φñZeferino GonzálezHistoria de la Filosofía (1886)

tomo tercero:3940414243444546474849Imprima esta página

§ 40. Bacon de Verulam

En 1561 nació en Londres este escritor, cuya celebridad data principalmente desde los tiempos de Voltaire y D'Alembert. Este último dijo, entre otras cosas, que Bacon había nacido en el seno de la más profunda noche, sin acordarse que aun en el orden de las ciencias experimentales, únicas que algo deben a Bacon, habían florecido antes que él, o eran contemporáneos suyos, Copérnico y Tycho-Brahé, Vives, Paracelso, Telesio y Cardano, y sobre todo Kepler y Galileo. Después de hacer sus estudios universitarios en Cambridge, residió tres años en París (1577-1580), regresando luego a su patria, donde desempeñó varios cargos políticos, [170] protegido por Essex, favorito de la reina Isabel, al cual correspondió más adelante con repugnante ingratitud. Su ambición y sus hábitos de inmoralidad y de lujo le llevaron primero a ser Canciller de Inglaterra, y le precipitaron después en una cárcel, acusado y convicto de graves crímenes, de donde le sacó la clemencia del Rey, falleciendo en 1626.

Las obras principales de Bacon (Francisco, barón de Verulam) llevan los siguientes títulos: De dignitate et augmentis scientarum.– Novum Organum scientiarum, sive Indicia rerum de interpretatione naturae.– Sylva sylvarum sive Historia naturalis.– Scala intellectus, sive filum Labyrinthi.– Prodromi sive anticipationes philosophiae secundae.–Philosophia secunda, sive scientia activa.{1} Todos estos tratados constituyen lo que su autor llamaba Instauratio magna, a pesar de que algunos ofrecen escasísima importancia por su contenido y por su extensión, reducida a muy pocas páginas, no obstante los epígrafes pretenciosos que llevan al frente.

He aquí ahora los puntos culminantes, no diremos de la Filosofía, –porque en rigor Bacon no es filósofo,– sino de la doctrina baconiana.

La memoria, la imaginación y la razón son las tres facultades fundamentales del alma humana. Pertenecen a la primera las ciencias históricas, a la segunda la poesía con sus especies, y a la tercera la Filosofía. La historia, cuyo conocimiento pertenece a la [171] memoria, se divide en natural y civil. La Filosofía se divide en Filosofía de la naturaleza, Filosofía del hombre y Teología natural, en relación con los tres grandes objetos de la ciencia racional, la naturaleza, el hombre y Dios.

La experiencia externa o sensible es el punto de partida, y la inducción el único método que debe emplearse para llegar al conocimiento de la verdad. El silogismo es un instrumento completamente inútil y perjudicial para la Filosofía, y a su empleo en las escuelas se deben principalmente las preocupaciones, ilusiones y abstracciones que esterilizan la razón y la hacen impotente para conocer la realidad de las cosas. Es preciso rechazar siempre y para siempre, no sólo el silogismo como medio de descubrir la verdad, sino las afirmaciones axiomáticas, las nociones a priori y las ideas todas metafísicas o racionales, siquiera hayan sido enseñadas por Aristóteles y Platón, por Santo Tomás y Escoto, y hasta por Hipócrates y Galeno, los cuales no fueron más que o miserables sofistas, o teólogos mentecatos (citetur Aristoteles pessimus sophista –citetur jam et Plato... theologus mente captus), o vanos charlatanes (Hippocrates, annorum venditor.–Galenum, vanissimum causatorem), y todos ellos juntos filosofastros, fabulistas y falsarios: Philosophastros istos poetis ipsis fabulosiores, stupratores animorum, rerum falsarios.

La ciencia es la imagen (veritatis imago) o reproducción fiel de la verdad, y, por consiguiente, la Filosofía verdadera es aquella que sabe reproducir y como repercutir la realidad del mundo externo, siendo como una copia fiel de éste. Ea demum est vera philosophia, [172] quae mundi ipsius voces quam fidelissime reddit et veluti dictante mundo conscripta est, nec quidquam de proprio addit, sed tantum iterat et resonat.

La doctrina de Bacon acerca del método filosófico y científico, aparte de los defectos que entraña por su exclusivismo sistemático en favor de la experiencia, es una doctrina o concepción estéril e infecunda en sus manos, porque no señala ni fija de una manera precisa las leyes del método experimental e inductivo, limitándose a indicaciones e ideas más o menos generales y alguna vez contradictorias. Y es que, según la observación muy exacta de su compatriota y admirador Bain, Bacon sólo poseía una idea muy vaga de la inducción.

Las ciencias físicas no deben a Bacon descubrimiento alguno de importancia, y los experimentos de que hace alarde en el Novum Organum distan mucho de poder presentarse como modelos de aplicación y práctica del método experimental, cosa reconocida hoy hasta por sus discípulos y por los partidarios más acérrimos del método experimental. En su Introducción a la medicina experimental, Claudio Bernard escribe: «Los que hicieron más descubrimientos en la ciencia, son los que menos conocieron a Bacon, al paso que nada han producido en este género aquellos que más han leído y meditado sus obras.»

Las ideas de Bacon con respecto a la metafísica son bastante confusas, hasta rayar en contradictorias. Después de establecer distinción entre la metafísica y la Filosofía primera, considerando la metafísica como una porción o parte de la Filosofía natural y señalando por objeto de la Filosofía primera los axiomas [173] generales{2} o comunes de las ciencias, Bacon se contradice a sí mismo a las pocas líneas, afirmando que hay una ciencia a la cual pertenece reunir y concentrar en axiomas generales los principios y axiomas particulares de las ciencias, y que esta ciencia no es otra que la metafísica: quam liquet esse metaphiysicam. De todos modos, es cierto que, arrastrado por sus preocupaciones contra las ciencias y métodos tradicionales, concedió escasa importancia a la metafísica, y que, preludiando a los positivistas de nuestros días, aconsejaba que se hiciera poco caso de ella: De metaphysica ne sis sollicitus.

Bien es verdad que, poniéndose en contradicción consigo mismo en esto como en tantos otros puntos, coloca a la metafísica entre las cosas que hacen falta, y añade que «las ciencias particulares son semejantes a las ramas de un árbol que se reúnen en un solo tronco, el cual hasta cierta altura permanece uno y seguido antes de dividirse en ramas, siendo necesario, por lo mismo, constituir una ciencia única, universal, que sea la madre de las otras y que desde el punto de vista del desarrollo de los conocimientos, sea considerada como un principio del camino común a las diferentes ciencias, hasta que se separen y formen distintas ramificaciones: tal es la ciencia a la que damos el nombre de Filosofía primera». [174]

No es menos chocante y explícita la contradicción en que incurre cuando, después de haber dicho de metaphysica ne sis sollicitus, enumera esta ciencia entre las que forman el árbol general, dividiendo la ciencia especulativa de la naturaleza en física, que tiene por objeto la causa eficiente y la materia, y metafísica, cuyo objeto es investigar las causas formales y finales.

Los objetos generales de la Filosofía, según Bacon, son Dios, la naturaleza y el hombre, y tres son también las especies de rayos que vienen de estos objetos a nuestra inteligencia, y mediante los cuales nos ponemos en contacto con aquellos objetos y adquirimos su conocimiento, a saber: rayo directo con respecto a la naturaleza, rayo refracto con respecto a Dios, y rayo reflejo con respecto al hombre.

En relación con estos tres objetos, la Filosofía debe dividirse en Filosofía divina o Teología natural, cuyo objeto es el conocimiento racional de Dios y de los espíritus; Filosofía natural, que tiene por objeto investigar y conocer la naturaleza externa o material, y Filosofía humana, cuyo objeto es el conocimiento del hombre con sus atributos y relaciones. La Filosofía natural puede ser, o teórica, o práctica. La primera se subdivide en física especial y en metafísica. La segunda se subdivide en mecánica y en magia, la cual responde a la metafísica, así como la mecánica responde a la física especial. La Filosofía humana se divide en Filosofía de la humanidad, es decir, de la naturaleza humana, y Filosofía civil. La Filosofía o doctrina que tiene por objeto el cuerpo humano se divide en medicina, cosmética, atlética y ciencia del deleite. [175]

A este tenor, Bacon divide y subdivide las tres ramas fundamentales de la Filosofía en una infinidad de ciencias, algunas de las cuales son tan insubstanciales en su fondo como extravagantes en sus denominaciones, siendo digno de notarse que, para Bacon, las matemáticas deben enumerarse, no entre las ciencias propiamente dichas o substanciales, sino entre los apéndices de la Filosofía natural.

A pesar de su constante menosprecio y de todas sus diatribas contra Aristóteles, no es raro encontrar en los escritos del Canciller inglés ideas y teorías que pertenecen al filósofo griego. Tal acontece, entre otras, con la teoría acerca del número y naturaleza de las causas, siendo aún más de notar que la doctrina del filósofo inglés acerca de las formas, coincide en el fondo y es casi una mera reproducción y aplicación de la teoría del Estagirita sobre este punto.

Si el positivismo materialista de nuestros días tiene algún derecho para citar a Bacon en su apoyo cuando se trata de metafísica, a causa de sus vacilaciones y contradicciones en la materia, no sucede lo mismo cuando se trata del conocimiento de Dios. Sobre este punto las ideas del Canciller inglés son la antítesis más completa de las profesadas hoy por el positivismo, y coinciden perfectamente con las de la Filosofía cristiana, con la cual admite la posibilidad y existencia del conocimiento de Dios y de sus principales atributos, a la vez que afirma y establece la necesidad de la revelación divina en el orden religioso y para el culto legítimo de la Divinidad. «La teología natural o teodicea es aquella ciencia, escribe Bacon, que se puede adquirir acerca de Dios por medio de la luz natural de la razón [176] y de la contemplación de las cosas; ciencia que puede considerarse como divina por parte de su objeto, y como natural por parte de la manera con que se adquiere. Si ahora queremos fijar los límites de esta ciencia, diremos que está destinada a refutar al ateísmo, a convencerle de falsedad, a hacernos conocer la ley natural, que a esto se limita, y que no se extiende a establecer la religión. Así es que vemos que Dios nunca ha hecho milagros para convertir a un ateo, en atención a que la luz natural basta al ateo para conducirle al conocimiento de Dios.,.. La sola luz natural no basta para manifestarnos la voluntad de Dios y para darnos a conocer su culto legítimo...

»Por lo que hace al modo de tratar este asunto, es cosa fácil establecer y demostrar por sus obras que Dios existe; que es infinitamente poderoso, sabio, bueno; que tiene providencia de las cosas; que merece nuestra adoración, y que es remunerador y vengador supremo. De estas mismas fuentes pueden deducirse también una infinidad de verdades admirables y ocultas, relacionadas con sus atributos; pero querer discurrir acerca de los misterios de la fe o persuadirlos con mayor fuerza y analizarlos en detalle, mediante la sola contemplación de las cosas naturales y los principios solos de la razón humana, es, a mi juicio, una empresa peligrosa.{3}»

Bacon repite y amplía estas ideas en otros lugares de sus obras, pudiendo decirse que su pensamiento, confuso y flotante, con sobrada frecuencia, sobre otros puntos, es fijo, decisivo e inmutable acerca de Dios y de la [177] verdad religiosa. En los Ensayos de Moral y de Política, dice, entre otras cosas, que le sería más fácil creer todas las fábulas de la mitología, del Talmud y del Alcorán, que el creer que esta gran máquina del universo, donde se ve un orden tan constante, marcha por sí sola y sin ser dirigida y gobernada por una Inteligencia suprema. «Una Filosofía superficial, añade, inclina algo hacia el ateísmo; pero una Filosofía más profunda conduce al conocimiento de Dios.»

Es justo advertir, sin embargo, que aun en este orden de ideas, Bacon deja bastante que desear, puesto que, según se ve en el pasaje arriba citado, negaba la utilidad y aptitud de los conocimientos adquiridos por la razón natural para discurrir acerca de los misterios de la fe, para analizarlos y para ilustrar su conocimiento, en lo cual se aparta de la teoría y de la práctica de los teólogos cristianos y Padres de la Iglesia. Si a esto se añade que para el filósofo inglés el consentimiento del género humano, lejos de ser indicio de verdad, más bien entraña presunción vehemente en contra (tantum abest ut consensus pro vera et solida auctoritate haberi debeat, ut etiam violentam praesumptionem inducat in contrarium) de aquélla, y que afirma terminantemente que debe establecerse una separación absoluta entre la Filosofía y la Teología, se verá que sus excelentes ideas acerca de la religión y del ateísmo quedan desvirtuadas en gran parte por otras ideas y teorías que no se compadecen fácilmente con aquéllas.

La moral de Bacon corre parejas con su teodicea. Ni de una ni de otra escribió tratados verdaderamente científicos, ni teorías completas, encontrándose sólo [178] en sus escritos ideas aisladas y como sembradas al acaso, ideas que, aunque filosóficas y exactas por punto general, presentan también con alguna frecuencia inexactitudes y errores. Sabido es que Bacon aconseja que, cuando se ha incurrido en la indignación de algún poderoso o príncipe por alguna falta, se haga recaer ésta con destreza sobre los otros; que aconseja la adulación y el fingimiento como medios de medrar, y que considera pueril el temor que los hombres tienen a la muerte, comparándole al temor de los niños a las tinieblas, lo cual, si no entraña una negación implícita de la inmortalidad del alma, entraña desde luego dudas acerca de los premios y castigos de la vida futura.

Las ideas cosmológicas y psicológicas de Bacon son muy escasas, y por punto general poco científicas y hasta extravagantes. Entre ellas encontramos que todos los cuerpos están dotados de percepción (omnibus corporibus naturalibus inesse vim manifestam percipiendi), de manera que a los movimientos o mutaciones producidas por un cuerpo sobre otro, acompaña la percepción recíproca (nullum siquidem corpus ad aliud admotum illud immutat, aut ab illo immutatur, nisi operationem praecedat perceptio), percepción que tiene lugar en todas las cosas, y de un modo particular en el aire, cuya percepción es más delicada y sutil con respecto al calor y al frío que la del cuerpo humano. Ubique denique est perceptio: aër vero calidum et frigidum tam acute percipit, ut ejus perceptio sit longe subtilior,quam tactus humani.

La Filosofía, o sea la razón, no puede suministrarnos el conocimiento del alma humana, sino que éste [179] debe buscarse y obtenerse por medio de la inspiración divina,{4} o sea de la revelación, porque la Filosofía nada puede enseñarnos acerca de la substancia del alma racional.

En cambio, y como pasando al extremo contrario, Bacon dice que el alma de los brutos es un cuerpo delgado o sutil, compuesto de llama y de aire, y que se nutre, en parte, de fluidos oleosos, y, en parte, de fluidos acuosos: Anima siquidem sensibilis seu brutorum, plane substantia corporea censenda est, a calore attenuata... ex natura flammea et aërea conflata... partim ex oleosis, partim ex aquaeis nutrita.

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{1} Además de estos escritos, Bacon publicó otros varios que se refieren a la moral, la política y la religión, y que tienen escasa relación con sus ideas filosóficas.

{2} «Patet ex his quae supra disseruimus, disjungere nos philosophiam primam a metaphysica, quae hactenus pro re eadem habitae sunt. Illam communem scientiarum parentem, hanc naturalis philosophiae portionem posuimus. Atque philosophiae primae cummunia et promiscua scientiarum axiomata assignavimus.» De augm. scient., lib. III, cap. IV.

{3} Op. De dignit. et augment. scient., lib. III, cap. II.

{4} «Etenim, cum substantia animae in creatione sua non fuerit retracta aut deducta ex massa coeli et terrae, sed immediate inspirata a Deo, cumque leges coeli et terrae sint propria subjecta philosophiae, ¿quo modo posset cognitio de substantia animae rationalis ex philosophia peti et haberi? Oper. De dignit. et augm. scient., lib. IV, cap. III.