Patricio de Azcárate Corral (1800-1886) | Sistemas filosóficos modernos, Madrid 1861 |
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Patricio de Azcárate Corral, Exposición histórico crítica de los sistemas filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia, Mellado, Madrid 1861, tomo 1, páginas 62-75.
A mediados del siglo XVIII reinaban en Francia la filosofía de Locke, como vimos en el capítulo anterior; pero la filosofía de Locke, si bien era eminentemente empírica, tenía en su mismo principio metafísico una traba, que impedía marchar a velas desplegadas al materialismo, al fatalismo, al escepticismo. En efecto, Locke, si bien no reconoció otro origen de ideas primitivas que la sensación, admite la reflexión como un principio que reobra sobre el mundo exterior. Pues bien; esta reflexión, este principio activo era una traba que impedía lanzarse a tan funestas consecuencias; y Esteban Bonnot, conocido por el abate de Condillac, tomó de su cuenta esta tarea, y para ello no hizo más que suprimir la reflexión, y proclamar como principio único de todos nuestros cocimientos la sensación. Ya se habían advertido aspiraciones en algunos filósofos en el mismo sentido; pero el sensualismo no tomó el carácter de verdadero sistema hasta que Condillac publicó su tratado de las sensaciones a mediados del siglo XVIII, desde cuya época, modificado gravemente el principio de Locke, casi desapareció por entero la influencia de este filósofo; y la sensación trasformada de Condillac, reemplazando al empirismo de Locke, se apoderó de todo el campo de la filosofía.
Sin embargo, en aquella época escribió Carlos Bonnet, natural de Génova, y adoptó la filosofía de Locke y rechazó la de Condillac; es decir, reconoció la sensación y la reflexión como origen de ideas, y no la sensación sola, como quería Condillac; y consecuencia de esto reconoció la distinción del cuerpo y del alma, combatió el materialismo y el ateísmo. Pero en sus explicaciones no puede concebir el alma sin la existencia de un organismo, ni halló otro medio de explicar los fenómenos psicológicos que el de las fibras, y en este punto se separa de Locke, que jamás se valió de la fisiología para dar razón de los fenómenos del alma, si bien están conformes en poner en la sensibilidad el orígen de todos nuestros conocimientos.
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