Manuel García Blanco 1882-1974
Doctor en filosofía por la Universidad Central con la tesis doctoral, leída en 1907, «Exposición de las principales clasificaciones de las Ciencias propuestas desde Bacon hasta Spencer» (273 folios, Biblioteca Complutense, colección de Tesis inéditas de la Universidad de Madrid, signatura T 5418).
Al final del curso 1904-1905, siendo estudiante del último año de la licenciatura de Filosofía en la Universidad de Madrid y alumno de Adolfo Bonilla San Martín, su trabajo “La doctrina Sankhya-Yoga en el Bhagavad-Gita” abrió la primera entrega de Archivo de Historia de la Filosofía. A finales de septiembre de 1905 el recién licenciado podía leer el amplio comentario crítico que Mario Roso de Luna dedicó, en Nuestro Tiempo, a su artículo; y una semana después el rey Alfonso XIII le entregaba en persona el premio extraordinario de licenciatura:
«Apertura del curso. Se verificó ayer domingo. A las dos y cuarto llegó D. Alfonso XIII a la Universidad, acompañado por el duque de Sotomayor y por el coronel de Estado Mayor, señor Ripollés. Vestía traje de capitán general, ostentando el Toisón, la banda de Carlos III, las insignias de las Ordenes militares y otras condecoraciones. […] El Sr. Echegaray, con voz clarísima, leyó el discurso, cuyo tema fue La ciencia y la crítica. Después D. Alfonso dio lectura de un breve discurso, declaró abierto el curso escolar e hizo entrega de los premios a los agraciados, quienes subieron al estrado a recogerlos entre grandes salvas de aplausos. […] Los Premios. Universidad Central. […] Premios Extraordinarios correspondientes al curso de 1904 a 1905. Facultad de Filosofía y Letras. D. Manuel García Blanco y D. Justo García Soriano, en el grado de licenciado.» (El siglo Futuro, Madrid, lunes 2 de octubre de 1905.)
Manuel García Blanco nació el 19 de diciembre de 1882 en el Castillo de Pambre, municipio de Palas de Rey en la provincia española de Lugo, hijo de José María García Vázquez y Camila Blanco Blanco, matrimoniados en febrero de 1881 (su madre llevaba siete años viuda de José Moreiras Vázquez, de la familia arrendataria del medieval Castillo de Pambre, y tenía dos hermanastros mayores, Andrés y José Moreiras Blanco). En 1894 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de Lugo, y antes de terminar el bachillerato ya ha quedado huérfano. En 1900 realiza en Santiago el examen de grado, y en 1901 comienza sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, en Madrid.
Durante el curso 1902-1903 le influyó notablemente Andrés Ovejero Bustamante, quien se estrenaba como Catedrático de «Teoría de la Literatura y de las Artes» e incitaba a sus alumnos a practicar el periodismo; de manera que durante el verano de 1903 preparó Manuel García Blanco una larga crónica sobre esa asignatura, su activo profesor y las actividades realizadas a lo largo del curso (visitas a museos y, sobre todo, una excursión artística a Toledo), que apareció, con el pseudónimo Manuel d'a Torre (y dedicada «A Amalio Huarte, mi aventajado condiscípulo y amigo cariñoso»), en el lucense El Norte de Galicia (dividida en cinco partes: 29, 30 y 31 de octubre, 2 y 3 de noviembre de 1903).
Decidió pasar las vacaciones de navidad en Madrid, y aprovechó para encadenar recuerdos y glosar a Julián Irurozqui Palacios, su catedrático en el Instituto de Lugo –«a quien debo el señalado servicio de haber puesto en mis manos los libros de Balmes, haciendo germinar en mi ánimo cierta preocupación en favor de una doctrina»–, en un artículo, «Ocios de vacaciones. Renglones inconexos» (dedicado «Al joven letrado D. José Ouro, mi distinguido amigo y coterráneo»), firmado también como Manuel d'a Torre, publicado en Lugo por El Norte de Galicia el 24 de diciembre de 1903.
Un año después, los lectores de El Norte de Galicia pudieron leer la curiosa crónica de una «Excursión artística a Sigüenza», a la que había invitado el joven catedrático Elías Tormo Monzó a sus dos alumnos no oficiales de Historia de las Bellas Artes (cátedra que junto a Pedagogía Superior se estrenaba el curso 1904-1905). La real orden que menciona García Blanco al principio de su artículo, lleva fecha de 8 de agosto aunque no se publicó hasta el 6 de octubre de 1904, y, en efecto, disponía:
«1.º Las cátedras de Pedagogía Superior y de Historia de las Bellas Artes, del Doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, serán de Lección alterna, destinándose una parte de las lecciones a explicación y otra, que podrá exceder del tiempo reglamentario, a prácticas pedagógicas y trabajos personales de los alumnos en el Museo Pedagógico Nacional, en la primera, y en la segunda a la visita y estudio de las Colecciones artísticas y Museos nacionales, trabajos de investigación histórica y excursiones a las ciudades monumentales próximas a Madrid. 2º La matrícula de estas dos asignaturas será voluntaria en el curso próximo de 1904 a 1905.» (Gaceta de Instrucción Pública, Madrid, 6 octubre 1904.)
La cátedra de Historia de la Filosofía de la Universidad Central (la única cátedra de Historia de la Filosofía existente entonces en las universidades de España) había quedado vacante tras la muerte del activista católico y antikrausista José Campillo Rodríguez, el 19 de enero de 1902. El literato Adolfo Bonilla San Martín, catedrático desde marzo de 1903 de Derecho Mercantil en Valencia, deseoso de volver a Madrid y animado por Menéndez Pelayo, se fija en esa cátedra vacante, apetecible y disputada entonces por su potencial ideológico político religioso, y, para hacer méritos, inicia en noviembre de 1904, en el Ateneo, su pionero curso de Historia de la Filosofía española. El 14 de febrero de 1905 el tribunal eligió entre los opositores y, sin el apoyo de Fajarnés, que votó al otro, se convirtió en el nuevo «Catedrático numerario de Historia de la Filosofía de la Sección de Estudios filosóficos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central, con el haber anual de 4.500 pesetas… disponiendo… que se le considere posesionado de la expresada Cátedra con esta fecha, y baja en el mismo día de la Cátedra de Derecho Mercantil…» (real orden de 1º de marzo, Gaceta de Madrid, 4 marzo 1905).
Aunque el curso 1904-1905 parecía ya vencido, quiso Bonilla afianzar su presencia como catedrático de Historia de la Filosofía y recopiló en un volumen «los principales trabajos de investigación realizados en la clase de Historia de la Filosofía de la Universidad Central desde el 1º de Marzo hasta el 20 de Mayo del año corriente», según la Advertencia del primer número de Archivo de Historia de la Filosofía, que publicó por su medios, al margen de la Universidad, ese verano de 1905. Y en su alumno Manuel García Blanco encontró Bonilla el ejecutor de uno de los trabajos que permitiesen vislumbrar los nuevos asuntos que pretendía abordar desde su cátedra, arrinconando por arcaicos tanto a Campillos como a krausistas (ver los pellizcos que Bonilla, ya como historiador de la filosofía oficialmente reconocido, se apresura a lanzar a unos y otros en «Nietzsche y la Historia de la Filosofía» y en la «Bibliografía»).
José Alemany Bolufer, catedrático de lengua griega desde 1891 en Granada y desde 1899 en la Universidad Central, había traducido hacía unos años directamente del sánscrito el Bhagavad-Gita (publicado sin fecha, en diciembre de 1896 «acaba de ponerse a la venta»: «Literatura sanscrita»). De modo que, con Alemany y Bonilla como mentores, pudo dejar dispuesto Manuel García Blanco su primer artículo académico: «La doctrina Sankhya-Yoga en el Bhagavad-Gita», donde cita tres veces a Schopenhauer, dos a Espinosa, Platón y Aristóteles, y una a Kant, Hegel y Balmes. En general, su perspectiva es descriptiva, distante y respetuosa:
«Tales son los extremos capitales del contenido filosófico del Bhagavad-Gita. Su lectura causa la impresión de las grandes obras del genio humano que poseen belleza eterna en cuanto a la forma, y sublime elevación en cuanto a la materia. Las antilogias, sutilezas y ambigüedades con que a veces tropieza el lector, impúlsanle irresistiblemente a reflexionar; llénanle de admiración lo categórico y osado de las afirmaciones y la elevación metafísica de los conceptos; y coloca resueltamente al lado de los más célebres filósofos de la antigua Grecia y de la moderna Alemania, a profundos pensadores, nacidos, mucho tiempo ha, en las remotas orillas del Ganges.» (Manuel García Blanco, 1905, pág. 29.)
Lo que no le evitará una andanada del pintoresco Mario Roso de Luna, en septiembre de ese mismo año, quien reprocha, ejerciendo de pedante santón teósofo, tanto a la traducción de Alemany como «al cultísimo pensador, discípulo del sabio Sr. Bonilla», su falta de amor por lo que tratan: «teorías imposibles de apreciar en toda su profundidad transcendente sin previamente sentirlas»:
«Aunque nuestra pobre autoridad no nos permite por desgracia oficiar de orientalistas, nos permitimos dudar también respecto de lo que el señor García Blanco manifiesta acerca de la ortodoxia india de la Vedanta y la heterodoxia de la doctrina Sankhya y la del Raja Yoga. No, aunque existen seis ramas de investigación práctico-filosófica, a la libérrima investigación oriental no la aqueja, cual a nosotros los de Occidente, esa enfermedad mental que nos hace resellarnos unos a otros recíprocamente con los necios epítetos de ortodoxos y heterodoxos.» (Roso de Luna, Crítica a Manuel García Blanco sobre el Bhagavad-Gita, Nuestro Tiempo, nº 60, pág. 553.)
No respondió García Blanco, que sepamos, a Roso de Luna, aunque sí lo hizo Bonilla, indirectamente, en la sección de «Bibliografía» del segundo número de su Archivo de Historia de la Filosofía, al reseñar diez y seis publicaciones de la Biblioteca Orientalista que publicaba Ramón Maynadé en Barcelona, y puntualizar el reproche de Roso de Luna por utilizar la traducción de José Alemany y no la realizada con amor por José Roviralta Borrell [M. S. T.]:
«Bhagavad-Gita (El Canto del Señor). Versión castellana, hecha en vista de las mejores ediciones inglesas y francesas, y enriquecida con notas y aclaraciones, por J. Roviralta Borrell. Barcelona, 1896. (240 páginas en 8.º) (Importante trabajo, útil especialmente por las curiosas notas que le acompañan. Conste que, si no fue citado en el estudio del Sr. García Blanco acerca de La doctrina sankhya-yoga, obedeció la omisión a que, siendo el referido estudio una obra de investigación original, debía tenerse en cuenta la versión más aproximada al texto sanskrito del Bhagavad-Gita; y en castellano no existe, que sepamos, otra versión directa de tal texto que la del Sr. Alemany.)» (Bonilla, “Bibliografía”, Archivo…, nº 2, 1907, pág. 91.)
No deja de ser curioso que Benigno Fernández Salgado, profesor titular de Filología Gallega y Portuguesa de la Universidad de Vigo, que ha publicado en 2012 una cuidada cronología y bibliografía de Manuel García Blanco, en la que describe hasta 30 artículos y publicaciones suyas, y que ha consultado los papeles y documentos cuidadosamente conservados por la familia, ignore absolutamente este largo artículo de 1905 sobre “La doctrina Sankhya-Yoga en el Bhagavad-Gita”.
En 1907 comienza a dar clases en un colegio privado de Madrid y va preparando su tesis doctoral, Exposición de las principales clasificaciones de las Ciencias propuestas desde Bacon hasta Spencer, que organiza en siete capítulos (dedicados a Bacon, Locke, D’Alembert, Bentham, Comte, Ampère y Spencer) y queda redactada en junio de 1907. Ya doctor, quedaba esperar a que alguna oposición facilitase su entrada en el profesorado oficial de institutos o universidades.
Pero la Gaceta de Madrid de 18 de enero de 1908 publicó un Real Decreto, propuesto por Faustino Rodríguez San Pedro, Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, por el que salían «a concurso 32 plazas de Auxiliares terceros del Cuerpo Auxiliar de Estadística entre individuos que no excedan de veintiocho años de edad el día último señalado para presentar las instancias y reúnan la condición de ser Doctores o Licenciados en alguna de las Facultades siguientes: 1.º Ciencias exactas. 2.º Ciencias físicas o químicas. 3.º Derecho, Ciencias sociales y Filosofía y Letras o cualquiera de sus secciones. 4.º Medicina.» Además, establecía el decreto que para cada uno de esos cuatro grupos corresponderían ocho de las plazas, y que, en el grupo tercero, tres serían para doctores o licenciados en Filosofía y Letras y las cinco restantes para doctores o licenciados en Derecho o Ciencias Sociales, indistintamente. Dentro de cada grupo se tendrían en cuenta las calificaciones obtenidas en algunas asignaturas determinadas («En los Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras, o algunas de sus secciones: Lógica fundamental, Historia de España, Historia Universal, Geografía política y descriptiva, Sociología») y «en caso de igualdad de calificaciones o de duda, se dará preferencia: 1.º A la superioridad del título. 2.º A los que acrediten haber aprobado en algún establecimiento oficial el idioma alemán. 3.º A los que acrediten el mismo extremo respecto del inglés. 4.º A los demás méritos científicos…». Los nuevos auxiliares, después de llevar dos años de práctica, tendrán derecho a ingresar en el Cuerpo facultativo de Estadística, y no podrán ser destinados a la Dirección general mientras no hayan servido cuatro años por lo menos en las Secciones provinciales. Manuel García Blanco se presentó a este concurso y obtuvo por méritos una de las tres plazas reservadas a licenciados y doctores en Filosofía y Letras menores de 28 años. En la primavera de 1908 ya estaba destinado en Albacete. Pocos meses después permutó su plaza por la correspondiente de auxiliar en Lugo, y una vez incorporado al cuerpo facultativo de Estadística, fue jefe de los trabajos estadísticos de la provincia de Lugo hasta su jubilación en 1952.
Fracasado y resentido, supurando la frustración propia de quien recapitula su vida con la conciencia desventurada de un desgraciado miserable, dejará escrito:
«Pasé año y medio en uno de esos asquerosos colegios incorporados a los Institutos de Madrid, encargado de no sé cuantas asignaturas, por un mezquino puñado de pesetas. […]
Hojeando cierto día la Gaceta de Madrid, tropezáronme los ojos con el anuncio de un concurso… para cubrir vacantes de seis mil reales, en cierto cuerpo de la administración civil del Estado… presenté mis documentos: mas era, por lo visto, tan inmejorable mi hoja de estudios (para algo había de servir), que, sin mediar recomendación alguna (¡oh, caso único e inverosímil en los anales de la hispana burocracia!) vime sorprendido con una credencial.» (apud Benigno Fernández Salgado, 2012:19.)
Cabe suponer que el flamante auxiliar estadístico no acudiera el primero de octubre de 1908 a recoger el premio de doctorado, que obtuvo junto con el asturiano Felipe Bareño Arroyo y el sacerdote Pedro Longás Bartibás (además ese año el rey no asistió, como tres años antes, a la ceremonia inaugural del curso en la Universidad Central), pues, al día siguiente, al parecer, dos de octubre de 1908, el auxiliar estadístico Manuel García Blanco matrimoniaba con la señorita Dolores Ouro Arias (hermana de su amigo de la infancia José Ouro, quien sería notario de Palas de Rey) en la iglesia de San Cipriano de Repostería (a tres kilómetros de Pambre, su pueblo natal).
«Apertura del curso en Madrid. En la Universidad Central. En el Paraninfo de la Universidad se ha celebrado esta tarde la solemne apertura de curso, asistiendo brillante concurrencia. Las sillas destinadas a los invitados estaban ocupadas en gran parte por elegantes y bellas damas. A las dos y cuarto, y a los acordes de una marcha, ejecutada por una orquesta, entró en el salón el rector, seguido de los decanos y doctores de las distintas Facultades, precedidos por los maceros y bedeles de la Universidad. […] El secretario dio lectura a los nombres de los alumnos premiados, quienes fueron aplaudidos al recoger los diplomas de manos del Sr. Conde y Luque. Alumnos premiados. […] Universidad. Facultad de Filosofía y Letras. Doctorado: Don Felipe Bareño, D. Pedro Longás y don Manuel García Blanco.» (La Época, Madrid, jueves 1 de octubre de 1908.)
El auxiliar estadístico en prácticas, ya casado y asentado en Lugo, se irá olvidando de sus incursiones por la filosofía oriental para reafirmarse en la ortodoxia tradicional. Y al morir repentinamente (el 27 marzo de 1909) su antiguo profesor, el activista neotomista y antipositivista Antonio Hernández Fajarnés, se apresura a publicar una interesante necrológica en la primera página de El Norte de Galicia («Hernández Fajarnés», 1 abril 1909). Al año siguiente, coincidiendo con el recibimiento en Lugo de su nuevo obispo (Manuel Basulto Jiménez, el domingo 6 de marzo de 1910), glosa la «Labor secular del Episcopado», y poco después ensalza a la Juventud Antoniana, o sea, a las juventudes de la Pía Unión de San Antonio de Padua (franciscana institución vulgo Pan de los Pobres):
«La Congregación de Jóvenes Antonianos de esta ciudad tiene, en el fondo, una tendencia esencialmente pedagógica. Básase en dos manifestaciones supremas y características de la humanidad, en dos ideas íntimamente enlazadas en nuestro espíritu, en dos sentimientos capaces de fundar las asociaciones más robustas, duraderas y fecundas en grandes resultados: la religión y el arte. Amparada con el patrocinio de una de las más puras y sublimes figuras del Santoral cristiano, la Juventud Antoniana rinde culto a la Divinidad de una manera artística, y al propio tiempo, cultiva el arte bajo las sanas inspiraciones de la religión.» (Manuel García Blanco, «Juventud Antoniana», El Norte de Galicia, Lugo, lunes 27 de junio de 1910.)
Y para celebrar el centenario de Balmes elabora un amplio artículo, que fue publicado en dos entregas por su habitual diario lucense (Balmes, su vida [1] y Balmes, su vida [y 2], 27 y 29 de agosto de 1910).
En 1912 –el año en el que murió Menéndez Pelayo– publica con sus iniciales, en la imprenta de El Norte de Galicia, un opúsculo de 30 páginas titulado Consideraciones sobre la decadencia y rehabilitación de la lengua gallega. Es un texto en parte programático, que guarda cierta analogía con el artículo publicado por Gumersindo Laverde en 1856 –el año en el que nació Menéndez Pelayo– en el que, quien había de ocupar en 1863 precisamente la cátedra de retórica del Instituto de Lugo, proponía la institucionalización de la filosofía española frente a la decadencia de España. Manuel García Blanco propondrá una institucionalización del gallego que, al cumplirse el centenario de tal opúsculo, en relectura libre y exuberante, ha sido celebrada por la Revista Galega de Filoloxía con un volumen monográfico (La Coruña 2012, 222 páginas) en Homenaxe a Manuel García Blanco (que incluye la traducción al gallego del texto centenario que su autor había publicado en español).
«Subsiste aún en las demás regiones españolas, muy arraigado y extendido, un viejo concepto lugar de Galicia, exageradamente desfavorable para esta comarca y su población indígena; tiene aún el pueblo gallego nota de inculto, grosero, mísero, despreciable; todavía se le representa en muchas partes como estacionado en un grado de civilización casi primitivo. A este tradicional, humillante menosprecio que no se ha detenido en los límites nacionales, han opuesto reiteradas y valientes protestas dignos y amantes hijos de esta vilipendiada región; la belleza y fertilidad de su suelo, la exuberancia y laboriosidad de su raza, la calidad y copia de los hombres ilustres que la honran, las excelencias de su lengua, la riqueza de su arte y su literatura estimadas van siendo en lo que valen por la ilustración, el buen gusto y la crítica imparcial; sin embargo mucho falta todavía por hacer para que en boca de la ignorancia, del apasionamiento y la vulgaridad, deje de ser la palabra gallego un calificativo sinónimo de tosco y vil.
Es lo peor del caso que el pueblo que de tal juicio es objeto, lejos de rechazarlo, compártelo resueltamente; él propio es el más funesto detractor de cuanto le da carácter y especial fisonomía. Ciertas protestas individuales aisladas no representan el común sentir de la masa popular gallega, ni suelen ir acompañadas de actos prácticos capaces de añadirles fuerza y eficacia. Galicia no se estudia ni se conoce a sí misma, carece de conciencia reflexiva de sí, no distingue lo que posee de bueno, para afirmarlo, hacerlo prevalecer, de lo que contiene de malo, para corregirlo; cuando debiera desvirtuar los ataques inmoderados de la adversa opinión ajena con la tenaz conversación de las cualidades características de su personalidad, ríndese cobardemente a ellos, llega al extremo de adoptar por suya aquella malévola opinión, rompe la continuidad de su historia, de su condición se avergüenza y ocúltala cuidadosamente, dirige todos sus esfuerzos a castellanizarse; cree prevenir el desprecio y el insulto afanándose por copiar servilmente el modo de ser del pueblo del cual más sañudos proceden el insulto y el desprecio, y se complace en ser víctima de un absorbente centralismo.
Este desdichado fenómeno de menosprecio de sí y de lo suyo viene dándose en todas las manifestaciones de la vida de la región. Estudiarlo serena y objetivamente y combatirlo con algo más que con estériles lamentaciones es deber inexcusable de todo el que de buen gallego se precie. No será ocioso, pues, consagrarle algunas consideraciones en su manifestación en la esfera de aquel tan permanente como variable atributo humano que, por ser expresión de lo íntimo y substantivo de la personalidad individual y colectiva, la mentalidad, constituye una de sus notas más diferenciales y específicas, y con razón se cuenta entre los más fuertes vínculos sociales, entre los factores más activos y los más firmes sostenes de los pueblos y nacionalidades. Se alude al lenguaje.» (M. G. B., Consideraciones sobre la decadencia y rehabilitación de la lengua gallega, Lugo 1912.)
«Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico. Cuerpo facultativo de Estadística. Jefes de los trabajos estadísticos en las provincias. […] Lugo…… D. Manuel García Blanco.» (Guía Oficial de España 1913, Madrid 1913, pág. 710.)
A partir de 1914 compatibiliza su función de estadístico con la docencia eventual, como profesor ayudante, en el Instituto de Lugo. Y en 1919 firma unas oposiciones convocadas para cubrir siete cátedras de literatura en institutos, en turno para profesores auxiliares. Pero, tras pasar tres meses en Madrid, fracasa en el intento, y vuelve a Lugo frustrado y acabado. Deja de colaborar en los periódicos, cumple poco más que con su puesto de funcionario estadístico y se dedica a ver como van creciendo los hijos que ha ido pariendo su mujer: Ángela (1911), Manuel (1915), Andrés (1917) y Camila (1920).
A finales de 1938 muere Andrés Moreiras, el hermanastro que le quedaba vivo, del que hereda el castillo de Pambre, levantado en el siglo XIV, en el que había nacido y en el que pasan las vacaciones (está a 50 kilómetros de Lugo capital). Y en 1974, pocos meses antes de morir, decide vender el castillo a Manuel Taboada Fernández, conde de Borrajeiros (quien, a su vez, dispone su donación, mortis causa, a los congregación católica de los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres, sus propietarios desde 2009… hasta que en 2012 lograron vendérselo a la Junta de Galicia por tres millones de euros). Manuel García Blanco murió en Lugo el 19 de diciembre de 1974, el día en el que cumplía 92 años; su viuda sólo le sobrevivió dos semanas.
★ Sobre Manuel García Blanco
1901/1918 «Expediente académico de Manuel García Blanco, alumno de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central. Natural de Pambre (Lugo). Doctor en Filosofía y Letras, Sección Filosofía.», Archivo Histórico Nacional (Madrid), signatura: Universidades 6532 exp. 4. [pares]
1905 Mario Roso de Luna, [ Crítica a Manuel García Blanco sobre el Bhagavad-Gita ]
2012 Benigno Fernández Salgado, «Manuel García Blanco (1882-1974), cronoloxía dunha biografía intelectual», en Consideracións sobre a decadencia e a rehabililtación da lingua galega. Homenaxe a Manuel García Blanco, Revista Galega de Filoloxía, Monografía 7, La Coruña 2012, págs. 15-42.
★ Textos de Manuel García Blanco en el Proyecto Filosofía en español
1904 Excursión artística a Sigüenza
1905 La doctrina Sankhya-Yoga en el Bhagavad-Gita
1909 Hernández Fajarnés
1910 Labor secular del Episcopado · Juventud Antoniana · Balmes, su vida [1] · Balmes, su vida [y 2]