Materia & Materialismo

Luis Büchner 1824-1899
Fuerza y materia
Estudios populares de historia y filosofía naturales
1855

 
Prólogo

No tenemos la pretensión de ofrecer a los lectores, en este libro, un sistema completo, pues sólo encontrarán esparcidas en él ideas y nociones que se encadenan rigurosamente, completándose unas a otras. Las hemos entresacado del vasto campo de las ciencias naturales, consideradas desde el punto de vista de la filosofía empírica, y considerando la casi imposibilidad de que un hombre posea los variados y múltiples conocimientos que requieren las materias de que vamos a ocuparnos, apelamos a la indulgencia de los sabios en cada ramo especial de la ciencia.

El único mérito que tiene nuestra obra es el de no negar cobardemente las consecuencias que se desprenden de un estudio imparcial de la Naturaleza, basado en el empirismo y en la filosofía: antes al contrario, hemos confesado en todo y por todo la verdad. Preciso es una vez siquiera tomar las cosas como son. Nada nos parece tan insensato como los esfuerzos hechos por algunos naturalistas distinguidos para conciliar las ciencias naturales con los artículos de la fe religiosa. No pretendemos que nuestras ideas sean nuevas; iguales o semejantes doctrinas han sido explicadas en todas las épocas, y aun parte de ellas por los más antiguos filósofos griegos e indos; pero entonces carecían de base, y sólo merced a los progresos de las ciencias naturales en [VI] estos últimos siglos, han podido adquirir esta base empírica, de la que no pueden desprenderse. Por esta razón creemos que la claridad y las consecuencias de estas ideas son una conquista propia de los tiempos modernos, y que dependen solamente de los extraordinarios adelantos hechos en nuestra época por las ciencias empíricas. La actual filosofía escolástica, llena de presunción, imagina que ha destruido desde hace mucho tiempo estas ideas: cree haberlas relegado al olvido bajo las denominaciones de materialismo, sensualismo, determinismo, &c., o, según la frase de su lenguaje aristocrático, después de haberse dignado someterlas a la crítica «desde el punto de vista histórico». Pero esta filosofía pierde cada día más la estimación pública, por la marcha progresiva de las ciencias empíricas. Por otra parte, estas ciencias demuestran diariamente, con toda claridad, que la existencia del macrocosmo y del microcosmo, sólo está sometida, durante las fases que presentan el nacimiento, la vida y la muerte, a leyes mecánicas inherentes a las cosas. El estudio filosófico y empírico de la Naturaleza, tomando por base esta relación constante de la fuerza y la materia, y partiendo de este dato, no pueden dejar de convencernos de que, para reconocer los fenómenos de la Naturaleza, es absolutamente preciso rechazar todo lo que aparece como sobrenatural e idea pura, y considerar estos fenómenos independientes de la intervención de una fuerza cualquiera, colocada o supuesta fuera de las cosas. El próximo triunfo del realismo sobre sus adversarios no puede ser, en manera alguna, dudoso. La fuerza de su causa reside en los hechos y no en frases ininteligibles e insignificantes. Es imposible resistir por mucho tiempo a la fuerza de los hechos: es luchar contra la corriente.

Inútil es que manifestemos que la presente obra no tiene relación alguna con los sueños fantásticos de las antiguas escuelas de filosofía natural. La extraña manía de querer forjar la Naturaleza a medida del pensamiento, en vez de lograrlo por medio de la observación, ha caído en completo descrédito, y el desvío con que se mira semejante sistema es tal, que el nombre de filosofía [VII] de la Naturaleza no se considera en la ciencia sino como una frase despreciativa. Debe entenderse bien que esta denominación nada tiene de injurioso para esta filosofía; aplíquese únicamente a cierto sistema o a cierta escuela, y parece que nuestra época ha sido la que ha reconocido que las ciencias naturales deben constituir la base de toda filosofía franca y verdadera. Naturaleza y experiencia: estas son las dos palabras que representan el espíritu moderno. El mal éxito alcanzado por la antigua filosofía de la Naturaleza, puede servir al mismo tiempo de prueba para convencernos de que el mundo no es la realización del pensamiento de un Creador único, sino una cadena de hechos que tenemos que admitir tal cual es y no tal como nuestra fantasía quiera imaginársela. «Preciso es que tomemos las cosas tales como son en realidad –dice Wirchow– y no tales como nos las imaginamos.»

Expondremos nuestras ideas en un lenguaje inteligible para todo el mundo, apoyándonos en hechos conocidos, fáciles de comprender, y descartaremos aquella verbosidad que constituye el brillo de la filosofía teórica, y particularmente de la filosofía alemana, capaz de inspirar una repugnancia muy justificada en los hombres instruidos, y aun en los ignorantes. La consecuencia lógica de la ciencia de la filosofía es que se hagan partícipes de ella todos los entendientes. A nuestro juicio, las disertaciones filosóficas que no están al alcance de toda inteligencia cultivada, no valen la pena ser leídas. Lo que se concibe claramente puede expresarse también con claridad y sin rodeos. Las confusas reflexiones filosóficas que notamos a veces en los libros de los sabios, más bien parece que sirven para ocultar las ideas que para revelarlas.

Han pasado, para no volver más, los tiempos en que prevalecía la sabia verbosidad, el charlatanismo y la prestidigitación filosófica, como Cotta los llama con sobradísima razón. ¡Reconozcan nuestros filósofos alemanes que las frases no son hechos, y que es necesario hablar una lengua inteligible si queremos que nos comprendan! [VIII]

No faltarán adversarios de nuestra doctrina; pero no pensamos contestar, si a ello se nos provocara, sin que nos sigan al terreno de los hechos o del empirismo. ¡Continúen los señores metafísicos entregándose a sus luchas teóricas, desde lo más elevado del punto de vista que se han creado ellos mismos, y no pierdan la dulce ilusión de poseer el privilegio exclusivo de las verdades filosóficas! «La especulación –dice Luis Feuerbach– es la filosofía ebria. Vuelva la verdadera filosofía y será para el espíritu lo que el agua pura de un manantial es para el cuerpo.»

Luis Büchner

 
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{Luis Büchner 1824-1899, Fuerza y materia. Estudios populares de historia y filosofía naturales, (1855). Traducción de A. Gómez Pinilla. F. Sempere y Compañía, Editores / Calle del Palomar 10, Valencia / Olmo 4 (Sucursal), Madrid / sin fecha (aproximadamente 1905) / Imprenta de la Casa Editorial F. Sempere y Compª. Valencia, 255 páginas. Obsérvese que esta edición de Sempere no incorpora el capítulo XVIII, aunque respeta la numeración del anterior y posterior.}

 
Prólogo | I. Fuerza y materia | II. Inmortalidad de la materia | III. Inmortalidad de la fuerza | IV. Infinito de la materia | V. Dignidad de la materia | VI. Inmutabilidad de las leyes de la Naturaleza | VII. Universalidad de las leyes naturales | VIII. El cielo | IX. Períodos de la creación de la tierra | X. Generación primitiva | XI. Destino de los seres en la Naturaleza | XII. Cerebro y alma | XIII. Inteligencia | XIV. Asiento del alma | XV. Ideas innatas | XVI. La idea de Dios | XVII. Existencia personal después de la muerte | XIX. Fuerza vital | XX. Alma animal | XXI. Libre albedrío | XXII. Conclusión


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