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Un demente en Sevilla
Sevilla tiene la mala suerte de recibir gobernadores absurdos. El de ahora se llama el señor Asensi. Todos saben ya que el señor Asensi mantiene la clausura de nuestro centro de Sevilla, decretada por su ilustre antecesor.
Afirmaba el señor Asensi que la clausura del centro había sido ordenada por la autoridad judicial. Nuestros compañeros de Sevilla, con objeto de comprobar la excusa, acudieron a la Audiencia, en la que se les expidió certificación de estar sobre seída la causa por virtud de la cual el cierre hubiera podido decretarse. Con tan valioso argumento documental, nuestros compañeros acudieron de nuevo al gobernador, seguros de que ya, desvanecidos sus escrúpulos procesales, decretaría la apertura del centro.
Pero, ¡sí, sí! El señor Asensi, al ver las respetables letras de la Audiencia de Sevilla, lo que hizo fue enrojecer de cólera, empezar a gritos, aporrear la mesa y afirmar que de ningún modo, porque no le daba la gana, abriría nuestro centro. Fue tal el fragor de su cólera que cuatos andaban por patios y pasillos osaron asomarse al despacho del señor gobernador para inquirir lo que ocurría.
Ya estamos acostumbrados a todo. Si fuera nuestra costumbre quejarnos, esta vez no acudiríamos a las autoridades gubernativas, sino a las sanitarias.