Patricio de Azcárate Corral (1800-1886) | Sistemas filosóficos modernos, Madrid 1861 |
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Patricio de Azcárate Corral, Exposición histórico crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia, Mellado, Madrid 1861, tomo 4, páginas 159-178.
Ya dijimos en el capítulo anterior que todo conocimiento supone dos términos, un sujeto que conoce y un objeto conocido, y que entre este sujeto, o más bien, entre esta inteligencia y el objeto conocido está el mismo conocimiento, que es el lazo que une los dos términos. Pues bien, ya sabemos lo que es el alma, que es el sujeto, y sabemos también lo que es el objeto, que son los cuatro mundos, mundo material, mundo estético, mundo humano y mundo metafísico, y lo que falta conocer ahora es el elemento que los une, lo que propiamente se llama conocimiento, y sin el cual es imposible todo saber humano. Para convencerse de esta verdad, basta un ejemplo sencillo, tomado del mundo material. Supóngase una habitación magníficamente alhajada con exquisitos muebles, preciosos cuadros, delicados relieves, artesonados del mejor gusto, y de una forma arquitectónica admirable, y que esté cerrada herméticamente por todo el exterior, sin ninguna entrada a la luz. Supóngase colocado dentro de esta habitación un hombre en el uso completo de todas sus potencias y facultades. ¿Cuál es la situación de este hombre? De nada le sirve tener sentidos, ni tener inteligencia, ni tampoco le sirve verse rodeado de aquellos preciosos objetos, de aquellas pinturas y delicado mueblage. De manera que dentro de aquella habitación hay una inteligencia que conoce, y hay objetos que deben conocerse, y sin embargo, no hay conocimiento ¿y por qué? Porque falta el medio para que esta inteligencia allí encerrada perciba todos aquellos preciosos objetos que le rodean. Supóngase ahora, que por uno de los extremos de aquella habitación se abre un agujero en el centro del día, por el que se da paso a un rayo de luz, desde aquel acto todo cambia de faz para aquel hombre, para aquella inteligencia. El rayo de luz ilumina la habitación, y el hombre, que nada veía ni podia ver, lo ve todo y admira las preciosidades que se encierran en aquel recinto.
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