Filosofía en español 
Filosofía en español


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La Falsa Filosofía, o el Ateísmo, Deísmo, Materialismo, y demás nuevas Sectas convencidas de crimen de Estado contra los Soberanos y sus Regalías, contra los Magistrados y Potestades legítimas.
 
Continuación y conclusión del libro primero. Donde se combaten los Principios de los Naturalistas, contrarios a la Religión Cristiana, y a la paz y felicidad humana.

Tomo tercero.
 
Su autor Fr. Fernando de Zevallos, Monge Gerónimo del Monasterio de San Isidro del Campo.

Et nunc Reges intelligite: Erudimini qui judicatis terram. Psalm. 2. ℣. 10.

Con privilegio, y las licencias necesarias.
 
En Madrid.
 
En la Imprenta de D. Antonio de Sancha. Año de 1774.



Continuación de la Parte segunda del Libro primero, que trata de un Dios Salvador y Glorificador

Disertación segunda
La necesidad de la revelación de Jesucristo para sanar y perfeccionar la voluntad del hombre, pág. 1

Núm. I. Objeto de esta Disertación.

II. Es insuficiente la Filosofía secular para vivir rectamente.

III. La Concupiscencia que resta en los bautizados es documento del pecado original; contra los Filósofos.

Artículo I
La ninguna fuerza de toda la Filosofía humana, para obligarnos a seguir la virtud, prueba su insuficiencia, y la necesidad de la Religión de Jesucristo, pág. 9.

IV. Rousseau confiesa la insuficiencia de la Filosofía, para la virtud.

V. Se aceptan dos causas que apunta.

VI. Los Filósofos conocieron menos de las virtudes que de las verdades.

VII. Muchas verdades se pueden saber sin fe, pero no creer.

VIII. No quisieron entender las virtudes verdaderas.

IX. Ejemplos tomados de Cicerón, y de otros.

X. Menos podían mandar la virtud que ignoraban.

XI. Ninguna autoridad tenían, ni tienen para mandar o prohibir.

XII. No es la Religión Cristiana flaca, y mujeril como la Filosofía.

XIII. Manda y conmina con penas eternas, y temporales.

XIV. Por aquí se demuestra la autoridad que hay en la Religión, para obligar con sanciones.

XV. Sin sanción no quedara al Cristianismo, ni aun el nombre de Religión.

XVI. Los Apóstoles después de Cristo hicieron formales preceptos, y pragmáticas.

XVII. ¿Qué significa la voz πραγματικών?

XVIII. La voz Sanción no es tampoco peregrina en las leyes sacrosantas.

XIX. Caso que se propone por un Filósofo a los Jurisconsultos, que se dicen reformados, y niegan en la Iglesia una potestad de obligar a todos.

XX. Se les hace sentir que han derribado el fundamento de la Religión en negándole la potestad de compeler a los refractarios.

XXI. Según Rousseau es necesario o quedarse Católico, o ser Deísta; pero no es posible quedarse Protestante.

XXII. Se pone ante los ojos de los Sabios Católicos la perdición a que llevan unos caminos que a la entrada parecen rectos.

XXIII. Los Católicos se ríen de este argumento, y echan toda su fuerza sobre los Filósofos.

XXIV. No siendo la Filosofía suficiente para enmendar a los hombres, se infiere la necesidad de la Religión de Jesucristo.

Artículo II
Aun cuando la Filosofía humana tuviera sanción y motivos para obligar exteriormente a la virtud, sería todavía insuficiente: y necesaria la revelación de Jesucristo para obligar y mover interiormente a nuestras voluntades rebeldes, pág. 39.

XXV. Las Leyes dictadas por todos los Filósofos estaban afeadas con mil licencias, torpezas e inhumanidades.

XXVI. Se olvidan por un instante todas estas faltas, y se permite que hubiera ordenado tantas máximas perfectas como la Religión Cristiana.

XXVII. La experiencia del Pueblo escogido, prueba que no basta oír buenas leyes.

XXVIII. No pecan tanto los hombres por la ignorancia del entendimiento como por la perversidad de la voluntad.

XXIX. Aun revive la codicia de lo malo por la ley buena.

XXX. Es necesario sanar a nuestro corazón según prometía Dios.

XXXI. Se cumplió todo en Jesucristo dándosenos el espíritu de verdad, y el de santificación.

XXXII. En la Iglesia Católica dura este espíritu, y esta división de gracias.

XXXIII. Estas gracias se derribarán perpetuamente por los canales de los Sacramentos.

XXXIV. En cada uno se provee a varias de nuestras enfermedades, y en todos a todas.

XXXV. ¿Qué remedios había destinado la Filosofía a dichas necesidades? otras miserias aún peores.

Artículo III
Los Filósofos no pensaron en efecto en hacer felices a los hombres, sino en ser admirados por ellos, pág. 55.

XXXVI. La vanidad, y el orgullo fueron las alas sobre que voló la Filosofía; pero no la humanidad, ni el amor a los pueblos.

XXXVII. Despreciaban los Filósofos a los otros hombres con un estilo insolente.

XXXVIII. A lo mas del género humano lo tenían por indigno de su instrucción.

XXXIX. ¿Cuántos se salvarían si la ciencia de salud estuviera en el estanco de Pitágoras?

XL. Por este medio demuestra Ezequiel la necesidad de un Pastor, y Salvador.

XLI. Jesucristo, por el contrario, vino a buscar a todos, y especialmente a los rudos y miserables.

XLII. Un discurso semejante de Taciano contra los Filósofos Griegos de su tiempo.

XLIII. Experimentados ya del suceso de todos los siglos, sería locura esperar más provecho de la Filosofía, y negar la necesidad de la Religión.

Artículo IV
Los filósofos intentaban más de propósito el hacer bestiales a los pueblos, que reducirlos a unas costumbres racionales, pág. 61.

XLIV. Locas ideas que Pitágoras esparcía de sí entre sus discípulos.

XLV. Mientras que se hacía tener por un Dios entre los hombres definía a los hombres por unas bestias de dos pies.

XLVI. La sabiduría que les revelaba, no era sino para animales.

XLVII. Se expresan algunas de sus sentencias y máximas irracionales.

XLVIII. Aunque estos fuesen enigmas, que contuviesen avisos útiles, eran equívocos y peligrosos.

XLIX. No es comparable con la máxima: Cuando das limosna, no sepa tu siniestra lo que hace tu diestra, ni otras semejantes.

L. Aunque el Médico no de razón de lo que manda, debe mandar claramente.

LI. Eran los Filósofos como los Empíricos, que guardan el secreto de su receta.

LII. Ejemplos de los que fueron acusados por revelar lo que habían aprendido.

LIII. Prueba, según Lactancio, de que estimaban a los hombres por bestias.

LIV. Platón no prometía más salud para los hombres, ni enseñaba cosas más útiles.

LV. Comparación de los Filósofos y Poetas a las piedras figuradas.

LVI. Solo en la Doctrina Cristiana se hallan las notas de la sabiduría verdadera.

LVII. Ya no pueden los Filósofos desconocer la necesidad de Jesucristo.

LVIII. Ni los efectos manifiestos de su venida y doctrina.

Artículo V
La necesidad de los males y escándalos, que hay humanamente aun entre los cristianos, prueba más la necesidad del remedio de la Religión, pág. 76.

LIX. ¡Cuán indignamente ponderan los Filósofos las flaquezas de los Cristianos!

LX. Cuanto ocurrió de malo en el tiempo del Cristianismo lo hacen efecto de este: Blasfemias que pronuncian.

LXI. Acusándonos de todos los pecados, nos acusan también de que los detestamos: ¡Rara paradoja!

LXII. Los hombres son con todo eso mucho menos malos después de la Religión.

LXIII. Estado oscurísimo de la Grecia desde que rompió el vínculo de la Religión.

LXIV. Nunca desacredita a la Religión el que muchos le seamos infieles. ¡Estupenda locura de los Filósofos!

LXV. Reproche ya fastidioso, y usado por los Patriarcas de estos Filósofos.

LXVI. Está respondido concluyentemente dos siglos ha y más.

LXVII. Los Filósofos andan en el error de Joviniano y Pelagio, que hacían impecables a los bautizados: con todo hacen pecable solamente al Jefe de los bautizados.

LXVIII. Una nota bien importante en honor de la Santa Religión.

LXIX. Pero cuanto más ponderan nuestras flaquezas, no reparan que otro tanto agravan la necesidad de un Salvador.

LXX. Es más necesaria la gracia, que la respiración vital: ni por esto deja de ser preciosa.

LXXI. ¿Por qué no se da el socorro celestial para siempre, o de una sola vez?

LXXII. Otra razón, además del conocimiento de nuestra necesidad.

LXXIII. Otra razón: el conocimiento de nuestra inconstancia inseparable del de nuestra necesidad.

LXXIV. Descripción de la inconstancia humana.

LXXV. En sus caídas conocía el Pueblo de Dios su flaqueza, y la necesidad de ser socorrido.

 


Disertación tercera
Suma utilidad que trae a los hombres la revelación de Jesucristo, o la Religión Católica, pág. 96.

I. Nos provocan a esta Disertación los Filósofos.

Artículo I
La revelación mudó las costumbres del mundo, de horribles que eran, en hermosas y espirituales, pág. 97.

II. Repentina transformación que obró en los hombres la gracia del Evangelio.

III. San Justino admiraba ésta feliz revolución en sí mismo.

IV. Pinta después la mudanza que resplandecía en cuantos abrazaban el Evangelio.

V. Teófilo arguye contra Autolico con esta brillante mudanza, seguro, de que la pudiese negar.

VI. Los mismos Paganos se admiraban.

VII. Plinio y Solino hacían misterio de que no naciendo entre ellos, se poblaban con todo eso.

VIII. Lugares concordantes de Eusebio.

IX. La sublime idea en que describe Clemente Alejandrino la vida Cristiana.

X. Los Climas y costumbres eran diferentes; pero la mudanza fue igual en todas partes.

XI. ¡Cuán abominable era el culto, aun entre las Naciones llamadas sabias!

XII. Horribles ideas de la fealdad de la tierra antes de la predicación.

XIII. Su amenidad después de dicha predicación.

XIV. Aparecen vestigios de la antigua bestialidad en el Herculano.

XV. Dicen los Filósofos que esta mudanza se debió a un espíritu de ilusión.

XVI. Añaden que Pitágoras reformó las costumbres de Crotona.

XVII. Pitágoras es conocido por un impostor.

XVIII. ¿Qué va de la mudanza de Crotona por unos días a la mudanza del Universo por tantos siglos?

XIX. Pasaje de Bardesanes, que las supersticiones y costumbres de las naciones dependen del Clima: pero que la Religión vence a todas estas inclinaciones naturales.

XX. El Carácter de cada nación puede simular una especie de virtud. Las austeridades de los Indios.

XXI. Que las virtudes más difíciles son propias del Cristianismo donde se conoce mejor su utilidad.

Artículo II
La Religión cristiana por su único sacrificio ha redimido de la matanza, no solo a la naturaleza racional sino a la de todas las bestias, pág. 118.

XXII. Se consideran aquí las utilidades temporales de la Santísima Eucaristía. Descripción de los sacrificios inhumanos del Paganismo.

XXIII. La bondad de Dios perdonó la vida de los hombres a que tenía muchos derechos.

XXIV. Pero no perdonó el sacrificio de los animales.

XXV. Multitud de reses que se ofrecían.

XXVI. Fue contra la Ley el Sacrificio y voto de Jefté; pero no merecía que algún Ángel le quitase el cuchillo.

XXVII. No perdonaba así el Demonio la vida de los hombres que nada le debían: Raras atrocidades que creían sagradas.

XXVIII. La castración e infibulación; notable burla y detrimento de la humanidad.

XXIX. Está hoy día en uso en muchas naciones, y son innumerables los que se castran.

XXX. No eran comúnmente simulacros de víctimas humanas.

XXXI. ¡Cuán suave es nuestro eterno sacrificio que quisieran quitarnos nuestros crueles Filósofos!

XXXII. Se compara esta ofrenda con las víctimas que ofrecíamos de nosotros mismos.

XXXIII. Crueldad de los Cartaginenses y su pertinacia en observarla.

XXXIV. Es más estupenda esta inhumanidad en los Romanos.

XXXV. La misma brutalidad en Atenas, y entre los Griegos. Las demás naciones.

XXXVI. La virtud de Jesucristo sanó este furor con el Sacramento del Altar.

XXXVII. Ninguna cuesta menos a las familias; ni las arruina, como dicen los Filósofos.

XXXVIII. ¿Cuánto costaban los ritos antiguos, sagrados y profanos?

XXXIX. No se pueden sumar los ahorros que deja este Sacramento; y sobre todo ¡cuántas vidas!

XL. Desterró de Dinamarca las víctimas humanas el siglo X. Ejemplos de los siglos medios y últimos. De África.

XLI. De América. En México se sacrificaban cada año 50.000 hombres.

XLII. Más crueles son nuestros Filósofos que desprecian estos beneficios hechos a la humanidad.

XLIII. No es duro este Misterio, sino los Filósofos.

Artículo III
La estabilidad de estos beneficios encarece su utilidad, pág. 139.

XLIV. Lo que es de Dios, permanece. Lo que es humano, se acaba. Así es la Filosofía.

XLV. ¿Qué ministerio establecieron los más celosos Filósofos para después de sí?

XLVI. Se expresan las sucesiones que procuraron fundar en sus Sectas.

XLVII. Estas sucesiones duraron poco en la Filosofía Itálica.

XLVIII. La misma inconstancia hubo en la Griega o la Jónica.

XLIX. La Academia fue la senectud de la Filosofía: se llamó ασυςατος sin estabilidad.

L. La de Epicuro duró más que las otras; pero no obsta.

LI. ¡Cuán antigua y estable la Religión Cristiana!

LII. Por la eternidad de su sacerdocio y lo perpetuo de su Ministerio Eclesiástico.

LIII. Probaron su estabilidad las persecuciones, y la confirman 18 Siglos.

LIV. Admira la flaqueza de las especies materiales, donde hacen ver su estabilidad los Sacramentos.

LV. No depende la Religión de magníficos templos y torres; ni se ata a lugares.

LVI. ¡Cómo se burla Dios en una arista de trigo de todas las fuerzas humanas!

Artículo IV
Jesucristo después de librar a los hombres de ser víctimas de los Demonios, les ha levantado también del oprobrio de la Idolatría, pág. 151.

LVII. La Idolatría es el pecado que en la Escritura se llama máximo.

LVIII. Se considera aquí por respeto a la vileza que puso en los hombres.

LIX. Prospecto del mundo anegado en la Idolatría.

LX. No solo los Bárbaros, sino los Griegos y Romanos; y de sus innumerables Dioses.

LXI. Otras divinidades se callan por nefandas, y explicación del vaso de sabandijas que vio San Pedro.

LXII. Se pregunta ¿si pudieron los hombres abatirse con mayor ultraje?

LXIII. Retrato ridículo de un Pagano supersticioso.

LXIV. Vuelve a tocarse lo caro que costaban tantos Dioses hambrientos.

LXV. Carga pesadísima para los hombres.

LXVI. Los Pueblos de Caria hacen una batida para ahuyentar a sus importunos Dioses.

LXVII. Los hombres se avergüenzan de tal culto.

LXVIII. El Obispo Teófilo avergonzó a los Alejandrinos con su Diosa Mona.

LXIX. Para humillarnos quiso Dios que se reserven algunos de los Ídolos.

LXX. Grande Galería de esto en el Real Palacio de Balsain.

LXXI. Allí se demuestra la grosería y miseria del mundo antiguo.

LXXII. Con todo quisieron Porfirio y ahora Voltaire negar la existencia de aquella Idolatría.

LXXIII. No importa que fuese esto al principio de la Idolatría o al fin, si en efecto fue.

LXXIV. No se libraron los Filósofos de este oprobrio común.

LXXV. Más vil es adorar al Sol que a una sabandija.

LXXVI. Se ignora cuando no hubo esta carga de tantos Ídolos. Pruebas de la Escritura.

LXXVII. Monumentos de las otras Naciones.

LXXVIII. Fue muy grosera la superstición de Numa.

LXXIX. ¿Quién, pues, libró a los hombres de esta ignorancia? El Evangelio.

LXXX. Se han cumplido las Profecías.

LXXXI. El fin que, según Eusebio, tubo Sérapis.

LXXXII. Y Venus en Fenicia.

LXXXIII. En Cilicia la Idolatría de Apolo Pytio.

LXXXIV. Es de admirar este beneficio de la Redención hasta en los Judíos.

LXXXV. Voltaire atribuye a Mahoma el destierro de la Idolatría en gran parte de la tierra.

LXXXVI. Llamaría Idolatría a la Religión Cristiana que persiguió Mahoma.

LXXXVII. Mahoma sostuvo la Idolatría que fenecía ya. La piedra cuadrada y el culto de Sovaa.

LXXXVIII. Solamente Jesucristo haciendo adorable nuestra humanidad libró a los hombres de otra adoración que a la Divinidad.

Artículo V
Solamente la Religión cristiana promete de contado la vida eterna, y puede darnos los medios para entrar en ella, pág. 182.

LXXXIX. Teniendo el Paganismo una Divinidad para cada cosilla, ninguna tenía a quien pedir la vida eterna.

XC. Cuatro clases de Dioses y ninguna entendía de la vida eterna.

XCI. Tres clases hacían de Teologías, y en ninguna se hablaba de la vida eterna.

XCII. Ni aún se hallaba entre sus veinte Dioses selectos.

XCIII. Su iniquidad en dar los cargos y honores divinos.

XCIV. Tampoco la Teología natural trataba de la vida eterna.

XCV. Había Teología para el Teatro, para la Ciudad, para el Mundo, mas no para el Cielo.

XCVI. Aun la ley de los Judíos no llevaba a esta vida eterna.

XCVII. No daba eficaces socorros para ella.

XCVIII. El Apóstol la llama inútil, porque no conducía al fin perfecto.

XCIX. Las utilidades que demuestra San Pablo en la ley de gracia.

C. San Agustín no halla suficiente acción de gracias por esta utilidad.

CI. Sus utilidades espirituales.

CII. La gloria interior de la buena conciencia.

CIII. La paz que sobrepuja a todo sentido.

CIV. La alegría y gozo del Espíritu Santo.

CV. El deleite que los Filósofos conceden en la contemplación de las ideas universales, no los deja negar esto.

 


Discurso previo
a las Disertaciones IV y V donde se examina el plan de las pruebas que deben valer para demostrar la existencia de una Religión revelada, como la Cristiana, pág. 209

I. Los que escribieron la demostración Evangélica.

II. Orden que se sigue en este discurso.

III. Van los Incrédulos por un círculo apelando de la experiencia a la razón, y al contrario.

IV. Se distinguen dos clases de verdades, morales y metafísicas.

V. La demostración geométrica no puede probar los hechos humanos.

VI. De la precisión geométrica usaron unos y abusaron otros para enseñar las Artes.

VII. Huet emplea el mismo método en la demostración: Evangélica.

VIII. Se prueba que hay pruebas morales más constantes que las de la Geometría.

IX. De donde se convence contra los que desprecian los argumentos morales, no queriendo sino los metafísicos.

X. Las nociones y demostraciones morales se reducen a principios metafísicos.

XI. No puede haber un error universal.

XII. No es lo mismo error común que error universal.

XIII. El Politeísmo no fue error universal, como piensa Bayle.

XIV. El error no puede salir de singular; luego las nociones universales son siempre verdaderas.

XV. La noción de Dios es universal, porque es la diferencia específica del hombre.

XVI. La demostración, pues, que se hace con dicha noción, es no menos cierta que la prueba metafísica y geométrica.

XVII. Otra razón de sernos más constantes las demostraciones morales que las geométricas.

XVIII. Se responde a un argumento.

XIX. Como hay en Cristo dos naturalezas.

XX. Las verdades históricas de la Religión pueden saberse por demostración: no así los misterios.

XXI. Sabemos hoy por fe lo que vieron y supieron otros por experiencia.

XXII. Pero aun hoy puede demostrarse lo que otro tiempo era evidente. Esta es la demostración Evangélica.

XXIII. Preferimos siempre la fe de los humildes a toda la ciencia altiva.

XXIV. La promulgación y el establecimiento del Evangelio es más claro que el de ninguna Ley o Reyno.

XXV. Los testimonios humanos no certifican la palabra divina, como dice Rousseau, sino confunden la incredulidad humana.

XXVI. Quieren que la Religión se pruebe con visiones y revelaciones singulares. Es decir, con un fanatismo.

XXVII. Piden los Incrédulos que Dios hable sensiblemente a cada hombre: ¡Miserable prueba de la Religión!

XXVIII. Se examina otro modo con que piden se pruebe la existencia de la Religión.

XXIX. Contradicen a sus reglas, que disponen la facilidad de las pruebas de la Religión, y otras implicaciones en que caen.

XXX. Se concluye que los Filósofos no dejan alguna prueba de la existencia de la Religión, cuando se meten a darlas.

XXXI. ¡Cuán sólido es el plan de pruebas a que se sujeta nuestra Religión!

XXXII. Se reduce a dos puntos, cada uno suficiente por sí solo.

XXXIII. El primer punto es probar que es Dios quien habló lo que creemos.

XXXIV. Las pruebas son documentos auténticos; y hay dos clases, según dos modos en que habló Dios a los hombres.

XXXV. A los fieles habló con Profecías, a los infieles con señales.

XXXVI. Los verdaderos milagros y las profecías son documentos infalibles de la Divinidad.

XXXVII. Cristo se sometió a esta segunda prueba para convencer a los Judíos; se recapitulan algunas profecías.

XXXVIII. Estas profecías reunidas con los milagros hacen una demostración más fuerte.

XXXIX. Este género de testimonio dio a los discípulos que envió el Bautista.

XL. Se engañan los Filósofos, afirmando que Jesucristo no dio los milagros por prueba de sumisión.

XLI. Yerran también diciendo: Jesucristo había juntado discípulos, sin haberse autorizado con algún milagro.

XLII. ¿Cómo fue la primera de las señales la de Caná de Galilea? arguyen nuestros Filósofos. Se explica la voz primera.

XLIII. Afirman los Filósofos que Cristo no hizo milagros en testimonio de su doctrina: Cristo afirma todo lo contrario.

 


Disertación cuarta
Pruebas eficaces de la existencia de la Religión Cristiana. Solamente la Religión Cristiana es autorizada por el testimonio de los milagros divinos bien circunstanciados, pág. 251.

I. Por los falsos milagros no deben negarse los verdaderos; pero deben examinarse por quien toca.

II. Tres capítulos por donde se examinan los verdaderos milagros.

Artículo I
Los milagros de nuestra Religión son indubitables de parte de los testigos y Escritores que los refieren, pág. 255.

III. Lo primero, la verdad de los hechos milagrosos se prueba por los testigos que los refieren; y cuáles deben ser estos.

IV. No sufren este principio de examen los milagros del Paganismo.

V. De los más no se da siquiera un buen testigo.

VI. El caso de Bel muestra cuan sin prueba creían las cosas en Babilonia.

VII. La misma liviandad y grosería se demuestra en los Pueblos donde enseñaban los Filósofos.

VIII. Por la conversión del agua en Caná se ve mejor la liviandad con que se refieren semejantes conversiones en Antros, Thia y Elide.

IX. La misma vanidad se siente en las sanidades atribuidas a Vespasiano, Adriano y Apolonio.

X. Se añaden los milagros de Pitágoras y otros Filósofos, creídos sin pruebas.

XI. ¡Cuán torpe es la Crítica de los Filósofos para con la de la Iglesia! se descubre la trampa de estos milagros.

XII. Se responde al argumento de Tácito con que defiende las dichas imposturas.

XIII. Con un solo testigo se creían en los Cielos a las mujeres incestuosas.

XIV. Los milagros de Apolonio y de Apuleyo fingidos sobre los de Cristo, y creídos sobre ningún testigo.

XV. Miserables cuentos que mezcla Filóstrato entre los milagros de Apolonio. ¡Qué Filósofos!

XVI. No tienen mejor prueba los milagros de Pitágoras.

XVII. Es justa una nota que hace Lactancio, y se comienzan a ver las solidísimas pruebas de nuestros milagros.

XVIII. Aun la naturaleza conserva documentos de los que se leen en Moisés.

XIX. Los demás milagros hechos en Egipto y en el desierto, igualmente fundados.

XX. Se responde a Voltaire que atribuye a máquinas secretas de Moisés la nube que cercaba al Monte Sinaí.

XXI. El milagro de Elías resplandece a competencia de otros contrahechos.

XXII. Se viene a demostrar la existencia y verdad de la Religión Cristiana por los milagros del Evangelio.

Artículo II
Los milagros de Cristo son indubitables por parte de los Escritores que los refieren, y de los documentos que los contestan, pág. 278.

XXIII. ¿Qué Autores son genuinos?

XXIV. La extravagancia de algún Escritor no turba el crédito que han ganado los Autores genuinos.

XXV. Fueron creídos y alabados por los Padres, y aun por los Herejes y Filósofos de aquellos tiempos.

XXVI. También se prueba que son genuinas las Epístolas Apostólicas.

XXVII. Discurso de San Agustín contra Fausto que lo comprueba.

XXVIII. ¿Qué historias se llaman verdaderas? y se demuestran tales las que refieren los Evangelios.

XXIX. Los Judíos contestan los milagros de Jesucristo.

XXX. Se comprueba la verdad de estas historias por las Profecías.

XXXI. Comprobaron su verdad los Rabinos aunque no confiesen la verdadera causa.

XXXII. La misma naturaleza contestó las historias que nos refieren los Evangelistas.

XXXIII. Contestaron las mismas historias los Escritores Paganos de aquel tiempo.

XXXIV. Las contestan las Actas legítimas que formó Pilatos, y las Tablas censuales o el primer catastro que hizo Cirino.

XXXV. Por documentos tan públicos hacían su causa Luciano y Tertuliano.

XXXVI. Se comprueban por un pasaje notable de Josefo, y se defiende que es genuino.

XXXVII. Se comprueban por otros muchos Autores profanos de aquellos siglos.

XXXVIII. Redúcese toda esta demostración sobre un axioma de Lógica, y se concluye sernos tan ciertos los hechos Evangélicos, como si los hubiéramos visto.

Artículo III
En cada uno y en todos los milagros de Jesucristo concurren todos los caracteres de verdad y de Divinidad que faltan en los falsos milagros, pág. 301.

XXXIX. Se reducen a seis los caracteres de los verdaderos milagros.

XL. Todos se hallan en los milagros de nuestra Religión y faltan en los de los Filósofos. 1. La causa.

XLI. Solo Dios podía ser la causa de la resurrección de Lázaro.

XLII. Los Vampiros y Uroucolacas son patrañas de viejas.

XLIII. Se halla en los milagros de Cristo la utilidad. 2. carácter.

XLIV. Los atribuidos a Apolonio cuan perniciosos.

XLV. Pasaje de San Ireneo muy notable.

XLVI. Se halla la perfección en los milagros de Cristo. 3. carácter. Notable advertencia de Lactancio a los Magistrados para el caso de los Vampiros.

XLVII. Lázaro vivió sesenta años después de resucitado. Testimonio de Cuadrato.

XLVIII. Se halla en los milagros de Cristo el modo. 4. carácter.

XLIX. Verdadero sentido de un lugar de San Pablo a los Gálatas.

L. Se hallan en los milagros de Cristo los medios. 5. carácter.

LI. Ni la doctrina de Cristo ni los milagros pasaron en lo oculto.

LII. Hablillas de los que atribuyeron a Cristo un libro de magia, dedicado a los Apóstoles.

LIII. Se halla en los milagros de Cristo el verdadero fin. 6. carácter: Confesión de Rousseau.

LIV. Estolidez de Juliano en negar en los milagros la grandeza que Lipsio da por especial carácter.

Artículo IV
Dura en la Iglesia la potestad de hacer verdaderos milagros, pág. 320.

LV. Al principio del antiguo y nuevo testamento fueron más necesarios los milagros.

LVI. Milagros continuos de los Apóstoles.

LVII. El caso de la Legión Fulminatrix en tiempo de Marco Aurelio.

LVIII. Tertuliano arguye con otros milagros que los Gentiles no podían negar, y desafía a hacer otros.

LIX. San Agustín oyó a los testigos del que sucedió en la expedición de Teodosio contra Arbogastes.

LX. Otros muchos milagros, de que fue testigo San Agustín, o de que dio libelos.

LXI. Las Bulas de canonización son documentos bien frecuentes de la existencia de los milagros en la Iglesia.

LXII. Estas Bulas son libelos mucho más solemnes que los antiguos de los Obispos.

LXIII. Varios milagros que testifican Carracioli y Arnaldo, cada uno en su tiempo.

LXIV. No se nos deben hoy tantos milagros como suceden.

LXV. La leche solo es debida a los infantes y débiles.

LXVI. En las recientes Iglesias de América se vieron florecer los milagros.

LXVII. Milagro de la conversión de todo el mundo al Crucificado.

LXVIII. No tienen comparación las revoluciones, de las sectas, sino como la que hay entre caer los graves hacia la tierra o levantarlos para el Cielo.

LXIX. Pasaje de San Agustín que concluye.

Artículo V
Otro efecto prodigioso de la virtud del Evangelio que es la manifiesta disipación de los falsos Oráculos, pág. 338.

LXX. ¿Por qué callaron los Oráculos de Claros, de Júpiter Ammon, de Dodona y de Apolo?

LXXI. Si dicen que eran groseras imposturas, condenan la sabiduría y prudencia de unas naciones Filósofas.

LXXII. No eran imposturas humanas todos los falsos Oráculos.

LXXIII. En los Terafines respondía ciertamente el Demonio.

LXXIV. La época cierta de la cesación de todos los Oráculos, es la era cristiana.

LXXV. Corresponden las observaciones de los Autores Paganos con las quejas que los Demonios daban a Cristo en el Evangelio.

LXXVI. Como debe entenderse esta sentencia que defendemos.

LXXVII. Se explica el pasaje de Cicerón que da por fenecido en su tiempo el Oráculo Délfico.

LXXVIII. Esta inteligencia concuerda a Cicerón con Suetonio, con el Edicto de Constantino, y con otros documentos que opone Van-Dale.

LXXIX. Juliano y los Filósofos no atribuyeron a otra causa más principal la cesación de los Oráculos.

LXXX. Cesan por el Evangelio los Oráculos Paganos de nuestro tiempo.

LXXXI. Se cierra la demostración de la Religión sobre un axioma de Lógica y con él argüía a los Fariseos el curado en el sábado.

LXXXII. Se da por supuesto el artículo de la Santidad de Jesucristo, Autor de los dichos milagros.

LXXXIII. Confesión de Rousseau en honor de los Evangelios.

LXXXIV. Dicho de Juliano y transición a la Disertación siguiente.

 


Disertación quinta
Pruebas de la existencia de la Religión sacadas de las profecías, por cuyo cumplimiento se demuestra la Divinidad de Jesucristo y la verdad de su doctrina, pág. 360.

I. La profecía verdadera es el gran sello de Jesucristo.

II. La Iglesia usa hoy con las falsas profecías el rigor que experimentaban los falsos Profetas.

III. Las ilusiones de que se admiró Gersón fueron la aurora de las que hizo ver después el fanatismo de los Protestantes.

IV. Idea de la profecía verdadera.

V. Regla infalible que distingue a la verdadera profecía de la que no lo es.

VI. Son faltas de buen sentido las reglas de las profecías que prescriben los Pseudo-Filósofos.

VII. Cinco puntos de la vida de Cristo a que reducimos el cumplimiento de las profecías.

Artículo I
Profecías cumplidas en la Encarnación y Nacimiento de nuestro Redentor, pág. 371.

VIII. Once caracteres del nacimiento del Mesías que debían cumplirse en la genealogía de Cristo.

IX. El octavo y grande sello, que nacería de una Virgen.

X. Se ve claramente el significado de la voz Alma.

XI. Se responde a una dificultad de los Incrédulos.

XII. No llamaría Jeremías una cosa nueva a que una casada pariese de su marido.

XIII. La oportunidad en que se hizo esta profecía, no permite otro sentido.

XIV. El IX carácter del Mesías que nacería en Belén de Ephrata.

XV. El X carácter, el cuándo había de nacer por el vaticinio de Jacob.

XVI. Se entiende mejor el vaticinio de Jacob por el de Daniel.

XVII. La palabra hebdómada es solamente en este Oráculo la que admite diferentes sentidos.

XVIII. El mismo Oráculo determinó el valer de cada semana a siete años.

XIX. Todas las semanas son iguales, ni es mayor la última, sino la abreviación de todas.

XX. No es así indiferente la palabra: Ab exitu sermonis, por estar determinada por la siguiente, ut iterum aedificetur Jersusalem.

XXI. Es sin fundamento el querer interpretar el vaticinio de Daniel por la profanación que hizo Antioco.

XXII. La ruina de la Ciudad no se anuncia dentro de las setenta semanas, sino para después.

XXIII. XI carácter del Mesías, sus nombres, su potestad y su culto.

XXIV. Convino a Cristo el I carácter del Mesías, que es ser hijo de Dios.

XXV. Le convienen los otros VI caracteres de hijo de Abrahán, de Isaac, de Jacob, de Judas, de Jesé, de David y Salomón.

XXVI. No hubo quien negase entonces las genealogías que publicaron los Evangelistas. Era conocido por hijo de David.

XXVII. El VIII carácter de ser hijo de la Virgen solo conviene a Jesucristo.

XXVIII. Son fábulas las de Buda, Rómulo, Alejandro y otros, cuyos padres se ignoran.

XXIX. Testimonios sinceros y contestes de los Evangelistas.

XXX. Las suposiciones de Simón Mago, Apolonio, &c. se fingieron por la virginidad sabida y creída de la Madre de Jesuchristo.

XXXI. El lugar del nacimiento de Cristo fue ciertamente Belén, patria predestinada al Mesías. IX carácter.

XXXII. Nació Cristo cuando no había Rey ni Caudillo de la raza de los Judíos. X. carácter del Mesías.

XXXIII. Cristo cumple el vaticinio de Daniel, muriendo a la mitad de la 70 semana.

XXXIV. La fama recibida entre los Judíos Samaritanos y Romanos tenía aquel por el tiempo en que había de nacer el Mesías.

XXXV. Cumplióse en Cristo el XI carácter del Mesías: el nombre de Manuel.

XXXVI. La paz que estaba anunciada a la tierra comprobada por las medallas.

XXXVII. La conmoción de las gentes según el vaticinio de Ageo.

Artículo II
Profecías cumplidas en la Cruz y muerte de Cristo, pág. 409.

XXXVIII. Las profecías reducidas a tres clases: la primera, las Causas: segunda, Incidencias: tercera, Consecuencias.

Las causas, pág. 410.

XXXIX. La causa de la muerte de Cristo fue su voluntad y caridad.

XL. La envidia, otra causa prevista de la muerte de Cristo.

XLI. Porque era Cristo o Rey: otra causa prevista de su muerte.

Las Incidencias, pág. 416.

XLII. I. Circunstancia, su venta por un discípulo.

XLIII. II. Circunstancia, el precio de la venta.

XLIV. III. Circunstancia, su desamparo y oración en el huerto también anunciado.

XLV. IV y V. Circunstancia, su prisión y acusación vaticinadas.

XLVI. VI. El silencio de Cristo y otras circunstancias anunciadas.

XLVII. IX. Circunstancia, el género de muerte de Cruz prevista de muchas maneras.

XLVIII. Maliciosa depravación del Psalmo 21. Foderunt manus mes & pedes meos.

XLIX. X. Circunstancia, todos los dolores que expresa el Psalmo 21 y se cumplieron en Cristo.

L. La compañía de los dos ladrones, la oración por sus enemigos, el terremoto y tinieblas, &c. todo profetizado.

Las Consecuencias, pág. 425.

LI. I. Consecuencia prevista, el que no romperían sus huesos.

LII. II. Consecuencia, el llanto de los que concurrieron al espectáculo.

LII. III. Que su sepulcro sería glorioso.

LIV. IV. Su bajada al infierno.

LV. V. La ruina de la Ciudad y Santuario.

LVI. El caso de Juliano lo confirma: ni son los historiadores Cristianos los que refieren esto que Voltaire llama cuento.

LVII. Notable confesión de Espinosa de toda la vida y muerte del Salvador.

Artículo III
Profecías verificadas notoriamente en la Resurrección, pág. 433.

LVIII. Oráculos concordantes de la Resurrección de Cristo.

LIX. Cristo publicó delante de sus enemigos que había de resucitar al tercero día, y no pudieron estorbárselo.

LX. Ninguna excepción de dolo malo opusieron a los discípulos de haberlo robado, ni porque lo predicaban resucitado.

LXI. Multitud de testigos de vista que juntos dieron testimonio de este hecho.

LXII. Necias cuestiones que mueven los Filósofos contra esta historia.

LXIII. Los Filósofos toman por histórico lo que es alegórico, y al contrario: el caso de Epiménides fue alegórico.

LXIV. Cuanto refiere Aristeas es alegórico, y los Filósofos toman su resurrección por verdadera.

Artículo IV
Profecías cumplidas en el fin de la Sinagoga y establecimiento de la Iglesia, pág. 446.
Fin del antiguo pacto, pág. 447.

LXV. Profecía de David declarando la ruina de la Sinagoga y su causa con otros vaticinios, cuyo cumplimiento advirtió Cristo.

Establecimiento y promulgación del nuevo pacto, pág. 450.

LXVI. Vaticinio de Jeremías con que lo prueba San Pablo.

LXVII. El Apóstol determina otros testimonios proféticos a la misma Iglesia.

XXVIII. Cristo profetizó ya en la Víspera esta Religión que venía a establecer.

LXIX. ¿Quién sino un Dios pudo vaticinar que le sería dado este culto que vemos darle todo el mundo?

LXX. Antes de cumplirse esta palabra, pudiera presumirse del que la pronunciaba que era un loco; pero ya cumplida, es locura no creerlo un Dios.

Otra profecía de Cristo cumplida evidentemente en su Iglesia por la duración del Ministerio Apostólico, pág. 458.

LXXI. Palabras de la promesa de Jesucristo contestes con las del Profeta Isaías.

LXXII. Testimonio por el Celibato Eclesiástico, y por el voto de la Castidad.

LXXIII. Fuerza que tiene esta sucesión y tradición: fuente de los Concilios.

LXXIV. Cuanta más fuerza lleva hoy este argumento de la sucesión Apostólica que en tiempo de Tertuliano.

LXXV. ¿Qué diría hoy Gamaliél, y aun el Concilio de los Judíos?

Artículo V
Se demuestra la verdad de las profecías que aún están por cumplirse en la segunda venida de Cristo, pág. 465.

LXXVI. Si puede probarse la verdad de las promesas de futuro.

LXXVII. Causa singular de haberse enlazado las profecías cumplidas con las que restan por cumplir.

LXXVIII. Cuando es un mismo Dios quien a un mismo tiempo y a un mismo Profeta reveló las unas y las otras Profecías, tenemos igual certeza de ambas.

LXXIX. Ruina de Babilonia por los Medos y Griegos, conforme al antecedente vaticinio.

LXXX. Junto con esta profecía cumplida en Babilonia, está hecha la del fin del Universo.

LXXXI. Daniel y Cristo vaticinaron lo mismo cuando anunciaron la ruina del templo y de Jerusalén.

LXXXII. Es inconsideración llamar hiperbólicas a estas palabras de Isaías y a las de Jesucristo.

LXXXIII. Según buena Física, las palabras, Stellae cadent de coelo, no son hiperbólicas ni alegóricas, sino propias y literales.

LXXXIV. Las estrellas caídas vagarán por los espacios inmensos; o irán hacia sus respectivos centros.

LXXXV. Los Cometas se han juzgado unas estrellas que cayeron.

LXXXVI. Pensamientos de algunos Filósofos más errantes que los Cometas.

LXXXVII. Se infiere del sentido propio de estos vaticinios que se habla de la ruina del templo y del Universo con igual certeza de ambas cosas.

Artículo VI
No apagó Jesucristo la lumbre de la Profecía en la Religión, así como disipó a los falsos Oráculos en el Paganismo, pág. 483.

LXXXVIII. En la duración del don de la Profecía se cumplen algunas profecías antiguas.

LXXXIX. De muchos Profetas que numera el libro de las Actas.

XC. San Justino, San Ireneo, y Eusebio defendieron en sus tiempos la existencia de este don.

XCI. Falta razón para negar la profecía de la Doncella de Orleans.

XCII. No obsta la censura que firmó contra la Doncella la Universidad de París.

Se satisfacen algunas dudas, pág. 490.

XCIII. Lugares canónicos que dan el fin a la profecía en la venida de Cristo.

XCIV. Las Profecías relativas a la primera venida de Cristo tuvieron fin con dicha venida; pero no el don de la profecía.

XCV. En el Pueblo Judaico tendría fin el don de la profecía.

XCVI. Falta el mismo don en las Iglesias separadas.

XCVII. Carta de un Quaker inglés a otro de Roterdan con unas profecías de las suyas.

XCVIII. Explicación que dio otro Quaker del Espíritu de sedición que dictó esta profecía y reducción al propósito de esta obra.

Artículo VII
Conclusión y reflexión de todo lo dicho al propósito de nuestro sistema, y se prueba que son funestas para el Estado las falacias de las pretendidas profecías, como útiles las verdaderas sobre que se unda la Religión Cristiana, pág. 496.

XCIX. Las falsas profecías solo remedan los vaticinios funestos a los Reinos y Estados.

C. Testimonios de Tertuliano y otros que tienen por sediciosos a tales Oráculos.

CI. Pruebas que da Luciano.

CII. Otras rebeliones causadas por falsas profecías.

CIII. Discurso de Oenomao que lo confirma con otros hechos.

CIV. La Filosofía ha ido de concierto con esta peligrosa profecía.