su consumo, a la industria del narcotráfico; como pueda serlo el complejo institucional que gira en torno al museo de pinturas, al teatro, a un departamento científico desde la perspectiva popularizada por Latour y Woollgar en su La vida en el laboratorio, o como pueda serlo la institución de la Eucaristía de la Iglesia Católica) y la nebulosa ideológica que envuelve a tales instituciones, y a cuya estructura llamamos nematología (ver Cuestiones Cuodlibetales…, Mondadori 1989, cuestión II, págs. 97-104; El animal divino, 2a edición, Pentalfa 1996, escolio 1, págs. 319 y ss.). […]

En cuanto complejo institucional técnico la democracia comprende (como todo complejo institucional) elementos personales (candidatos, votantes, militantes de partidos políticos, funcionarios, mítines) y elementos impersonales (edificios, urnas, papeletas, prensa, televisión, pasquines). […]

Desde este punto de vista, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que “todo el mundo sabe qué es la democracia”, porque todo el mundo tiene un conocimiento más o menos detallado del complejo institucional; casi todo el mundo distingue, además, con mayor o menor precisión, los sistemas políticos democráticos [837-838] de los que no lo son, ya los llame dictaduras o tiranías; incluso, a esta escala técnica, la democracia permite clasificar a los ciudadanos en tres grandes grupos: el grupo de los demócratas (aquellos que simpatizan con el sistema técnico, o sencillamente se identifican con él como la forma más natural de la sociedad política, con la que están familiarizados), los antidemócratas (aquellos que tienen aversión a la institución, por las razones que sean, por ejemplo, por los mítines transmitidos por altavoces, por las largas colas de la votación…) y los ademócratas (es decir, los indiferentes o agnósticos de la democracia que, sin embargo, pueden ser practicantes aunque no sean creyentes en la democracia; entre los ademócratas habría que contar a muchos de quienes piensan que la democracia “es el menos malo de los sistemas políticos”).

La nematología de la democracia incluye a todas los diversos componentes ideológicos del complejo institucional; ideologías [639-646] que pasan muchas veces por ser teorías de la democracia, pero que, en todo caso (en cuanto nematologías), no son teorías especulativas o científicas, separadas de las realidades democráticas (por ejemplo, las teorías de la democracia burguesa que puedan albergar un nazi o un comunista soviético), sino que son prácticas, involucradas en la propia realidad institucional, a la manera como la teoría termodinámica está involucrada en un automóvil.

La práctica regulada y controlada de las elecciones de los candidatos a concejales o diputados forma parte del momento tecnológico de la democracia; las doctrinas acerca de la soberanía del pueblo [891], o de la incorruptibilidad intrínseca de la democracia, forman parte de su momento nematológico. Lo curioso es que cuando preguntamos a alguien “¿qué es la democracia?” responde (como lo hacía, al menos en “primera instancia”, el propio Alexis Tocqueville en el capítulo 5 de la primera parte de su famosa obra La democracia en América) desde la perspectiva nematológica, antes que desde la perspectiva tecnológica; pero desde una perspectiva ideológica que busca subrayar su importancia, su momento, diciendo, por ejemplo: “La democracia es el sistema político caracterizado por la soberanía del pueblo (Tocqueville: Nos proponemos examinar en este capítulo cuál es en América la forma de gobierno fundada en el principio de la soberanía del Pueblo”). […] También es frecuente que cuando formulamos a alguien (aunque sea a San Pío V, autor del famoso catecismo llamado “catecismo de Trento”) la pregunta “¿qué es la religión?” nos responda [desde la perspectiva nematológica], creyendo decirlo todo, con definiciones tan metafísicas como la siguiente: “La religión es la relación del hombre con Dios”, dando por supuesto que Dios es una realidad que puede darse por presupuesta. Pero, ¿acaso el “Pueblo” de Tocqueville no es tan metafísico como el “Dios” de Pío V?

Y, sin embargo, a nadie se le ocultará que, al menos por su “nebulosidad”, las respuestas tomadas desde la perspectiva doctrinal puedan estar mucho más próximas al mito o a la metafísica, sin que por ello sean necesariamente mitológicas o metafísicas (por ello las llamamos nematológicas, de nema = hilo de una trama) [55], de lo que puedan estarlo las respuestas que proceden de la capa tecnológica. Lo que no quiere decir que los contenidos tecnológicos implicados en estas respuestas, aunque más precisos y menos nebulosos, sean menos “surrealistas” (“La imagen que tenga de Dios una sociedad suele ir aparejada a una determinada forma política; por eso la noción de un Dios personal lleva aparejada una forma política personal, esto es representativa”, decía Carl Schmitt, en Catolicismo y forma política). Sin duda, la imagen de Dios es un contenido nematológico de esas sociedades que utilizan tecnológicamente la forma representativa [889-890], como es el caso muy especialmente de las sociedades democráticas.

Además, advertimos que muchas personas que tienen conocimientos doctrinales muy amplios sobre la democracia desconocen, en cambio, o conocen muy de lejos, las líneas tecnológicas de la democracia de su propio país (número y denominación de los partidos políticos, de sus jefes o diputados, de las coaliciones, fechas y plazos de las elecciones, sistema de escrutinio, de sufragios, etc.).

Advertimos, también, que personas que tienen conocimientos prácticos, muy precisos, sobre la democracia, acaso por pertenecer al aparato de un partido en campaña electoral, en cambio se desinteresan por su nematología, ya sea por su escepticismo ante ella, ya sea porque, lo que es más frecuente, se adhieren ingenuamente a alguna doctrina metafísica sobre la democracia asumida por su partido y considerada como axiomática: la democracia es el sistema político que se dirige por el principio de autonomía [849] (que envuelve la igualdad ante la ley, la libertad [886-887] para intervenir en los debates del pueblo soberano y el sufragio universal [832]). En este caso, nos atreveríamos a afirmar que quien responde de este modo, aunque sea un tecnócrata del aparato, no sabe qué es la democracia [Vid., Gustavo Bueno, “¿Qué es la democracia?”, El Catoblepas, núm. 109 a 113].

Situaciones parecidas podremos encontrar en el desarrollo de otras instituciones muy distintas de las de la democracia. El yoga es una institución cuya realidad técnica puede disociarse casi enteramente de las nematologías hinduistas que lo acogieron, o de sus transformados occidentales. El yoga de gimnasio puede practicarse disociado (incluso separado) [63] de toda teoría (ideológica o científica) nematológica; lo que no significa que la realidad tecnológica del yoga haya eliminado todo género de teoría, y así comprobamos muchas veces cómo quienes practican el yoga de gimnasio suelen acogerse a teorías fisiológicas (relajación muscular) o pseudocientíficas (energía, positiva o negativa, energía cósmica). La eucaristía, en su realidad técnica, puede ir disociada de todo tipo de teología (nematología) del Corpus Christi: es la perspectiva desde la cual conoce la eucaristía el monaguillo que ayuda a la misa de comunión (y que solo está pensando en comerse, después de la misa, las formas no consagradas que se guardan en la sacristía, sobrantes o reservadas) y, en general, quien haya olvidado la doctrina que la propia institución obliga a conocer a los niños que van a hacer la primera comunión.

Por lo demás, las nematologías pueden ser muy distintas entre sí: en la eucaristía, desde la sutilísima doctrina de la transubstanciación de Santo Tomás hasta la doctrina de las especies intencionales de los cartesianos o gassendistas. Más aún, desde el punto de vista de la Iglesia Católica quien comulga incorpora el cuerpo de Cristo al suyo, aunque desconozca todo género de teología (nematología) [21] de la eucaristía, puesto que la incorporación del cuerpo de Cristo por el comulgante, al menos desde la teología tomista, es objetiva, y no depende del conocimiento o de la conciencia del comulgante. ¿Puede por ello concluirse que la teología de la eucaristía es una superestructura? [410] Difícilmente, porque esa nematología forma parte interna de la institución eucarística, en la medida en que es algo más que un ritual primitivo. Si suprimimos cualquier nematología en este punto, la institución desaparecería o, mejor dicho, ni siquiera hubiera comenzado: carecería de todo sentido guardar en un sagrario, envuelto por las paredes de una catedral, unos trocitos de pan. Por lo menos sería necesario conferirle algún valor simbólico, el de una reliquia o recuerdo de la Última Cena, para “explicar” la institución de la eucaristía, como institución distinta de las propias del fetichismo [373-384] que adora piedras, mechones de pelo o las obras de arte no figurativo presentadas en inmensos museos del llamado “arte contemporáneo”.

El fundamentalismo democrático [866], que consideramos como la expresión más depurada del idealismo democrático, es una nematología de la democracia [888], pero no la única, porque hay otros muchos tipos de nematología democrática, por ejemplo, la que ofreció Kelsen, o bien la metodología ordinaria de la socialdemocracia fundada en el gradualismo armonista que comienza a ser definido en el ámbito de cada Estado y que, se espera, irá incorporando poco a poco a todos los demás Estados de la Tierra.

Conclusión: las realidades democráticas, las “democracias realmente existentes” [854-875], están siempre acompañadas de nebulosas ideológicas desde las cuales suelen ser pensadas según modos que hemos denominado “nematológicos”.

[Por último, señalar que] las diferencias entre las concepciones idealistas (fundamentalistas) y las concepciones materialistas de la democracia [842-853] afectarán no solo a los “momentos nematológicos” (ideológicos, teológicos, metafísicos, filosóficos) del sistema democrático, sino también a sus “momentos tecnológicos”. Por ejemplo, es evidente que los problemas económico políticos de cada momento habrán de ser “compartidos” tanto por un demócrata fundamentalista idealista, como por un materialista; pero el idealista (tanto si es liberal como si es socialdemócrata) tenderá a desentenderse de las catastróficas responsabilidades políticas de una crisis económica grave, confiando bien sea en la recuperación espontánea de la capa basal, bien sea en la ayuda de otros Estados solidarios (a través de rescates, de subvenciones o de emisión de deuda pública a largo plazo); mientras que el político materialista asumirá la responsabilidad inmediata de atender a la capa basal de su Nación [850], si busca la recuperación de la catástrofe.

{FD 115-117, 118-119 / EC77 / EC113 / EC112 / → EC77 / → EC95 / → EC109-113 /
EC68 / → DCI / → FD / → PCDRE / → ZPA / → BS37 / → Tesela 1}

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