
La Falsa Filosofía, o el Ateísmo, Deísmo, Materialismo, y demás nuevas Sectas convencidas de crimen de Estado contra los Soberanos y sus Regalías, contra los Magistrados y Potestades legítimas.
Libro primero. Donde se combaten las vanas Hipótesis y Principios sediciosos de los Ateístas, Deístas, Fatalistas, Naturalistas, y demás pretendidos Filósofos.
Tomo segundo.
Su autor Fr. Fernando de Zevallos, Monge Gerónimo del Monasterio de San Isidro del Campo.
Et nunc Reges intelligite: Erudimini qui judicatis terram. Psalm. 2. ℣. 10.
Con privilegio, y las licencias necesarias.
En Madrid.
En la Imprenta de D. Antonio de Sancha. Año de 1774.
Prefacio a este libro
Núm. I. Se debe combatir a los impíos en sus fundamentales principios.
II. ¿Cuál debe ser el fin principal, o esencial de esta nueva controversia? No es probar defectos personales en los Filósofos.
III. Con esto se responde a su recriminación, de los defectos personales de los Cristianos.
IV. Si faltaran culpas, no quedára materia a las más de las leyes.
V. Ventaja que lleva sobre todas la ley de Jesucristo.
VI. Da para hacer lo que manda.
VII. De aquí se forman tantos buenos en nuestra Religión.
VIII. Resulta, que la inobservancia del Evangelio se debe temer, casi como la observancia del Deísmo.
IX. Esto se verá por el examen de unos y otros principios.
X. Luego debe comenzar por aquí el negocio.
XI. No se trata pues de algún Deísta, sino del Deísmo.
XII. Diferentes clases y nombres de Filósofos.
Libro primero
Principios ateológicos de los Ateístas, Deístas, Pseudo-filósofos, y demás Impíos recientes
Parte primera
De un Dios y único dominador del universo contra los Ateístas, Deístas, Materialistas, &c.
Disertación primera
Se demuestra contra el Ateísmo la existencia de un Dios, pág. 1
Núm. I. Peligro en disputar la existencia de Dios.
II. Mejor se conoce a Dios hablando con él, que hablando de él.
III. ¿De dónde nace estar atrasada la ciencia de Dios?
IV. Prueba mi propósito el ejemplo de Inglaterra.
V. No esperen los Filósofos que Dios se haga palpable o visible, por más que se demuestre.
VI. No sería tan demostrable, si fuera sensible.
VII. Tampoco pueden ser claras a contento de todos estas demostraciones.
VIII. ¡Cuán saludable es para los buenos esta obscuridad!
IX. ¡Cuán grande pretexto es juntamente para emboscarse los Incrédulos, y saetear desde este obscuro a los rectos de corazón!
X. ¿Por qué son dolorosos a todos los hombres los tiros del Incrédulo?
XI. Este es para todos los hombres como el ave lúgubre para las aves del día.
XII. La obscuridad sirve finalmente al bueno para aumentar su sed de conocer, y para tener lugar de creer.
XIII. Medios para aumentar este conocimiento.
Artículo primero
Se prueba la existencia de Dios por el mismo hecho de los que la niegan, pág. 10.
XIV. ¿Por qué habla tanto el Ateísta contra Dios, si no hay Dios?
XV. El pío habla siempre de lo que ama, y el impío de lo que aborrece.
XVI. Luego el impío supone a Dios así como el pío.
XVII. Debe suponerse el sujeto de quien se niega o afirma alguna cosa.
XVIII. Debe suponerse la idea significada por esta voz Dios. Se demuestra esta proposición por Wolffio.
XIX. Necedad del que dice: Dios, o el que es, no es.
XX. La idea de Dios es posible para el Ateísta.
XXI. Si es posible, es también existente.
XXII. ¿Por qué en el ser necesario se infiere la existencia de la posibilidad?
XXIII. Objeción contra este discurso.
XXIV. Todos negamos la existencia de otro Dios.
XXV. Ni por esto suponemos la idea de este segundo Dios que negamos.
XXVI. Se satisface a esta objeción.
XXVII. Suponemos la idea de Dios en negando otro Dios; pero no por el Dios que negamos, sino por el que creemos.
XXVIII. Los negativos se conocen solamente por la idea de los positivos sus opuestos.
XXIX. ¿Pues por qué Dios positivo recibe el Ateísta la idea del Dios que niega?
Artículo II
Segunda demostración, tomada de un efugio que pueden pensar los Ateístas contra la demostración pasada, pág. 27.
XXX. Hoy se llaman Ateístas los que solamente niegan a un Dios distinto de este universo.
XXXI. Llamaron Dios al universo, y dicen que no hay Dios.
XXXII. ¿Han mudado el estado de la cuestión de An sit Deus? en la de Quid sit Deus?
XXXIII. Esto les da una aparente evasión contra la demostración pasada.
XXXIV. Por la idea del universo no se puede negar la existencia de algún Dios.
XXXV. El universo no tiene la idea de un ser necesario. ¿Qué es un ser necesario?
XXXVI. Este universo puede dejar de existir.
XXXVII. Se prueba por otra reflexión sobre mí mismo.
XXXVIII. Cuanto vemos se muda, y solo tiene una existencia precaria.
Artículo III
Demostración tercera de la existencia de Dios, tomada de la noción de la verdad, pág. 32.
XXXIX. No se puede entender el que no exista una inmutable verdad.
XL. Se prueba de. nuestro acto de pensar, como se prueba que hay luz de nuestro acto de ver.
XLI. Se demuestra también por las mismas cosas que se niegan.
XLII. Observación digna de notarse en las ideas del ser y de la verdad.
XLIII. Se alaba a Descartes, porque tomó este principio: yo pienso, para inferir: luego existo.
XLIV. Notable diferencia entre nuestro ser limitado, y el ser infinito.
Artículo IV
Cuarta demostración de la existencia necesaria de Dios, tomada de la idea de la perfección, pág. 36.
XLV. ¿En qué consiste la perfección del todo?
XLVI. ¿En qué consiste la perfección de un singular?
XLVII. Se demuestra posible un ser infinitamente perfecto.
XLVIII. Viene a reducirse a esta proposición: Es posible un ser posible, o distante de toda repugnancia.
XLIX. Si es necesariamente posible, será existente. Primera razón.
L. Segunda razón.
LI. Este es muy diferente del razonamiento de Descartes.
LII. ¿Las imperfecciones de los singulares prueban la idea positiva de una perfección infinita?
LIII. Las imperfecciones finitas solo suponen el positivo de una perfección mayor, pero finita.
LIV. Un ser donde ninguna perfección disconviene, toda perfección es posible, y ninguna falta.
Artículo V
Se demuestra la existencia de un ser necesario por la repugnancia de un Proceso en infinito, pág. 40.
LV. Todos los Filósofos conocieron la repugnancia de un proceso en infinito.
LVI. Le admiten hoy los Pseudo-filósofos, especialmente Espinosa.
LVII. La demostración, pues, de este principio es necesaria antes de empeñar otras demostraciones.
LVIII. Hay un ser inteligente, o que piensa.
LIX. De allí se toma prueba infalible de la existencia de otros seres, y se comienza a buscar un principio de razón suficiente.
LX. ¿Dónde se radica este principio de la razón suficiente de mí mismo?
LXI. No se radica en la materia ni en el universo.
LXII. ¿Se radicará en la nada? De la nada nada se hace ni se prueba.
LXIII. Debe, pues, buscarse en otro ser inteligente superior a mí mismo.
LXIV. ¿Será, pues, necesario, o contingente?
LXV. Un ser contingente no da jamás razón suficiente de otro ser contingente: luego debe haber un ser necesario.
LXVI. Se aclara esta prueba metafísica por la pariedad de las pruebas morales y comunes.
LXVII. Todos los seres singulares son como los testigos singulares y de oídas, en comparación del ser universal.
LXVIII. En rigor metafísico debo primero dudar de mi ser que del Ser Divino.
LXIX. Es suma necedad decir que la idea de Dios nació de ignorar la causa de los seres.
LXX. Implicaciones de los Pseudo-filósofos.
LXXI. El conocer la insuficiencia de los seres contingentes es lo que nos lleva a la idea de un Ser necesario.
LXXII. Se reducen a esta doctrina general los razonamientos particulares que prueban la existencia de Dios.
LXXIII. La razón suficiente de los movimientos no se halla sino en un primer motor.
LXXIV. La fuerza motriz del Sol es insuficiente, si no se rehace por otro motor.
LXXV. Cicerón admira en Demócrito el error del movimiento por proceso en infinito.
LXXVI. Hobbes lo admite para no admitir un Dios.
LXXVII. El primer motor no debe moverse.
LXXVIII. De ninguna cosa dista, y nada le hace falta.
LXXIX. Diferencia en el modo que tienen de mover los cuerpos y los espíritus.
LXXX. Se infiere la proposición de Clark: Un Ser inmutable existió desde la eternidad.
LXXXI. De la propria raíz se demuestra la otra proposición: Todo lo hecho es hecho por otro.
LXXXII. El mismo principio nos fuerza a conocer un Bello esencial y necesario.
LXXXIII. También es preciso dar un Justo inmutable y esencial, por donde discernir las cosas que decimos justas.
LXXXIV. Se compara con el sí y el no, lo bueno y lo malo.
LXXXV. Discurso de Bayle en favor.
LXXXVI. Inconstancia de Bayle.
LXXXVII. ¡Cuán funestos son para el Estado los dichos principios del Ateísmo!
LXXXVIII. Reflexión de un Anónimo, que confirma mi propósito.
LXXXIX. Se concluye la necesidad que hay de un Dios.
Disertación segunda
De Dios como criador y rector del universo, contra el Deísmo y Materialismo. Primera hipótesis de los Deístas y materialistas, pág. 64
Núm. I. Peor es el Deísmo que la superstición.
II. Es también peor el Deísmo que el Ateísmo.
III. Primera hipótesis de los Deístas.
IV. ¿Si esta idea puede llamarse hipótesis?
Artículo I
El Deísmo así propuesto no es hipótesis, pág. 68.
V. ¿Qué es hipótesis?
VI. Para demostrar una cosa no se ha de suponer otra que repugna.
VII. Wolffio se cansa en vano para defender la posibilidad de esta hipótesis.
VIII. Para esto no se hace cargo de la conexión de las partes de la hipótesis.
IX. De que el Ente perfectísimo sea independiente de este mundo, se infiere mal la independencia de este mundo del Ente perfectísimo.
X. Otra equivocación de Wolffio.
XI. Tampoco es sistema esta idea del Deísmo.
XII. ¿Qué es un sistema?
XIII. Diferencia de estas voces: Sistema, Compilación, Plagio.
XIV. ¿En qué está el mérito de un sistema?
XV. No han pensado en esto los Deístas, ni entienden el idioma de la Filosofía.
XVI. ¡Infeliz causa la que patronos tan famosos no pueden honestar!
XVII. Absurdos que supone esta llamada hipótesis.
XVIII. Huyendo el Deísta de un Dios, cae en las manos de dos que finge.
XIX. Su designio es desbaratado por su misma hipótesis: lo que descubre más su infelicidad.
XX. Pecan contra la regla de que los intereses importantes no deben fiarse a hipótesis.
XXI. Advertencia para Teólogos Católicos.
XXII. Es terrible el abuso que hace el Deísta de estas reglas de Lógica.
XXIII. El Deísta se hace también Ateísta por esta hipótesis.
XXIV. Comparación de esta hipótesis con los sueños.
Artículo II
No creyeron todos los filósofos antiguos la eternidad del mundo ni de la materia, pág. 81.
XXV. Credulidad de los espíritus incrédulos.
XXVI. Imprudencia de los Deístas en afirmar proposiciones universales que son difíciles de probar.
XXVII. San Agustín habla sabiamente, reduciendo a particular aquella universal.
XXVIII. Cicerón discurre suponiendo la creación del universo.
XXIX. Negaban la eternidad del universo estos con quienes se entretiene Cicerón.
XXX. La sentencia común de los antiguos Pueblos no era muy diferente de la verdad escrita por Moisés. Los Egipcios.
XXXI. Los Caldeos: cuatro clases de sus Sabios.
XXXII. Dividían las naturalezas en eterna, eviterna, y perecedera.
XXXIII. A la eterna hacían único principio de todas las otras.
XXXIV. A todo le daban principio sin que lo dudasen en la materia.
XXXV. Los Griegos tenían los mismos conocimientos por Beroso, y otros; pero su opinión vulgar era la doctrina de los Poetas y de los Bárbaros.
XXXVI. No consta de la genuina sentencia de Platón.
XXXVII. Hesiodo hace al Caos el primer ser criado.
XXXVIII. ¿Qué debe ser física y verdaderamente la materia primera de los Aristotélicos?
XXXIX. De la misma ocasión se tomó el sistema de Eurípides, y la Homehomería de Anaxágoras.
XL. El mismo gusto tiene el sistema de Tales.
XLI. Tales, Parménides, Anaxímenes, Cleantes, aunque varíen en la causa material, concuerdan en que Dios es el principio.
XLII. Se confirma esto con el pensamiento de Lactancio.
XLIII. Todos los Filosofos antiguos contradicen a nuestros Pseudo filó-sofos. Se añaden los Persas.
XLIV. Física informe de los Fenicios.
XLV. Su conformidad con el estilo e ideas fabulosas de Aristófanes.
XLVI. Vestigios que hay en estas fábulas y opiniones, del verdadero Génesis del universo.
XLVII. También los Chinos.
XLVIII. Lo mismo creen hoy los bárbaros del Misisipi y de la Luisiana.
XLIX. La tradición llevó esta verdad por los pueblos. Moisés ha sido después maestro de los Filósofos.
Artículo III
Los más de aquellos antiguos que creyeron a la materia eterna, no la hicieron independiente de Dios, pág. 99.
L. No es error el decir que el mundo pudo ser eterno dependientemente de la voluntad de Dios.
LI. Parece que habló Platón en estos términos.
LII. Solo se imputa este error a Platón por consecuencia de otras opiniones.
LIII. Se prueba por lugares de Teófilo Antioqueno y San Justino.
LIV. Otros, por el contrario, lo acusan de que hace a la materia nacida de Dios.
LV. De ambas acusaciones se infiere bien que no consta en Platón el error de la materia increada.
LVI. Discurso de San Agustín en defensa de Platón.
LVII. Otro discurso de Palingenio al mismo propósito.
LVIII. Pero Dios no es causa del mundo así como los ejemplos citados.
LIX. ¿Cuál es el intento de San Agustín en el pasaje alegado?
LX. Resulta de aquí la inconexión de las partes de esta hipótesis Deística.
LXI. De la doctrina de los Estoicos no se infiere tampoco una materia increada.
LXII. Ni de la de Aristóteles.
LXIII. Ni de las opiniones de los otros Filósofos.
LXIV. Cicerón aparta esta nota de la primera Filosofía de los Griegos.
LXV. Las inconsecuencias de los Deístas no tienen ejemplar sino en Epicuro.
Artículo IV
Los Padres de los primeros siglos no creyeron, sino detestaron la eternidad de la materia, pág. 108.
LXVI. Calumnia de los Deístas contra los Padres de los primeros siglos.
LXVII. Ninguno de los Padres alegados favoreció la eternidad de la materia.
LXVIII. Tertuliano ataca a Hermógenes, porque introducía con esta opinión un error nuevo.
LXIX. Le vitupera todos los absurdos que le infiere de su Filosofía.
LXX. Se prueba que no fue de esta opinión ninguno en la Iglesia hasta el tiempo de Hermógenes.
LXXI. Teófilo Antioqueno impugna el mismo error.
LXXII. San Atanasio no pensó de otro modo.
LXXIII. San Justino da por oprobio el error de la eternidad de la materia a los Materiarios.
LXXIV. Taciano no habló por los principios de Platón, sino por los del Cristianismo.
LXXV. A Orígenes tampoco se le puede imputar aquel error.
LXXVI. Lo reprehende expresamente en su libro de los principios.
LXXVII. San Agustín impugna la eternidad de la materia.
LXXVIII. Se examina la causa de San Clemente de Alejandría.
LXXIX. Este Padre no deja sino al Verbo coeterno a Dios.
LXXX. Se hace mal en imputar a nadie las opiniones que solo refiere.
LXXXI. De que los Padres antiguos fueran Platónicos, no se infiere que errasen como Platón, así como los Aristotélicos no yerran como Aristóteles.
Artículo V
El Deísmo no es Filosofía sino Maniqueísmo, pág. 188.
LXXXII. El error de los dos principios se imputa a Zoroastro.
LXXXIII. Eran llamados por los Persas Oromaz y Arimanio.
LXXXIV. Los Maniqueos hicieron famoso a este error, y él mismo formalmente es el de los Deístas Dualistas.
LXXXV. Wolffio quisiera que no se les llamara sino Maniqueos.
LXXXVI. Pero son los Deístas Maniqueos más cómodos.
LXXXVII. Descripción del Maniqueísmo por Bosuet.
LXXXVIII. Bosuet saca Maniqueos a los Reformados para humillarlos con esta miseria.
LXXXIX. Los Deístas no se confunden de lo que humillaba a los Protestantes sus padres.
XC. Les convienen los otros caracteres de los Maniqueos.
Disertación tercera
Es necesario abusar de la razón y de la crítica para dudar de la creación del Universo
Sección primera
Artículo I
La razón, procediendo consiguientemente, debe parar en la necesidad de la creación de la materia, pág. 125.
Núm. I. Equivocación de cierto Filósofo Poeta.
II. Maligna modestia de los Deístas.
III. La creación no es idea repugnante a la razón; pero la eternidad lo es a la materia.
IV. Otra equivocación de esta proposición: De la nada no se hace alguna cosa.
V. Explicación de este axioma.
VI. Moisés y la Escritura hablan de la creación exactísimamente.
VII. No dice la Escritura que Dios hizo al mundo de la nada: ¿y por qué?
VIII. No quita ni pone el que la palabra original se interprete por estas: Crió o hizo.
IX. Nuestra palabra crió vierte sabiamente lo que Moisés dijo y lo que calló.
X. Se nota la errada interpretación de Grocio y Batablo.
XI. Censura de esta mala interpretación.
XII. La acción de la creación excede a nuestras ideas y a nuestras acciones.
XIII. En medio de eso siente la razón humana la necesidad de esta acción, y se prueba.
XIV. Dos errores metafísicos acerca de lo infinito y lo eterno.
XV. Queda, pues, inexcusable la razón humana y convencida de su abuso.
Artículo II
El Filósofo no puede entender que la materia se haya hecho de nada; pero le es más debido saber que ha sido hecha por la omnipotencia. Se funda un nuevo sistema acerca del Espacio, pág. 137.
XVI. Es más perceptible hacer una cosa por la omnipotencia, que de la materia.
XVII. El Filósofo no concede a la materia sino la inercia o la potencia pasiva.
XVIII. Puede el Filósofo formarse alguna idea imperfecta de la acción omnipotente.
XIX. No hubo algún vacío antes de este Universo: ni el vacío absoluto es inteligible.
XX. Los cuerpos se nos escapan y apenas tienen ser físico: son un cuasi vacío.
XXI. Ningún ser material se libra de esto por sutil que sea.
XXII. No es menor enigma el formarse idea de cualquier vacuolo actual, que del vacío antemundano, y extramundano.
XXIII. No puede darse jamás un vacío absoluto sino respectivo; como ni solidez o antitipia absoluta.
XXIV. Todo lo llena y lo sustenta un ser espiritual. ¿Es el espacio del Universo?
XXV. ¿Qué cosa es Espacio? Se exponen las opiniones opuestas de Leibnitz y Newton.
XXVI. Algunos dividen el espacio en corporal e incorporal.
XXVII. El espacio es incorporal e inmaterial, pero cosa real.
XXVIII. Se propone un sistema que explica la verdadera naturaleza del espacio.
XXIX. No puede ser corporal el espacio.
XXX. Siendo una realidad inmaterial, se concilian las opiniones hasta ahora opuestas.
XXXI. El espacio inteligente se debe llamar el inmenso, y éste es Dios.
XXXII. El nombre y la idea que los Filósofos tienen del espacio, es equívoca.
XXXIII. De allí nace la discordancia de sus opiniones.
XXXIV. Aristóteles y Descartes atacan una idea vana del espacio.
XXXV. Hubner y otros se burlan de lo que no es realmente el espacio.
XXXVI. Los que defienden el espacio no arguyen con razones menos limitadas ni con más luz.
XXXVII. Las diferencias filosóficas son interminables cuando no se convienen en el sujeto de la cuestión.
XXXVIII. Los absurdos que se descubren unos Filósofos a otros, prueba que yerran unos y otros.
XXXIX. El verdadero espacio es el inmenso espíritu donde todos nos movemos, vivimos, y estamos.
XL. Concuerda esta Filosofía con la Escritura y con la común doctrina Cristiana.
XLI. Isaías y Job dan ideas precisas de lo que es inmenso.
XLII. Repugna a la extensión la inmensidad.
XLIII. La idea del espacio no dice extensión, sino sustentación de lo extenso.
XLIV. Esto nos libra de la petición de principios que padecen los otros sistemas, y doy fundado el mío en los Padres de la Iglesia.
XLV. Lugares de Tertuliano.
XLVI. Pasaje de San Agustín, que advierte como se ha de tener esta doctrina.
XLVII. Discurso de San Gregorio.
XLVIII. Lugar concordante de Santo Thomas.
XLIX. Deben creer esto mismo Newton y Clark para librarse de absurdos.
L. En nuestro sistema vamos lejos del Espinosismo, y de los otros absurdos.
LI. También se responde fácilmente a los argumentos de Arosítas y de Lucrecio, que son el Aquiles de Newton.
LII. Se concluye finalmente que la materia recibió el primer ser de una omnipotencia activa, así como ahora se sustenta en ella y por ella.
Artículo III
Por la doctrina antecedente se demuestra el hecho de la creación de todas las cosas, pág. 159.
LIII. De la posibilidad y del efecto se prueba bien la acción.
LIV. La posibilidad de la creación está probada, y vemos al mundo criado; luego hubo semejante acción.
LV. Se previene una objeción.
LVI. Se responde.
LVII. Lo que es factible o posible hacerse, es imposible no haber sido hecho, si existe.
LVIII. No obsta que la materia haya podido ser eterna.
LIX. No hay repugnancia entre ser la materia factible y ser factible ab-aeterno.
LX. Se convence el propósito.
LXI. Se confirma por esta razón.
Artículo IV
Es una demencia punible negarse en casos como éste a la prueba de los argumentos morales, pág. 165.
LXII. Los Deístas desprecian las pruebas morales.
LXIII. ¡Cuanto deben las ciencias y artes a la fe de los maestros!
LXIV. El consentimiento universal es la voz de la razón, y vale por una prueba metafísica.
LXV. La creación es un hecho que no pudo verse por algún testigo humano.
LXVI. ¡Gran necedad el no creerla por falta de esta prueba!
LXVII. ¿Cómo se creen nacidos de tales padres por solo el dicho de una mujer?
LXVIII. ¿Es porque no se han sentido hasta ahora?
LXIX. Luego no deben llamar eterno a un mundo que no sintieron ni vieron hasta ahora.
LXX. Todo lo pasado y ausente se sabe por pruebas morales.
LXXI. Los que para creer piden una prueba evidente, ¿para negar se determinan por un quién sabe?
LXXII. Cada instante cría Dios seres de la nada, y nacen hombres que no eran.
LXXIII. No es menor obra cada hombre que el mundo.
LXXIV. Ventajas del testimonio de Moisés al de todos los otros Escritores, aun en lo humano.
LXXV. Consentimiento de todos los pueblos en lo que refiere Moisés, y prueba innegable de esta verdad.
LXXVI. Aun negados todos los Escritores profanos, prohibiría la crítica negar a Moisés.
Disertación tercera
Es necesario abusar de la razón y de la crítica para dudar de la creación del Universo
Sección segunda
LXXVII. División de esta segunda sección en tres artículos.
Artículo I
No se intenta negar la existencia de Moisés, sin disipar primero la crítica sana, y la misma razón, pág. 174.
LXXVIII. Paradojas de los Incrédulos acerca de la persona de Moisés.
LXXIX. Miseria de las pruebas que alegan.
LXXX. Baco es una palabra deprecatoria.
LXXXI. La ignorancia hizo de esta voz un Dios hijo de Osiris en Egipto, y de Semele entre los Griegos.
LXXXII. Orfeo no era un hombre, sino un nombre que significaba el trabajo muerto.
LXXXIII. Aristóteles y Filóstrato no creyeron la existencia de Orfeo.
LXXXIV. Aunque Orfeo haya sido, los himnos que hay no son de Orfeo.
LXXXV. El poema de Orfeo es el más antiguo de todos los libros apócrifos; pero compuesto siempre mucho después de Moisés.
LXXXVI. Se desvanece otro sofisma contra la realidad de Moisés.
LXXXVII. Muchos Autores profanos de la antigüedad hicieron mención de Moisés.
LXXXVIII. Aunque los Griegos no hayan citado a Moisés, esto solo prueba la ignorancia de los Griegos.
LXXXIX. Taciano y Teófilo Antioqueno probaron ya esta negligencia de los Griegos.
XC. Cuando tantos antiguos no hicieran mención de Moisés, ¿faltará a éste quien le haya conocido?
XCI. Se prueba la autenticidad de los libros de Moisés.
XCII. Otro argumento eficaz.
Artículo II
Es regla de crítica usada entre los Deístas preferir un Poeta a un Profeta; las fábulas al Evangelio; a un testigo de vista y de hecho propio cualquiera otro testigo, ni aun de oídas; y a un Autor coetáneo otro remoto, pág. 181.
XCIII. Se prueba por el examen de dos hechos que refiere Moisés.
XCIV. Primero, el milagro del agua que salió de la piedra.
XCV. No cabe en prudencia humana alguna sospecha contra este documento.
XCVI. Los Deístas quieren reformar a Moisés por Cornelio Tácito.
XCVII. Se expone la relacioncilla de Tácito.
XCVIII. Gusta a los Deístas, porque no sabe a milagro, y evacúa los misterios.
XCIX. Un milagro creen aquí con todo eso.
C. Aquí atropellan los Deístas toda la razón y toda la crítica.
CI. Notas contra Tácito. Ignora el lugar del suceso, el tiempo, y confunde todas las cosas.
CII. Refiere ritos supersticiosos que no hubo jamás entre los Judíos.
CIII. ¿Equivocó Tácito la idolatría del becerro con la fábula del Asno?
CIV. El culto del Asno no sería contrario al de las Naciones.
CV. La misma fabulilla escribió Tácito contra los Cristianos, y fue rebatido por Tertuliano.
CVI. Josefo descubre su oficina en Posidonio y Apolonio Molo, y los desmiente.
CVII. Se convence de aquí la infeliz crítica de los Filósofos y Deístas.
CVIII. Excelente mérito de los libros de Moisés.
CIX. Claridad y sinceridad que hay en las pruebas de lo que escribe.
CX. ¡Estupenda osadía! querer los Deístas examinar las relaciones de Moisés.
Artículo III
Los Deístas rompen todas las leyes de la crítica para impugnar la cronología de la Escritura, pág. 197.
CXI. Prefieren a la cronología de la Escritura la de los Chinos.
CXII. Hacen este juicio los que son tan forasteros en la Escritura, como en la China que jamás vieron.
CXIII. Para confundir al más osado de estos, basta darle en cara con sus mismos dichos y avisos.
CXIV. Los que entienden la cronología de los Chinos, no hallan en ella sino extravagancias.
CXV. Parece que usan de periodos imaginarios en la cronología.
CXVI. Los periodos Juliano y Luisiano no dan al mundo 160 siglos ni 80 de duración.
CXVII. Nos reiríamos de los Chinos que refiriesen ser ésta la duración que damos al mundo desde la creación.
CXVIII. Hay muchos errores en la Cronología y Astronomía de los Chinos.
CXIX. Ellos confiesan que no tienen historia antigua.
CXX. Hasta 37 años antes de Cristo no tuvieron una historia antigua, y ésta era voluntaria.
CXXI. Se sospecha que las observaciones astronómicas las tomaron de los Griegos.
CXXII. Otra sospecha de su poca fe.
CXXIII. ¿Por qué no arguyen con las ridículas cronologías de otras Naciones?
CXXIV. De los Egipcios.
CXXV. De los Druidas y Arcades.
CXXVI. De los Caldeos y Tartesios.
CXXVII. Dificultad que tiene la Cronología.
CXXVIII. Aun en la Romana no hallaba Plutarco sino incertidumbres.
CXXIX. Aumenta esta dificultad una observación de Bossio.
CXXX. Los Chinos añaden y quitan a la cuenta de los tiempos.
CXXXI. Con todo no hacen más antiguo a su Imperio que a los Asirios, Babilonios, &c.
CXXXII. Saben mejor el principio del mundo, que los incrédulos que los citan.
CXXXIII. Concuerda finalmente toda la historia antigua con la verdad que defendemos.
CXXXIV. El sistema de cronología de Newton es otro argumento eficaz contra los incrédulos.
CXXXV. Otro argumento dan contra ellos los mármoles de Arondél.
CXXXVI. Se concluye que la cronología de Moisés es la que hace más honor al mundo.
Disertación cuarta
Otra hipótesis de los Deístas, Fatalistas, Espinosistas y Libertinos, pág. 211
Núm. I. Descripción de la llamada hipótesis.
Artículo primero
Principios del Espinosismo, pág. 212.
II. Se describe la de Espinosa.
III. Hace al mundo un atributo de Dios.
IV. Su Panteísmo.
V. Definición que hace de la substancia.
VI. Definiciones del atributo y del modo. Del cuerpo y del alma.
VII. Otros principios temerarios y absurdos.
VIII. Se indican las fuentes de este error.
Artículo II
Absurdas consecuencias que se notan entre estos principios, pág. 217.
IX. 1. El Deísta hacía criado al Hijo; pero Espinosa hace criatura al Criador.
X. 2. absurdo. Dilacera a Dios.
XI. 3. Junta en Dios el espíritu y la materia.
XII. 4. Se implica, haciendo infinitos los atributos de Dios, y juntamente finitos.
XIII. 5. Todas las perfecciones que da en Dios, se reducen a ningunas.
XIV. 6. Torpísima implicación de Espinosa.
XV. 7. Otra implicación.
XVI. 8. No deja substancia criada, ni lo podrá ser el universo.
XVII. 9. Hace a Dios la colección de todos los males.
XVIII. 10. No deja en Dios vestigio de ser una substancia que piensa.
XIX. 11. Si no piensa Dios ni ordena las cosas, tampoco las predetermina, contra su propósito.
XX. 12. Si no hay substancia que piensa, no hay almas ni espíritus en el universo.
Artículo III
Siguen otros absurdos, y se comienza a demostrar contra la hipótesis Deística que el mundo no fue criado por alguna necesidad, pág. 224.
XXI. Una idea que se percibe distintamente, es posible.
XXII. Se perciben distintamente las ideas de otros mundos.
XXIII. Son pues posibles otros diferentes mundos.
XXIV. La falsedad de los hechos se cree, porque no se encuentra en ellos cosa que no sea posible.
XXV. Hacen más infecundo de ideas a Dios que lo somos nosotros.
XXVI. Se da orden en el universo, de confesión de Espinosa. Se enuncian las reglas del orden.
XXVII. Se prueba que hay un cierto orden en el universo.
XXVIII. Este orden es contingente.
XXIX. Se convence a Espinosa de que admite contingencia en el orden del universo.
XXX. Los movimientos milagrosos no pueden negarse en esta Filosofía.
XXXI. Es asilo perdido el proceso en infinito a que huye Espinosa.
XXXII. No está probado el conato de la materia al movimiento.
XXXIII. La suerte ni el acaso tampoco son los principios del movimiento.
XXXIV. La complicación de los movimientos hace increíble que esta sea obra del acaso ni del hado.
XXXV. En cualquiera de los sistemas admira la obra del mundo.
XXXVI. La rapidez de los movimientos no turba su orden.
XXXVII. La duración de estos movimientos muestra también que tienen otra fuente que los cuerpos.
XXXVIII. Se concluye que el movimiento es accidental, o prestado a los cuerpos, y contingente al orden del mundo.
Artículo IV
Dios de su parte no tuvo necesidad de hacer al mundo, pág. 236.
XXXIX. Dios es suficiente para sí mismo en todas maneras, aun según Espinosa.
XL. Se prueba la proposición antecedente, y se confirma con el Apóstol.
XLI. De parte de la acción de Dios no hubo tampoco alguna necesidad en la creación.
XLII. Se responde a un sofisma de los Platónicos.
XLIII. En toda obra libre de Dios se halla el poder, el conocimiento, y el querer. Idea de la Trinidad.
XLIV. En la descripción de Moisés se halla esta metafísica.
XLV. En Dios no hay pasado ni futuro.
XLVI. Del mismo modo no hay para Dios algo necesario en la naturaleza.
XLVII. Sirven los milagros para conocer mejor el orden común de la naturaleza.
XLVIII. Todo prueba contestemente que el mundo es gobernado por una providencia libre.
Artículo V
Otros absurdos de esta hipótesis Deística comparada con los sistemas filosóficos, y aun con el Hado Estoico, pág. 247.
XLIX. A no ser por algún mal hechizo, no pudiera agradar una Filosofía tan brutal.
L. Es una hipótesis bárbara comparada con la de los Filósofos.
LI. No tiene gusto alguno de Filosofía el mundo de Espinosa.
LII. Todo es un arte de hablar.
LIII. Destruye en él la libertad humana.
LIV. Advertencia sobre la distinción de Wolffio entre el Fatalismo universal y particular.
LV. Sacado el universo del arbitrio de Dios, no queda libertad humana.
LVI. La fatal necesidad de los Estoicos no era absoluta.
LVII. San Agustín y demás Padres sólo reprehenden el nombre de hado como de un mal agüero.
LVIII. Los Estoicos, pues, no son Fatalistas tan necios como los de hoy.
LIX. ¡Con cuánta injuria de Dios disipan Bayle y Espinosa la idea de nuestra libertad!
LX. Procuró hacer odiosa a la Religión, haciéndola tan enredada como su Filosofía.
LXI. No hace menos horrible a la política y a la sociedad.
LXII. Ideas que saca del Derecho natural.
LXIII. No son menos peligrosos estos principios contra los Príncipes.
LXIV. Discurso de Coccejo a mi propósito.
Disertación quinta
Otra absurda hipótesis de los Deístas, pág. 261
Núm. I. Se propone la tercera hipótesis de los Deístas.
II. Wolffio no la llama bien el fundamento del Deísmo. Es el Deísmo sin fundamento.
Artículo I
Es más imperfecta esta filosofía, que lo que hay más despreciable en la Filosofía vulgar, pág. 263.
III. ¿Por qué desestiman los modernos a la Filosofía vulgar?
IV. No saben en parte lo que reprehenden.
V. ¿Cuánta más razón hay para burlarse de esta hipótesis Deística, y de toda la Filosofía de Epicuro?
VI. Por menos motivo se ha despreciado esta Física que atribuye todo lo raro a juego de la naturaleza.
VII. Sumo desprecio que merece por esta crítica la Filosofía de los Deístas.
Artículo II
Esta hipótesis no es digna de la obra del Universo, y es indigna de Dios, pág. 266.
VIII. Bella descripción que hace el Eclesiástico de las partes y harmonía del universo.
IX. Esta belleza, y orden fue una de las ocasiones de la Idolatría.
X. Los mismos Filósofos, admirados de la obra, la confundieron con el Artífice.
XI. Moisés temió no sucediera otro tanto al pueblo ilustrado.
XII. Este error suponía conocimiento de la obra perfecta; el de los Deístas supone una brutal ignorancia.
XIII. Injurian todavía más al Autor de la obra.
XIV. Moisés distingue con alta sabiduría la obra de Dios de la acción de Dios. De la primera cesó, no de la segunda.
XV. La conservación de los seres contingentes es el conservarse la acción por donde comenzaron a ser.
XVI. Profunda ignorancia de Metafísica en los Deístas.
XVII. Hacen a Dios un extravagante disuelto en el ocio.
Artículo III
Pruebas metafísicas de la Providencia, pág. 272.
XVIII. ¿Qué es en efecto la providencia sino el orden que se ve reinar en el universo?
XIX. Todos vemos este admirable orden.
XX. Este orden y conexión no son los nudos sagrados de algunos Paganos.
XXI. Elegante descripción del orden perpetuo del Universo hecha por el Eclesiastés.
XXII. Voltaire se rinde a esta prueba.
XXIII. Se confirma esta prueba por la comparación de este mundo con un mundo soñado.
XXIV. Quitada del mundo una razón de orden, su verdad metafísica se vuelve en una fábula.
XXV. Ejemplo del mundo soñado. Nada está ligado a alguna razón.
XXVI. Resulta demostrada una razón de orden en el universo verdadero.
XXVII. Otro argumento de la providencia, la duración y sucesión de las especies.
XXVIII. Las solicitudes particulares de las criaturas son inspiradas por la providencia del Criador, y se reducen a ella.
XXIX. Corrígese la regla de Epicuro de no atribuir a Dios las afecciones humanas.
XXX. Como comunica Dios el ser Padre, así comunica el ser próvido.
XXXI. De tantos cuidados particulares que concurren en un fin, se convence un cuidado universal de donde nacen.
XXXII. Es muy grosera la Filosofía que desprecia la sabia disposición de las semillas para la perpetuidad de las especies.
XXXIII. En las semillas dura la virtud o fuerza de la acción de Dios que dio el primer ser a las especies.
XXXIV. Se demuestra la providencia por la previsión de las cosas que suceden, o por los pronósticos.
XXXV. Todos los efectos naturales pueden preverse.
XXXVI. Más invariables son los que produce la naturaleza sola, y se anuncian seguramente.
XXXVII. Se pide a los Deístas que nos anuncien los efectos casuales.
Artículo IV
Se examina el fundamento de esta hipótesis Deística, y se responde, pág. 288.
XXXVIII. Por sus ruines pensamientos juzga el Deísta los de Dios. Este es su fundamento.
XXXIX. ¡Cuán sabiamente conoce Dios las cosas mínimas! ¡Cuán noblemente a las viles!
XL. Discurso de San Agustín.
XLI. En cada mínimo conoce Dios a todo el Universo.
XLII. Se saca ejemplo de las cartas topográficas.
XLIII. Se concluye que apenas tenemos en esta vida ciencia de alguna cosa.
XLIV. Pensamientos de los Santos Gerónimo y Tomás contra el fundamento de los Deístas.
XLV. Miden a Dios según la talla de los Príncipes malos y negligentes.
XLVI. Mejor conviene a Dios la imagen del Sol en la hipótesis de Copérnico.
XLVII. Se explica un lugar del Apóstol.
XLVIII. Se argumenta, como de menor a mayor, de la tranquilidad de los justos a la del firmamento de los justos.
XLIX. Los dichos principios son perniciosos para la sociedad y para todo Estado.
Disertación sexta
Última hipótesis de los Deístas
Artículo I
Se propone el fundamento de esta hipótesis, pág. 305.
Núm. I. Los males del mundo escandalizan a los Deístas contra la providencia.
II. Discursos temerarios de algunos Impíos.
III. Crimen gravísimo que cometen en esto contra los Príncipes y Magistrados Religiosos.
Artículo II
Los males físicos donde se ciegan los Deístas contra la providencia, abren los ojos de los sabios y justos para confesarla y adorarla, pág. 311.
IV. Discursos opuestos de los Santos sobre las mismas vicisitudes temporales.
V. La observación de estos males los hacía más sabios.
VI. Los Cristianos no se escandalizaban por los trabajos que padecían, sino se instruían y esforzaban. Discurso de Minucio.
VII. El desprecio de todas las suertes terrenas descubre la naturaleza de la Religión Cristiana.
VIII. Respuesta de San Cipriano sobre la peste de su tiempo.
IX. Más escandaliza hoy el lujo y gusto de los Cristianos, que la pobreza y miseria de la Cruz de Cristo. No saben argüir los Filósofos.
X. Otra torpeza en el modo de argüir que usan nuestros citados Filósofos.
XI. Perniciosos principios para los Príncipes y personas públicas.
Artículo III
Otra necedad de los Deístas murmurar de que Dios permite los males de que ellos son los principales fautores, pág. 323.
XII. Un mundo muliebre es el que necesitan nuestros moles Filósofos.
XIII. Cuando buscan el origen del mal físico, provocan a un juicio que los condena.
XIV. Idea del mundo cual le desean los Filósofos.
XV. Consideración filosófica de la perfección del mundo según fue criado.
XVI. El pecado original llenó al mundo de los males físicos.
XVII. Aun son mayores los que causan los pecados personales.
XVIII. No son males físicos las varias estaciones del año.
XIX. Se proponen los argumentos de los Epicúreos-
Artículo IV
Los males del mundo no derogan a la divina Sabiduría, pág. 337.
XX. No falta en el Universo sino un Filósofo.
XXI. Los males son necesarios en el sistema del Universo.
XXII. Justicia de esta proposición, fundada en unas palabras de Jesucristo.
XXIII. Aunque los males son necesarios, no vienen necesariamente.
XXIV. Es oportuno el símil de las cizañas propuesto por Jesucristo.
Artículo V
Los males del mundo no derogan tampoco a la divina bondad y omnipotencia, sino la recomiendan, pág. 342.
XXV. Tres géneros de males, metafísicos, físicos, y morales.
XXVI. En toda criatura hay mal metafísico.
XXVII. No es contra la omnipotencia divina el no poder criar a un hombre sin este mal.
XXVIII. No deroga a la bondad de Dios ninguno de los males.
XXIX. ¡Suma bondad! no impedir nuestras culpas por no privarnos del albedrío y otros dones.
XXX. Quejarse de que nos hizo pecables es quejarse de que nos hizo hombres.
XXXI. Los Filósofos reprehenden a Dios porque tolera, y a los Príncipes porque no son tolerantes a ejemplo de Dios.
XXXII. No derogan los males a la bondad del Criador, pues no derogan a los bienes criados.
XXXIII. La recomienda el sacar bienes de nuestros males.
Artículo VI
Recapitulación de lo dicho hasta aquí; y de todo se saca por conclusión el designio de la presente obra, pág. 351.
XXXIV. Las hipótesis referidas son una continuada antítesis de implicaciones.
XXXV. Males públicos que deben temerse del Ateísmo.
XXXVI. Funestas resultas que amenazan a la sociedad y sus Jefes los principios de los otros Filósofos refutados.
XXXVII. Los Cristianos remiten al juicio de Dios las injurias de los Príncipes y Señores. Los Ateístas y demás a su proprio juicio.
XXXVIII. Lactancio llama a los principios de estos Filósofos instrucciones para latrocinios.
Parte segunda
De un Dios salvador y glorificador
Breve discurso para descubrir en la naturaleza racional el principio de la necesidad que tiene el hombre de la Religión, pág. 1.
Núm. I. Sin Religión sería el hombre una especie sin diferencia.
II. El conocimiento tomado generalmente no es la última diferencia del hombre.
III. Se persuade; porque Lactancio y muchos atribuyen razón a los brutos.
IV. La Religión es la principal o única diferencia del hombre.
V. El conocimiento, pues, es un grado genérico a los que conocen solamente las cosas sensibles, y a los que conocen las espirituales y abstractas.
VI. El hombre es mejor definido por el Catecismo y en el Eclesiastés, que por los Filósofos.
VII. Se explica el pasaje del Eclesiastés a nuestro propósito.
VIII. Una Religión era necesaria para acabar la obra del hombre.
IX. Si no sería manca con el hombre la providencia sapientísima.
X. Sería también el hombre más infeliz que los brutos, por ser más perfecto.
XI. Es, pues, una Religión exigida por nuestra naturaleza, y una consecuencia de la providencia.
XII. En el último sentido habló San Agustín.
XIII. El irreligionario es el más extravagante e inconsiguiente de todos los impíos.
XIV. Los Naturalistas no andan en la antigua ley natural.
XV. Se explica esto mejor.
XVI. ¿Qué cosa era la antigua ley natural?
XVII. Era allí necesaria una Religión soberana.
XVIII. Se prueba la existencia de la Religión sobrenatural en la ley natural.
XIX. Singular argumento de San Pablo que lo convence.
XX. Aquella Religión fue la Cristiana.
XXI. A diferencia de tiempos aquella Religión tenía su fin en Cristo, como ahora nosotros.
XXII. Los Naturalistas de hoy son más bien Anti-natur alistas.
XXIII. Son los que profetizó San Judas, que negarían a nuestro Señor Jesucristo.
XXIV. Se declara contra ellos el designio de esta segunda parte.
XXV. Solo se trata aquí del respeto que tiene la Religión con el hombre en cuanto es racional.
XXVI. Cómo conduce este orden al sistema principal de toda la obra.
Disertación primera
La Religión revelada es necesaria para todo hombre, en cuanto es dotado de razón natural, pág. 27
XXVII. Los nuevos Filósofos ignoran el uso de la razón.
XXVIII. Se burlan de la razón con una frecuente ilusión.
XXIX. San Agustín, dejada la ciencia ilusoria de los Maniqueos, confiesa la necesidad de creer para saber.
Artículo I
Es necesario que todo hombre crea para que después sepa, pág. 29.
XXX. Cómo es verdad esta proposición: Dios no puede enseñarnos lo que no podemos entender.
XXXI. Todo lo que creemos ahora lo entenderemos después. Esta ciencia es el fin del hombre.
XXXII. ¿Es duro creer por unos instantes para merecer saber y comprehender siempre, siempre?
XXXIII. ¿Se sabe algo importante, sin creer primero a los maestros?
XXXIV. Ninguna ciencia se adquiere sino a costa de fe.
XXXV. Argumento de San Clemente de Alejandría contra Basílides y Valentino.
XXXVI. Se convencen no haber tenido educación, o haberla ignorado.
XXXVII. Mas se cree en todas las ciencias humanas, que se sabe.
XXXVIII. Es un monstruo, que debía ser raro, un Filósofo incrédulo.
XXXIX. ¡Prodigiosa necedad! obligar a Dios a que nos fie su ciencia, sin querer fiarnos primero en su palabra.
XL. La dura fe que pedía Pitágoras para revelar lo poco que sabía.
XLI. Siendo usada esta misma fe en todas las escuelas, ¿por qué en la de Cristo no se le deberá primero creer para después saber?
Artículo II
Más verdades sabemos por creer en Jesucristo, que por comprehender a todos los filósofos, pág. 37.
XLII. En nada son los Filósofos más descuidados que en el negocio de la sabiduría.
XLIII. Lo poco que se nos da a saber por tanto trabajo, arrojara a muchos en el despecho y en el Pirronismo, si no los consolara la gracia divina.
XLIV. La Filosofía ha enturbiado las ideas más claras, y aun las verdades más inmediatas.
XLV. Cuanto más multiplicó las opiniones, otro tanto ha disminuido las verdades.
XLVI. Los Filósofos confiesan su desconfianza de la razón en común, y se fían a su propria razón.
XLVII. No solo la debilidad de la razón, sino la tempestad de la Filosofía, hacen necesaria a la revelación.
XLVIII. Agradable idea que da San Basilio de esta divina lumbre.
XLIX. Tiene mejor lugar el símil de San Basilio en la revelación de Jesucristo, que fue como un aceite derramado.
L. Como a la luz de la aurora saludaron los Filósofos verdaderos a la revelación. Declaración de San Justino.
LI. De Panteno, y de otros grandes Filósofos que vieron esta luz, resultaron a la Iglesia los más ardientes Padres.
LII. Coloquio de San Justino con Trifón, probando la necesidad de la revelación para todos los Filósofos.
LIII. Indica más ciencia la noche de la fe que el día humano.
LIV. Más verdades sabe pacíficamente un niño Cristiano con su Catecismo, que todos los Filósofos.
LV. No importa que no sepan demostrar, porque tampoco lo saben los Filósofos.
LVI. No importa el medio por donde se supo la verdad, si con efecto se supo.
LVII. Pero la pretensión de los Filósofos consiste en que, o se esté el mundo en tinieblas, o sea ilustrado solamente por ellos.
Artículo III
La filosofía ha servido por su abuso a la razón como de un vidrio ustorio, y la fe la sirve como de un telescopio, pág. 49.
LVIII. La fe levanta a la razón para que suba más allá de su esfera natural.
LIX. Esta idea Teológica es muy conforme al estilo de los Filósofos y Geómetras.
LX. La invención de los telescopios dada por Dios, sin estudio humano, para confundir a los incrédulos.
LXI. Las obras ocultas de Dios, que reveló a los hombres el telescopio.
LXII. Vemos también con los microscopios misterios invisibles en la línea de los cuerpos.
LXIII. Sin estos instrumentos pasarían por inmutables las reglas geométricas de la visión.
LXIV. Los que no creen estos nuevos objetos, porque no usan de estos instrumentos, son como los que no creen lo revelado, porque arrojan la revelación.
LXV. Si no tomamos los vidrios, no veremos; y así, según el Profeta, si no creyereis, no entenderéis.
LXVI. Se retuerce contra un incrédulo su proprio discurso sobre estas leyes de la vista.
LXVII. Estas leyes tan decantadas se pierden en dificultades.
LXVIII. Se agrava la dificultad por otra regla.
LXIX. Lo confiesa Voltaire, y quiere calcular a la Trinidad por estas leyes geométricas.
LXX. Se les arguye con un pasaje literal de Eusebio contra los discípulos de Teodoro.
LXXI. Por lo dicho deberíamos creer a la revelación, aunque pareciera opuesta a las leyes de la razón.
LXXII. Mas aun no es necesario desmentir a la razón. Pasaje de Eusebio.
LXXIII. Como cuando vemos a la geometría en conflicto con la evidencia. Consecuencia en defensa de la Eucaristía.
LXXIV. Argumenta Rousseau por la regla: mayor es el todo que la parte.
LXXV. No hay en la Cena lugar a esta comparación de todo y partes.
LXXVI. Se descubre mejor el sofisma de Rousseau, y se ve su abuso de las reglas geométricas.
LXXVII. En el microscopio parece la parte mayor que el todo, y el contenido mayor que el espacio que lo contiene.
LXXVIII. Las grandezas de los cuerpos son unos problemas o misterios, que no explica la geometría según ellos mismos.
LXXIX. Si no entendemos por geometría estas relaciones de los sentidos con sus objetos, ¿queremos juzgar por ella la sensación de la Eucaristía?
LXXX. Con el microscopio de la fe se gusta, y luego se ve la grandeza de esta pequeñez.
LXXXI. El caso del ciego, que refiere Voltaire, es una comprobación de lo que llevo dicho.
LXXXII. ¿Por las impresiones de nuestros sentidos queremos argüir al que los hizo?
LXXXIII. Para hacernos percibir los misterios profundos sirve la fe al alma de microscopio, y para las ideas soberanas de telescopio.
LXXXIV. Como dichos vidrios no son anti-ojos, sino anteojos; así la revelación no es anti-razón, sino ante razón.
LXXXV. ¿En qué consiste este misterio de Óptica de los anteojos?
LXXXVI. Es una idea semejante la revelación, y por eso los Profetas se llamaron Videntes.
LXXXVII. Se concluye que la razón tiene necesidad absoluta de una revelación, que es el anteojo, y que la Filosofía es su anti-ojo.
LXXXVIII. ¿Quiénes, pues, son los anti-racionales, sino los Filósofos?
LXXXIX. La ambición y crueldad de los Filósofos hizo mayor la necesidad de un maestro que nos revelase la verdad.
Artículo IV
Los antiguos Filósofos no trataban de ilustrar al género humano; pero los modernos tratan de cegarlo. Con que crece por ellos la necesidad de la revelación, pág. 71.
XC. Lactancio reprehende a los antiguos Filósofos, porque conociendo la vanidad de todas las Religiones, no les advirtieron siquiera de su error.
XCI. Pecando ellos de malicia, acusaban gravemente a los pueblos que solo pecaban de ignorancia.
XCII. Si los antiguos pecaron no combatiendo al error, los posteriores al Evangelio pecaron, sosteniéndolo contra la verdad.
XCIII. Esfuerzos de los Filósofos contra el Evangelio.
XCIV. Ejemplos de Eufrates Tyrio, imitados hoy por la hipocresía de Rousseau y Meslier.
XCV. Temeraria empresa de Juliano, esforzando a la Filosofía contra la Religión.
XCVI. Trocó su palacio en aula de Filósofos.
XCVII. Los honores que les hace.
XCVIII. El mismo plan de Juliano se sigue hoy contra la Religión, e imitan aquel carácter.
XCIX. Mr. Freret pide cosas imposibles para que los hombres asientan a las verdades necesarias.
C. El designio de pedir tanto para creer, es, que ningún racional llegue jamás a creer.
CI. ¡Cuán temerario e inhumano es el método de nuestros Filósofos!
CII. Hacen incapaces de la Religión a las mujeres, niños, jóvenes, y a cuantos sirven en las artes, armas, agricultura y comercio, y a cuantos no son Filósofos.
CIII. Invidian la luz comunicada al género humano, y quieren estancarla.
CIV. No hay examen más severo de las doctrinas que el que hace la Iglesia.
CV. Este examen de la Iglesia cumple por todos sus hijos; y la utilidad de esta doctrina para el estado temporal.
CVI. Los principios de estos Filósofos turban el orden público.
CVII. Dos métodos que hay en la Iglesia para examinar las doctrinas.
CVIII. ¿A quiénes toca esté examen, o quiénes son las reglas de creer?
CIX. Se notan dos proposiciones en Gerson.
CX. Las dos proposiciones de Gerson son los dos quiciales de la Pseudo-Reforma y del Deísmo.
CXI. Se hace por escusar a Gerson, ya que no son escusables las proposiciones.
CXII. Dichas proposiciones son implicatorias con la doctrina de Gerson, y con la decisión del Concilio Constanciense que cita.
CXIII. ¡Tan bueno y suave es creer con simplicidad a una autoridad invariable e infalible!
CXIV. Es su empeño que los párvulos no puedan venir a Cristo.